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Sobre el heroismo de Nelson Mandela


 

 Sobre el heroísmo de Nelson Mandela

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Por  Eduardo Correa
 
          De los 1.223. 201 kilómetros cuadrados que componen la superficie de la república de Sudáfrica, a Nelson Mandela lo confinaron a apenas dos metros para que “viviera” durante 27 largos años. Eso viene a ser como un pequeñísimo punto en la vasta extensión de esa geografía. En 1962, y tan sólo por tener un sueño y una esperanza de vivir con dignidad junto a su pueblo, a este sudafricano lo condenaron a cadena perpetua bajo los cargos de sabotaje y otros delitos que según los gobernantes de turno iban contra los “intereses” de la nación. Claro, era un pueblo subyugado por la poderosa corona británica que utilizaba a una minoría blanca, propia y extraña, en contra de los derechos de la inmensa mayoría de nativos que conformaban los negros y que tomó forma de ley cuando en 1911 se instauró lo que el mundo conoció como el “apartheid”, que no era otra cosa que una terrible segregación racial que desde 1948 estaba ya “institucionalizada”.
          El apartheid impedía a los negros el acceso a la propiedad de la tierra, a la participación en política y a las profesiones de mayores ingresos, así como a vivir muy apartados de donde vivieran los blancos y a cualquier relación que pudiera establecerse entre razas diferentes. Y para oponerse a esa cruel exclusión nació el Congreso Nacional Africano que como frente partidista lideró Nelson Mandela y aplicó entre sus políticas la desobediencia civil y otras acciones públicas que llevó al gobierno a declararla ilegal y de inmediato sus dirigentes fueron perseguidos,  encarcelados o asesinados. Ya antes había ocurrido la Masacre de  Sharpeville en donde fueron muertos  67 negros a manos de la policía al reprimir una manifestación pacífica del partido.
           Poco después Mandela fue detenido y privado de su libertad de por vida y obligado además a trabajos forzados ingiriendo pocos alimentos. Mandela sobrevivió a un complot urdido por la policía secreta que consistió en propiciar una fuga en la que le darían muerte, pero el gobierno británico descubrió el plan y lo abortó. La presión mundial no se hizo esperar y pidió por todos los medios posibles la excarcelación de este hombre, pero tercamente el gobierno no atendió la solicitud.  Luego llegó  una coyuntura política  el 11 de febrero de 1990 que puso a Mandela fuera de la cárcel y de inmediato retomó sus acciones y su lucha en búsqueda de la libertad de su pueblo, que comenzó a tomar forma cuando el líder negro es elegido Presidente de Sudáfrica en 1994, no sin antes haber salvado numerosísimos escollos y situaciones difíciles donde su vida pendió siempre de un hilo. Mandela había terminado en prisión sus estudios de Derecho apoyándose en un programa de extensión de la Universidad de Londres y ya libre dedicó un buen tiempo a prestar asesoría legal a sus compatriotas negros que nunca habían soñado siquiera con un servicio como ése. Continuará

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