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¿Por qué Venezuela importa petróleo?


¿Por qué Venezuela importa petróleo?


Por  Eduardo Correa

      
       Es posible que recuerden mis conversaciones con mi amigo el economista, cuyas tertulias nos han servido de base para producir una serie de artículos que hemos trasmitido por este medio periodístico y  poniendo énfasis en  un lenguaje sencillo, sin ostentación ni adorno alguno. Volvimos a vernos y esta vez llevaba en mi mente dos inquietudes, entre ellas, una no muy común que digamos y que da título a este escrito. Lo encontré cuando venía de su lugar de trabajo, y al estrecharnos las manos con expresivo afecto, soltó sonreído: “Ven amigo, es la hora del “Coffee break” y podemos hablar con tranquilidad”. Caminamos a un lugar que me señalaba a la distancia, mientras recordaba su pasado laboral en una empresa estadounidense y de allí la expresión gringa usada que refería el descanso o la pausa entre faena, allá en el Norte. Nada más al sentarnos, y después de pedir dos cafés, le dije: “Normalmente estás  informado y no tengo que señalarte que ya Maduro anunció que el Gobierno va a tomar la decisión de aumentar la gasolina y sus derivados, y por otra parte, algunos sectores de la sociedad han mostrado sorpresa porque está llegando a Venezuela petróleo  importado de África y de Rusia, en cantidades nada despreciables”. El me miró fijamente al rostro y expresó: “Sobre eso último que mencionas, mucha gente se extraña debido a que nos han dicho desde siempre, y de hecho lo somos, un país históricamente productor y exportador de petróleo, el primero del mundo en un principio, y ahora entre la vanguardia de quienes exportan, y se ve raro que de pronto estén trayendo crudo de afuera y de tan lejos, allende los mares. Pero eso tiene su razón de ser, tal como yo lo veo, y es por razones técnicas,  comerciales o de negocios. El petróleo venezolano es muy pesado, especialmente el de la Faja del Orinoco, y debe ser mezclado con petróleo liviano en un proceso para producir gasolina y otros productos, y de allí la importación de ese crudo liviano. O sea, es un aditivo y diluyente necesario”. Fue entonces cuando acoté: “¿Pero técnicamente eso no puede hacerse aquí en el país con recursos propios? ¿Y nuestra tecnología dónde queda? ¿Y la fuga de divisas? Porque eso de importar “oro negro” no se había hecho en años, que se recuerde”. Sonreía al momento que expresaba que esa era una oportuna y buena reflexión, pero que era el Gobierno quien debía respondérsela al pueblo con claridad meridiana. Sin subterfugios. “Fíjate que dije “responderle al pueblo”, no solo a algunos sectores ni a cuestionadores de oficio, que valga decirlo, son también pueblo y tienen derecho a saber”.

     Mi amigo vio las tazas vacías e interrogó: “¿Nos tomamos otro café? Por ahí acabo de leer que hace bien al hígado, según algunos científicos”. Sonriendo moví la cabeza afirmativamente mientras le recordaba el otro aspecto referido al anuncio de Maduro de aprobar el aumento de la gasolina, añadiendo que no sería por ahora. “Sí, es cierto, el Presidente afirma que no tiene apuro y que las cosas deben pensarse bien, sobre todo esa de la gasolina, aunque es pertinente preguntarse: ¿Y las cuentas públicas cómo andan? ¿Lucen equilibradas?”. Le interrumpí: “¿Crees que influya aquello de que podría ser una decisión “incendiaria?”. Mi amigo se limitó a reír y yo completaba: “Porque mientras tanto el riquísimo Cisneros, y su pana Mendoza, seguirán pagando la gasolina de su numerosa flota y de sus modernos y costosos vehículos particulares al mismo precio que lo hace “juan pueblito”. Mi amigo se carcajeó y alcancé a escucharle: “Esos no viajan en carros, hermanito, sino en puros jet”.   


     Nos levantamos de la mesa y mi amigo prometió vernos muy pronto. Al verlo partir, le dije ensimismado: “Sí, nos volveremos a ver, si Dios quiere y la Virgen”.   

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