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100 artículos de opiniones diversas


100 artículos de opiniones diversas


                                           

                               Por Eduardo Correa

“La pluma es un fiel instrumento para trasmitir con libertad los sentimientos sinceros”. Simón Bolívar


Una nota preliminar: Son más, pero decidí seleccionar cien artículos de opinión donde expongo temas diversos y quiero que se sepa que no privó más que mi palabra sincera, sin tapujos, sin cortapisas y ojalá que puedan ser una gota en ese mar de palabras que son las personas.

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Índice

 Y entonces la economía se vistió de bolsas...
Del Silbón y otras obstinaciones
¿Cómo era el Guamachal de antaño?
A beber refresco y luego a morirse
¡Cuidado! Algunas notas de prensa pueden disociarte
Bolívar: ¡Unión! ¡Unión! O la anarquía os devorará
A Araure y sus vicisitudes históricas
Anoche yo tuve un sueño
Bolívar contra la corrupción y la burocracia
Los mercaderes del voto hacen de las suyas
De la exageración de la política y otros embustes
De la alabanza y otros terribles flagelos

¿Enseñar a pescar o dar el pescado?
¿Bolívar entregó a Miranda a los españoles?
Bolívar se peleó con Briceño
¿Cómo llamar a Dios: Jehová o Yahvé?
Como nosotros perdonamos a los que nos ofenden
¿Con José Antonio Páez hasta Puerto Cabello?
La conciencia ciudadana se fue de viaje
De la nostalgia, el desaliento y otros bichos
Del delirio por los teléfonos
De los latigazos de Jesús a los del Papa Francisco
De la III República y otros repasos históricos
Del temor a la especulación
El celular podría costarnos la vida
¿Cachicamo trabaja para lapa?
El asesinato de Antonio José de Sucre
El agricultor que fue Simón Bolívar
El día de la Independencia
El dialogo siempre da frutos ¡Cuba lo hizo!
El elemento que influyó en la caída de la URSS
El elemento que influyo en la caída de la URSS (2)
El fin de las serenatas
El legado de Blanca Ibáñez
El llano lo parió para el mundo
El mal acechaba en la autopista
El poema Vuelta a la Patria y la actitud de Gaby Espino
¿El comercio se extralimita en sus ganancias?
¿Emergen los Caballos de Troya?
En donde quiera que te hallares
En el nombre de Dios Todopoderoso
En memoria del trovador Ángel Ávila
Entrevista a un vampiro de la oligarquía
“Las cosas que me hacen olvidar”
Érase una vez una montaña de dinero
Érase una vez una montaña de dinero (2)
“He sido víctima de mis perseguidores”
Hermandad siniestra gobierna EEUU
Jesús advierte de la desviación de su Iglesia
La triste historia de una “canaimita”
La muerte anunciada del Mariscal Sucre
La política se parece al boxeo
La riqueza de Simón Bolívar
Los últimos días del Libertador
Los últimos días del Libertador (2)
“Guardar la mesura y conciliar los extremos”
La campaña millonaria de Henry Falcón
¿La crisis trascendió al Gobierno?
La impactante declaración del “Che Guevara” venezolano
Las cosas extrañas que suceden en una cola
¿Las letras que gravó Ali Primera no eran suyas?
“No serviré más a mis ingratos compatriotas”
¿Por qué dimos de baja la concordia?
¿Qué decía Ali Primera cuando vivía?
El diezmo en dinero no es bíblico
“Se lo dije, compa, se lo dije, eso le pasó por porfiao”
Semblanza de una maestra venezolana
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra fundaré mi iglesia”
Un hombre desacreditado para la crítica
Un repertorio musical en tu ausencia
“Y he aquí que se levantó una tempestad…”
¡Ya basta de tantos errores históricos!
Ya me estoy poniendo viejo
Visión maravillosa del nacimiento de Jesús
Visión maravillosa del nacimiento de Jesús (2)
“Yo volveré como un relámpago”
¿Vender Citgo? A mí no me parece
Conversación con un economista
Otra conversación con un economista
¿Por qué Venezuela importa petróleo?
“Y después de 500 años los persiguen todavía”
¿Por qué tantos de vosotros han dejado de adorarme?
Los Chunior están de vuelta en la radio
El maravilloso mundo de la lectura
“Muchacho sácate eso de la cabeza o enloquecerás”
¿El Gobierno requiere un interlocutor?
Por el camino de la felicidad plena
¿El micrófono anuncia la decadencia radial?
De la alabanza y otros terribles flagelos
Anoche soñé con el Greco
Cuando el clarín de la patria llama. . . 
Unas pinceladas de tristeza y de dolor
 
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Y entonces la economía se vistió de bolsas


Confieso que la primera vez que escuché hablar de los CLAP fui sorprendido en mi ignorancia y se debió a que una amiga de facebook escribió que le informaran cómo hacía ella para ponerse en contacto con la sigla citada y mi respuesta no se hizo esperar: “En verdad no podría decirte nada al respecto porque, sencillamente, ignoro de que se trata, sino con mucho gusto”. Ella no tardó en ripostar: “Eso es algo que tiene que ver con la cultura, con teatro, o algo así”. Y apenas leí aquello no me quedó más remedio que aceptar que, por lo menos, no estaba al día con ciertos acontecimientos. Y es seguro que me dirían en el barrio guamachal donde crecí en Valle de la Pascua: “Ajá, te agarraron fuera de base y tan avispado que te la dabas”. Empero, la interesada estaba errada en su apreciación. O sea, se trataba de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción que tendrían la misión de llevar a cada familia venezolana los alimentos de primera necesidad y para decirlo en términos populares: "Bolsas de comida, pues".

Y si algo me sorprendió también fue que iría "casa por casa". Y es allí donde murmuraría algún cansado de hacer colas y de correr tras el bocado del día a día: "Bueno, pues, se puso a valer este bembón". E igualmente la pregunta de cualquier taimado podría ser: "¿Ésos famosos CLAP funcionarán de veras?". Y la pregunta es pertinente, aunque otros irían más lejos e interrogarían capciosos y mordaces: "¿Podrá caber toda la economía de un país en unas bolsas?". Pero, la verdad sea dicha, hay casi todo un país motorizando este importante asunto a través de una movilización popular constituida por los consejos comunales y dirigidas por el ministerio de rigor. Es decir, los CLAP son una realidad y todos aquellos que requieran de una bolsa de comida por estos tiempos de escasez solo esperan ser visitados por los encargados de tal fin y  seguramente estarán muy cerca de ellos.

Y claro está que los medios se hicieron eco de esta nueva modalidad de abastecimiento popular. Por ejemplo, en San Juan de los Morros, estado Guárico, hubo una especie de poblada que clamaban por sus bolsas de comida: “Vamos ya para un mes y nada que se aparecen por aquí con las bolsas de comida. ¿Qué es lo que ocurrió?  ¿Cuándo llegarán? Siento que mi estómago me gruñe”, gritaban pancartas en manos rodeando la enorme estatua conocida como San Juanote que fuera colocada allí en tiempos del dictador Juan Vicente Gómez y se comentó entonces que era para responder un pedido del pueblo respecto de que aspiraban “Un San Juan más grande”. Y ¡zúas! el llamado Benemérito les mandó a poner la mole. Pero volvamos a lo nuestro. En Valle de la Pascua también se dejaron escuchar los clamores por las bolsas de comida: “Tenemos hambre”, dijeron a secas. Más nada.

Y como no podía faltar lo curioso, pues aquí está: Las citadas bolsas de comida, no solo no llegan oportunamente, sino que vienen “cojeando”, es decir, no son pocos los que se quejan de que les falta lo convenido y a veces no viene la bolsita del café o los paquetes de harina pre cocida están incompletos. Y sobre don pollo, ni se diga. La imaginación popular los ve volar a pesar de que carecen de plumas. Y eso sucede cuando de magia se trata. ¿Y qué de la carne bovina? Y no es por lo de bobo, se refiere a la carne de res. Esa si se pone dura las más de las veces, sostienen, no al tacto o a la muela, sino porque se hace rogar. O no está donde debiera estar. Pero, tranquilos, todo esto no es nada que los consejos comunales no puedan resolver. No señor.      


Del Silbón  y otras obstinaciones


La terquedad está emparentada con la obstinación y la porfía, y gramaticalmente, cada uno de estos adjetivos de la lengua castellana, son opuestos a la razón y al sentido común. Es por eso que el  obstinado o porfiado o el terco, no se deja vencer por los ruegos y amonestaciones razonables, si es que permite que se los hagan, ni por obstáculos o reveses. Es decir, no hay persuasión que valga y se mantienen en su resolución o con su tema. Sin inmutarse y sin flaquear. Y, obviamente, sin medir las consecuencias de tan insensatos actos.

Es lo que puede decirse de Juan Hilario, conocido personaje de la excelente obra dedicada al llano y a Venezuela toda,  y creada por el talento del guanariteño, don Dámaso Delgado, y constituyéndose poco después en un clásico de nuestro folclor. Y es que la actitud de aquel caminante llanero, rayana en la terquedad, no pudo deponerse ante la persuasiva explicación que le diera su amigo José Juan, quien conocía algunos hechos horrendos ocurridos en las inmediaciones que pretendía cruzar el inquieto parrandero y así evitárselos a su carnal. Pero, como se sabe, no hubo forma y manera de que el osado Juan Hilario desistiera de su empeño y de allí que este se llevara la paliza que se llevó. No le quedó más remedio a José Juan que retirarse a su rancho, abrumado y contrariado, no sin antes dejar clara su posición: “Mire, Juan Hilario, yo mejor lo dejo solo. Usted será lo que sea, pero lo que es pa’ mí, El Silbón no es ju. ego”. Y al final, después de la tragedia, solo se dejó escuchar la sentencia del honesto trabajador del hato, que estremeció a toda la llanura: “Se lo dije, compa Hilario, se lo dije. Eso le pasó, por porfiao, por porfiao”. Pero, ¿acaso podía Juan Hilario haberse evitado aquel cruel y sangriento encuentro que puso en peligro su vida? Es muy probable que así hubiese sucedido, aunque la sensatez salió también derrotada, al igual que el mítico personaje del llano, al no escuchar la voz  de la cordura y del buen sentido de las cosas.                                                    

Y así, la terquedad, la obstinación y la porfía, son las constantes en aquellos que se niegan o se oponen a cualquier postura razonable sin que argumento alguno pueda convencerles y dejar sin efecto sus tozudas posiciones. Es lo que le pasó a otro personaje de otra famosa leyenda llanera, La Sayona, quien respondía al nombre de Pancho Rengifo, apodado “El macho”. Este hombre era muy conocido en la zona y una de sus aficiones era la riña de gallos y donde quiera que hubiera una pelea de esas, no podía faltar este empecinado gallero. No hizo caso de  las advertencias de su esposa e hija, y más adelante tampoco le detuvo las palabras y los consejos de un viajero que conocía los peligros a que se exponía el jugador y caminante nocturno. Y le ocurrió lo mismo que a Juan Hilario, dada su terquedad u obstinación. Y el mismo resultado: recibió una golpiza de la sayona por no escuchar y dársela, además, de mujeriego. Y así es el folclor, rico en conocimientos, aventuras y entretenimiento, pero que no puede desdeñarse su rol aleccionador y sabiduría de pueblo.

Pero hay más ¿recuerdan aquella canción que se puso de moda un tiempo y que se dejaba escuchar en cualquier reunión?  He aquí una estrofa: “Llegando a Ciudad Bolívar me dijo una guayanesa, que si comía la sapoara no comiera la cabeza, y me la comí, que atrocidad, puse la torta por mí terquedad”.  Podemos finalizar con otra estrofa de un tema del folclor mexicano que se difundió muchísimo en décadas pasadas y que aquí en nuestro país tarareaba casi todo el mundo. Era aquella canción, “No soy monedita de oro”, que interpretaba Miguel Aceves Mejía, entre otros conocidos cantantes de la tierra azteca, que decía en una de sus estrofas: “Soy piedra que no se alisa por más que talles y talles, soy terco como una mula, adonde vas que no te halle”. La letra le pertenece al compositor, también mejicano, Cuco Sánchez, quien se dio a conocer por toda Latinoamérica con sus temas, que llevó   -de manera exitosa- al cine de su país. Y ahí, en ese planteamiento musical, se pone igualmente de manifiesto, la terquedad y la obstinación. Y como corolario, aquella conseja que se dice en el llano cuando alguien se empeña en cruzar parajes amplios y solitarios: “Cámara, tenga mucho cuidado, que lo puede machucar el Silbón”.


¿Cómo era el barrio Guamachal de antaño?


Mi padre don Simón Correa, mi madre doña María Josefa Rodríguez  y un cuadro de muchachos que eran sus hijos, se establecieron en el barrio Guamachal, en Valle de la Pascua, poco después de haber llegado las primeras familias  y de allí que existieran pocas casas en las primeras de cambio y llegaron con la ilusión de tener un hogar propio y criar una familia. Pero, tendrían que afrontar muchos imponderables, claro está. Y ejemplos sobran. Aquello bien  podía describirse con la muy conocida expresión popular de que “todo era monte y culebra”. Las casas, unas muy distantes de otras, se comunicaban por unos caminitos de tierra rodeados de plantas silvestres pequeñas y medianas. Y en aquellos tiempos las lluvias eran copiosas y los tremendos aguaceros cuando caían casi tumbaban las casitas de zinc con paredes de barro que eran la mayoría. Era cotidiano escuchar después de las fuertes precipitaciones: “Caramba, por poco el “palo de agua” no me tumba el ranchito”.  Y no se podía ni pensar en servicios públicos como se les conoce ahora. Y es que el “servicio” de agua era surtido, en el principio, por unas lagunas naturales y caños que se hacían en la sabana donde cada quien iba y llenaba sus toscos envases. Y para alumbrarse se compraban velas de cera, aunque algunas familias podían tener lámparas de gasoil pero eran los menos e incluso en algunas viviendas se alumbraban con monte seco y residuos de cartón que eran quemados en los rústicos e improvisados patios. Los alimentos, en buena medida, eran provistos por el tradicional conuco y nosotros los Correa, por ejemplo, éramos buenos conuqueros.

Mi papá era especialista usando el machete y el garabato y ni hablar cuando se trataba del hacha o la chícura o la escardilla. Y ya puede suponerse que los alimentos se cocían a fuerza de leña en un fogón de tierra con ollas de barro o peltre y algunas veces esas ollas estuvieron sin uso alguno. Y en el modesto dormitorio no faltaba el chinchorro de moriche que se cubría con mosquiteros o “pabellón” para contrarrestar las andanadas de los zancudos que eran cotidianos en las oscuras noches de Guamachal. En esos tiempos abríamos y limpiábamos peladeros para practicar béisbol con pelotas de goma o de trapo y el entretenimiento también estaba constituido por el juego de “Las cuarenta matas” o “Policías y ladrones”. En Semana Santa era costumbre jugar el trompito con caramelos, los trompos y las zarandas. Era común decirle a las muchachas: “Oiga, vecina, muy pronto voy a quebrarle la zaranda” y ellas se sonrojaban,  bajaban la cabeza y seguían por el caminito rumbo a casa a llevar el recado o cualquier otro mandado de los “mayores”. Se refería al juego de zarandas que eran rotas por los trompos por “los días santos. Después vendría “el progreso del barrio” y serían sustituidos los caminos rústicos  o picas por las carreteras de tierra. Y unos postes de madera por las polvorientas y distantes calles con un bombillito de luz amarilla y débil. El servicio de agua llegaría también, pero de modo paulatino que consistía en las llamadas “plumas” o “llaves” públicas donde los humildes habitantes se servían llenando sus envases, baldes o pipotes. Algunos envases eran improvisados con recipientes de latas de manteca “los tres cochinitos” y otras marcas. Luego vinieron las populares bodegas y los quiosquitos donde expendían víveres y muchas cosas más. Por esos tiempos existían “las graneras” en las bodegas que se las abrían a los que hacían “mandados” y el dueño le iba colocando granos en un vaso por cada compra y al final de la semana se los contaba y le retribuía dinero donde los centavos, las lochas, medios y reales eran los protagonistas y quien lograra reunir un bolívar o dos tenía como comer completo por una semana. Eran tiempos en que se almorzaba algunas veces con “una catalina o un pan de trigo y un fresco de colita”. No puedo dejar de decir que el nombre del barrio era dado porque en la zona proliferaba el árbol de “guamacho” que era de tamaño mediano y a veces crecía de buen porte, daba un fruto pequeño que era muy dulce, comestible y podía servir de alimento en días de escasez. Fueron muchas las ocasiones en que ese fruto natural palió mi hambre y la de muchos muchachos. Las carreteras de entonces que en la práctica eran caminos de tierra, como dijimos, estaban adornadas, de lado y lado, por aquellos frondosos y abundantes guamachos. Pero a pesar de todo eso la vida vivible y si se viere positivamente todo aquello era bonito. Por ejemplo, la naturaleza viva con sus árboles vistosos, las lagunas y caños, pájaros diversos con sus cantos y trinos, los animales domésticos. Y sobre todo, la tranquilidad que era reina en el lugar prevaleciendo el respeto. Nadie se metía con nadie y las personas se caracterizaban por su solidaridad y don de buena gente. Con el tiempo todo cambiaría y los muchachos, no todos, estudiarían la primaria y el bachillerato y unos partirían a otros lares en busca de ampliar sus estudios y tener una profesión. Otros se irían en busca de un empleo remunerado y un mejor “status”, como se dice. Eran otros tiempos y otra manera de vivir y ver la vida.



A beber refresco y luego a morirse


¿Quién no ha escuchado decir que tomar refresco es dañino para la salud? ¿Cuántos no han leído un tanto igual? Ah, pero siguen bebiendo gaseosas asiduamente, e incluso, algunos llegando al colmo de sustituir el agua por ellas. Es así, señores, a grandes rasgos. Ejemplo, las industrias de los refrescos no reportan pérdidas en el negocio y viven “contentos y felices como las lombrices”, y además de lo obvio, quien sabe si es también por el dicho popular aquel que reza “quien trabaja con agua no pierde”, solo que en este caso es agua envenenada y embotellada. Cuando mucho se oye decir: “El refresco engorda, no lo tomes porque pierdes tu figura”. Y es cierto, pero señores, existe muchísimo más que eso y más peligroso al punto que puede llevarnos a la tumba si no recapacitamos y tomamos conciencia. Veamos algunos aspectos científicos estudiados y que son de larga data, y si es que estos estudiosos del tema son capaces de hacerles reaccionar y tomar medidas en lugar de tomar refrescos.


“1. Asma: El benzoato de sodio que contienen las bebidas gaseosas es un preservativo, incrementa el sodio general de la dieta y reduce nuestra habilidad de absorber el potasio. Algunas reacciones al benzoato incluyen urticaria recurrente, asma y eczema. Al día, 11 estadounidenses mueren de asma y el costo del asma en E.U.A escala a más de 18 billones de dólares anuales.2. Problemas de riñones. Los refrescos contienen niveles altos de ácido fosfórico que se han asociado con cálculos renales y otros problemas de los riñones. Es mucho más probable que desarrolles cálculos renales si eres un hombre, blanco con mucho sobrepeso. 3. Exceso de azúcar.. 20 minutos después de beber una gaseosa, el nivel de azúcar en la sangre incrementa rápidamente causando una explosión de insulina. Tu hígado responde convirtiendo el azúcar en grasa. 40 minutos después, la absorción de cafeína termina. Las pupilas se dilatan, la presión sube, y cómo respuesta, el hígado lanza más azúcar a la sangre. 45 minutos después, el cuerpo incrementa la producción de dopamina, estimulando los centros de placer en el cerebro. Por cierto, la heroína trabaja de la misma manera”.

 “4. Enfermedades cardíacas. La mayoría de las gaseosas contienen jarabe de maíz alto en fructuosa, un endulzante que recientemente ha enfrentado muchas críticas. El jarabe de maíz alto en fructuosa se ha relacionado con un riesgo más alto de síndrome metabólico, una condición que se ha asociado con un riesgo más alto de sufrir diabetes y enfermedades cardíacas. En el 2006, más de una en cada 4 muertes fue causada por enfermedades cardíacas. 5. Complicaciones reproductivas. Las latas de refrescos tienen una cubierta de resina que contiene (Bisfenil-A), el mismo químico utilizado en botellas para bebé de plástico, botellas de agua y contenedores de plástico que arruinan el sistema endocrinológico, potencialmente causan pubertad prematura y anormalidades reproductivas y cáncer. 6. Osteoporosis. Las gaseosas contienen ácido fosfórico y una dieta con altos niveles de fosfato se ha relacionado con el rompimiento de huesos y una probabilidad más alta de desarrollar osteoporosis. Cuando el fosfato es excretado a través de la orina, jala calcio consigo, así eliminando este mineral esencial del cuerpo. El 80% de las personas que son afectadas por la osteoporosis son mujeres. 7. Diabetes Aquellas personas que beben gaseosas frecuentemente tienen un riesgo 80% más alto de desarrollar diabetes tipo 2. Aproximadamente el 10% de los costos médicos anuales en Estados Unidos, se deben a la diabetes”.

Ahora, díganme si después de haber leído todo esto sigue intacta la disposición de continuar “refrescándose” con esas bebidas mortales. ¿Y qué me dicen de los niños? ¿Se merecen ellos que por su inocencia y su falta de malicia se condenen a padecer lo descrito arriba? ¿Podemos ejercer nuestro rol y evitarlo?


¡Cuidado!, alguna nota de prensa puede disociarte



Lo enrevesado de alguna información puede ser de cuidado. Y ella circula a gran velocidad por todos los medios de comunicación social y más rápida todavía cuando se trata de las llamadas redes sociales muy en boga por estos tiempos. Y casi que te deja medio turulo por la velocidad que imprime. Tiene forma y color. De tamaño y contenido controversial, es el caso. Es como disparo verbal que sacude cualquier humanidad. Ráfagas escritas y dichas que llegan muy lejos, pero que a veces son disparadas a quemarropa. Y esas detonaciones vienen de todos lados y por donde te asomes. ¿Cómo salvarse o salir indemne? ¿Cómo no ser tocado por esas balas de papel que llegan directo a tu cabeza o a tu conciencia para ser más exactos? No hay manera de escaparse de esa especie de guerra, que aunque armada de papel o sonidos hacen mella en tus sentidos. En tus emociones. Y es que cierta vez le escuché decir a un profesor amigo experto en esos vericuetos científicos de la comunicación, que estuviera alerta con ciertas cosas que dicen y escriben por los medios. “Podrían hacer estragos en tu mente, Eduardo”. Al mirarlo fijamente me respondió que no lo mirara así porque él solo me estaba previniendo para que no fuera víctima de algunas andanadas periodísticas escritas o voceadas por radio y televisión. Y al requerirle que cómo hacía entonces para estar debidamente informado, me dijo sin titubear: “Solo intento advertirte del daño que podrías sufrir”. Y remató: “Tú verás cómo haces, te dejas tirotear de buenas a primeras o tomas medidas”. No quise seguir insistiendo por el talante de mi amigo, pero debo decir que no entendí nada del asunto. Y debe ser por eso que ahora estoy bordeando una especie de paranoia y no estoy claro si es por mi afición a la noticia o por deber o por curiosidad manifiesta. O por “salío”, diría mi madre.

Me alargué un poco en el prefacio, creo, pero veamos lo que intento comunicar: En estos momentos se discute en la Asamblea Nacional una ley que dará título de propiedad a los beneficiarios de la Gran Misión Vivienda que hace tiempo viene ejecutando el Gobierno Nacional y en la que se dice que coronaron la vivienda “Un Millón”. Nada mal, ¿verdad? Pero la oposición sostiene que no está bien que no le den su título de propiedad a la gente. “Ellos deben tener su título que diga que esa casa es suya, muy suya, y de nadie más”. Y respondió el Presidente de inmediato: “Mire, cámara, no se remonte muy alto que mi escopeta llega lejos”. “¿Y qué me quiere decir usted con eso, Presidente?  “Bueno, si no comprende, póngase mosca”, salió desde Miraflores. Y un diputado oficialista desde la propia Asamblea ripostó al proponente: “Pero bueno, hombre de derecha, no seas torpe, esa gente tiene su propiedad desde 2011, ¿No entiendes? Y es aquí cuando comienza a revolverse la cuestión en mi cabeza. ¿Qué? ¿Tienen o no tienen título de propiedad? Y media Venezuela se enfrascó en la discusión de marras: “Yo si tengo mi título”, gritó una persona, “vengan para que lo vean”. Pero no lo mostró. Y más allá estalló otra voz contraria: “Yo no tengo papel de propiedad y lo quiero ahora mismo”. Y mi mente aumentó los ramalazos allá adentro. Y empecé a pensar seriamente que alguien o unos cuantos estaban volviéndose locos. ¿O sería yo? Y los periódicos en primera plana: “Darán título de propiedad a los beneficiarios de GMVV”. Y otros después: “Poseen sus títulos los de la GMVV”. Y los reporteros se lanzaron a las calles a buscar la verdad. Llegaron a Ciudad Caribia: “Oiga, señora, muestre su papel de propiedad, por favor”. Y buscó en un viejo baúl y trajo legajos y más legajos, diciendo al inquieto periodista: “Revise usted mismo, chamo”. Y yo llegué a la coronilla cuando presencié perplejo a un gran número de beneficiarios de la Misión protestando en la mismísima Asamblea y gritando: “No queremos esa ley que nos dará títulos de propiedad, no señor” 
                                                                                                          
Como puede apreciarse, la cuestión luce enrevesada, ¿cierto? Y para colmo leí que una señora beneficiaria atestiguaba a la prensa en una entrevista que “ella no tenía papeles de propiedad y que los necesitaba urgente porque quería vender y mudarse en razón de que era azotaba por pandilleros. Y esa querella debe dilucidarse pronto o de lo contrario aumentará la clientela sicótica.          

Bolívar: “¡Unión! ¡Unión! O la anarquía os devorará”


La frase del título impacta, ¿cierto? Y es que hoy debe acudirse de nuevo al expediente del DIÁLOGO y revivirlo. Porque si de algo se está seguro es que una persona o grupo, por hábil que sea, no tiene el privilegio o el monopolio de la verdad o la razón y aunque esos elementos no estén exentos de ideas plausibles deben ser puestas sobre la mesa y sometidas al concurso de las mayorías de una manera creíble y que al final se tenga un resultado de las mejores posturas que satisfagan a todos –o a casi todos- y emprender así los caminos por donde la fuerza colectiva empuje hacia el mismo lado y se busquen los mismos horizontes. Y más que nunca deben dejarse de lado las posiciones personalistas o grupales y abrirse a la discusión que debe ser la insignia que marquen estos tiempos que nos toca vivir. Porque, de veras, no se trata de la supremacía de un partido o de un grupo o de cualquier sector por muy poderoso que sea, se trata de la suerte de la República.

Presento dos personajes memorables y aleccionadores, uno de hoy y otro de ayer. Dijo Simón Bolívar: “La unión debe salvarnos, como nos destruirá la división si llega a introducirse entre nosotros”. También: “Las contiendas domésticas de la América nunca se han originado de la diferencia de castas, ellas han nacido de las divergencias de las opiniones políticas, y de la ambición particular de algunos hombres, como todas las que han afligido a las demás naciones”. Y esta otra: “¡Uníos!, ¡Uníos! O la anarquía os devorará…”. Veamos ahora, in extenso, las actitudes encomiables que caracterizaron la vida de Nelson Mandela  o “madiba”, como le llamaban sus coterráneos más cercanos como muestra de cariño y respeto, y otros muchos que tuvieron su amistad. Y  una de esas facetas que llamaron poderosamente la atención del mundo fue su capacidad para la tolerancia sin importar cuán difícil fuese el momento o la etapa que estuviesen viviendo. De esta cualidad, en especial, se trata. Abundemos entonces, en la vida aleccionadora de un hombre singular que se propuso entenderse con el otro con esa insignia por delante. Y los resultados son harto conocidos y deben servir de mucho en estos tiempos.   


Pero, el Nelson Mandela de la teoría pacifista y de los sueños de liberación nacional se vio retratado a todo color y en relieve desde que asumió como  Presidente de la República. El hombre que fue perseguido, encarcelado y acosado hasta el delirio por sus enemigos y que casi lo llevó a la muerte, dejó todo atrás y empezó a cumplir su promesa de reconciliación nacional y de perdón a sus adversarios, ardua tarea entre unos nacionales que llegaron a exacerbar el odio y a derramar su sangre por sus pasiones políticas. Antes de su elección había conminado a sus seguidores que proclamaban venganza a que tomaran sus armas, cuchillos y pangas y las tiraran al mar.


Era el mismo que se había juramentado diciendo: “Yo, Nelson Mandela, juro ser siempre fiel a la República de Sudáfrica. Nunca, jamás, y enfatizo  el jamás, esta hermosa tierra experimentará nuevamente la opresión de unos bajo otros, ni sufrirá la indignación de haber sido la escoria del mundo”. Al no más llegar a tomar posesión de su cargo notó las oficinas vacías porque los empleados de la anterior gestión habían recogido sus pertenencias y en una sala  aguardaban temerosos de los negros empoderados. Mandela los mandó a reunir ante la resistencia de sus partidarios y dejó estas palabras para la historia y para la reflexión: “Es probable que algunos de ustedes sepan quién soy. Al entrar pude notar las oficinas vacías y supe que muchos habían empacado sus cosas. Desde luego, si quieren dejar las oficinas y no desean trabajar para este gobierno están en su derecho,  o si tienen miedo por el color de su piel o por su lenguaje he venido a decirles que no teman tal cosa. El pasado es el pasado, ahora hay que ver el futuro. Necesitamos su ayuda, una ayuda que queremos y quienes se queden le prestarían a su nación un gran servicio. Sólo les pido que hagan su trabajo con sus mejores habilidades, como yo también trataré de hacer el mío”.  

Y cumplió a cabalidad exhortando a sus partidarios y haciendo ciertas sus sabias palabras que salían de su alma: “Aquí comienza la reconciliación nacional, aquí comienza también el perdón, ese perdón que libera el corazón y limpia el temor y es por eso que es un arma muy poderosa”.


Araure y sus vicisitudes históricas

Así comenzó la verdadera historia: “Huye, Tibisay, huye a las partes más cerradas de la cordillera. Yo debo volver a la pelea y si en ella muero, espero que tú jamás serás de esos hombres que vienen a robarle el suelo a los nuestros”. Esas palabras llenas de angustia y dignidad fueron dirigidas por el héroe venezolano aborigen Murachí, a la hermosa Tibisay, su amada mujer, cuando de pronto había hecho aparición el invasor europeo en tierras nativas. Específicamente en la Sierra Nevada, en las grandes alturas, donde Murachi hacia vida con su gente. Era una comunidad tranquila, laboriosa y solidaria que existía desde tiempos inmemoriales, y no a partir de 1498 como se ha querido hacer creer y ver por parte de sectores del poder histórico.
Pero, de repente, en forma inesperada, en una fecha fatídica hizo acto de presencia el hombre venido de tierras lejanas y extrañas, pero armados hasta los dientes y rompiendo para siempre aquella calma y vida ancestral común que era el norte de aquellos seres, que en medio de sus sanas inocencias y creencias autóctonas nunca sospecharon que aquellos hombres malos les acechaban con sed de sangre aborigen recia y libre. Tibisay se perdería huyendo de lo desconocido, de lo atroz e infernal y sin encontrar una explicación racional, y sobre todo humana, a todo eso que se les había venido encima y que sucedía ante sus atónitos ojos.
E igualmente,   tal y como se vivía en los verdes y blancos parajes de los Andes,  que ya perdido su fresco verdor lucía destrozado e inútil, y su blanca e impoluta nieve se tornaba de color rojizo por la sangre vertida, sucedía en casi todo el territorio nacional. Por los cuatro costados. La vasta zona comenzó a conocer y a sufrir la maldad planificada por unas mentes enfermas,  enloquecidas y con hambre del  vil metal amarillo o blanco o gris o de cualquier color. El odio se hizo real, al igual que  el saqueo y la destrucción. Lo apocalíptico se enseñoreó. Cayeron combatiendo con arrojo el gran Murachí, el temible Guaicaipuro, aquel cuyo grito sigue recorriendo los lugares más recónditos del suelo nacional: “… ¡Venid, venid!, para que vean morir al último hombre libre de estas tierras”. También cayeron el no menos grandioso Tiuna, el singular Tamanaco, el increíble Chacao, y tantos otros buenos caudillos y héroes de la patria que no permitieron perder sus tierras sin antes luchar y mancharlas con su propia sangre,  su sudor  y valor milenario.
Moría de ese modo toda una cultura hermosa que existía, muy legitima,  soberana y labrada con pundonor. Con amor. La verdad es que aquí vivía y moraba toda una sociedad numerosa y organizada. Muy rica y apacible, productiva y generosa. Y los supuestos “descubridores” no podían dejarla pasar así no más. La Corona les había dado la orden a sus huestes malvadas: “Vayan y traigan oro, y todo lo bueno y útil que consigan”. Y así lo  hicieron. Dejando atrás toda una estela de agravios, muerte y desolación. Y oscuridad. Pero valga expresar que no pudieron  llevarse y robar todo, aun cuando saciaron sus apetencias sin límite. Sépase, que aunque en silencio y cubierta por los destrozos, allí dentro, muy adentro del alma y el corazón de los muy pocos sobrevivientes y de los que seguro sobrevendrían,  subsiste y subyace  en esencia  y en potencia, la dignidad ancestral que caracteriza a eses etnias venezolanas y latinoamericanas, y que más temprano que tarde saldría a flote en las nuevas generaciones, no para vengarse, sino para renacer y llenarse de gloria. Revisemos no más la historia subsiguiente y encontremos la respuesta dada a la infamia y a la ignominia causada en aquellos tiempos. Y esa respuesta a la maldad y a la barbarie, sigue viva. Y seguirá por siempre.

Anoche yo tuve un sueño

Aunque mi sueño de anoche no es idéntico al que tuvo el dirigente de raza negra estadounidense, Martin Luther King Jr, el 28 de agosto de 1963, justo enfrente a la estatua de otro soñador de la historia del mismo país, Abrahán Lincoln, el mío, aun cuando no es igual, reitero, no deja de parecerse en algunos aspectos que tienen que ver con la fraternidad política y con la unidad nacional. Claro está que el sueño que tuve sucede en otro contexto, en otro tiempo y en otro lar completamente diferente. Y si hablo de fraternidad y de unidad, ¿no lo estoy emparentando también con el clamor de Simón Bolívar respecto de la unión por la que siempre luchó?,  con la salvedad de que El Libertador la proclamó completamente despierto y sin desestimar que el hijo predilecto de Caracas haya podido tener los suyos. Y es que, en fin, sueños tenemos todos, ¿no es así? También debo advertir que mi sueño, siendo tal, jamás tendrá la envergadura de los nombrados arriba, y es obvio, ¿verdad?  No obstante, cualquier travieso podría expresar, referido a esto último: “Bueno, ¿y por qué no?
Hago memoria, entonces, y comunico el sueño que tuve. Era de madrugada, porque al ratito no más me desperté y vi el reloj. Y recordé: El presidente Nicolás Maduro había convocado una reunión en el Palacio de Miraflores con todas las autoridades recién electas el domingo pasado, alcaldes y concejales. Y por distinción estaban como invitados especiales todos los Gobernadores. El lugar lucía sobrio y sencillo, y al fondo se dejaba escuchar, muy suavemente, un pasaje llanero. Callaron los murmullos y las conversaciones de grupos y apareció el Presidente de la República con una franca sonrisa y miró a lo largo de la estancia. Todos voltearon a verle. Alguien había informado al mandatario nacional que la asistencia fue total. Del municipio más lejano de la patria, del lugar más recóndito, había allí representación. No se veía un color en particular adornando aquel amplio salón. El aplauso de bienvenida al primer magistrado fue pletórico, de respeto y aceptación. Al culminar la actitud plausible de los asistentes, Maduro caminó de mesa en mesa y saludó con un apretón de manos a todos y cada uno de las autoridades locales escogidas en los últimos comicios. Regresó a su lugar, y con voz pausada les dijo: “Hermanos todos, tal como les prometí y anuncié antes de las elecciones municipales, heme aquí con ustedes. Siéntanse como en casa, además esta es su casa, la casa de todos. Me anima el respeto por ustedes y permítanme felicitarlos por la victoria obtenida, que sé que fue el producto del tesón y el trabajo desarrollado en sus municipios, ciudades y lugares. Esa es la democracia por la que luchamos y buscamos consolidar y no descansaremos hasta alcanzar que se cumpla la última coma de su normativa. Así lo exige el pueblo y a él nos debemos. En mí tendrán el respeto y todo el apoyo que la Constitución y las leyes prevén y establecen. Son las leyes. Son las reglas de juego que todos debemos acoger sin distingos ni colores. Sin privilegios ni diferencias. Unámonos en función de construir un país de iguales, un país donde quepamos todos y que de manera civilizada y cordial podamos comunicarnos y socorrernos. El color de nuestros partidos no influirá de ningún modo a la hora de adjudicar los presupuestos ordinarios y extraordinarios. Ya la lucha partidista concluyó y el pueblo se expresó en las urnas y ustedes como yo, sabemos que debemos acatar, cada uno, esa voluntad popular que es soberana y legítima. Somos todos hijos políticos de Bolívar. Somos hermanos y buscamos los mismos propósitos que no son otros que el bienestar y la felicidad de nuestro pueblo. Cuenten conmigo y yo cuento con ustedes, y a trabajar que el pueblo espera por nosotros”.
    

Bolívar contra la burocracia y la corrupción



Revisemos algunos papeles de Bolívar que jamás perderán vigencia y que son necesarios e incluso vitales por estos tiempos y que deben formar parte del debate propuesto recién por el presidente Nicolás Maduro, y precisamente, como se dice en el argot popular “la ocasión la pintan calva”. Y se trata de los temas de la burocracia y la corrupción que, cual terribles flagelos, le preocuparon muchísimo al Libertador y, obviamente, dejó constancia  en sus escritos. Si hurgamos un poco en ellos, nos damos cuenta que al mismo tiempo que el caraqueño ejemplar iba librando la batalla por la independencia, no dejaba de pensar en lo que sería después la república liberada. Veamos el primer aspecto referido a la administración pública que fue objeto de sus grandes preocupaciones y donde la burocracia era algo relevante por su vinculación estrecha con los ingresos de la nación. A tal punto que la relacionaba como una de las grandes causas que dieron al traste con la primera república, cuando dijo: “La disipación de las rentas públicas en objetos frívolos y perjudiciales y particularmente en sueldos de infinidad de oficinistas, secretarios, jueces, magistrados y legisladores, dio un golpe mortal a la república”. Es por ello que se propone con todas sus fuerzas a extirpar un problema que se resiste a desaparecer. Claro, El Libertador consigna el hecho de manera objetiva y constructiva, y no deja de causarle escozor la incompetencia general, la apatía hacia las cuestiones importantes, el “papeleo”, las tramitaciones tediosas e interminables, y estaba consciente que para logara una administración ágil y eficiente era necesario podar las ramas del frondoso árbol de la burocracia. Y apuntaría después, “el estado de nuestras rentas no alcanza a llenar el numerario que se necesita para pagar la inmensidad de nuestros empleados; no hay pueblo, por pequeño que sea, que no tenga un juez de derecho y otros empleados absolutamente inútiles”.

Y ni siquiera escapa a sus críticas su querido ejército cuando denuncia la burocracia allí existente, recomendándole a Páez que fuera estricto en la relación y revisión de los ingresos y egresos y hasta propone una reforma urgente de ese estado de cosas. En respuesta a ello, el héroe llanero le dice: “Examine usted bien las cuentas y verá que más se gasta en oficiales que en soldados, y no podrá usted negar que este es un perjuicio muy grande al Estado y al ejército”. Por supuesto que Bolívar propone soluciones que no sean traumáticas e injustas, porque sabe que la eliminación de cargos públicos de modo indiscriminado puede lanzar a la pobreza a muchas personas, y que además es un tema delicado que la nación debe tratar con mucho cuidado. Sin embargo, las circunstancias le obligan a recomendar: “no solo no se deben nombrar más empleados, sino que es absolutamente indispensable anular una infinidad que lejos de hacer bien, embarazan la administración y absorben las pocas rentas del Estado”. Asimismo, gira instrucciones a sus colaboradores para organizar y distribuir convenientemente a los trabajadores existentes. Por otra parte, El Libertador observa que en la república no son los mejores ni los más aptos quienes andan tras los cargos, y sugiere a aquellos que los buscan afanosamente que se insista, más bien, en aquellos a quien se les proponga y los rehúsen y llega al extremo de decir que no importan que sean adversarios si son honestos.



Los mercaderes del voto hacen de las suyas



Permítaseme cotejar brevemente, pero sobre todo dispensen la alusión personal que trae consigo. En una ocasión, ya perdida en el tiempo, fui testigo cuando un grupo de muchachos deportistas le pidieron a un amigo político influyente que les ayudara a conseguir unos balones para la práctica del futbol y de seguidas aquella persona hizo la gestión de rigor y logró materializar la solicitud, pero, antes de hacerlo, los juveniles le prometieron que irían a la prensa y publicitarían el asunto en su nombre, y de inmediato recibieron esta respuesta: “No, amigos, de ninguna manera aceptaré eso porque la institución que hará la donación es pública y está obligada a ello. Y por mi parte, soy un simple emisario y no permitiré esa prebenda que no merezco. Quédense tranquilos, muchachos”. Admito que al escuchar aquello quedé gratamente sorprendido, porque, justamente se contraponía con la conducta política de esos tiempos que se caracterizaba por la “comercialización de la promesa, del voto y del cargo”. Algo así como: “vota por mí y te prometo que al ganar…”. O: “Toma esto o lo otro, pero tienes que votar por mí”. Y también: “No te preocupes que al llegar al cargo yo te gratifico mejor”. Y es que lo anotado ha tomado un ribete impensable y llegado al extremo de mercadear en las mismísimas filas que se forman en los centros de votación y en la cara de cualquiera, sin ambages. Y el reparto se traduce en dinero, electrodomésticos y otros bienes. Y al aire libre, lo que lo hace “público y notorio”. Después de todo se trata de un mercado, ¿cierto? Fuera tapujo y disimulo, amigo mío. Así fue ayer, es hoy y…tal vez mañana.

Pero, haré un poco de reminiscencia, ¿Qué planteaba Platón en su famoso libro La República? El histórico personaje decía que debían gobernar los filósofos porque habían contemplado el Bien y la Verdad y debido a ello no era posible corrupción y otras desviaciones, asimismo, adicionaba que debía buscarse a los que no querían poder porque esos estaban pensando en cosas muy superiores. Por cierto que eso se parece un poco a lo que sostenía Simón Bolívar respecto de ofrecerle los cargos e insistir en quienes no estuviesen interesados porque eso los hacía incorruptibles y buenos servidores. Y por su parte, el célebre Aristóteles declaraba que la política debía ceñirse, en cualquier circunstancia, a la ética y a la moral. A su entrega, pues. Y denme un paréntesis para señalar que en mi barrio un personaje popular, al escuchar cosas como las apuntadas, solía expresar: “Cámara, esos señores deben estar revolcándose en sus tumbas”.

Retomo ahora nuestra realidad. Hace poco vi unas despampanantes gráficas, tomadas, entiendo, de forma premeditada y donde aparecía el diputado Richard Blanco haciendo gala pública de “su bondad política” y mostraba al país una silla de ruedas prometida a un señor de nombre Félix: “Le prometí su silla a este amigo y aquí voy volando a entregársela, y esto es poco para lo que viene si vuelven a elegirme”. Hay un dicho bíblico que señala “que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha” y en el caso del dadivoso Blanco “lo supo todo el mundo con alharaca y demás”. Y algo similar hizo el periodista Ernesto Villegas en su circuito donde aspira ser electo diputado. De este modo fue reflejado en diferentes medios de comunicación: “El candidato del Psuv a la Asamblea Nacional, Ernesto Villegas, se presentó hoy con una camionada de televisores TDA (Televisión Digital Abierta) en la carretera vieja Caracas-La Guaira y con el grito de “La CANTV chavista sigue siendo de las venezolanas y venezolanos”. He aquí este twitter que habla por si solo: “@VillegasPoljakE en la entrega de televisores TDA: Este tipo de cosas sólo son posibles por lo que Chávez nos dejó”. No se supo de ningún desmentido ni tampoco si habían jaqueado su twitter.

Y no faltará quien rescate aquella desprestigiada e insultante expresión que rezaba: “En el amor y en la política todo se vale” o aquella que le enrostraban a cualquier persona que mostraba seriedad en el quehacer político y en su militancia: “Lo que ocurre es que ese fulano no es político”. Vaya aberraciones, ¿no?    


De la exageración de la política y otros embustes


En cierta ocasión, hace tiempo ya, le leí a mi madre una información  publicada en un periódico de la época, y por el largo tiempo transcurrido de aquel momento, no memorizo el contenido de la nota, pero por la respuesta que ella me dio siempre entendí que se trataba de una lectura sensacionalista, desproporcionada o algo increíble para mi progenitora. Lo que sí recuerdo clarito son sus movimientos preparando el exiguo desayuno tardío y su exclamación, que sin detenerse en su quehacer en la rústica cocina, soltó: “¡Ay, hijo, el papel aguanta todo lo que le pongan! ¡Quién va a creer eso!”. Y en mi mente rememoro, de vez en cuando, aquella expresión. Y es que, como muchos, soy lector de los periódicos. Claro, intercalando con la televisión y la radio, y una que otra emisión de “radio bemba”, que nunca faltan en mi barrio con tendencia a proliferar. Y algunos podrán preguntarse qué de dónde viene todo ese cuentito inicial. Y debo apuntar que por estos días se asoman otras elecciones, esta vez para elegir una nueva Asamblea Nacional y ya en el ambiente se dejan leer, copando la escena, las propuestas sin fin y exageradas de los aspirantes. Hay de todo tipo y  tamaño. Incluso, muchas de esas promesas rayan en lo inverosímil o desproporcionado y así leemos expresiones sin ataduras que se elevan con una media sonrisa y las manos en la cintura, cual vaquero del antiguo oeste, presto a desenfundar: “Tranquilo, que eso lo acomodo yo en cuanto me elijan”. Son esos políticos que lo arreglan todo en un santiamén, de un solo golpe, sin subterfugios, a lo “juan charrasqueado”, bien podría anotarse.

Entonces, se recogen en la prensa los desmesurados anuncios de un candidato a diputado: “Llegaré a la Asamblea Nacional y haré que el gobierno cumpla todas sus promesas”. Así sin más. Sin ambages: ¡Pica mi gallo!, diríase en cualquier barriada. ¿Así que usted hecho diputado hará que el gobierno cumpla todo lo prometido? Vaya poder, ¿no? De golpe y porrazo hará cumplir todo, no más al encaramarse en la Asamblea Nacional. Y punto. Puede que alguien, lleno de fulgúreo y afanado optimismo, diga que eso es posible, pero de inmediato sobrarán los que se preguntarán, asombrados también: ¡Caray!, ¿y cómo lo hará? Y los pesimistas e incrédulos, que no son pocos, estarán parados firmes diciendo: “Sí Luis, ¡Que va!, eso es imposible y me quito el nombre, pues”. Y cosas como las que afirma ese aspirante a diputado, se parecen mucho a las expresiones tajantes y sin reparo que escuchábamos en la vecindad, ante cualquier zafarrancho: “Te haré tragar todas esas palabras. Ya lo verás. Escríbelo”. Y al tiempito eso no pasaba de ahí. Eran, como todo el mundo sabía, solo palabras. Desahogo del momento. Y para impresionar a los legos con algún propósito, claro está.

Y esta, aunque entra en otra clase de campaña política porque el  protagonista ya está en funciones de gobierno hace tiempo, el tipo se gasta esta publicidad en casi todos los periódicos: “Una lluvia de obras cae en mi municipio”. ¿Una lluvia de obras, dijo? Ajá. Un aguacero de obras, un palo de agua, traducido en obras de todo tipo. Si en alguna parte no llueve, no se preocupen, que hay un lugar donde llueve siempre. Pero lluvia de obras, de construcciones por doquier. Parece que alguien se encontró la Lámpara de Aladino. ¿La recuerdan? Es un cuento del libro árabe “Las mil y una noches”. Aladino, el protagonista, con solo frotar su lámpara surgía un genio y hacía realidad todo lo que se le antojase. Pero, en el caso que nos ocupa, no se trata de una lloviznita, no señor, son precipitaciones que se vienen y tornan a formarse en productos, cosas hechas, realidades sin cesar. Nadie querrá que escampe, ¿cierto? Por aquí, por allá y acullá, obras son. Una maravilla, compadre.  Y no faltará alguien que se pregunte: ¿Este hombre no querrá ir a mi pueblo y zumbarnos aunque sean unas gotitas? Allá no llueve nada. Y algo es algo, mi amigo. 

Y es que de esas desproporcionadas y exageraciones políticas, por decir lo menos, nuestro pueblo ha tenido bastante en la historia, en la corta y en la larga. Y para finalizar, recuerdo haber leído, por allá por mis tiempos mozos, que los políticos se comportaban de dos maneras muy especiales: Una, prometiéndolo todo en una campaña, y dos, una vez alcanzado el poder se dedicaban a explicar por qué no pudieron hacer nada o muy poco. Con los embustes seguimos topando, Sancho.     
              


De la alabanza y otros temibles flagelos



Bien podría decirse que la alabanza es un familiar muy cercano de la adulación, y que estas van unidas por una especie de cordón umbilical a la traición; caso contrario sucede con la moral y el honor que no tienen ni el más mínimo lazo o consanguinidad con las primeras y en esencia se contraponen. La alabanza y la adulación son también amigas inseparables de lo cortesano y el servilismo. Ha habido grandes “profesores” de la alabanza y la adulación, como el caso histórico del francés José Fouché, cuya habilidad le permitió ocupar lugares privilegiados, permitiéndole convivir de modo calculador con la iglesia, monarcas, revolucionarios y con emperadores. Lo de Fouché ocupa espacios muy singulares, aunque oscuros, en la vida de los hombres: para él la transmutación alcanzó niveles superiores en lo eclesiástico, en lo social y en lo político, logrando incluso la admiración de algunos, tal fue su capacidad de tránsfuga.

Pero, afortunadamente la alabanza ha tenido, sino a sus perseguidores más implacables, si a quienes la rechazaron y despreciaron, como fue el caso de nuestro Libertador Simón Bolívar, que decía: "No creo ninguna cosa tan corrosiva como la alabanza: deleita al paladar pero corrompe las entrañas". Y esto no era de extrañar en el hijo predilecto de Caracas, dada la dimensión moral del ilustre venezolano. Tampoco se prestó jamás para el tráfico de influencias como quedó demostrado en abril de 1827 cuando le dice a Páez: "En la semana pasada ha sido testigo Caracas de un acto de justicia que ha contribuido en mucho a la moral pública y a dar una prueba de que la ley es igual para todos, pues que su peso cayó sobre uno, por el cual se empeñaban hasta mis parientes, pero yo, volviendo a mi carácter, fui inexorable". Bolívar se refería al fusilamiento del joven Juan José Valdés condenado a muerte por un crimen pasional. Este era hijo del coronel Juan José Valdés y de la señora Ana Josefa Negretti, emparentada con Josefa María Tinoco, la mujer de Juan Vicente Bolívar, su hermano, como se sabe.

También el pensador y patriota venezolano Luis López Méndez sostenía que "la única libertad que no debe consentirse en una república es la lisonja porque esa establece una escuela fatal donde se pierde toda noción de moral y dignidad. Es un liberticida todo aquel que elogia sistemáticamente a los hombres". Igualmente, uno de los biógrafos del caraqueño inmortal, Santiago Key Ayala, afirmaba que "Tanto se ha exagerado, tanto se ha aplicado a lo que vale y a lo que no vale, igual elogio, que la opinión general desorientada ha concluido por defenderse de engaños con la coraza de la duda". Y más cerca de estos tiempos, el escritor venezolano Pedro María Morantes, conocido como Pio Gil, expresaba que "una persona sola no oprimía ni encadenaba a un pueblo. Tenía esbirros ciegos, servidores complacientes y mentores hábiles". Estas afirmaciones eran referidas a la tiranía de Juan Vicente Gómez.

Así, la alabanza se filtra fácilmente como el agua entre las paredes agrietadas de la moral y la dignidad. A ella, la alabanza, no puede permitírsele que se anteponga al mérito y a los logros personales, ni que se atraviese en el camino de los capaces y los talentosos porque, bien como además apreciaba Pio Gil, "La altura debe coronarse con el mérito y no con el incondicionalismo aplaudidor, debe subirse con el vuelo y no con el arrastramiento; los caracoles babosos no deben vencer a las águilas aladas  !Hay que tener el valor de exhibir la vileza de los aduladores, aunque se produzca la náusea!".

Y termino yo, como en algunas otras ocasiones, con una estrofa de la sonada canción, “A usted”, del trovador guariqueño Reynaldo Armas: “Disculpe usted mi crítica constructiva, esa es su vida y no se preocupe por mi…”.



¿Enseñar a pescar o dar el pescado?



Démosle vida a este escrito comenzando con una referencia notable que no es otra que invocando a la Madre Teresa de Calcuta en una de sus facetas muy especiales y que tenía que ver con la ayuda a los desposeídos, a los desasistidos y pobres en extremo cuya noble y altísima labor fue conocida y aplaudida en el mundo entero. No obstante, su particular y muy sensible trabajo no escapó alguna vez de críticas, a pesar de todo. Y es que llegó a decirse con insistencia desde sectores cualquieras que no era muy constructivo “darles el pescado a los menesterosos sino más bien enseñarles a pescar”. La hoy santa mujer respondió sin inmutarse e incluso con una suave sonrisa que “a los que ella ayudaba eran personas que estaban tan disminuidos y sin fuerzas que no podían siquiera “levantar la caña”. Vaya respuesta de una dama tan singular como lo fue en vida Teresa de Calcuta. Y muy contundente por lo demás. Y si hacemos válida la irreprochable respuesta, bien puede coincidirse en lo innegable que resulta ayudar a esos que no pueden “levantar la caña de pescar” e indudablemente debe dárseles el pescado sin ver para los lados, como suele decirse en mi barrio cuando de meterle la mano a alguien se trata. Aunque debe enfatizarse y reiterar que la ayuda de la especialísima mujer era dirigida a las personas que no podían valerse por si mismas, entre los que se contaban niños de la calle en completa orfandad, viejitos tirados en las aceras a su suerte y a otros seres sin fortuna alguna que les era imposible acceder al bocado diario y donde se contaban enfermos sin techo y sin hospital. Completamente caídos y olvidados, pues. Y además, ¿en qué cabeza cabe pedirles a esas personas en ese estado que se procuren su sustento? Y si volvemos al dicho chino, a esos seres humanos era necesario e impostergable “darles el pescado”, tal como lo sostenía  Teresa.

Pero, “otro gallo cantaría”, siguiendo con los sabios dichos, en el caso de personas “hechas y derechas”. Y sin ir muy lejos citemos el libro de los libros, como se le conoce a la Santa Biblia: “Y dijo Dios a Adán: Por cuanto has escuchado la voz de tu mujer, y comido del árbol que te mandé no comieses, maldita sea la tierra por tu causa: Con grandes fatigas sacaras de ella el alimento en todo el discurso de tu vida”.  Tomemos otra cita del texto del Eclesiastés, atribuido al rey Salomón, que en su capítulo tres, versículos doce y trece, sostiene: “Y así he conocido que lo mejor de todo es estar alegres, y hacer buenas obras mientras vivimos”…”Porque cualquier hombre que come y bebe, gozando del fruto de sus fatigas, de Dios recibe este don”. Y el apóstol san Pablo, en su carta a los Tesalonicenses, capitulo tres, versículos ocho, diez y once: “Ni comimos el pan de balde a costa de otro, sino con trabajo y fatiga, trabajando de día y de noche para ganar nuestro sustento, por no ser gravosos a ninguno de vosotros”…”Así es que aun estando entre vosotros, os intimábamos esto: quien no quiere trabajar, tampoco coma”…”Porque hemos oído que andan entre vosotros algunos bulliciosos, que no entienden otra cosa que en indagar lo que no les importa”

Y si alguien desea trasladar el asunto a otro escenario y contexto, como por ejemplo el político, podemos citar la figura del conocido Lenin, quien sostenía lo siguiente: “El que no trabaja no come”. Y agregaba contundente: “En los estados socialistas solo individuos productivos se puede permitir el acceso a los artículos de consumo”. Y como olvidar, en menor grado, pero no menos importante, lo que solía repetir mi padre don Simón, conuquero de convicción y acción, respecto de la expresión  conocida en el llano guariqueño que señalaba que “todo llanero nacía con su arepa debajo del brazo” para hacer referencia al trabajo creador que en su caso específico estaba contenido en el uso de sus poderosos brazos para tomar una peinilla y un garabato y desyerbar superficies en montadas de no poco tamaño y plantar en ellas frondosos maizales que después cosechaba y desgranaba, y que mi recordada madre María Josefa, con ayuda familiar, pilaba y amasaba para producir las sabrosas e inigualables arepas con las que levantaron a su prole por muchísimos años. Y era un trabajo espontaneo, alegre, y todos comían de su esfuerzo. Y  dispensen la alusión personal.            


¿Bolívar entregó a Miranda a los españoles?
(2)
Sinopsis: “Muchos patriotas se sintieron traicionados por Miranda, quien claudicó y firmó un armisticio con Monteverde, entregó la república y marcho rápido a La Guaira decidido a salir del país. Un grupo de patriotas, encabezados por Bolívar, le siguen, lo detienen y piden explicaciones. Era de madrugada. Monteverde, dueño de la situación,  irrespeta el acuerdo de guerra”. Continuemos, ahora. -Miranda,  quien ya estaba listo para partir en la mañana hacia Londres con sus baúles y libros empacados, es detenido a las tres de la madrugada, mientras los nacionales en sus distintos cuarteles intentaban reorganizarse para volver contra las tropas enemigas. En eso estaban cuando llegó una orden del realista de cerrar el Puerto de la Guaira con la amenaza de desconocer la Capitulación acordada si no lo hacían. Entonces, se corría con el peligro de quedar encerrados.
Surgen aquí estas interrogantes cruciales: ¿Qué hará el venezolano Casas como jefe de la Plaza? ¿Permitirá salir a sus correligionarios? Pero en la mente de Casas no estaba ese presupuesto y lo asaltó una sola idea: Salvarse él mismo sin reparar en más nada, cosa lamentable por lo demás y que trajo claras y pesadas consecuencias. Ante la conducta entreguista de este patriota que optó por obedecer al español, todos quedaron atrapados, incluso Miranda. En la desesperación se dispersaron buscando cada quien cómo ponerse a salvo.  Bolívar y Ribas lograron milagrosamente evadir el encierro y salieron a pie hacia Caracas, disfrazados y atravesando cerros y montañas. Llegaron los invasores, retomaron el Puerto, detuvieron a Miranda que no había podido salir, le pusieron grilletes y lo mandaron a Puerto Cabello. Mientras tanto, Manuel de Las Casas y Miguel Peña fueron perdonados y posteriormente premiados por sus servicios al rey.
Fijémonos también a esta altura de la historia, que por ninguna parte aparece la supuesta intención de Bolívar de entregar a Miranda a los españoles, y  como ya se ha dicho, más bien buscó, junto a José Félix Ribas,  con apremio, las maneras de salirse del cerco. ¿Y qué puede decirse del comportamiento de Casas y Peña? ¿Puede censurárseles? ¿Qué hubiese ocurrido si estos dos hubiesen permitido que sus compañeros de lucha se fuesen al exterior, tal como era uno de sus propósitos? ¿Otra habría sido la historia y Miranda hubiese logrado salir y escapar?
Pero abundemos un poco más y con ello finalicemos. Cuando Bolívar quiso irse al extranjero tuvo necesidad de un pasaporte que entregaba, precisamente Monteverde. Este accedió a dárselo por mediación del señor Francisco Iturbe, amigo del militar invasor y de la familia Bolívar.  Dijo: “Se concede pasaporte a este señor en recompensa por los servicios al rey al apresar a Miranda”. Bolívar, hasta ahora ignorado por el jefe realista que solo prestaba atención a Iturbe, saltó y expresó con decisión: “No he hecho ningún servicio al rey y Miranda fue detenido por nosotros para pedirle cuentas y castigarlo por su traición”. Con estas tajantes palabras Bolívar se exponía a que le negaran el pasaje e incluso se jugaba su propia existencia, ya que Monteverde entró en cólera al ver la firmeza de aquel joven que no reparaba en su difícil situación. Iturbe intervino rápidamente y al tiempo que habló de su amistad y sus favores a la causa del monarca, también calmó y controló al caraqueño.    Después de aquel impasse muy tenso y peligroso, Bolívar salió con su pasaporte y abandonó el país para regresar, al cabo de varios meses, con renovados bríos y enfrentar de nuevo y de manera decisiva a este mismo caudillo español.


“Bolívar se peleó con Briceño”



Fueron muy conocidas las diferencias que tuvieron los venezolanos Simón Bolívar y el trujillano Antonio Nicolás Briceño, antes y durante  la Guerra de Emancipación nacional, sin embargo no fue óbice para apartarlos de la necesidad de la unidad revolucionaria cuando la soberanía e independencia de la patria así se  los reclamó. Pero a pesar de esos pleitos políticos, unos, y personales, otros, “la sangre no llegó al río” –entre ellos, queremos decir-.

HAGAMOS UN POCO DE HISTORIA: Para el año de 1807 Bolívar se encontraba en Europa. Estaba integrado a una vida de turismo, sin relieve alguno, se interesaba por cosas novedosas y nada más. Andaba en compañía de sus amigos, de su entrañable Simón Rodríguez y de Fanny Duvillars, una francesa de quien se dijo que era también su prima. Dentro de sus interminables francachelas, de pronto tomó una decisión. Su corazón latía de forma acelerada ¿Acaso era un preludio de lo que viviría años mas tarde?. Dejó a su Fanny del alma envuelta en lágrimas y súplicas –con ella había vivido un tórrido y fugaz romance-, pero que al final no tuvo mas remedio que aceptar la marcha de su carnal y como consuelo le regaló una sortija al caraqueño donde hizo grabar la fecha de su partida. Por su parte,  Rodríguez, después de un efusivo abrazo, se marchó para Alemania. El nativo de San Jacinto se marchó para siempre de París. Navegó directamente hacia los Estados Unidos de Norteamérica y se quedó allí por cierto tiempo, donde creció su admiración por el prócer independentista Jorge Washington. Ese mismo año de 1807 regresó a Caracas y se enteró por boca de sus paisanos mantuanos el efecto que ha causado la invasión de Francisco de Miranda, en 1806, por los lados de la Vela de Coro.

Bolívar decidió marcharse a sus haciendas, unas ubicadas en los Valles del Tuy  y otras en los Valles de Aragua. Y hasta llegó a internarse en las lejanas llanuras guariqueñas en donde también tenía propiedades. Por espacio de casi dos años se dedicó a la agricultura por la que sentía especial predilección. Trabajó duro. Mejoró intensivamente sus fincas, aumentó y renovó sus rebaños, sembró y explotó el cacao, añil e introdujo el cultivo del cafeto que comenzaba a tener importancia económica. Y es por estos años como agricultor que tuvo un percance con el abogado trujillano Antonio Nicolás Briceño, a quien apodaban el Diablo. Un buen día Bolívar, en compañía de dos esclavos, se disponía a abrir una “pica”, un nuevo camino, cuando irrumpió Briceño pistola en mano conminándolo a detener el trabajo bajo el argumento de que esas tierras le pertenecían a su esposa. Bolívar se opone y forcejea con el Diablo, intervinieron los esclavos, se esgrimieron puñales y garrotes. Al final, este pleito por la tenencia de la tierra terminaría  en los tribunales. El Briceño de este relato se convertiría después en un gran soldado de la revolución de Independencia y le uniría a Bolívar una gran amistad, además de una profunda afinidad ideológica, como acotábamos al inicio de este escrito. Aunque también en la guerra tuvieron algunas diferencias, básicamente en la manera de hacerla. Hasta el punto que cuando Bolívar decretó la Guerra a Muerte, en 1814, Briceño adoptó como política para ascender a sus soldados, el que “cortara más cabezas de españoles”. Así, el número de decapitados determinaba el grado al que subiría. Era la respuesta a los invasores venidos de la península ibérica, a quienes no les temblaba el pulso para desorejar, desollar vivos, colgar los cadáveres en los árboles y lanzar a los patriotas a los lagos envenenados, sin importar si eran mujeres,  niños o ancianos. Pero Bolívar desaprobaba aquellas carnicerías horrendas, al punto que actuó con firmeza cuando en una ocasión, desde San Cristóbal, Briceño hizo cortar dos cabezas de españoles y le mandó una a Bolívar en una caja, acompañada de una carta escrita con la sangre de las víctimas. El caraqueño se estaba afeitando y cuando abrió la caja, salió corriendo sobresaltado al patio y protestando airadamente por aquella crueldad sin límites. De inmediato le escribió al Diablo: -“Advierto a usted que en lo adelante, de ningún modo, podrá pasar por las armas ni ejecutar otra sentencia grave contra ningún individuo sin pasarme antes el proceso que ha de formársele para su sentencia, con arreglo a las leyes”.     




Debo empezar diciendo que sé muy poco de teología y no voy más allá de lo básico, si bien puede afirmarse, pero asimismo puedo decir también que no estoy exento de ella, de la teología, como cualquier otra persona y se debe a aquello que tiene que ver con el Espíritu Santo referido esto a lo conocido históricamente cuando Jesús, el Mesías, dijo a sus apóstoles que lo enviaría para que fuese su nuevo guía, dicho sea en términos muy populares. Y claro, por extensión está eternamente dispuesto para cualquier mortal, tal como está previsto en las Santas Escrituras. Y ahora retomo el asunto planteado en el título, cuestión muy conocida y tratada aunque con muchas confusiones en el tiempo debido a la proliferación de las confesiones y denominaciones religiosas por todo el mundo. Y sigo  exponiendo mis palabras en un contexto puramente terrenal. Por ejemplo, ¿Cuando uno se dirige a una persona debe llamarle por su nombre de pila? Así debe ser, estimo. O de lo contrario nos exponemos a no recibir respuesta alguna. Y además es oportuno agregar aquello que siempre se afirma de que no hay música más grata al oído que cuando uno escucha que lo llaman por su nombre propio. ¿Es igual para Dios? ¿Él toma en cuenta eso? Vaya interrogantes. Y es que pienso que a Dios, al Todopoderoso, al Padre Celestial, debe llamársele por su nombre correcto. ¿Nuestras peticiones y rezos podrían caer en el vacío si no las hacemos de la forma debida? ¿De la forma correcta? ¿Dios nos responde sin importar cómo lo llamemos? Sólo Él lo sabe, digo yo, por eso considero que debemos asegurarnos y no correr riesgos en tan delicado tema. Es lo que creo y así trato de conducirme. Y al reiterar lo expresado al principio respecto de lo lego que soy en el fondo del tema, concluyo que lo más sensato es que tomen la palabra los entendidos en la materia, es decir,  los teólogos y estudiosos que hoy por hoy no son pocos. Y así paso a darle la palabra al conocido teólogo y escritor, el padre Miguel Ángel Fuentes, de dilatada trayectoria  en el campo internacional.    

Y primeramente preguntémosle, ¿Por qué en algunas Biblias le dan el nombre a Dios Padre, Jehová y en otras Yahveh? He aquí la respuesta: “El término Yahveh, es el término bíblico que aparece en Éxodo 3,14. Y ‘Jehová’, en realidad, no aparece nunca en los textos bíblicos originales y esto no es una exageración. Jheová es el nombre del Dios de los hebreos transcrito erróneamente del texto Y hebreo masorético. La palabra original consta de las consonantes JHVH o JHWH (también conocidas como tetragrámaton) intercaladas con las vocales de una palabra separada, Adonaí (Señor). Debido a que el hebreo antiguo no disponía, a diferencia del actual, de un sistema de representación de sus sonidos vocálicos, sus vocales originales son cuestión de especulación. A consecuencia de una interpretación de textos como Éxodo 20:7 y Levítico 24:11, el nombre vino a ser demasiado sagrado para pronunciarlo; los escribas, al leer en voz alta, preferían decir ‘Señor’ y por consiguiente escribieron las vocales de ‘Señor’ (Adonaí) en el armazón de las consonantes JHVH como un recordatorio a los lectores futuros. Los traductores del hebreo, sin darse cuenta de lo que los escribas habían hecho, creyeron que las vocales de la palabra introducida por los escribas pertenecían al nombre de su Dios en lugar de ser nada más que un recordatorio de la necesidad de no pronunciar la sagrada. Este es el origen del término Jehová o Jehovah. La evidencia de los Padres de la iglesia griega da pruebas de que las formas Jabe y Jao eran corrientes, así como formas acortadas hebreas como las palabras Jah (ver Salmo 68: 4, por ejemplo) y Jahu (en nombres propios). Todo esto indica que originalmente el nombre debió pronunciarse Yavé o Yaveh (modernamente a menudo deletreado Yahweh). Etimológicamente, es la tercera persona del singular, palabra probablemente del verbo hawah ohajah, que significa ‘estar.’ Los intérpretes más antiguos explican el verbo en un sentido metafísico y abstracto; el ‘estoy’ de la Escritura es ‘Él que está,’ el completamente existente.

Indudablemente Charles Taze Russell, el fundador de los autodenominados Testigos de Jehová en 1872, desconocía este hecho, lo que le llevó a hacer un énfasis absurdo en la palabra Jehová, considerando su uso como distintivo de la nueva religión, que según él, sería la única en dirigirse constantemente a Dios mediante su verdadero nombre”. Saque cada quien, entonces, su propia conclusión.


Como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. . .


Esta historia es verídica y sucedió en EEUU cuando la hija única de un matrimonio salió de compras tardando en volver y horas después notificaron a la familia que fue hallada muerta, tirada en un basurero con signos de violación y algunos miembros separados de su cuerpo. Aquella brutal noticia hizo que sus padres sintieran desfallecer. De pronto sus esperanzas y alegrías estaban yertas. Ya no tendrían sus vidas juntas ni la verían más. Los sueños se desvanecieron y sacudidos por el fuerte dolor experimentaron que el mundo se les quebraba en mil pedazos. Todas sus Ilusiones rotas. Las autoridades comenzaron las averiguaciones y al cabo de varios días dieron con el asesino quien después de llevado a juicio fue condenado a cadena perpetua y confinado en una cárcel de máxima seguridad. El tiempo pasaba, y de repente en una mañana la madre ofendida y herida le comunicó a su esposo que había tomado la determinación de perdonar al asesino. El hombre no salía de su asombro al escuchar aquello. Pero aún con el disgusto de su compañero, solicitó al penal una visita para comunicarle personalmente al criminal su decisión de perdonarlo. Le fue concedida y cuando le comunicaron al homicida el asunto, este se negó rotundamente a recibirla. Ella insistió hasta vencer las “rejas morales” del criminal quien optó finalmente por atenderla. Hubo dos visitas más. Después de aquello la madre de la muchacha asesinada se dedicó a realizar reuniones, primero con sus vecinos y luego recorrió varias entidades federales llevando a la gente el mensaje de la necesidad del perdón entre los humanos, sea cual fuere la afrenta recibida. Al inicio, las primeras asambleas fracasaron porque los asistentes no le perdonaban a ella que hubiera asumido tal actitud con el asesino de su amada hija y llegaron al extremo de lanzarle toda clase de objetos en clara alusión al rechazo de aquella impensable remisión que ella había concedido. Las conferencias se hicieron normales y recorrió medio país explicando las razones de su proceder.

 Esta breve historia puede conmover e impactar por la resolución de esta madre que después de vivir tan terribles momentos, de sentirse perdida, llena de dolor y odio, supo superarlo. Y de qué manera lo hizo. Fueron incontables las personas sorprendidas por la actitud de un ser humano que después de abatido por el infortunio y de haber sufrido una caída estrepitosa en su ánimo, su moral y su espiritualidad, encontró las fuerzas suficientes para sacarse el dolor y la amargura sin que importaran los reproches y las actitudes de reprobación que tuvo que soportar. Y de allí que sean pertinentes algunas interrogantes, ¿Podrán las almas acoger el perdón como norma de vida que nos legara Nuestro Señor y sin importar el tamaño de la ofensa? ¿Acaso no fue un ejemplo de inconmensurable amor, bondad y misericordia lo que hizo redimir los pecados del mundo a través del sacrificio de su Hijo Unigénito?

Se sabe que no será nada fácil que asumamos el camino de la indulgencia en los tiempos que vivimos donde predomina el bien material por encima del espiritual y la senda luce adornada de  odio, miserias y rivalidades. La sed de venganza y el revanchismo ante las ofensas, por pequeñas que sean, se imponen irremediablemente en la conducta cotidiana. No obstante, el camino del perdón, como don divino, está allí para quien quiera tomarlo y empezar una vida distinta y asumir una conducta de verdadera hermandad y compartir un mismo derrotero. Estamos a tiempo y el amor es la medida. 



¿Con José Antonio Páez hasta Puerto Cabello?
(1)

Páez saltó del potro de la guerra y se introdujo con todas sus fuerzas en el campo de la política. Es por eso que los estudiosos de la historia propusieron, y de hecho existen, dos etapas bien diferenciadas en la vida de este prócer de la independencia nacional. Su admirable y decisiva actuación en el proceso de liberación lo catapultaron como uno de los eximios soldados que devolvieron la libertad y la vida en las tierras de Guaicaipuro. Su valentía, su guerra de guerrillas y todas sus habilidades en el campo de batalla adornaron y adornan con letras brillantes muchísimas páginas de los libros de historia, y no sólo en el país, sino también en el contexto universal.

¿Puede olvidarse acaso sus memorables y singulares  combates en la Guerra de Independencia? No. No  es posible borrar las hazañas del guerrero invencible de Mucuritas, El Yagual, La Toma de las Flecheras, Mata de la Miel, Las Queseras del Medio y su sin igual y ejemplar actuación en la Batalla de Carabobo que impuso la libertad sobre el terrible yugo que significó la invasión europea. Y aquel grito de libertad en las pampas del Apure –“Vuelvan Caras”- aún sigue estremeciendo la llanura venezolana. Su faceta  guerrera bien puede parangonarse con las acciones increíbles que recoge la historia universal y que protagonizaron personajes del tamaño de un Aníbal, Alejandro Magno, Cayo Julio César, Bonaparte, y el mismísimo Espartaco conduciendo a sus cien mil soldados esclavos. Estrategas militares que rayaban en lo inverosímil. Donde el valor y la audacia eran imprescindibles para convertirse en héroes. Y  El Centauro de los Llanos estuvo a la altura de esas gestas universales y es indiscutible esa etapa muy brillante de su vida.

Es por eso que algunos historiadores han señalado que son paecistas hasta Puerto Cabello porque como se sabe en ese lugar culminó felizmente la vida militar del nativo de Acarigua y fue la acción bélica que expulsó de manera definitiva a los españoles del suelo patrio. Páez derrotó allí a los últimos reductos invasores representados por Calzada y Carrera y fue durante los días 7 y 8 de noviembre de 1823. ¿Pero que hizo después este brillante soldado que diera pie para que su vida  en el campo de la política fuera terriblemente juzgada por algunos historiadores y por sectores importantes  de la sociedad?

No debemos soslayar los “encontronazos” que tuvo Páez con el Libertador pocos años antes de su muerte. Quizás todo comenzó en 1826 cuando  era jefe civil y militar de Venezuela y fuera acusado de cometer algunos excesos en una jornada de reclutamiento a pedido del gobierno de la Gran Colombia. Por eso El Centauro fue destituido y llamado a Bogotá para seguirle juicio y es allí cuando se declaró en rebeldía –no viajó- y a su vez el Concejo de Caracas y el de Valencia le devolvieron su poder. Esto hizo que Bolívar se trasladara a su lar natal con el fin de evitar situaciones conflictivas graves e incluso una guerra civil. Se reunió con el caudillo llanero y este fue ratificado en su puesto y reconocida su autoridad. La venida del caraqueño ejemplar puso fin a lo que se conoce con el nombre de “La Cosiata”, primer intento de romper la unidad colombiana. Pero todo no quedó allí. Al marcharse Bolívar, el hombre de las Queseras del Medio decidió romper con el Libertador y comenzó un proyecto personal diferente al del hijo predilecto de Caracas. A partir de ahí le llovieron los calificativos de traidor al ideario bolivariano y algunas otras actitudes políticas tuvieron como blanco al creador de la Gran Colombia, quien ya padecía una terrible enfermedad y estaba físicamente disminuido. Morirá poco después. Y ahí sí, Páez se erigió en el gran señor de Venezuela y expresó algo así como “Ahora la patria soy yo”. Se derrumbó el sueño bolivariano de la unidad suramericana y el guerrero llanero va a ser la figura descollante durante muchos años. ¿Podrá la historia juzgar a Páez en estos tiempos hasta el punto de decir que con él hasta Puerto Cabello? Este debate debe seguir.



Conciencia ciudadana se fue de viaje




El concepto básico tiene que ver con la propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en si mismo experimenta, o también significa conocimiento interior del bien y del mal, lo que va estrechamente vinculado a un conocimiento reflexivo de las cosas. Pero, asimismo el concepto puede ampliarse con lo que es la conciencia errónea, que es cuando se juzga con ignorancia lo verdadero por falso, o lo falso por verdadero, teniendo lo bueno por malo o lo malo por bueno. Y hay más ejemplos: ancho de conciencia, que es cuando una persona sabe, y no obstante, obra o aconseja contra el rigor de la ley o la moral. O en su defecto: estrecho de conciencia, que se refiere a una persona cuando es muy ajustada al rigor de la ley o la moral. Si tomamos el contenido de ciudadanía,  que tiene que ver – en una de sus acepciones -con el comportamiento propio de un buen ciudadano y le agregamos lo que tienen que ver con el conocimiento reflexivo de las cosas –analizado en la primera parte-, tendríamos la expresión que anotáramos arriba: conciencia ciudadana. Y esta tendría muchísimas aplicaciones en la vida en sociedad, incluso en las más sencillas o cotidianas y que reflejarían una conducta positiva o constructiva en el medio que habitamos.

Si alguien se preguntara: ¿Cuáles serían esas conductas? Bueno, ubiquémonos como simples personas que compartimos un mismo espacio, bien sea vecinal, municipal o más allá, y tendríamos  clara la inconveniencia de no depositar o lanzar basura, electrodomésticos en desuso, así como cauchos viejos, animales muertos, entre otros desperdicios, a los canales de drenaje que traen como consecuencia las conocidas y perjudiciales inundaciones en épocas lluviosas y todo lo que esto deja como consecuencias. Así tampoco tendríamos a aquellos, que sin reparar en nada, tiran objetos de cualquier clase en la vía pública, tales como colillas, botellas, vasos plásticos, papeles y otras basuras. Asimismo, no sacaríamos de nuestras viviendas a los espacios públicos objetos o cosas como tierra, piedras, restos de árboles, desperdicios de construcción y materiales inútiles, que no pueden ser recolectados por el servicio de aseo urbano y los dejan en las aceras u otros sitios.

A esos que no aplican su conciencia ciudadana en lo anotado, se suman quienes rayan las paredes con escritos obscenos y denigrantes de la condición humana, y quienes dañan las plantas del ornato público, pisotean los espacios en gramados y les lanzan todo tipo de desperdicios; otros tiran desde los vehículos restos de cosas que consumen o utilizan. Y ¿qué hay de los que son incapaces de limpiar sus frentes de viviendas en montados afeando la ciudad  y dificultando el paso de los peatones. Todas estas situaciones planteadas y detalladas pueden resolverse si se impone un buen ejercicio de sensatez o conciencia ciudadana, sin que haya  necesidad de invocar normas, ordenanzas, leyes u otras vías coercitivas.  


De la nostalgia, el desaliento y otros bichos

Una vez leí, siendo muy joven, una frase que exaltaba: “Cuando deje de indignarme habrá comenzado mi vejez”, y pueda que tenga sentido la expresión de marras, no la niego ni la afirmo por ahora, pero lo que si aseguro es que por estos días lo que me ha embargado, tal vez de manera sistemática, es la nostalgia. Es ese sentimiento, que de acuerdo al griego clásico, habla del “regreso” y del “dolor”. Un estado de ánimo que te atrapa y devuelve al pasado, a lo vivido, a lo que una vez se tuvo y que al no tenerlo te embarga esa especie de sufrimiento. No puedes vivir lo que una vez viviste. Y me recrimino y me digo: ¿Qué es lo que te ocurre? ¿Qué te sucede? Y la respuesta está cada vez más cerca de mí y solo tengo que caminar por los alrededores del supermercado El Garzón y ver aquel gentío en cuádruples filas, que ya ni siquiera son sencillas, y ¡zas! La nostalgia va conmigo, de ipso facto, cual nube que me cubre y me atrapa. Y a veces me detengo unos instantes y veo aquellos rostros de cerca, muy de cerca, diríase. Pareciera que mi nostalgia se trasmite a toda esa gente. Incluso cuando caminan como sonámbulos, como robots, muy lentamente si lo permite la multitud aglomerada. Cosa extraña, antes esas largas colas se caracterizaban por la algarabía, los gritos y empujones, las amenazas y hasta estertores medios. Una tensa calma parece apoderarse de todos ellos. Algo así como lo ocurrido al toro de la canción de Reynaldo Armas. “Se le nota muy normal, pero por dentro anda muerto”, dice en una estrofa. Antes el toro era muy travieso y vivaz.
Y hago mutis por el foro. Pero que va, muy pronto vuelvo a tropezar con los grupos que siempre van in crescendo. Por los lares de Locatel ahora son más numerosos. Cuantiosos, enormes y desde muy tempranas horas en la mañana comienzan a agruparse con sus miradas distantes y casi que perdidas. Y si alguien pregunta del producto de que se trate, solo recibe una voz pausada y lejana: “No lo sé, señor, estamos esperando a ver”. Y vuelve a su pose distraída y vaga. Y solo cabe una pregunta que me hago a mí mismo. ¿Tendrá que ver ese mutismo colectivo con mi nostalgia y mis anhelos? Puede ser. Humanos somos. Pesado y contagioso el ánimo por estos tiempos. Y si marcho por la avenida Libertador, hacia el mismísimo centro, la nota musical es la misma, pero las notas imaginarias se parecen mucho o son similares a la clásica melodía de Mozart, “Réquiem”, que es como una misa que se ofrece tras el fallecimiento de alguien y hasta se dice que no pudo terminarla porque, precisamente, la muerte se lo impidió. Rara avis, podría ocurrírsele a cualquiera.
Y si de preferir se trata, prefiero que se contagie la nostalgia que me embarga cada vez más, y no las acechanzas y sucesos de Caracas y la zona metropolitana, donde la tensa calma dio paso a la desesperación y ciertos negocios o supermercados fueron víctimas de saqueos y apropiación forzosa y violenta de los alimentos que habían llegado en enormes camiones. Y muy poco pudo hacer la fuerza pública uniformada. O no quiso hacer. La multitud embravecida tomó los alimentos por la fuerza. En las ciudades de Puerto La Cruz y Barcelona hubo altercados colectivos parecidos. Igualmente en la ciudad céntrica de Maracay. De regreso al hogar pasé por la Duncam, donde expendían baterías. Vi a unas cuantas personas y la imagen desoladora de una mujer entrada en años sentada a la entrada en el piso, con sus manos en la cabeza viendo abajo... abatida. Debo sobreponerme a estos bichos.
        

Cuento sobre el delirio por los teléfonos y otras vanidades


Puede que el deseo de poseer un teléfono móvil conduzca a la ansiedad e incluso al delirio o a la paranoia, aunque parezca increíble o difícil de creer. Y es que la tecnología moderna que fabrica celulares por estos tiempos parece apoderarse de las emociones de mucha gente y llevarle a los estadios mentales descritos. Veamos algunos cuentos y sus entresijos basados en el apetecible instrumento móvil que ha venido a revolucionar las comunicaciones sociales, así como otros aspectos de la vida común. ¿Quién no se siente atraído por un teléfono móvil? Y es más, ¿Quién no desea tener uno de última generación? Y no importa mucho la edad. Los jóvenes, en especial, deliran por ellos y no escatiman esfuerzo y dinero por obtenerlos. ¿Y los de edad madura? También, y anótese igualmente a los más viejitos. Fíjense.

Érase una vez en un lugar cualquiera de Venezuela donde un hacendado entrado en años llegó a su propiedad como solía hacerlo cada mañana. Aquel día bajó de su imponente vehículo rústico de marca recién comprada con su atuendo de rigor: lique lique  bien cortado, botas vaqueras y sombrero pelo e guama. Pero, el hombre ganadero traía algo más que sacó rápido del bolsillo de su blusa al escuchar que sonaba insistentemente con un fondo musical extraño y lejano. Era un modernísimo teléfono móvil que se llevó a la oreja y conversaba con alguien animadamente. Apenas unos instantes había llegado su vecino conuquero poseedor de unas pocas hectáreas donde sembraba maíz, otros granos, criaba pollos, gallinas y otros animales domésticos. Bajó de su borrico y esperó que su vecino terminara de hablar. Eran amigos de años. Se dieron la mano al momento que el campesino le decía: “Caracha, don Ignacio, ¿qué aparato es ese tan raro? Este respondió: “Ah, don Quintín, este es un móvil que me mandó mi hija de EEUU, y con ella hablaba, por cierto. ¿Se acuerda? Mi hija Micaela, ya se va a graduar”. Un tanto circunspecto, Quintín logró articular: “¿y con ese bichito usted pudo hablarle desde aquí? –Ajá, don, con ese bichito como usted lo llama, pude hacerlo y más allá también. Y puedo hacer muchas cosas: tomarle fotos en su burro, grabarle una película echándole agua y comida a las gallinas, a su conuco, escuchar música, escribir datos, mensajes, cartas, mandar correos y grabar sus recuerdos para que no se pierdan, don. Y hace más, ¿se dio cuenta que el rostro de la muchacha estaba en la pantallita cuando hablaba? Y ella me ve a mí allá. Cómprese uno usted”. Quintín escuchó todo aquello en silencio, sorprendido, en ascuas y viéndolo fijamente, al punto que Ignacio lo sacó de su absorto, al decirle: “¿Qué le pasó, don?, se me quedó mudo”. Y con voz algo queda, respondió: “Es que me dejó como atontado con lo que me relató, a bichito bien bueno, ¿no? ¿Y de verdad usted cree que yo me pueda comprar uno? Entonces don Ignacio alzó la cabeza y recorrió visualmente el conuco con su ranchito de madera y zinc, las gallinas con el cacaraqueo corrían perseguidas por un gallito flaco y manchadas las plumas. Volvió la mirada a su vecino con cierta conmiseración, y le dijo: “Bueno, don Quintín, tendrá que hacer un esfuerzo y vender buena parte de su propiedad sino toda, para comprar el bichito ese que a usted le gusta”.

Y el cuento de un adolescente que se quedó en casa de su abuela mientras su madre viajaba a una ciudad vecina y al verlo llegar entre apesadumbrado y reticente, le dijo después de abrazarlo: “Nieto querido, Dios y la Virgen te bendigan, ¿Qué tienes que te veo tan triste y como ausente?”. El muchacho sin alzar el rostro se le echó en sus brazos y le respondió casi entre sollozos: “Tú sabes, abuela, que el teléfono se me perdió en la escuela, o más bien me lo robaron, y mi mamá me dijo que no puede comprarme otro y yo sin ese teléfono no puedo vivir”. Y este otro relato. Caminaba por una de las calle de la ciudad, muy cerca de la plaza Bolívar, cuando de pronto una muchacha comenzó a gritar y corría desaforada detrás de alguien diciendo que le había arrebatado su teléfono. Algunos espontáneos salieron a socorrerla y persiguieron al ladrón quien sin pensarlo dos veces esgrimió un revolver y disparó al aire sin detener su carrera en dos oportunidades dispersando a sus potenciales captores. Y… lastimosamente, algunos mueren por ellos.                    


De los latigazos de Jesús a los del papa Francisco


Desde hace un poco más de dos mil años y a latigazos limpios el propio Jesús expulsó a los mercaderes del Templo de Jerusalén: “…Y entró Jesús en el templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo y volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los mercaderes”. Los discípulos que le acompañaban no salían de su asombro al ver a su querido maestro en una actitud inusual para ellos. Aquel que conocían y amaban no era dado a la violencia y por eso el estupor. Ese, cuya actitud se caracterizaba por la tranquilidad de sus actos y de su prédica, y que la humildad era a todas luces inquebrantable, se veía  de pronto látigo en mano echando bruscamente a los comerciantes del lugar. Aunque claramente dejó establecido el por qué de su reacción histórica y milenaria: “Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas vosotros la tenéis hecha una cueva de ladrones”. Y esa impresionante demostración de Jesús, a través del tiempo ha sido interpretada y recordada de muchas maneras. Pero, de lo que no debe haber duda es del celo sobre “su casa y sus fines”. ¿Algunos salieron heridos? Tal vez no, literalmente hablando, porque bien es sabido que se dieron a la fuga y corrieron por doquier dejando el provecho de sus negocios, mientras unos cuantos aprovechaban a recoger en la confusión. ¿Y qué de la conciencia de los negociadores? ¿Pudo haber surtido el efecto deseado? Quizá. Aunque al decir de muchos, sin importar el tiempo, la conciencia del comerciante siempre ha tenido un norte: Ganar y ganar. 
 ¿Y del Pedro de hoy que puede decirse guardando la grandeza de aquel protagonista y el contexto? Bueno, el Pedro de hoy, que es claro que no es otro que el papa Francisco, desde que dio comienzo a su pontificado y a su altísima misión en un mundo conmovido por la pobreza contrastada por la riqueza, la cultura y el modernismo a ultranza, decidió hacer de su verbo una especie de látigo constituido por la fuerza de su fe, de la verdad, y un modo de vida, que si bien está lejos de ser ascética y eso es comprensible, ha hablado al mundo con una sinceridad y una humildad que le es característica. Y no le falta una sonrisa, un abrazo, y por supuesto una oración y un consejo. Ahora mismo en Méjico, a un grupo de niños les dijo en el momento en que les abrazaba: “No permitan que nadie les atropelle”. Y pidió perdón, asimismo, en un acto histórico ante cientos de nativos mejicanos que han sido burlados durante siglos por sus semejantes. Les han despojado de sus tierras. Les han humillados hasta pervertirles sin piedad alguna. Y al resto de la población humilde que es víctima de la pobreza, el escarnio y la carencia de oportunidades para vivir con justicia,  libertad y dignidad, y que son más bien acosados por el narcotráfico, la enfermedad y la muerte, a ellos les has hablado de cerca y dado esperanza. Por ellos y para ellos, el papa Francisco elevó una plegaria a Dios, a la Virgen morena, como la llaman por esos lares. “No se resignen y luchen”, les ha aconsejado. Pero también advirtió a la sociedad opulenta, al gobierno y a los insensatos de corazón duro.
Y es que el ejemplo mejicano, bien puede trasladarse a cualquier otro país americano. Del mismo Norte, del Sur, del hemisferio o del mundo entero. Y es que la pobreza y el hambre no tienen una sola patria sino muchas. Circunda el planeta y contrasta con la riqueza de los que están arriba, ¿arriba? No hablamos del Cielo. ¿Podrá el papa Francisco con su látigo verbal conmover a quienes desde un modus vivendi alto no ven a los de abajo? ¿Y hará reaccionar a quienes tienen el monopolio, el usufructo de los bienes y el poder? ¿Escucharán receptivos el mensaje papal cristiano? ¿Logrará herir esas conciencias y que vuelvan sus miradas y sus riquezas hacia los desheredados de la tierra? Mientras tanto, el vicario sigue despertando las mentes con sus dictados bíblicos y doctrinales: “Con el diablo no se dialoga porque nos gana” o “Hay avispados que cobran por la salvación. No paguen por esto. Jesús es gratis”. “Recen por mí”. Y es seguro que desde lo alto el Creador lo ve y le escucha. Y a todos.                   

De la III República y otros repasos históricos


Queda claro  que la lectura, análisis y estudio de la historia no está exenta de complicaciones. Bien sabemos que es un área que requiere disponer de métodos, códigos y de otras herramientas apropiadas para su justa comprensión, y eso es sine qua non para todos aquellos que se dedican o se interesan en su investigación y examen. No obstante, hay algunos asuntos históricos que no debieran estar sujetos de confusión o complicaciones, como apuntamos arriba en el título, y mucho menos aun entre las personas que dicen representar una tesis, parcialidad e ideología determinada, en este caso la que vincula a los seguidores  bolivaristas. ¿Y por qué decimos esto? porque bien se sabe que el país vive un proceso político que está caracterizado, precisamente, por las ideas del Padre de la Patria. De allí que llame significativamente la atención que sean algunas personas que fungen de dirigentes bolivarianos, quienes incurran en desaciertos históricos y ciertamente en casos específicos que deberían manejarse con cierta solvencia.

Por ejemplo, hemos escuchado decir a algunos dirigentes que se inscriben en las ideas de nuestro Libertador, incluyendo gobernadores, alcaldes y otros funcionarios de menor jerarquía, que cuando se refieren, en algunos casos, a sus adversarios políticos, expresan: “Ese –o esa- debe ser de la cuarta república por lo que dice. Y es más, debe ser de la Tercera República”. Y es aquí, en la parte final de la aseveración, donde está el yerro, sin desestimar que lo manifiestan en sentido peyorativo, claro está. Pero resulta, que esos seguidores del caraqueño ejemplar  deberían saber que cuando tildan a sus contrincantes partidistas de ser de la Tercera República, les están llamando justamente bolivarianos, porque si revisamos adecuadamente esa fase de la historia nacional, veremos que se caracterizó por ser, especial y profundamente, bolivariana. Y tanto es así, que Bolívar fue designado su primer magistrado. Es decir, ese periodo fue protagonizado, de modo muy especial, por el hijo predilecto de Caracas. Veamos algunos pasajes que nos arrojarán algunas luces al efecto: Los patriotas venezolanos, a cuya cabeza marchaba el Libertador, lograron importantísimas victorias que condujeron a la instauración de esa III República que hemos señalado y que tuvo como capital a Angostura, que se convirtió posteriormente en Ciudad Bolívar. Fue esa la época del famoso y singular Discurso de Angostura que hizo público Simón Bolívar el 15 de febrero de 1819, ante el ilustre Congreso del mismo nombre. El propio guerrero y estadista delineó,  organizó y estableció las bases de la nación de entonces y redactó una Constitución que fue aprobada el 15 de agosto de ese mismo año. Con la muerte del notable caraqueño en 1830, prácticamente se fue también esa tercera república y se instaura la que se conoce como La Cuarta, con características oligárquicas y en buena medida anti bolivariana y la misma se va a prolongar  hasta  hace algunos años y que termina con la llamada Quinta República, que se nutre, tal como hemos visto, con el pensamiento de Bolívar.  Aquella  república, La Cuarta,  tuvo la hegemonía de los partidos, por lo que bien podría llamarse partidocracia, lo que generó en gobiernos despóticos, usureros, anti nacionales, corruptos y usurpadores. Algunos sostienen que el 6 de diciembre de 1998 marcó la muerte histórica de esos regímenes con la elección popular de Hugo Chávez como presidente de la que se ha denominado V República.

Y a modo de resumen, observemos que la Primera República nació con la Declaración de Independencia el 5 de julio de 1811, rompiendo en las tierras de Guaicaipuro el régimen monárquico que tenía establecido unos trescientos años ¿Recuerdan al joven Simón Bolívar desde la Sociedad Patriótica con aquel impetuoso discurso?  Esta se perdió con la  Capitulación de Francisco de Miranda en 1812 ante el avance sanguinario del realista Monteverde. Después Bolívar invadió Venezuela desde Colombia y con la denominada Campaña Admirable llegó hasta Caracas  victorioso y lo proclamaron libertador del país y se estableció así la Segunda República, que se perdió de nuevo debido, fundamentalmente, a la ferocidad de José Tomás Boves y sus partidarios, mayormente formados por venezolanos.

De tal modo, que hacemos estas breves reflexiones y repasos de historia patria sin ánimo alguno de establecer polémicas, ni mucho menos con la intención de herir susceptibilidades. Lo hacemos con el propósito de sumar un pequeño aporte que podría ser útil en un posible, respetuoso y constructivo debate que pudiera presentarse,   si es que algunos lo miran desde esa óptica,  que bien podría servir para aclarar, de manera definitiva, ciertas confusiones como la presentada ahora y que dio pie a este escrito.    



Del temor a la especulación y otras argucias



“Hay una falsa premisa de que como hay un ajuste cambiario, hay que ajustar los precios de todo. Eso es falso, es una premisa falsa que está vinculada a los valores especulativos”. Viceministro Ricardo Menéndez

Les cuento mis temores. Hace unos días, específicamente el martes pasado, me di una vuelta por el supermercado El Garzón, el mismo que está ubicado en las instalaciones del deslumbrante Llano Mall. Me acerqué, como lo hago eventualmente, al stand de los electrodomésticos donde sobresalen los equipos de sonido y los televisores, y me sorprendió ver aquello desolado. Pero, ¿qué pasó aquí si la costumbre era ver y sentir ese ambiente lleno de música y de imágenes multicolores como estrategia de venta? De inmediato pensé que algo andaba mal. Y fue así como llegó a mi mente lo de la devaluación del bolívar de muy reciente data y que anda, cual perverso aguijón,   de cerebro en cerebro, y llanero como soy, de esos remolones, suspicaces y medio bellaco, como solía decir mi padre,  del llano también,  refiriéndose a lo astuto y sagaz. Me dije, llevando mi pensamiento a limites extremos: “Estos tipos nos están preparando una emboscada comercial y ya veremos, en cuanto  ´pasen  unos días, este lugar lleno de mercancía de la mencionada y con la costumbre y lo llamativo de siempre, pero eso sí, con los precios redoblados y sosteniendo que fue adquirida al dólar nuevo, es decir a 6, 30”. Una trampa, pues, fue lo que carcomió mi mente como comprador cauto y llevando al borde mi aprehensión.

Y aquí es el momento de las grandes interrogantes. ¿En verdad los electrodomésticos que no tardaran en aparecer con precio nuevo –y que  presumo que están bien guardaditos en su stock- fueron comprados y traídos al país con la moneda extranjera revaluada? ¿Eso puede demostrarse? ¿Cómo hace un comprador común y corriente para verificar eso? Imposible que pueda hacerlo. Eso le compete a la autoridad del ramo, y aquí surge otra pregunta que rasga el alma del consumidor, ¿lo hará? ¿Comprobará si  ese paquete es o no chileno o asiático o gringo o japonés o venezolano? Vaya usted a saberlo.  Y no solo lo descrito puede suceder en el negocio de marras, sino que ya sucede, es lo que suponemos referidos a la alteración, en otro conocido supermercado de Araure que es Macro. El lugar de los tv y el sonido, que van desde  mini componentes a otros más sofisticados, ya luce vistoso y  provisto de lo necesario, a la espera de los adictos a la pequeña pantalla –ya  no tan pequeña- y de los melómanos que gustan del sonido espectacular, nítido y de altos decibeles. Por  ejemplo, un Tv de 32 pulgadas que costaba cerca de siete mil bolívares, ya le acomodaron casi catorce mil, y así sucesivamente. Y vuelve la inquietante pregunta, ¿los tenían encaletados importados a 4,30 o ciertamente los adquirieron con la moneda gringa a 6,30?

 De allí el valor que tienen  las palabras del vicepresidente Nicolás Maduro, proferidas  recientemente en forma alta y clara  respecto de que harían una exhaustiva revisión de los inventarios de los comerciantes y empresarios para cotejar que mercancía fue traída del exterior y a que dólar, y de esa manera corregir la distorsión, o mejor digamos la especulación, que los comerciantes y empresarios inescrupulosos estarían aplicando impunemente a los consumidores, que también es oportuno expresar llegan a lo compulsivo. Pero es materia urgente del gobierno y sus instituciones de rigor, declararse –si es que aun no lo han hecho-  en actividad permanente y asegurarse de que el comercio “no haga su agosto por esta época”. Y no hay que legislar para eso, porque instrumentos legales que atañen a ese campo  los tenemos de sobra, si cabe la expresión. Ahí no más está la  todavía nueva Ley de Costos y precios justos que viene al pelo. ¿Podrá el gobierno disipar esos temores y argucias   especulativas?


El celular podría costarnos la vida



Huelga exponer lo que significa, hoy en día, el teléfono, en especial el móvil o celular, que, tal como se expone en el título de este artículo, podría matarnos. Y aunque pueda parecer que nos excedamos en el titulo del trabajo, veremos que en verdad el teléfono puede costarnos muy caro, si es que no tomamos conciencia de su uso en ciertos campos importantísimos de nuestras vidas. Uno de ellos es al momento de conducir vehículos. Veamos algunas interrogantes que podrían impactarnos dependiendo del grado de sensibilidad que tengan las personas. En consecuencia, ¿Sabías que un conductor embriagado tiene menos  probabilidades de sufrir un accidente que otro que esté hablando por su teléfono móvil al momento de manejar? Claro, sería absurdo interpretar el planteamiento en el sentido de que es preferible entonces “manejar borracho”. Ni como chiste sería aceptable la opción, dado lo cruel. O,  quizás haya que decir como un ex presidente venezolano fallecido recientemente: “Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”.  Y continuando, ¿Estabas  enterado que más del cincuenta por ciento de los conductores leen o envían mensajes mientras se mantienen al frente del volante exponiéndose así a tener un terrible accidente? ¿Conocías que algunas autoridades han logrado captar imágenes o videos que reflejan el momento cuando en un trágico accidente vial el conductor se distraía hablando por su móvil? Esta tercera pregunta  es muy probable que se sepa porque se ha dado a conocer por la red de redes, e incluso por los mismos teléfonos celulares ha circulado mucho.

Y es que el dolor ha estado muy cerca de nosotros en lo personal, cuando recientemente una amiga tuvo un accidente automovilístico con  consecuencias  graves, y aunque logró salvar su vida milagrosamente, sin embargo padeció en una cama por varios meses con fracturas en la columna vertebral y otros órganos. De acuerdo con las experticias realizadas por la autoridad de rigor, se llegó a la conclusión de que la conductora estaría hablando por su móvil en el momento del impacto vehicular dejando el triste saldo descrito arriba.   Y así como este caso, son muchísimos los que han logrado registrarse, dadas las evidencias halladas en los lugares de los sucesos.

Pero, además de las situaciones plasmadas anteriormente, existen otras consideraciones que deben hacerse respecto del teléfono celular. Ejemplo, un móvil colocado en un bolsillo de la camisa puede ser contraproducente por las radiaciones que emite, al estar cerca del corazón. También la ciencia ha determinado que puede producir cáncer y otras enfermedades, debido, igualmente, a las radiaciones del aparato, y asimismo podría causar trastornos a los oídos y a la circulación. Y en otro ámbito, el móvil telefónico puede causar accidentes en los vuelos aéreos al interferir en las comunicaciones  propias del avión, y de allí su prohibición determinante. Y su restricción en el uso se ha impuesto de igual modo en los centros hospitalarios porque ocasionaría delicadas interferencias y desvirtuaría resultados de exámenes clínicos, entre otros problemas.

De tal manera,  que debemos tomar medidas preventivas en el uso del teléfono celular, si es que no queremos vernos envueltos en situaciones que podrían arriesgar la existencia misma. Y si es posible, desterrar expresiones cotidianas en el usuario, como estas:  “Sin mi celular se me haría imposible la vida” o “no más al despertarme corro rápidamente a buscar mi teléfono” y esta otra “sin mi celular siento como si algo importante me faltara”. Y es claro que con estas actitudes y comportamiento se ha establecido un patrón de conducta social que ha hecho que medio mundo esté a punto de volverse esquizofrénico, si es que no están completamente locos ya. Y es tanto el frenesí que han provocado los celulares, que en cada hogar, escuela o sitio de trabajo, todo el mundo quiere y hace esfuerzos económicos por comprarse “su bebé, como han dado en llamar al ahora famoso BlackBerry,  que ya cuesta “una fortuna”. 


¿El cachicamo trabaja para lapa?



¿Puede el refrán  referido en el título de este artículo  aplicarse a cualquier situación determinada del quehacer humano? Haré el intento, pero en esta ocasión procuraré un símil en el campo de la política. Veamos. ¿Quién en el llano venezolano no conoce el viejo dicho de “Cachicamo trabaja para Lapa? Todo el mundo lo conoce. Y así también el país entero, puede agregarse. No obstante, describo a grandes rasgos el contenido del adagio en cuestión. El cachicamo, un animalito muy buscado en el llano porque sirve de alimento exótico y es degustado por paladares, si se quiere exigentes, después de trabajar muy duro construye su hogar a modo de cavidad subterránea, no muy extensa, en un sitio estratégico para protegerse del peligro circundante. Y es entonces cuando se hace presente la habilidad de la lapa, muy requerida también por su carne exquisita, y despoja o se sirve del trabajo laborioso del cachicamo que no tiene  más remedio que claudicar, y pierde su labor. Es una especie de trabajo al revés. O aprovecharse del esfuerzo de los demás, en el caso de la lapa.

Como he sugerido, ¿puede traerse el ejemplo dado a la práctica política de estos días?  De algún modo, así lo creo. De allí que en las elecciones municipales de diciembre próximo, el lado político denominado revolucionario,  en el caso específico del estado Portuguesa, luce dividido y en varios municipios se presentan candidatos que esbozan los mismos principios del chavismo y muy parecidos los planes que propugnan al electorado, aun cuando no son los candidatos oficiales. Aparentemente, estos candidatos no oficiales son percibidos como minoritarios –no tienen maquinaria partidista, carecen de suficientes recursos y capacidad de movilización en comparación con los candidatos oficiales, con algunas excepciones-  y aunque desconozco en que cuantía reside la supuesta minoría, es indudable que les restarán sufragios a sus otros camaradas designados oficialmente. Y es ahí donde tendría cabida la aplicación del refrán expuesto arriba, porque el trabajo decidido y tenaz desarrollado por los que serían “los cachicamos” o pretendientes no oficiales, en función de “construir sus cuevas” que estarían constituidas por los votos que logren “socavar”  y cuyos sufragios serian de ayuda, en sentido figurado, a “las lapas” del bando contrario o de oposición, bajo la óptica de que “la votación restada a los candidatos oficiosos, constituye una especie de suma a las candidaturas adversarias u opuestas al gobierno. ¿Puede ser esto posible? Bueno, al menos yo lo creo así.
Reviso estos casos. En el municipio Páez,  al candidato oficialmente designado se le oponen dos o tres que son afines o persiguen lo mismo desde el punto de vista de la visión ideológica del  plan de gobierno propuesto. Es allí donde los denominados “cachicamos”, cuyo trabajo político, que en teoría se piensa que no tienen posibilidad de victoria, beneficiará al adversario. Igual podría ocurrir en el municipio Araure, cuyos votos obtenidos por los aspirantes no oficiales, podrían faltarle a la designación  del oficialismo, por así decirlo, aunque en este caso no se sabe con certeza quien actúa como “cachicamo” de las dos candidaturas rojas principales. 

Y es que, asimismo, puede suceder en el campo opositor donde varios escenarios electorales están signados por elementos políticos similares, tal es el caso de la llamada “gran Caracas”, entre otros, donde la oposición acude a la elección con varios candidatos en algunos municipios, mientras el oficialismo concurre normalmente unido. Faltaría espacio para plantear un análisis que lleve a las causas del por qué concurren candidatos diversos de una misma parcialidad y que buscan los mismos fines, dada su  ideología política. ¿Acaso no hay claridad en la acción y en los objetivos perseguidos? Eso pareciera. Y por último, aspiro que me dispensen el tropo o metáfora del refrán utilizado en este escrito y con los fines plasmados. Además, para los que no me conocen, dejo claro que vine por mí mismo, nadie me mandó ni me mandará, solo hago caso de mi parecer  y creencia, ¿Vale?


El asesinato de Antonio José de Sucre
4 de junio de 1830


“...Dios excelso, sí tenéis justicia, haced caer un rayo de vuestras manos sobre aquel monstruo” (El asesino).

Fueron las palabras pronunciadas por El Libertador al enterarse de la muerte del Gran Mariscal de Ayacucho. Como Bolívar se encontraba enfermo, sin lugar a dudas, la trágica noticia determina de pronto el agravamiento de sus dolencias. Y no era para menos, Sucre significaba mucho para el caraqueño y en aquellos días difíciles de su vida la profunda amistad, la comprobada lealtad y el singular afecto que sentía por el cumanés, le llevaba reposo a su alma. Ahora muerto, el funesto suceso va a contribuir a acelerar sus días finales.

Sucre regresaba de Venezuela e iba a encontrarse con El Libertador en Bogotá, pero este se había marchado decepcionado y lleno de amargura por la actitud de sus compatriotas. Eran los tiempos de la disolución de la Gran Colombia, uno de sus más grandes sueños. El Mariscal al no encontrarse con su amigo, más que con su jefe, toma la determinación de marcharse a Quito a encontrarse con su esposa e hija, situación que ya conocía Bolívar. Antes le deja un recado: “...Cuando fui a buscarle, ya usted se había marchado, evitándome así el dolor de la más penosa despedida...Adiós general, reciba usted las lágrimas que por gajes de mi amistad me hace verter su ausencia...Usted sabe que es su amistad, y no su poder, la que me inspira su afecto”. Y emprende el camino fatal, casi sin escolta, solamente le acompañan dos de sus fieles, Lorenzo Caicedo y Colmenares. Ellos le advierten sobre la temeridad de cruzar aquella montaña de Berruecos. Pero Sucre está decidido. Y ahí está en medio de la selva. Intricada. Estremecedora. Hay malos augurios. El camino se hace difícil y hay un desfiladero. Por allí tiene que pasar el héroe forzosamente. Las aves vuelan sobresaltadas y las orejas de la mula en que va montado tiemblan como si presintieran algo terrible. Hay mucha oscuridad, apenas un rayo de luz allá en la distancia. Los asesinos están apostados y disparan hasta cuatro veces. Sucre sólo alcanza a gritar: ¡Ay, balazo¡ cae sobre el camino y la mula huye despavorida. Tres balas alcanzan el objetivo “una en el corazón, otra en una ceja y otra en el pescuezo”. Murió a los 35 años de edad. Era el 4 de junio de 1830.

El Gran Mariscal de Ayacucho había nacido en la ciudad de Cumaná, provincia de Venezuela, el 3 de febrero de 1795, de padres ricos y distinguidos. Su familia abrazó la causa nacional. Su padre luchó tenazmente, su hermano Vicente, epiléptico, recluido en asilo, fue muerto allí por los realistas. Su madrastra Narcisa Márquez se lanzó por un balcón al ser asaltada la ciudad, antes había muerto su hermana Magdalena de terrible agonía, y bien sabía Sucre el destino de su hermano Pedro, hecho prisionero en el desastre de la Puerta.

Pero aquellos asesinos de Sucre no lograron su objetivo del todo, sólo lo mataron físicamente, porque quedó para la posteridad y como ejemplo de generaciones su vida gloriosa y patriota que debe servir de guía para nuestra juventud. Su desprendimiento y apego a las causas más nobles está allí. Sucre, como lo dijo Bolívar es el Padre de Ayacucho: es el redentor de los hijos del sol, el que rompió las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los incas, ahí están las cadenas del Perú, rotas por su espada. Y también para la historia quedarían otras palabras de El Libertador: “Yo pienso que la mira del crimen de Sucre ha sido privar a la patria de un sucesor mío”.


El agricultor que fue Simón Bolívar



Para el momento cuando ocurrió la Revolución de Abril ¿dónde estaba Simón Bolívar? Así me lo espetó una de mis hijas en una conversación familiar referida a la historia nacional y consideramos conveniente que mi modesta respuesta fuera convertida en artículo de opinión.

Para el año de 1807 el futuro Libertador se encontraba en Europa. Estaba integrado a una vida de turismo, sin relieve y muy personal, se interesaba por cosas novedosas y nada más. Andaba en compañía de sus amigos  Fanny Duvillars y su entrañable Simón Rodríguez. De pronto tomó una decisión. Su corazón latía en forma acelerada ¿Acaso era un preludio de todo lo que viviría años más tarde? Dejó a su Fanny envuelta en lágrimas y súplicas, y Rodríguez, después de un efusivo abrazo, se marchó para Alemania. Bolívar se alejó de París para siempre. Navegó directamente hacia los Estados Unidos y se quedó allí por cierto tiempo donde  creció su admiración por Jorge Washington. El mismo año de 1807 regresó a Caracas y se enteró por boca de sus paisanos mantuanos el efecto que causó la invasión mirandina de 1806 por los lados de La Vela de Coro.

El caraqueño decidió irse a sus haciendas, unas ubicadas en los valles del Tuy y otras en los valles de Aragua. Y hasta llegó a internarse en las lejanas llanuras guariqueñas donde también tenía propiedades. Por espacio de casi dos años se dedicó a la agricultura por la que sentía especial predilección. Trabajó duro. Mejoró intensivamente sus fincas, aumentó y  mejoró sus rebaños, sembró y explotó el cacao, añil e introdujo el cultivo del cafeto que ya comenzaba a tener importancia económica. En esos como agricultor tuvo un percance con el abogado trujillano Antonio Nicolás Briceño a quien apodaban El Diablo. Un buen día Bolívar en compañía  de dos esclavos se disponía a abrir una “pica”, un nuevo camino, cuando irrumpió Briceño pistola en mano conminándolo a detener el trabajo bajo el argumento de que esas tierras le pertenecían a su esposa. Bolívar forcejeó con El Diablo, intervinieron los esclavos, se esgrimieron puñales y garrotes. Al final, este pleito por la tenencia de la tierra terminó en tribunales. El Briceño de este relato se convirtió después  en un gran soldado de la revolución venezolana y le unió a Bolívar una gran amistad, además de una profunda afinidad ideológica.

Pero no es que Bolívar se había olvidado de la Independencia. En ningún momento. Sus sueños de libertad seguían vivos en él. El juramento del Monte Sacro en 1805, en compañía de su maestro y Fernando del Toro, estaba impreso en su alma. Y las veces que venía del campo a la ciudad compartía con sus amigos, se celebraban tertulias y se hablaba de literatura y arte, de política, de los derechos del hombre y del ciudadano. Pero había discrepancias entre los mantuanos. No había unidad de criterios. Se planteó el golpe para el 24 de diciembre de 1809 y luego se aplazó. Para entonces Bolívar conformaba el grupo de los radicales, quería Independencia absoluta, y otro grupo no quería romper definitivamente con España. Con cierto disgusto se marchó a Yare donde era Teniente y Justicia Mayor del pueblo. Se alejó de la ciudad y sus manejos. Por eso cuando se produjeron los sucesos del 19 de abril de 1810, Simón bolívar estaba fuera de Caracas. Reapareció días después y obtuvo la delicada misión de viajar a Londres junto a López Méndez y Andrés Bello. Iban en busca de ayuda para la causa venezolana.



El día de la Independencia


“En el nombre de Dios Todopoderoso…”. Así comienza el acta solemne de la Independencia de Venezuela, gesta política, patriota y superior de nuestra historia que estremeció al mundo, y no era para menos, se estaba rompiendo en las tierras de Guaicaipuro la raíz de la monarquía  para darle paso al sueño republicano. Cuanta sangre había corrido, cuantos sueños e ilusiones y esperanzas rotas. Ríos de lágrimas. Torrentes de angustia. Cementerios abonados con huesos de patria en estas tierras de la ignominia. Pero la siembra no seria en vano. Teníamos, como lo tenemos ahora, la nobleza de corazón y el valor  para convertirlos en voluntad heroica y dar al traste con cualquier tiranía y  esclavitud.

Había habido intentos gloriosos, como las dos incursiones de Francisco de Miranda, una por tierras falconianas y la otra por Ocumare de la Costa; el de los también patriotas Gual y España, así como  el del legendario José Leonardo Chirino, entre otros, pero desde el 19 de abril de 1810, aquellos intentos habían tomado forma y figura, concreción y nitidez. Se había dado otro paso histórico, sin embargo para lograr la independencia definitiva existían dudas, discrepancias, y porque no decirlo, existían también intereses personales y de grupo. Pero los acontecimientos se precipitaron. En el escenario revolucionario actuaron dos personajes muy singulares: Miranda y Bolívar. Uno como diputado al Congreso y el otro era miembro de la Sociedad Patriótica. El 2 de marzo se reunió el primer Congreso de Venezuela, con representantes de las provincias. La rivalidad entre amigos y enemigos de la independencia iba a librarse. Eran 37 diputados. La asamblea no se decidía en las primeras de cambio. Las pasiones se desataban y desbordaban. José Luis Cabrera, por Guanarito, propuso y encendió la discusión. Miranda habló de los derechos del hombre. Ramón Méndez, cura de Guasdualito, se opuso e intento golpear a Miranda. Rodríguez Domínguez, presidente de la asamblea llamó al orden. El debate trascendió. Algunos pidieron calma. Bolívar desde la “sociedad patriótica” lanzó un discurso que estremeció por su contenido. Era el 4 de julio: “La unión debe ser efectiva para animarnos a la gloriosa empresa de la libertad. Unirnos para reposar y dormir en los brazos de la apatía, ayer fue mengua, hoy es traición”. El auditorio estuvo atento y las emociones se elevaron. El caraqueño continuó: “Trescientos años de calma, ¿no bastan? ¿Se quieren otros trescientos todavía? Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad Suramericana. Vacilar es perdernos”. Una clamorosa ovación brotó de la concurrencia cuando se escucharon aquellas palabras y esas propuestas fueron llevadas al Congreso.

El discurso del futuro Libertador  fue decisivo. El debate se acentuó. Llegó el 5 de julio y, ¡al fin!, se produjo el rompimiento definitivo con España. Se gritó al universo: “…Nosotros, pues, y con la voluntad y autoridad que tenemos del virtuoso pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo que somos y seremos libres, soberanos e independientes”. Nació así el Estado venezolano. El 5 de julio, pues, se declaró la Independencia y se designó a una comisión integrada por Juan German Roscio y Francisco Isnardi, asambleístas, que estuvo a cargo de la redacción del acta debida, y luego, fueron firmando cada uno de los responsables y el 7 del mismo mes se tenían todas las rubricas. Es necesario advertir en este punto, que en reiteradas ocasiones se afirma de manera errónea que las firmas se produjeron  el 5 de julio, pero como bien puede apreciarse no fue así. Al tener listo el histórico documento se hizo circular por toda la república  naciente,  por las naciones suramericanas y del mundo.  Y  hoy, a 202 años de aquella inolvidable gesta, aun palpita y vibra en nuestros corazones el amor a la libertad.  ¡Viva la patria de Bolívar! 

    

El diálogo siempre da frutos ¡Cuba lo hizo!


¡Es un hecho!, el diálogo siempre da frutos ¡Cuba lo hizo! Y en un par de semanas, aproximadamente, Barac Obama estará de visita en La Habana, y eso podría resultar sorpresivo para cualquier desprevenido, aunque no tanto, porque desde meses atrás se ha venido hablando de los progresos del dialogo entre Cuba y EEUU. ¿Cómo? ¿Obama en Cuba? Podría soltar sin embargo cualquier “caído de la mata”, como suelen decir en mi barrio cuando alguien está “como ausente” de la comidilla y los acontecimientos del diario quehacer, en este caso político. Y es que el diálogo cubano-estadounidense ha avanzado de tal manera que ya las puertas de sus embajadas están abiertas. Y no son pocos los gringos que viajan a la mayor de las islas antillanas, bien sea como turistas, negociadores, entre otros menesteres. Y todo de modo oficial. Los dos adversarios políticos históricos dejaron en el pasado toda una serie de hechos que pasmaron al mundo por su esencia bélica y política. Eran irreconciliables. Nadie podía creer que a la vuelta de unos cuantos meses todo eso sería echado a un lado. Y todo ha ido tan bien que el mismísimo presidente gringo ocupará un asiento en primera fila de un juego de béisbol entre la selección cubana y un equipo de grandes ligas, Tampa Bay, para ser más exactos.

Llama la atención, ¿no? Bahía de Cochinos, espías, presos políticos, crímenes, bloqueos económicos, misiles amenazadores, entre otros grandes eventos que conmocionaron a los dos países y al planeta, quedó en el olvido y muy pronto Raúl y el histórico barbudo comunista de Fidel Castro estarán estrechando la mano de uno de los archí enemigos alojados en la oficina oval. Y en su propio país. Como para no creerlo, en verdad, pero es real, muy real. Y no debe obviarse que son dos pueblos con regímenes opuestos: uno comunista y el otro de raigambre democrática. Y se hablan, se reúnen, negocian e intercambian. Pusieron los intereses de sus patrias por encima de las rivalidades y las peleas. Cosas veredes, Sancho, diríase.   

Y entonces, ¿Cómo relacionar lo anotado entre esos dos países con lo que acontece en el nuestro aun cuando sea distinto y de otro contexto? Aquellas dos naciones, reiteramos, lograron ponerse de acuerdo y lograron importantes resultados, ¿A nosotros nos faltan interlocutores? Hasta ahora no ha sido posible que nos reconozcamos como pueblo, como venezolanos hijos de Bolívar, el mismo que murió clamando por la unidad y el entendimiento como un camino expedito para transitar hacia el progreso y la felicidad colectiva. ¿Podrá entonces servirnos el ejemplo del pueblo cubano del cual nos honramos en decir que somos hermanos? ¿Podremos resucitar las palabras sabias del Libertador sobre la necesidad de la unión? ¿Reivindicaremos verdaderamente su nombre llegando a entendernos? ¿Se requieren urgentemente interlocutores?   

Sin lugar a dudas así lo creemos porque valga reiterar que vivimos una situación política, económica y social que trasciende las parcialidades políticas, a las organizaciones partidistas y a los intereses que se circunscriben directamente a ellas. Y por supuesto que está por encima de las conveniencias personales, de grupos y de suposiciones de cualquier índole. Es decir, se vive y se tropieza con una problemática que requiere el concurso y la respuesta de todo un país y de todos los venezolanos. Por ende, la respuesta debe surgir de un planteamiento organizado y plural. Una respuesta profundamente de carácter colectivo. Simplemente se necesita hablar y aplicar ese aspecto básico de la comunicación que es la interlocución, que requiere, como se sabe, de emisores y receptores y en ese gran dialogo la dinámica misma producirá que los emisores sean receptores o viceversa. Todos los sectores tendrán la voz cantante y el protagonismo. Y en esta ocasión es insoslayable y deben acomodarse los asientos, en primer lugar al poder ejecutivo, obviamente, y a los demás poderes establecidos. A las universidades, públicas y privadas, representantes del sector obrero y empleados, pequeñas, medianas y grandes industrias, comercio organizado y buhonería y a los gremios, a las academias, a los estudiantes, a los partidos, y a todo aquel que de seguro puede aportar algo en función de la nación. Y bien podemos terminar parafraseando al hijo predilecto de Caracas: “Unidad, unidad, o la crisis nos devorará”. O esta otra: “Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa”. Para mañana es tarde, como se dice.


¿El elemento que influyó en la caída de la URSS?
(I)
        
“Entre las numerosas citas atribuidas a Napoleón, una de ellas tiene que ver con el tema que va a tratarse: “De aquí a unos cien años, Europa será republicana o cosaca”. No era esa una conjetura extravagante si se mira el modo como han evolucionado las cosas, aunque naturalmente no han de tomarse eso de los “cien años” demasiado literalmente. Desde hace ya decenios, se está consciente de la presencia rusa en el mundo, y especialmente en una parte de Europa, de un modo que parecía difícilmente posible a comienzos del siglo XIX. Un hombre y un libro parecen haber desencadena el movimiento: Karl Marx y El Capital. El régimen zarista en Rusia probablemente se habría derrumbado para dejar el sitio a algún otro gobierno personal. Que los dirigentes del país desde los años de la revolución en 1917  fueron soviéticos, que su sistema estuvo supuestamente basado en el proletariado o en la clase obrera, fue un caso típico de procedimiento de manual escolar”.
“El manual fue El Capital, entendido a la luz del  otro documento de base, el Manifiesto del Partido comunista. Se ha dicho que si, cuando Napoleón se acercaba a Jena durante su serie de espectaculares victorias militares, había perdido la batalla, pero de alguna manera había provocado la muerte de Hegel, entonces profesor en la universidad, habría cambiado el curso de la historia. Porque a través de Marx, las ideas de Hegel son las debían infiltrarse en los espíritus de la mitad del mundo. Huellas del sello marxista, ciertamente, pero la ascendencia intelectual está justamente ahí”.
“La revolución rusa sobrevino en 1917. Cuando su arquitecto jefe, Vladimir Oulaniov, alias Lenin, murió en 1922, Stalin asumió el liderazgo, y con el tiempo, llegó a ser dictador con un poder inigualado en toda la historia. Después de la guerra, se apoderó de toda la Europa del Este. Al interior de ese sistema político, sostenido por ejército rojo y la policía secreta, toda la disidencia fue aniquilada; el ateísmo vino a ser el ingrediente más activo de la ideología, la cual declaró la guerra a la religión. En los despiadados primeros años, a excepción de una fachada esclava del régimen, todo fue eliminado al precio de un pesado tributo de mártires y encarcelaciones. A través del Komintern, Rusia aspiraba a la difusión mundial de su ideología y a todo lo que ella podía exportar. Estas ideas fueron aparentemente abandonadas durante la guerra. Pero con la victoria de Stalin en el tratado de Yalta, le cupo a él dictar el reparto de la post guerra, y su ambición fue insaciable. Por una especie de milagro, la Europa del Oeste fue salvada durante el año crítico de 1947. Pero detrás de la cortina de hierro la voluntad de Stalin se impuso con una eficacia a toda prueba. A través del mundo, espías, simpatizantes, y en muchos países, los partidos comunistas obedecían a sus dictados”.
“La iglesia católica sufrió duramente durante los años de Stalin. Sus posibilidades eran diversas en el límite de la supervivencia. Los polacos fueron los que salieron mejor librados, por el influjo de un jefe sagaz, vigoroso y patriota, el cardenal Wysisynski. Su religión era mayoritaria y  una especie de instinto parecía decirles que si la practicaban en gran número ello les conferiría algo así como la inmunidad: ¡no se puede poner a todo el país en prisión! El movimiento Pax, creado para trabajar con y para el régimen y consecuentemente mimado, no contaba con ningún miembro del clero, al contrario de los otros países europeos”.
“La historia del cambio religioso en los países de la Europa del Este, es de reciente recuerdo. En todo esto se despeja el problema de la misma Rusia: ¿Cuándo tuvo lugar su conversión? ¿Ha comenzado ya? Pero se deben sopesar diferentes clases de evidencias. Ante todo debe considerarse una importante fuente católica de esperanza y de oración, no ajena de controversia: Fátima. Los acontecimientos citados de este perdido rincón de la campiña portuguesa sobrevinieron en 1917. Lo que tiene relación con Rusia fue escuchado por Lucia el 13 de junio de 1917. La Virgen María le dijo”:
“Ustedes acaban de ver el infierno a donde van a parar las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos Dios quiso establecer en el mundo la devoción a mi corazón inmaculado. Si se hace lo que voy a decirles, muchas almas se salvarán y vendrá la paz. La guerra va a terminar. Pero si no se deja de ofender a Dios, bajo el reinado de Pio XI, comenzará una peor. Cuando vean una noche alumbrada por una luz desconocida, sepan que es el gran signo que dios les da, indicando que va a castigar al mundo por sus crímenes por medio de la guerra, el hambre y las persecuciones contra la iglesia y contra el Santo Padre. Para impedir esto, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi corazón inmaculado. Si se escucha mi pedido, Rusia se convertirá y habrá paz: si no, ella difundirá sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones contra la iglesia”. 
 “Doce años más tarde, en junio de 1929, Lucia, entonces religiosa en Tuy, España, recibió las siguientes instrucciones: “Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre hacer, en unión con todos los obispos del mundo, la Consagración de Rusia a Mi  Corazón Inmaculado: El promete salvarla por este medio”. Pio XI fue informado pero no hizo nada. Pio XII en 1940 recibió una larga carta de Sor Lucia. No pudo actuar, sin embargo, hasta 1942. Continuará. Tomado del libro Vassula, De La Pasión Del Sagrado Corazón. Autor: P. Michael O Carrol”.

¿El elemento que influyó en la caída de la URSS?
(II)

Dedicado a quienes creen en Dios, a los que no creen y a los que tienen dudas.


En la primera parte hablábamos de cómo un hombre y un libro –Karl Marx y El Capital-  habían influido en la presencia rusa en el mundo y como la clase dirigente soviética mantuvo una hegemonía desde 1917, año en que comenzó la revolución   creando un sistema supuestamente basado en el proletariado y de cómo aquello había sido un caso típico de manual  escolar y que ese manual fue El Capital, entendido a la luz de otro documento de base, el Manifiesto del Partido Comunista. También referíamos el elemento clave que influyó en el derrumbe y en el cambio de la historia rusa. Decíamos, asimismo,   lo que  debía hacer y no hizo Pio XI, Papa de entonces y de cómo las Apariciones de Fátima, en mayo de 1917, revelaban a Sor Lucía, apenas una niña, lo que sobrevendría en Rusia. Esta es  la segunda parte:

En 1929, en junio, Lucía, entonces religiosa en Tuy, España, recibió las siguientes instrucciones: “Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre, en unión de todos los obispos del mundo, la Consagración de Rusia a Mi Corazón Inmaculado: El promete salvarla por este medio”. Tomemos nota de que estas palabras de la Virgen María a la pequeña Lucía el 13 de junio de 1917 fueron dadas cuatro meses antes de la revolución rusa. El Papa Pio XI fue informado, como decíamos arriba, pero  hizo caso omiso. Examinemos ahora unas comunicaciones recibidas por Vassula Ryden, Su mensajera de estos tiempos, a propósito de Rusia. El 4 de enero de 1988, Jesús le dijo: “Vassula, Oh Vassula, tengo a una de Mis hijas que yace muerta! Una de tus hermanas”. Y preguntó Vassula: “¿Quién está muerta, Señor? “Rusia, Mi hija amada. Ven,  te la mostraré ¡Mira!”. Según esto, Vassula fue trasladada al borde de un desierto, donde vio  despojos de una mujer que estaba “muerta” en medio de una gran desolación y un sol quemante, con su cuerpo visiblemente abatido por la tiranía. Incluso parecía abandonada en su muerte. Esta muerta enteramente sin que nadie pudiese consolarla. Ante esa visión, Vassula se derritió en lágrimas de lástima. Entonces Jesús le dijo: “¡Oh, no llores! Yo la resucitaré, Vassula. Yo la resucitaré para Mi Gloria; Yo la reanimaré como reanimé a Lázaro!” Luego siguió un largo análisis divino de la situación crítica y de la esperanza futura de Rusia.

“Este dolor que sientes no es nada en comparación del Mío. Yo la amo, Vassula, también ten lástima de ella. Yo no la dejaré yacer muerta, expuesta a los vientos abrasadores. Vassula, ama a tu hermana, ten compasión de ella. ¡Ve hacia ella, ámala, porque ella es tan poco amada de todo el mundo… Ha dejado de adorarme, de esperar en Mí y de amarme. Parecía haber olvidado lo que habíamos compartido en otro tiempo. Yo le había dado hijos e hijas, pero en su furor, ella ha masacrado a Mis hijos y los ha entregado a Satanás como se ofrece un holocausto. Como si esto no bastara, se ha vuelto a Satanás y ha hecho con él un pacto de serle fiel y adorarlo si le ofrecía todo lo que ella quería. Entonces Satán la apartó completamente de mí. Satán la ha deslumbrado con su gloria y, en su estado de ofuscación la ha retirado de los terrenos cenagosos y la ha colocado en el desierto para que muera de hambre y  sed. Yo la he visto marchar desnuda y debatirse en su propia sangre. Yo la he llamado, pero ella no quería escuchar, más bien me ha provocado llamando a sus hermanas más jóvenes a apoyar su moralidad. Si ellas se negaban, ella las forzaba con su espada. No he dicho Yo: “El que hiere con espada, a espada morirá”.

Jesús prometió seguir esta comunicación al día siguiente. Al otro día, Vassula había releído el pasaje concerniente a Rusia que yacía muerta y lloraba amargamente, cuando continuó este diálogo: “No llores, Vassula. Yo te he dicho que la resucitaré”. “Yo la amo, Señor. Tengo lástima de ella. Señor, yo la amo”. “Amala, como Yo la amo, ella es también Mi hija, tu hermana”. “Señor, -respondió Vassula-, ¿Irás a ella a resucitarla? ¿Volverá ella a Ti, Señor?”. “Iré a ella y la resucitaré y la llevaré a Mi Casa. Yo quiero que todos mis hijos la amen, nosotros todos la colmaremos de amor”. Poco tiempo después, Vassula le recordó a Jesús Su promesa: “Mi Dios, Tú has dicho que continuarás Tu mensaje de ayer? Lo voy a continuar: “Cuando Rusia se volvió dependiente de Satán, porque su tierra estaba árida, él le ofreció el fruto mortal que tienen reservado para los que Yo amo: él mata por etapas, mientras más se come de él, más necesidad se tiene, él es mortal, mata lentamente. El la ha nutrido con este fruto y le ha dado muerte. Ella está muerta con este fruto todavía sostenido en la mano. Vassula, tenme confianza, Yo la resucitaré. Hija Mía, está tranquila, no te atormentes, déjame libre y Yo llevaré a cabo Mis Obras –esto fue el 5 de enero de 1988-”.

El 1 de febrero de ese año 88, fue nuestra Señora quien le habló a Vassula de Rusia: “Vassula, Yo he pedido tantas veces la consagración de Mi hija, Rusia. He implorado por su consagración. Hoy –ese año de 1988- es el día en que ella ha visto la Luz. Ella Le clamará: ¡Tú eres Mi Dios y Salvador! Los demonios huirán aterrorizados porque esta nación vendrá a ser una de las más dedicadas servidoras de Dios”.        
           
                 

El fin de las serenatas



Que quede claro que nos referimos a aquellas serenatas que solían darse al aire libre, en las esquinas de alguna calle, al pie de una ventana o en un amplio patio de aquellas casas antiguas de entonces. De tejados y eso. Eran esas hermosas melodías que se tocaban y cantaban espontáneamente y de manera desprendida con el acompañamiento del arpa, cuatro y maracas y solo bastaba el ánimo, el afecto o “estar enamorado”. ¿Cuánto podría costar una serenata en estos tiempos si es que alguien se dispone a retrotraerse en el tiempo? Si se pensara en Reinaldo Armas, por ejemplo, pueden imaginarse cuanto seria el honorario por el especial servicio. Como diría alguien: “Un ojo de la cara”. Y hasta cualquier intérprete novel que se buscase, lo primero que expresa es: “Yo cobro tanto, cámara y eso sí, me lo dan en efectivo y rapidito”. Por eso es que no se puede olvidar a algunos serenateros que “vivían su arte” y no escatimaban invitación alguna en esas tardes y noches de bohemia que se caracterizaban por lo sano y la bondad de las personas.

Nos viene a la mente un singular intérprete y cantor muy dado por excelencia a las serenatas, que respondía al nombre de Salvador González, y que llegó a ser conocido en toda Venezuela como El Magistral. Este guariqueño, con su excepcional y bien timbrada voz, adornó muchas noches y madrugadas llaneras al pie de un arpa y al pie de una ventana. Fueron muchas las veces que lo escuchábamos en Valle de la Pascua, en la barriada de Guamachal donde nacimos y crecimos, despertando gratamente a los vecinos con sus bonitas canciones. Salvador fue un docente de aquilatados méritos, que después fue absorbido por el folclor. Fundó junto a otros maestros de escuela El Quinteto Magisterial, que cosechó muchos éxitos enalteciendo nuestra cultura autóctona. El grupo se desintegró y González se lanzó como solista e impuso varios temas a nivel nacional, además de ganar varios festivales de renombre, en esos tiempos cuando no había tantas componendas como las hay ahora. Canciones como “Noche de amor”, “Bésame morenita”, “Soizolita”,  “Luz de mi vida” y “La Guachafita”, entre otras, formaron parte de su repertorio musical, y por extensión del venezolano. Y cabe decir, que en los tiempos en que grabó Salvador su primer disco, las cosas no eran fáciles. Era necesario tener mucho talento para hacerlo y las disqueras no se arriesgaban con cualquiera. Pero fue tal la calidad de este intérprete que venció todas esas barreras. No es como ahora, que al decir de mi amigo y cantor llanero, José Maluenga: “Horita cualquiera reúne una platica y se va y graba y echa a perder la música”.

Pero Salvador González, a pesar de su calidad interpretativa y su don de buena gente, no las tuvo todas consigo. En aquel momento “penetrar” con la música venezolana era cuesta arriba. Se escuchaba en la radio sobre todo en la madrugada y la televisión era casi impenetrable. Sólo quedaba “matar tigres” en las tascas y restaurantes, donde se “ganaba” muy poco y quien pretendiera vivir del canto y de la música “tenía que monear muy bien un corozo”. Sin embargo, este cantor del llano libró su propia batalla defendiendo nuestra nacionalidad y nuestras costumbres patrias. Pero lo pagó muy caro. Terminó enfermo y murió en condiciones económicas deplorables, hasta el punto que hubo que recurrir a una verbena para recaudar fondos y buscarle médicos y medicina. Y así, se marchó tristemente el serenatero y aunque nos dejó un extraordinario legado musical, dicho sea de paso, se escucha muy poco en la radio.    



El “legado” de Blanca Ibáñez


Si de algo debemos cuidarnos los venezolanos, es de los malos ejemplos. Pero si estos provienen de los altos funcionarios –que en mala hora llegan a los cargos por influencias partidistas y no por su capacidad, formación y honestidad- con mucha más razón. Hay muchísimos malos ejemplos de encumbrados personajes, que en torno a ellos a crecido toda una historia, cuyas sombras y desgracias han puesto en peligro al país. Pero tristemente, esas malas acciones siguen ocurriendo y una especie de amnesia colectiva pareciera que las olvidara rápidamente.
           

El caso de Blanca Ibáñez podría ser emblemático, si lo ubicáramos en esa Venezuela que ha sufrido estoicamente el terrible flagelo de la corrupción. Es la historia de una persona que salió de la nada y se convirtió en una de las más influyentes en una época aciaga para la nación, en lo que tiene que ver con la moral y la honestidad de algunos funcionarios públicos, que desafortunadamente ejercieron altas responsabilidades de Estado. Pero, ¿Y qué fue lo que hizo Blanca Ibáñez? Todavía debe estar en la memoria de muchos  nacionales las fechorías de esta dama, que amparada en el poder y custodiada por el mismísimo Presidente de la República, que en ese momento era Jaime Lusinchi, no tuvo escrúpulos para hacer de las suyas. Indaguemos un poco. Cuando AD ganó las elecciones el 2 de diciembre de 1983 con el hijo de Clarines de candidato, al asumir el poder, este se trajo a su “fiel” secretaria del partido desde que él era dirigente nacional. Siguió siendo su secretaria, pero esta vez de la presidencia de la república. Por supuesto que no era cualquier empleada, sino que ejercía sobre el propio jefe de gobierno una influencia de enormes proporciones. No había ministro que valiera, por encima de ellos estaba el poder de la Ibáñez. ¿Y qué ocurrió? Simplemente los altos funcionarios optaron por “flotar” en torno de la autoridad de esta mujer privilegiada. Y quien no lo hiciera, quien no cumpliera sus caprichos, tenía que aguantar la carga al ser “mal puestos” por la amiguísima del mandamás de Miraflores. Incluso, algunos ministros fueron echados del poder cuando caían en desgracia con la poderosa mujer.

¿Y de qué se acusa a Blanca Ibáñez? Bueno, hubo algunos intentos  en el Congreso Nacional de entonces y en tribunales, pero nunca se decidió nada. A esta mujer se le acusa de peculado –hurto de caudales públicos cometido por el que los administra- y aprovechamiento de frutos provenientes del delito. Casi nada ¿verdad?. Pero hay más. Se le acusa de que decidía sobre el alto mando militar. Soldado que se le acercara y estuviera en connivencia con ella “rapidito ascendía”. A propósito, ¿No recuerdan cuando se apareció con uniforme militar en una tragedia fluvial que ocurriera en el estado Aragua? Se le censura de manejar “la partida secreta” a su antojo de varios cuerpos de seguridad, de comprar caballos de “pasos” para hacer mas vistosas las ceremonias donde participaba su Presidente. Se le imputa de haber falsificado un título de bachiller, así como posteriormente el título de abogada en la Universidad Santa María. Se le culpa de despilfarrar los recursos del Complejo Habitacional Juan Pablo II, en Carabobo y de influir en la entrega de dólares en el antiguo RECADI. Se le acusa de falsificar una partida de nacimiento donde aparece como venezolana nacida en Ureña, del Táchira, cuando en realidad había nacido en Colombia. Empero, quedan más acusaciones referidas a las veleidades palaciegas. Se dijo que no les permitía la entrada a Palacio a los hijos del Presidente de la República y de mantener una permanente “persecución” a la mismísima primera dama, la doctora Gladis de Lusinchi, quien tuvo que irse a despachar a otro lugar. Y por último, se dio el lujo de poner preso al presidente del otrora hotel Tamanaco por no darle una suite presidencial a su hijo que contraía nupcias. ¿Qué les parece?.


El síndrome “Blanca Ibáñez” podría estar “vivito y coleando” en cualquiera institución pública venezolana. No olvidemos que todavía se mantienen los vicios en las entrañas del poder. De allí que debamos estar ojo avizor para detectarlos y como cualquier yaga purulenta, extirparlos de raíz. Mosca con el refrán español que dice que “el zorro pierde el pelo, pero no pierde la maña”.   


El llano “lo parió” para el mundo


No deben ser pocos, y de modo especial quienes se desempeñan en el campo de la medicina,  los que conocen los grandes logros del médico venezolano José Francisco Torrealba, oriundo del estado Guárico. No solo fue un eminente galeno, sino que adornó con letras de oro su personalidad que se caracterizó por su extraordinaria humildad y su desprendimiento ejemplar. Se graduó de médico en la UCV en 1922 y recibió su título Summa Cum Laude, estudiando con sacrificios por su precariedad económica. Fíjense quienes fueron algunos de sus maestros: José Gregorio Hernández –nuestro querido y conocido Venerable-, Francisco Antonio Rísquez, Jesús Rafael Rísquez, Luis Razetti, Vicente Peña, Domingo Luciani, entre otros. Y con él se graduaron Pedro Briceño Coll, Pastor Oropeza, Alfredo Borjas, Pablo Quintana Llamozas, Servio Tulio Rojas, por nombrar algunos. Ya es sabido que el doctor Torrealba alcanzó notoriedad por sus aportes científicos en la lucha contra el Mal de Chagas.

He aquí algunas de sus anécdotas. Se dice que en una oportunidad fue invitado a dictar una conferencia en la Universidad Central de Venezuela. Se decía que el sabio solía vestir  ropa  kaki, y dada la vieja costumbre ya en desuso, el medico llanero vistió asimismo de alpargatas y franela,  y ese día llegó tarde a la cita. Cuando trató de entrar,  el vigilante de la puerta al ver su humilde vestuario, le advirtió:-“Señor, usted no puede entrar aquí”. El galeno no contestó, dio media vuelta y se sentó en la acera como un mortal cualquiera. Ahí fue encontrado por un médico que salió a ver que pasaba que el invitado no llegaba. Claro, de seguro el elegante y acomodado salón estaría repleto de personas vestidas de flux, corbata y demás yerbas, como se dice y al verlo en la puerta con vestimenta tan sencilla, no podían comprender que se tratara del citado y reconocido personaje del mundo de la medicina. E igualmente se cuenta que cuando José Francisco Torrealba tenía que recibir su título, “la casa que vence las sombras”  estipulaba que se debían cancelar unos impuestos y poder entregarle así el pergamino,  pero como el médico provenía de un seno familiar muy pobre, acudió a un rico llanero y le solicitó ayuda para superar aquella “alcabala”.

El acaudalado no era otro que Nicolás Felizola –quien además era famoso por su carácter temerario y fanfarrón- y  al ser requerido le contestó con arrogancia: -“En mi pueblo no necesitamos médicos”. Y ahí fue cuando una persona que estaba allí, al ver y oír aquello, le dijo a Torrealba: -“Pase por mi casa que yo lo ayudo”. Poco tiempo después, el propio Felízola cayó gravemente enfermo en uno de sus hatos y fueron a buscar al doctor José Francisco, quien atendía a sus pacientes en el pueblo de Zaraza, y dijo sin chistar: -“llévenme allá”. Cuando llegó, el enfermo estaba gritando: -“Por favor, sálvenme, no quiero morir”. Al acercársele, el facultativo le expresó: -“Cálmate Nicolás, que ya estás en mis manos”. Al oír aquello, Felizola clavó sus ojos en quien le hablaba y se quedó perplejo.

Asimismo, se refiere que en una ocasión  un grupo de Rectores se fueron a San Juan de Los Morros, a donde se había mudado el sabio, a una visita académica, y durante el coloquio los visitantes observaron a una mujer “india” que siempre estaba al lado del científico llanero sin  pronunciar palabra alguna. Un médico, Rector de la Universidad del Zulia, intrigado se acercó al experto  y le preguntó: -“Oiga, doctor, y esta señora que pito toca”. Y de inmediato el ocurrente investigador le respondió: “Este”, abriendo sus piernas y mostrándole al inquisidor su masculinidad. El averiguador quedó sorprendido y no volvió a hablar durante unas horas. La mujer que no se separaba del médico guariqueño era la señora Rosa Tovar, esposa del sabio, de quien procreó doce vástagos.     



El mal acechaba en la autopista: un cuento verídico

Mi esposa y yo veníamos de Valle de la Pascua, en el estado Guárico,  con rumbo a Acarigua, y ello después de pasar los días navideños y el año nuevo junto a nuestros familiares. En San Carlos del estado Cojedes tomamos la autopista y luego de una pequeña curva el automóvil presentó una falla y en segundos se apagó el motor. Logramos aparcar a orillas de un puente y no se avistaba caserío alguno ni personas ni nada, salvo los vehículos que circulaban a grandes velocidades por la amplia autopista, tan raudos que daban vértigo. Luego del imprevisto, chequeamos el carro y de modo minucioso ajustamos la batería, cables y bujías y tratamos de encenderlo de nuevo, pero no dio resultado luego de repetidas acciones. Llamamos al 911, nos dieron un número y pedimos una grúa. El interlocutor dijo que no podía acudir sino al cabo de una hora. Era un tiempo que nos pareció eterno, dada la situación que vivíamos y temiendo por nuestra seguridad. Del otro lado de la autopista vimos un movimiento extraño: Dos personas en una motocicleta y el conductor de un viejo vehículo se cruzaban palabras, señas y nos veían para luego ocultarse en los matorrales. En muy pocos minutos, y por el lado nuestro, caminaban resueltamente hacia nosotros tres personas con sus miradas fijas amenazantes. Portaban unos koalas con las manos sobre ellos y comprendimos que venían por nosotros. La angustia y el temor nos embargaron. Nos metimos al vehículo y pasamos el seguro como única medida de defensa y seguridad. Ya en el interior, vimos atrás y  la amenaza hecha persona estaba muy cerca. Volví a pedir a Dios, al igual que al principio, solo que con más énfasis: “Señor mío y Dios Mío, ayúdanos, solo Tú puedes hacerlo. Sácanos de aquí, Señor Jesús”. Pasaron unos segundos que fueron interminables. Vi hacia atrás de nuevo con el rostro demudado creyendo que inevitablemente comenzarían a golpear el vehículo y hacernos salir.

Hubo un silencio. Miré de reojo hacia el peligro y no vi nada, voltee completamente, ¡Y ya no estaban los agentes del mal¡ ¡De modo misterioso se habían desaparecido¡ ¡ni rastros de la amenaza¡ ¡Era real¡. Alegremente sorprendidos nos vimos los rostros mi mujer y yo, y preguntándonos mentalmente qué había pasado. Inesperadamente el peligro se esfumó. De seguidas, recuperamos la calma, cerramos el carro y nos dispusimos a caminar rápidamente al puesto de control que quedaba algo retirado. Curiosamente revisé la orilla de la autopista y no vi rastro alguno, ni trochas ni caminos, solo monte alto y tupido, ¿Por dónde se fueron?  De pronto se apareció una grúa y nos auxilió. Venía con sus luces multicolores encendidas en el techo y fueron las luces más hermosas que veíamos. El hombre nos dijo: “Tuvieron suerte, amigos, en esta zona roban y matan gente a cada rato. Yo mismo fui víctima la otra vez, me dieron un tiro”. 

Alcancé a exteriorizar: ¿Cómo llegaste aquí? “Iba a San Carlos cuando los vi accidentados y me preocupó ver tres hombres que caminaban hacia ustedes con malas intenciones, por eso toqué la alarma y rápidamente di la vuelta en la alcabala e informé al guardia, quien me dijo que se movilizaría de inmediato, pero no vino”. Manuel se llamaba aquel buen hombre que llegó cuando menos lo esperábamos. Era cordial y dispuesto. Agregó: “Aquí suceden muchas cosas terribles. Hace poco asaltaron un bus y un auto espichados con los “miguelitos”, ustedes saben, las puyas esas que lanzan para romper los cauchos”.     

Ya en el camino dije a Manuel: “Y no fue “suerte”, hermano, ese vocablo no existe en el lenguaje de Dios. Existe un efecto causal venido de lo Alto y tú fuiste el instrumento. Había una razón, un motivo, una plegaria y Jesús intervino”. Manuel me vio fijo y dijo: “Sí, es cuestión de fe”. Yo miré hacia el Cielo y dije sonriente en tono de oración y desde el alma: “Gracias, mi Señor Jesús, gracias”. Proseguimos sanos y salvos.               


 
El poema “Vuelta a la patria” y la actitud de Gaby


En medio de las reacciones provocadas por el vil asesinato de Mónica Spears y su esposo, y donde resultó herida además su pequeña hija de cinco años, y en medio, repito,  de esa especie de conmoción que sacudió al país y traspasó nuestra geografía patria, la también actriz y ex miss Gaby Espino, quien vive y trabaja en los predios del “Tío Sam”, dejó caer unas expresiones que de inmediato provocaron las reacciones de los usuarios de las llamadas redes sociales muy en boga por estos tiempos, y arremetieron contra ella. Y debo admitir, de manera muy personal, que tales declaraciones me llamaron poderosamente la atención. Y en las primeras de cambio, como se dice popularmente, esa actitud de la hermosa venezolana me pareció que tuvo asidero en las emociones y en el impacto psicológico que suele producir un hecho como el referidos arriba, pero que luego, una vez recuperada la sindéresis y superado el asombro que causó el caso extremo que trajo consigo la muerte, se sopesa la disposición  inicial  adoptada y vuelve la compostura.
¿Y qué fue lo que dijo Gaby? Muchos ya lo saben: “Yo amo a mi país, pero no vuelvo a poner un pie en él”. Sin lugar a dudas es una dura expresión para una nacida en la tierra de Bolívar. Pero como digo, esa actitud debe pertenecer más al corazón y a las emociones dolorosas sentidas que al cerebro mismo, y que son dadas por la motivación. Y es aquí donde la comprensión debe tener su papel asignado y en virtud de ello no exacerbar los ánimos, que fue lo que ocurrió entre los twitteros y gente del Facebook en reproche a la expresiva dama. Valga decir que Gaby no es una despatriada ni una exiliada ni mucho menos perseguida ni nada que se le parezca. Está fuera de su terruño por razones profesionales y de trabajo.

Y para ella, así como para todo aquel que esté lejos del suelo patrio, traigo a colación por parecerme oportuno,  extractos del histórico poema del eximio bardo venezolano Juan Antonio Pérez Bonalde, “Vuelta a la patria”, que compuso y publicó en Nueva York hace poco más  de un siglo y que conserva ese palpitar y hondo sentimiento por el suelo que nos vio nacer y que sea cual sea la circunstancia que nos toca sortear, vive dentro sí y nos conmueve. Trata del amor a la patria y la efusividad por el regreso:   “¡Tierra!, grita en la proa el navegante y confusa y distante, una línea indecisa entre brumas y ondas se divisa; poco a poco del seno destacándose va del horizonte, sobre el éter sereno, la cumbre azul de un monte; Y así como el bajel se va acercando, va extendiéndose el cerro y unas formas extrañas va tomando; formas que he visto cuando soñaba con la dicha en mi destierro. ¡Luz, luz al fin! Los reconozco ahora: son ellos, son los mismos de mi infancia, y esas playas que al sol del mediodía brillan a la distancia, ¡oh, inefable alegría, son las riberas de la patria mía… ya se acercan los botes desplegando al aire puro y blando la enseña tricolor del pueblo mío. ¡A tierra, a tierra, o la emoción me ahoga, o se adueña de mi alma el desvarío! Llevado en alas de mi ardiente anhelo, me lanzo presuroso al barquichuelo que a las riberas del hogar me invita. Todo es grata armonía; los suspiros de la onda de zafir que el remo agita…” ¡Volad, volad, veloces, ondas, aves y voces! Id a la tierra en donde el alma tengo, y decidle que vengo a reposar, cansado caminante, del hogar a la sombra un solo instante”.


¿El sector comercio extralimita sus ganancias?



Aunque es claro que por estos días el sector comercio sufre los embates de una situación económica que se salió de los cauces del equilibrio, que bien podría hacer que el consumidor pueda adquirir ciertos bienes requeridos, y me refiero en específico al grupo del vestido y el calzado, esto en la realidad es prácticamente imposible, salvo que sea un consumidor con un fuerte poder adquisitivo. ¿Y cuántos podrían inscribirse allí? Todo el mundo sabe que son muy pocos y solo aplicaría para un número reducido de los llamados “pericos de los palotes”, ¿recuerdan el dicho? Y es que el sector comercio optó por aplicar, según ellos, los llamados precios “justos” que se les pide o que se les impone desde el Gobierno, y claro está que desde los sectores mayoritarios del país, por no decir la generalidad de la población, piden también precios razonables. Pero resulta que los tales precios justos aplicados son inviables para la economía personal de cualquiera que sobreviva en esta nación. ¿Esos comerciantes tienen razón o extralimitan sus ganancias?”

Pero, yo no estoy diciendo que se aplique una política de “persecución” al comercio ni a los comerciantes, no, muy lejos de eso y si alguien quisiera cabalgar sobre estas notas en ese sentido,  estaría equivocado. Se trata, y nada más, de transmitir otra experiencia personal que tuve cuando intenté, de nuevo, adquirir algunas prendas de vestir en el esfuerzo de renovar mi ropero, ¡vaya pretensión!, ¿cierto? Claro, en mi caso es poco recurrente, debo decir. Aunque yo soy simplemente una persona que disfruta el derecho de la jubilación y debe agregarse que mi economía es poco boyante por las circunstancias que todos conocen. Y no se trata de un jubilado del petróleo,  del TSJ o AN. Yo soy un simple funcionario público retirado, pues.
En mi periplo fui a dar al conocido y afamado Salón Americano y me enamoré de un pantalón Jean, azul y de buen corte, pero al no más mirar su precio me tembló el bolsillo en el acto: ¡22. 000!, y más allá otro de ¡19. 000! Lo que se me ocurrió pensar y preguntarme, fue ¿de qué estarán hechos?,  porque ante mis ojos solo estaba una prenda de vestir común y corriente, y dejé de revisar para no seguir sorprendiéndome ante lo inesperado. “Esto no es para mí”, fue el consuelo que tuve a primera mano. Y poco después, no sé cómo, fui a parar a la tienda Timberland, toda vidriera, limpia y perfumada y me llamó la atención unos zapatos muy bonitos y al tomarlos vi en el fondo su costo: ¡32. 000! y rápidamente los solté. Y otros acullá rondando los treinta y cuatro millones vistos en dinero de antes. Salí cabizbajo y sin decirle nada a nadie. Más adelante me topé con un cuchitril donde expenden lentes y a la pregunta de rigor la respuesta no se hizo esperar: “De quince mil en adelante, don”. Ni pensar en unos “Ray Bam”. ¿Qué hago ahora? Me pregunté en silencio y alargando la mirada. ¿Qué vas a hacer, pues? ¡Irte a tu casa!, retumbó en mi conciencia que no espera momento alguno para recriminarme sin ambages. Y muy solícito y presuroso, fue lo que hice.


Y acicateado con estas cosas de los precios, las interrogantes son las que todo el mundo se hace por estos días, ¿Qué margen de ganancia tendrán esos pantalones y esos zapatos del cuento? ¿De dónde los traen? ¿Cuánto le ganan y por qué? Vaya usted a saber.   


¿Emergen los Caballos de Troya?     


Deben ser muy pocos los que no han oído, siquiera, la historia del Caballo de Troya. El legendario caballo de madera que fue una estrategia de guerra usada hábilmente por los griegos para introducirse en terreno troyano que, fuertemente fortificado, impedía cualquier ataque del feroz  enemigo. La estratagema dio resultado y los troyanos fueron batidos, como se sabe. La historia es harto conocida y a través del tiempo ha devenido  o es considerada  como astucia  para combatir en cualquier circunstancia o confrontación,  incluyendo los tiempos  pacíficos. Pero si de abundar en el hecho en sí, se trata, basta con  buscar el libro de Homero, la Odisea, y recrearse con esa obra maestra de la antigüedad.

Desde entonces, la expresión “Caballo de Troya” ha estado cuasi presente en el tiempo y en la historia aludiendo todo artilugio que signifique tomar ventaja ante cualquier desprevenido y llevarlo a la derrota, sin importar que el “ataque” venga desde el propio “bando” o “ejercito amigo”. Y ese “Caballo de Troya” puede constituirse, en nuestros tiempos,  en un  funcionario público, sea cual sea el cargo que detente y  la responsabilidad que se le asigne y que no este presto para atender debidamente  las funciones para la cual fue contratado.  Y ello puede expresarse  en las  actitudes, cuando no en   animadversión, que inducen  a la gente,  al no encontrar respuesta oportuna, a buscar otro derrotero político.

Y ahora mismo,  en la presente campaña electoral que escogerá al Presidente de la República, se observan casos que bien podrían sospecharse  que están revestidos de la figura en cuestión –Caballo de Troya-,  dada la forma y manera como se desarrollan los hechos y en el momento en que se suscitan y que pueden ocurrir consciente e inconscientemente. Obviamente, todo eso puede admitirse en el campo de las especulaciones, sin embargo veamos algunos campos que bien pueden llamar la atención de cualquier observador meticuloso: Ejemplo. Hace unas semanas el candidato opositor,  Henrique Capriles, realizaba una caminata por La Vega, en Caracas, y un grupo de franelas rojas se apostaron estratégicamente y le impidieron avanzar  al colocar  en medio de los dos grupos un piquete de la Guardia Bolivariana. Cualquiera con sentido común debe comprender que esa actitud prepotente y reñida con la democracia que se pregona, podría ser vista, además, como  temor y desconfianza en si mismos y rebotar en contra de su candidato con la consabida factura electoral. ¿Es eso difícil de suponer? Pensamos que no. ¿Y qué puede pensarse del famoso chip de la gasolina que se ha desarrollado e impuesto en el Táchira y en el Zulia? El argumento puesto en escena se refiere al contrabando y la manera de combatirlo. ¿Es esa la forma correcta? ¿Eso detiene de veras el comercio ilegal del importante combustible? Pareciera, más bien, y aquí pisamos de nuevo el terreno de la especulación,  que es una “táctica enemiga” para “prenderle fuego” a las líneas del “ejercito” militante rojo,  y que se produzca una estampida electoral. ¿Las   terribles filas vehiculares, casi interminables por lo demás,  que se han producido en las dos regiones y que han irritado a las tachirenses y zulianos, conmoviendo al resto del país, no puede interpretarse como descabellado en tiempos de elecciones y considerarse como “Caballos de Troya” a los promotores y ejecutores de la inoportuna “idea”?

¿Hay más regiones  en la mira y en la que estén pensando llevarles el temible y controlador chip de la gasolina? ¿Ese chip previene y combate el contrabando en esas zonas? Porque ciertos sectores de la sociedad, o más bien es voz populi,   que los causantes del “robo” del combustible y otros productos afines  están conformados por mafias que operan desde afuera y dentro de las instituciones públicas. ¿Eso se ha investigado profunda y severamente? No puede interpretarse que todo un pueblo está en eso del contrabando. Sería imposible que así fuere. Además, no puede castigarse a las mayorías por el comportamiento delictual de unos cuantos y donde operan grupos con poder económico y político, según se dice por esos lares. Se está claro que deben combatirse los hechos irregulares, sea el  tiempo que sea, pero hay situaciones  como las referidas que dejan mucho que desear.

Y como colofón, cabe preguntarse, ¿el enfrentamiento interno que se suscitó con el Gato Briceño y culminó con la expulsión del gobernador de Monagas, quien se fue derechito a los brazos de la oposición, era necesario?  Allí se minó buena parte del caudal electoral oficialista monaguense. ¿O no?



         En donde quiera que te encontrares...

En donde quiera que te encontrares, y quiero decir la ubicación política y partidista, debe mirarse de modo objetivo la crítica situación que ahora vive el país La cuestión va más allá de una parcialidad y requiere que todos vean con claridad meridiana los problemas que afectan. Y entre todos, sin apasionamiento y con desprendimiento de cualquier interés que no sea el del colectivo nacional, centrarse en las posibles soluciones. Y ello implica a quienes gobiernan, a los que disienten y se oponen, a independientes y a quienes ven la situación con desdén. Porque si cada quien ve el problema desde su propia óptica y estas no concuerdan, muy difícilmente se hallaría la solución y ello conspiraría de modo terminante con el propósito de comenzar a ponerle freno a las dificultades, dicho sea con reiteración. Y es allí donde deben evitarse los pareceres contrapuestos, ubicar la mano en el corazón y mirar la real situación como hermanos afectados, como personas que habitan un solo suelo, un solo país y que comparten una misma suerte y un solo destino.
El país necesita de todos, sin discriminación de ninguna índole, y apartando lo que divide, aleja y coloca en aceras opuestas. Es imperativo cruzar la calle y darse un apretón con la diestra o la siniestra, pero con la urgencia que estos tiempos de horizontes oscuros reclaman. Deponer la confrontación y abrazarse como hermanos venezolanos, acercarse y buscar la salida a los problemas múltiples que envuelve a los connacionales. Sean cuales sean los escollos, pero unidos en torno a los mismos. Y ello compete desde el Presidente hasta al más humilde nacional que puebla la tierra de Bolívar. ¿Puede suceder que se vean y se reconozcan los unos y los otros? ¿Pueden verse sin odio, tolerarse en unidad y por una causa común? Si así se hiciera se estaría  en el camino de las soluciones. Esta debe ser la hora del perdón, del abrazo y juntos marchar por un mismo sendero. ¿Puede callarse por unos momentos y que hablen las instituciones en cada una de sus especificidades? Que hable la verdad, y nada más que la verdad, por encima de las vehemencias de las graderías ocasionales. Que hablen los corazones que de verdad aman esta tierra de prodigio y de esperanza, y que si bien hoy atraviesa un mar de confusión y de necesidades, séase remeros de la misma orilla y del mismo puerto.
Y si se hace memoria, puede traerse a colación aquella reunión inolvidable que se realizó en el Palacio de Miraflores con alcaldes recién electos y que fue convocada por el propio presidente Nicolás Maduro. En esa oportunidad, recuérdese, hubo acuerdos políticos notables y el país se sintió satisfecho y alimentado de esperanzas. Allí se dieron abrazos, palabras cordiales y manos estrechadas. En esa oportunidad se emuló al mismísimo Simón Bolívar que, como se sabe, es paradigma histórico de Venezuela, América y el mundo en cuanto a unidad política se refiere. El Libertador dictó cátedra en ese campo, si es que puede decirse de ese modo y se fue al sepulcro clamando por la unidad de su patria por la que lo dio todo. Es el momento propicio para reeditar algo similar y traer al tapete la esencia de la “polis”, en su estricta acepción. Porque sería vano proclamar a Bolívar y gritar a todo pulmón que se le sigue y aplican sus postulados, si se mantiene la desunión, la confrontación perenne y el peligro de una disolución. Es ahora, búsquese luz y aléjese la oscuridad que merma y hiere. ¡Estamos a tiempo!..


“En el nombre de Dios Todopoderoso…”



“En el nombre de Dios Todopoderoso…”. Así comienza el acta solemne de la Independencia de Venezuela, gesta política, patriota y superior de nuestra historia que estremeció al mundo, y no era para menos, se estaba rompiendo en las tierras de Guaicaipuro la raíz de la monarquía  para darle paso al sueño republicano. Cuanta sangre había corrido, cuantos sueños e ilusiones y esperanzas rotas. Ríos de lágrimas. Torrentes de angustia. Cementerios abonados con huesos de patria en estas tierras de la ignominia. Pero la siembra no seria en vano. Teníamos, como lo tenemos ahora, la nobleza de corazón y el valor  para convertirlos en voluntad heroica y dar al traste con cualquier tiranía y  esclavitud.

Había habido intentos gloriosos, como las dos incursiones de Francisco de Miranda, una por tierras falconianas y la otra por Ocumare de la Costa; el de los también patriotas Gual y España, así como  el del legendario José Leonardo Chirino, entre otros, pero desde el 19 de abril de 1810, aquellos intentos habían tomado forma y figura, concreción y nitidez. Se había dado otro paso histórico, sin embargo para lograr la independencia definitiva existían dudas, discrepancias, y porque no decirlo, existían también intereses personales y grupales. Pero los acontecimientos se precipitaron. En el escenario revolucionario actuaron dos personajes muy singulares: Miranda y Bolívar. Uno como diputado al Congreso y el otro era miembro de la Sociedad Patriótica. El 2 de marzo se reunió el primer Congreso de Venezuela, con representantes de las provincias. La rivalidad entre amigos y enemigos de la independencia iba a librarse. Eran 37 diputados. La asamblea no se decidía en las primeras de cambio. Las pasiones se desataban y desbordaban. José Luis Cabrera, por Guanarito, propuso y encendió la discusión. Miranda habló de los derechos del hombre. Ramón Méndez, cura de Guasdualito, se opuso e intento golpear a Miranda. Rodríguez Domínguez, presidente de la asamblea llamó al orden. El debate trascendió. Algunos pidieron calma. Bolívar desde la “sociedad patriótica” lanzó un discurso que estremeció por su contenido. Era el 4 de julio: “La unión debe ser efectiva para animarnos a la gloriosa empresa de la libertad. Unirnos para reposar y dormir en los brazos de la apatía, ayer fue mengua, hoy es traición”. El auditorio estuvo atento y las emociones se elevaron. El caraqueño continuó: “Trescientos años de calma, ¿no bastan? ¿Se quieren otros trescientos todavía? Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad Suramericana. Vacilar es perdernos”. Una clamorosa ovación brotó de la concurrencia cuando se escucharon aquellas palabras y esas propuestas fueron llevadas al Congreso.

El discurso del futuro Libertador  fue decisivo. El debate se acentuó. Llegó el 5 de julio y, ¡al fin!, se produjo el rompimiento definitivo con España. Se gritó al universo: “…Nosotros, pues, y con la voluntad y autoridad que tenemos del virtuoso pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo que somos y seremos libres, soberanos e independientes”. Nació así el Estado venezolano. El 5 de julio, pues, se declaró la Independencia y se designó a una comisión integrada por Juan German Roscio y Francisco Isnardi, asambleístas, que estuvo a cargo de la redacción del acta debida, y luego, fueron firmando cada uno de los responsables y el 7 del mismo mes se tenían todas las rubricas. Es necesario advertir en este punto, que en reiteradas ocasiones se afirma de manera errónea que las firmas se produjeron  el 5 de julio, pero como bien puede apreciarse no fue así. Al tener listo el histórico documento se hizo circular por toda la república  naciente,  por las naciones suramericanas y por el mundo.



En memoria de Ángel Ávila, el trovador




“Por todos esos llanos de bancos y palmares, mesas y morichales, cuando se oye cantar una copla que exprese bien los sentimientos llaneros, inmediatamente se afirma: “Esa es de Cantaclaro”. Así está plasmado en el excelente libro de don Rómulo Gallegos, obra que es imprescindible en la biblioteca popular venezolana. Y es que si nos ubicáramos en nuestro tiempo, guardando el contexto y  aquellos cantos, dichos y leyendas, y si parodiáramos al exitoso novelista criollo, bien podríamos decir que en la época del cantor llanero Ángel Ávila, cuando, bien por esos caseríos y pueblos o bien en la era de las inolvidables “rocolas”, se dejaba escuchar aquella original y bien timbrada voz, era muy probable la expresión: “Ese es Ángel Ávila, El Gigante del Pasaje”.

Todavía recordamos aquella tarde cuando lo vimos en el Caney de Pancho Soto, en la ciudad de Píritu, Portuguesa. Estaba al lado del singular poeta llanero Adeliz Soto Valera. Alrededor suyo estaban también otras personas, cuyas miradas denotaban respeto y admiración. El cantor, oriundo de las Mercedes del Llano, relataba las anécdotas recogidas en tantas travesías por ese llano infinito. Aquellos momentos fueron muy especiales porque el invitado de honor derrochó su talento y su clase de trovador en cada pasaje y joropo que interpretaba, muchos de ellos solicitados por los presentes que aplaudían sin cesar y espontáneamente. En ese tiempo, cuando se paraba al pie del arpa un cantor de la estirpe de Ángel Ávila, todos guardaban  silencio  y los ojos se posaban en la figura de aquel recio de la sabana y los sentidos “se abrían”  para que entraran las pegajosas melodías  del nuevo florentino, venido de las entrañas de la llanura del estado Guárico. Temas como “Lamento del canoero”, “Llanero siente y lamenta”, “Llano que grande eres”, impactaban alegremente a todos los que escuchaban aquella voz de excelente cuadratura, melodiosa y típica de las pampas venezolanas, que en cada canción reflejaba las vivencias propias de esos predios, que por agrestes no dejaban de ser románticos y acogedores. Y en aquella bonita tarde piriteña no podía faltar la inspiración recia de aquel cantor que recorría el llano entero por esa época y no podía faltar en esa privilegiada garganta, la historia interesante de una persona del llano de apellido Rubio que le había “vendido el alma al maligno” y de ese modo el oscuro y tenebroso personaje le deparó mucho dinero y bienes que se concretaron en abundantes tierras y ganado, donde destacaban  madrinas de caballos y grandes cimarroneras. Así nació la leyenda de “La Rubiera”, hato que abarcaba casi medio estado Guárico, y que Ávila convirtió en un canto llanero que llamaba la atención de cuantos lo oían. Contaba la letra de esa canción, entre otras cosas, que  aquel hombre y su familia  era muy pobre y fue entonces cuando decidió, el cabeza de familia,  hacer el pacto demoniaco con el habitante del averno,  que después se tornó maldito. El dueño del fundo no se quitaba de encima una imponente camisa negra y tenía organizadas  unas cuantas cuadrillas de peones  “como para formar una guerra”, todos vistiendo camisas negras y montando briosos corceles.

El compositor y trovador Ángel Ávila recorrió los caminos del llano y de todo el país llevando siempre su mensaje nacionalista y un sentimiento que se quedaba en el corazón de todos aquellos que sienten y aman al llano con sus dificultades, bellezas y querencias. Hoy lo escuchamos muy poco, pero nos dejó un legado de canciones que siempre reflejarán el amor que este hombre singular sintió por su tierra y por su gente. Y como él mismo lo dijo en una oportunidad, hablándole a los venezolanos: “Que luchen con ahínco y que no desmayen para que lo que hemos construido con tanto esfuerzo no lo dejen caer en extinción por cuanto los jóvenes del mañana tienen el deber de defender nuestro folclor”.

          
Entrevista con un vampiro de la oligarquía



Aquel comunicador social independiente miraba fijamente la pequeña pantalla de la televisión y escuchaba con mucha atención lo que decía el personaje que, a decir verdad, no era un asiduo invitado a ese medio. Con voz pausada, de baja tonalidad y con la mirada cabizbaja expresaba sus puntos de vista referidos a una situación que tenía que ver con unos vehículos encontrados en su residencia y que los organismos competentes presumían que eran acaparados. Sin saber por qué, el hombre de la pantalla despertó la normal curiosidad de aquel comunicador, y de una vez se prometió así mismo que tenía que entrevistarlo a como diera lugar.

Después de un sensato seguimiento y con libreta y lápiz en mano logró conseguirlo en un estacionamiento de un lujoso centro comercial cuando se disponía a retirarse acompañado de escoltas que cuidaban su seguridad personal. Antes de que uno de sus servidores le abriera la puerta de una camioneta vistosa y muy cara, el comunicador lo abordó: “Señor Zuloaga, permítame un momento, por favor”. El interpelado se dio vuelta y lo vio muy cerca de él con sus rústicos instrumentos de trabajo y no visualizó ningún distintivo que relacionara a aquel hombre  con medio conocido alguno. Sin embargo accedió a conversar. El comunicador agregó: “Señor, ¿usted es doctor?  Lo miró de nuevo y respondió: “Sí, lo soy, pero no me gusta que me lo digan porque cualquiera puede pensar que tengo real”. Y siguió la expresión que quizá no quería oír nunca: Usted está acusado de  practicar   la usura en la comercialización de vehículos”. -Sin inmutarse, dijo: “Mire, joven, puede ser que especule, pero yo proveo de empleos a varios venezolanos, ¿no le parece eso suficiente?” –Y de inmediato la respuesta: “Lo que le puedo decir, señor, es que eso está tipificado como delito en la ley y usted lo dice sin sonrojarse”.

El robusto hombre de edad avanzada, pensó un instante y acotó: “Eso es lo que dice el gobierno, pero la verdad es que yo soy un perseguido político”. El muchacho de la libreta insistió incisivo y echó una miradita al grupo que custodiaba a Zuloaga que no le quitaban la vista: “Pero, usted acaba de confesar una transgresión a la ley y además en su casa encontraron 30 camionetas nuevas ¿cómo puede aducir que es perseguido político?”. El hombre entrado en años no se alteró y con firmeza contrarrestó: “¿Y cuándo se ha visto que un rico como yo no pueda tener unos carritos en mi residencia? Además, esos carros se trajeron aquí para chequearlos bien porque tenían unos desperfectos mecánicos y no podíamos venderlos con esos detalles”. –“Pero su casa no es un taller mecánico ni nada parecido, más bien es una residencia amplia,  con mucho lujo  y me dijo hace rato que no quiere que piensen que usted es rico”. –“Bueno, se me pasó esa, pero tú debes saber que la gente anda como loca buscando esas camionetas y nunca han dicho que son caras y entonces uno se aprovecha”. Dicho eso, el empresario  Zuloaga comenzó a inquietarse porque poco a poco se iban agregando a la conversación inusual alguna gente que salía del centro de compras, casi todos ellos bien vestidos y  mostrándose muy afectuosos con aquel que denotaba una sencillez aprendida y muy cuidada. A veces la charla se veía interrumpida porque tenía que responder los saludos de los que iban incorporándose. El comunicador tuvo que acercarse más y apartando a un curioso, volvió a preguntar: “Señor Zuloaga, ¿usted es un hombre de fe y sigue alguna religión? –“Claro que sí, como se le ocurre, yo soy una persona de fe profunda y voy todos los domingos a misa y de vez en cuando colaboro con la iglesia”. “Pero permítame recordarle, señor, que la iglesia rechaza todo tipo de usura y ventajas comerciales que vayan en contra del prójimo. Y eso es desde hace siglos. ¿Usted no cree que eso que  hace choca de frente con esos preceptos cristianos y queda mal parado con su conciencia y con la iglesia misma?”.

Acorralado por las interrogantes, Zuloaga miró de soslayo a los que casi coreaban sus respuestas y arguyó: “Bueno, puedo decirle que hasta ahora nadie me ha reprochado eso y uno dando su limosna queda en paz con Dios, ¿no le parece? El periodista cambió el tema e inquirió de seguidas al personaje que amenazaba con abordar su carro: “Otra cosa, señor Zuloaga, ¿qué me dice de su canal Globo Visión que el mismo presidente de la república lo bautizó como globo terror? –“Ahora sí dio usted en el clavo, muchacho, eso es lo que le inquieta al gobierno, que aún cuando tiene muchos medios que usan para sí mismos, le tienen pánico a lo que decimos nosotros en ese pequeño canal y quieren cerrarlo. Ese es el meollo de todo el asunto. Al gobierno le importa un comino que uno acapare, especule o cometa usura, lo que les duele es que uno diga sus verdades”.

El grupo comenzó a moverse y Zuloaga intento montarse en su camioneta. El periodista en medio de todo lo que ya era una pequeña algarabía logró detener a Zuloaga con la última pregunta: “Doctor, ¿qué me responde sobre los animales muertos que usted exhibe en su casa con orgullo? ¿Eso no le produce algún remordimiento”? –“Usted botó la bola, compañero. Me acosó a preguntas sobre acaparamiento, comercio ilegal, usura y demás yerbas y viene ahora con eso de unos animalitos muertos. ¿Usted no sabe que los muertos no hablan? Y por último le digo, cuidado con lo que publica porque si no me gusta lo que escriba, voy de inmediato y lo niego”.         



“Estas son las cosas que me hacen olvidar”



           
“Estas son las cosas que me hacen olvidar /este mundo absurdo que no sabe adónde va/”. El compendio  que antecede  pertenece a la canción “Aleluya”, tema que fuera impuesto en el gusto del público por el joven cantante Alexis Enrique Navarro, conocido popular y artísticamente como Cherry navarro. Era el año de 1962 y este inquieto oriental, nacido en Caripito, estado Monagas, se había venido a la capital de la república con la ilusión de hacerse un nombre en el difícil mundo del canto. Apenas terminada su adolescencia fue presentado al músico y compositor Chelique Saravia, quien ya se había ganado un sitial especial en la farándula caraqueña y  del país. Cuando el reconocido autor lo escuchó y conoció sus planes, decidió darle su apoyo y de seguidas lo conectó con un grupo musical criollo –arpa, cuatro y maracas- con el que grabó Navarro sus primeros temas y paulatinamente  fue ganándose el respeto y la admiración de todos.

Rápidamente Cherry Navarro fue subiendo en el escalafón de la popularidad y en un tiempo  escaso emprendió en el género de la balada y llevó –de la mano de Saravia también- su canto a los programas televisivos del momento,  que eran conducidos con mucho tino por Alfredo “El pavo” Ledesma, Aldemaro Romero y   Renny Otolina. El país comenzó a seguir a aquel joven intérprete, que además de sus dotes especiales para la música y el canto, igualmente llevaba consigo la gracia de la humildad,  la sencillez y el carisma. En Caracas encontró al amor de su vida y no fue otra que la ex miss Venezuela, María de Las Casas, que  asimismo se convirtió en su asesora y representante artística. Cherry viajó y obtuvo  redoblados éxitos en el difícil mercado artístico de España, Colombia y otros países suramericanos. De la península ibérica se trajo  un tema titulado “Aleluya” que  fue compuesto por Luis Eduardo Aute, y que   Navarro grabó en cuanto llegó a Caracas. La canción fue estrenada posteriormente en El Show de Renny y desde ese momento fue uno de los más solicitados  en los escenarios y lugares donde le correspondió actuar. De este modo  el singular trovador fue irradiando   simpatía en un público que pedía cada vez más sus actuaciones y discos. Y es que aquella canción tenía un contenido muy particular y sensible y desde el mismísimo título comenzaba a crearse una especie de empatía que llenaba el espíritu y el alma misma y conducía, de un modo o de otro, a la reflexión de todos cuantos la escuchaban. Veamos un extracto: “Una lágrima en la mano/ un suspiro muy cercano/una historia que termina/una piel que no respira/una nube desgarrada/una sangre derramada… ¡aleluya!..”. Y luego seguía aquella especie de oración musical  que iba penetrando los sentimientos y llegando muy adentro: “Quince gritos que suplican/una tierra que palpita/la sonrisa de un recuerdo/la mentira de un te quiero/una niña que pregunta/unos cuerpos que se juntan…aleluuuuyaaa/.

Pero, tristemente, aquella canción singular iba a convertirse en una especie de premonición para aquel joven intérprete, cuya fama y reconocimiento popular duraría muy poco. Casi junto con el éxito de su canción, Cherry navarro se vio afectado por una temible enfermedad que obligó a su inmediata hospitalización. El país se conmovió con la noticia y aguardaba presuroso e inquieto por conocer los intríngulis de la situación. Los médicos y el entorno familiar del cantante lo dijeron al país: Cherry Navarro padecía un  mal que denominaron “aplasia medular”, que era un trastorno de la médula ósea que consistía en que el organismo dejaba de producir los tipos de células sanguíneas necesarias  -glóbulos blancos, rojos y plaquetas-  que para aquel tiempo no tenía cura. Y casi de inmediato llegó la noticia fatídica que estremeció a un pueblo y lo dejó triste por un  tiempo. Cherry navarro había dejado de existir consumido por aquel flagelo: “Mil silencios de un olvido/un amor que se ha perdido/tres guirnaldas en el pelo/el aliento de unos besos/el perdón de los pecados/unos pies que están clavados…aleluya”.

De esta manera desoladora se marchaba aquel trovador insigne en un viaje hacia la eternidad, y aunque su misión fue corta y hasta efímera si se quiere, había dejado un legado y  una  reflexión que no debería  perderse: “Unos pasos sin destino/por cuarenta mil caminos/un acorde disonante/un infierno sin el Dante/unas flores en mi tumba/siempre siempre, nunca nunca…aleluuuyaaa/Estas son las cosas que me hacen olvidar, este mundo absurdo que no sabe adónde va”/. Cherry Navarro había nacido en el año 1944 y vivió tan sólo 23 años  y si parafraseáramos a Simón Bolívar, y trajéramos un extracto de una carta que escribiera a su querida Fanny Du Villars, poco antes de morir, podría decirse que a  Cherry Navarro: “Le tocó la misión del relámpago: rasgar un instante las tinieblas, fulgurar apenas sobre el abismo y tornar a perderse en el vacío”.

           

Érase una vez una montaña de dinero




¿Recuerdan  aquella Venezuela faraónica que prometió el ya desaparecido ex presidente de la república que se llamó Carlos Andrés Pérez? Solicito la anuencia de rigor para hablar de alguien que ya nos dejó y subió, hace algún tiempo, al encuentro con el Creador. Aunque debemos advertir que el referente se desempeñó, como todo el mundo sabe, en el campo de la política y de allí que esta sea incumbencia de todos, y sólo de ese campo haremos reminiscencias.  El hombre de Rubio, que en ese pueblo andino había nacido, se caracterizó por ¿soñar? en grande y además acicateado por los enormes recursos petroleros que encontró en su primer quinquenio de gobierno. Y de una vez comenzó a pensar y proponer lo que el mismo denominó La Gran Venezuela, proyecto faraónico que se tragó, por así decirlo, a la Venezuela sencilla, al país sin artificio que aspiraba ver resueltos sus problemas más comunes, ese país perdido en los problemas sin  exorno  que a diario le atormentaban. Y por eso votaron masivamente por el hombre “que caminaba y saltaba charcos” con sus camisas a rayas. Pero el hombre se empecinó en eso que ya hemos citado: El gran país prometido, que al final resultó estar solo  en su cabeza. Se dilapidaron todos los millones del mundo venidos del maná petrolero. El país sucumbió ante la corrupción y el despilfarro y como resultado quedó una nación arruinada, no solo en lo material, sino también –y con respeto sea dicho-  en sus “arcas morales”. Luego de algunos años, Carlos Andrés aspiró de nuevo la presidencia y fue reelecto  por un pueblo que tal vez soñaba con que volviera aquella “abundancia” de otrora, pero esta vez el “sueño” duró muy poco porque el “soñador mayor”, no más al llegar al poder aplicó una receta con doble plan: El del FMI que comprendía altos precios de los bienes y servicios, y para quienes no estuvieran conformes con la decisión del gobierno, les recetaron “el plan de machete” que terminó en la triste masacre del llamado Caracazo del año 89. Lo demás se conoce. CAP fue destituido y preso, poco después.

Algunos dirán: Ajá, ¿Y dónde está lo aleccionador? Y debemos responder. Bueno, no es que estemos diciendo que no ansiamos una Venezuela poderosa, grande o como sea, lo que pretendemos decir es que en aquel tiempo ha debido hacerse y resolverse lo pequeño, lo sencillo, lo cotidiano, lo que atañe directamente a la persona, lo que le permita vivir decentemente y con solvencia. Ejemplo: poder adquisitivo, resolver  el problema del agua potable, del gas doméstico, de la electricidad, del aseo urbano, de la vialidad y minimizar la inseguridad, entre otros entuertos que se han hecho, de nuevo, cotidianos. Eso no quiere decir que no se hayan realizado  obras o que se emprendan otras, grandes o pequeñas,  pero en el caso de las referidas deben ser soluciones permanentes. El agua potable debe llegar por sus tuberías a los hogares -ahora mismo existen vastos sectores que no la reciben-, en la electricidad deben cesar los apagones,  y que no hayan excusas triviales como aquellas de que “los hogares han crecido y con ellos el uso de electrodomésticos en sectores que siempre carecieron de ellos”. ¿Y qué entonces de la planificación? Otro problema que tiende a agudizarse es el del gas doméstico, llegándose al extremo que los vecinos “asaltan” los camiones distribuidores en la calle porque los llevan, muchas de las veces, a sectores privilegiados económicamente. ¿Y qué nos dicen del problema de la basura? Terriblemente deficiente, caro e inoportuno.

He ahí algunos casos de servicios sencillos, pero que se han convertido en complejos y que hacen que la vida se le complique a los más humildes y a los que no lo son también, aunque estos últimos tienen capacidad,  muchas veces,  de resolver a motu propio. Pero, ¿es que acaso resolviendo las cosas más sencillas no podemos convertirnos en un gran pueblo? ¿En una gran nación? De lo pequeño podríamos llegar a lo más grande, sino recuerden al inefable venezolano que fue Aquiles Nazoa,  quien mantuvo por años un programa exitoso que condujo por TV y nos daba clases magistrales de las cosas más sencillas.    Bienvenidas las obras grandes o complejas, pero que sean antecesoras  de las más sencillas.   



Érase una vez una montaña de dinero (2)



En el artículo anterior no nos oponíamos a lo grande, lo complejo o sofisticado que se haya hecho o pueda seguirse haciendo  en el país, y por ello nunca descartamos “una  Venezuela poderosa, magna,  reconocida y respetada  en el mundo; lo que pretendíamos decir es que siempre  debe hacerse énfasis en resolver  lo pequeño, lo sencillo, lo cotidiano, lo que atañe directamente a la persona, lo que le permita vivir decente, con soltura y con solvencia. Ejemplo: repetimos, “poder adquisitivo, resolver  el problema del agua potable, del gas doméstico, de la electricidad, del aseo urbano, de la vialidad y minimizar la inseguridad, entre otros entuertos que se han hecho, de nuevo, cotidianos”.

En esta ocasión insistiremos en la importancia de enfocarse, de manera definitiva, en las cosas más sencillas, y es así como nos referiremos a algunos aspectos del “papeleo administrativo” y ponemos el ejemplo de un caso que le sucedió a un vecino en un pasado muy reciente en el Instituto Venezolano del Seguro Social, en Araure, con  motivo de solicitar la pensión que por derecho le correspondía. Entre los tantos trámites  exigidos constaba el de la “partida de nacimiento” que debía ser original y de reciente data, pero ese requisito acababa de ser obviado por el mismo organismo y  se concretaba en una Resolución dictada por la presidencia. Fueron vanos los intentos de que le  aceptaran, por lo menos, aquella copia que presentó acompañada de la nota de prensa del señor Rotondaro, presidente del IVSS, donde confirmaba y explicaba el asunto. La terca actitud de los funcionarios regionales provocó que tuviera que viajar al estado Guárico y buscara y rebuscara en unos viejos y casi destartalados libros del registro y donde la había obtenido por primera vez hace años, y debido a esa obstinada  burocracia terminó perdiendo  un año en cristalizar ese derecho constitucional donde le exigían entre diez y doce requisitos, cuando los esenciales no pasaban de tres o cuatro. 

Algunos deben estar pensando en la Ley de Simplificación de Trámites Administrativos, en específico del  artículo quinto, que sostiene y se fundamenta en “Los principios de simplicidad, transparencia, celeridad, eficacia, eficiencia, rendición de cuentas, solidaridad, presunción de buena fe del interesado, responsabilidad en el ejercicio de la función pública, de desconcentración en la toma de decisiones y que su actuación debe estar dirigida al servicio de las personas”. Pero que va, todo eso les pareció letra muerta a estos servidores públicos e hicieron caso omiso de ella. Y de ese modo el papeleo y la burocracia retrógrada siguen presente y haciendo estragos en los derechos y el tiempo de los ciudadanos que cada día acuden a esas instancias en busca de soluciones rápidas y diáfanas.   

Otro ejemplo que viene al caso, es el de un docente que requiera una constancia de trabajo con la intención de realizar cualquier gestión que desee. Si vive y trabaja en Acarigua o cualquier otro lugar que no sea Guanare, debe acudir, irremediablemente, a esa capital para tenerla, y ya puede pensarse lo que eso significa. ¿No puede una oficina, de Acarigua o Araure, por decir alguna referencia, expedir ese documento ni siquiera siendo Autoridad Única como es ahora? Increíble, ¿no? ¿Debe viajar un maestro o profesor unos doscientos kilómetros, ausentarse de clases o de la actividad que realiza para obtener un papel que bien pudiera conseguir en su zona? Por otra parte, hace poco a una amiga le pidieron una “fe de vida” con urgencia para poder pagarle la quincena y el consejo comunal no pudo darle la carta de residencia por problemas eléctricos y al dirigirse al Registro Civil Municipal le dijeron que era indispensable ese requisito que no pudo “sacar”. ¿Y el argumento de viva voz que expuso? ¿Y qué de la presunción de buena fe  que establece la ley?  No bastó que ella  estuviera allí frente al funcionario. Y menos mal que podía valerse por si misma, porque si no, imagínense donde fuese ido a parar todo aquello.


“He sido víctima de mis perseguidores”


En aquel austero lugar,  que era una habitación de la Quinta de San Pedro Alejandrino,  solo se dejaban oír  los lloros de José Palacios, su fiel mayordomo. Claro que estaban también sus más leales y últimos amigos, fortísimos soldados que en aquella circunstancia tan amarga hacían esfuerzos supremos para no llorar. Era la una de la tarde del 17 de diciembre de 1830.

HAGAMOS UN POCO DE HISTORIA: De las 172. 800 horas, de los 7.200 días, de los 240 meses que dedicó Simón Bolívar a la libertad de su patria, y el resto de Suramérica, los tiempos más duros y difíciles para él fueron los vividos a finales de 1830. Y era que moría muy dolido y perseguido. Ya lo planteaba el Libertador en carta dirigida a su amigo Gabriel Camacho que vivía en Venezuela: “…Mucho he servido a mi país, mucho me deben todos sus hijos y mucho más todavía el jefe de su gobierno; por consiguiente, sería la más solemne y escandalosa maldad que se me hubiese de perseguir como un enemigo público”. En esa misma carta protestaba igualmente Bolívar la intención de aquel gobierno venezolano de entonces de quitarle las minas de Aroa que había heredado de sus padres, y que constituían sus últimos recursos para realizar su pretendido viaje a Europa, en un intento desesperado por alejarse de un medio que ahora le era  hostil. La muerte se lo impediría.

Además sostenía el caraqueño ejemplar en esa misiva: “…También estoy decidido  a no volver más, ni a servir otra vez a mis ingratos compatriotas”. Tal era el desencanto y la tristeza de aquel hombre que había ocupado veinte años de su vida al servicio de su gente y de su pueblo. El dolor era irreversible. Y aun quedaba mucho más. Las ambiciones desmedidas, el apetito desmesurado de poder descargaban sus golpes más duros sobre aquella humanidad enferma, casi destruida por la tuberculosis y la tremenda fatiga que no le dejaba y que era consecuencia de haber trabajado sin descanso por el bien de sus semejantes. Pero es bueno  y oportuno referir que el acoso y la persecución implacable  que se desató contra Bolívar y que lo condujo  a la muerte, como el mismo lo aseveró, provenía básicamente de los sectores político-militantes, de los dirigentes de los partidos del statu quo, de una minoría ahora todopoderosa que afilaba sus garras para repartirse esos pueblos liberados, para tenerlos como sus feudos y como sus botines de guerra. Y debe acotarse que muchos de aquellos que le perseguían de manera desalmada y contumaz, habían gozado de sus favores y predilección en las horas duras de la lucha por la liberación y que fue una constante de su desprendida  personalidad, pero que ahora buena parte de esa fauna política le adversaba y le desconocía.

Y era que el Libertador se convertía en un obstáculo en esa hambre insaciable,  enfermiza y loca por las nuevas posiciones. Como también fue una barrera en esos bajos propósitos el noble Antonio José de Sucre, a quien habían injuriado y matado los mismos intereses bastardos. Y así como esa minoría desadaptada e injusta arriaba sus mezquinas  banderas contra el sol de América, en los pueblos liberados por él se organizaban manifestaciones populares de respaldo  a su obra y su nombre. En Venezuela, desde varios puntos se dejaban escuchar las entusiastas adhesiones. De la misma Colombia surgían los seguidores agradecidos y decididos a respaldarle invocando su historia y su gesta gloriosa. Desde Ecuador le pedían que fuera a vivir con ellos para que no le alcanzaran los disparos de la maledicencia, el egoísmo y la traición. “…No sé todavía a donde me iré”, decía Bolívar con su corazón atribulado y lleno de desilusiones. Más, sin embargo, la muerte era inminente. Y en San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, Colombia, como se sabe, le sobrevino el final. Acogido por el acaudalado español Joaquín de Mier y asistido por el médico francés Prospero Reverend, Bolívar se marchó a la eternidad. Tenía 47 años de edad. Días antes había dicho en su última proclama: “…He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad…Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad… He sido víctima de mis perseguidores que me han conducido a las puertas del sepulcro… Yo los perdono”.

El deceso de Bolívar,  tal como lo proclamó el escritor y diplomático colombiano Indalecio Liévano Aguirre, puso término a la más grande y tal vez única contribución de la América española a la historia universal. Y aun retumban las palabras del mestizo peruano Choquehuanca, a quien conoció en sus mejores albores: “Con los siglos crecerá tu gloria”.   



Hermandad siniestra controla el poder en EEUU



Es indiscutible que existen algunos países poderosos, en cuya cabeza aparece  los Estados Unidos de Norteamérica, que no basan sus políticas y sus planes –tanto  internos como  externos- en improvisaciones, simplezas y caprichos, y muy por el contrario, planifican todas sus ejecutorias y su poderío en función de controlarlo todo, y lo que es más grave y terrorífico: controlar también a  los seres humanos. Y claro está que el ropaje o el instrumento que utilizan para lograr sus perversos, detestables e inhumanos propósitos no es otro que el sistema político que conocemos como democracia.

Revisemos con atención  un excelente trabajo de la investigadora  Martha González,  en dónde son citados varios escritores de reputada trayectoria  quienes publicaron  acuciosos trabajos específicos y que una vez en la calle se convirtieron en verdaderos Best Sellers.    En lo adelante citaremos algunos párrafos, frases y sentencias  que no dejan de ser sorprendentes y  que de seguro   resultarán para algunos, cuando menos, muy preocupantes. Mientras que en otros es posible que sean asaltados por la duda o la incredulidad por todo lo delicado que envuelve este asunto, no obstante que en ellos se muestren o salgan a relucir  los nombres y las actuaciones de reconocidos personajes del mundo de la política, de la economía y la intelectualidad. Aunque  es bueno advertir que algunas posturas, desde siempre, resultaron evidentes e incontrastables cuando se analizó la historia contemporánea. Pero, a decir verdad estas cosas  pueden ponerle los pelos de punta a cualquier desprevenido.

El  gran estadista inglés, Benjamín Desraeli aseguró en una oportunidad que “el mundo está gobernado por personajes muy diferentes a lo que creen los que no ven más allá de sus ojos”. En 1906 el mundo conoció un documento que se denominó “El testamento de Satán”, que por cierto hoy está conservado y podría verse en el Museo Británico, de la ciudad de Londres. En una de sus partes establece que “los que seducen al pueblo con ideas políticas y falsas morales están sujetos a nuestro yugo. Tienen que socavar el prestigio de los gobiernos nacionales y los pilares de los Estados de derecho. Cuando decepcionados por sus gobernantes los pueblos clamen justicia, será el momento de entronizar a nuestro soberano al mando de un Gobierno Mundial. Aunque surja un espíritu heroico que se nos oponga, no podrá medirse con guerreros entrenados como nosotros. Habrá llegado tarde”.

Se dice que los dueños del mundo, o en todo caso quienes pretenden serlo, parecieran estar –de manera necesaria- vinculados a logias secretas, e incluso satánicas. Una de las familias más influyentes –si no la más- de EEUU y que se apellida Rostchild, podrían ser una clave para descifrar el “entaparao” –como decimos en el llano- de las oscuras redes del moderno poder económico mundial. Hace años atrás, el banquero James Warburg, socio de los Rostchild y de los Rockefeller –esta familia es la segunda más influyente en el país del norte- dijo en el senado norteamericano que “guste o no, tendremos un gobierno mundial. La cuestión es si se logrará mediante consentimiento o por imposición”. Obviamente, estas familias tienen mucho dinero y mucho poder y la infraestructura para que la maquinaria de control funcione contra la humanidad exige miles de millones de dólares –que ellos poseen en abundancia- además de un inmenso tinglado humano y una organización que domine los medios de comunicación y controle la información. En su libro Tragedia y Esperanza, Carroll Quigley, escribió: “la red de conspiración que mueve los hilos del mundo, está formada por banqueros y capitalistas internacionales. Es decir, el alto mundo de las finanzas. Reúnen en su entorno a un ejército de científicos, tecnócratas, políticos y agentes marionetas, para hacer desde las sombras su alta política”. Agrega el libro que una de las maneras es la conocida estrategia de endeudar a los gobiernos y ahogarlos, exigiendo al presidente de turno privilegios y monopolios y si estos se niegan, entonces promueven huelgas y disturbios y al devenir la pobreza de la nación tienen que claudicar ante lo que les piden.

Cuando a George Bush, padre, le preguntaron después del derrumbe de la Unión Soviética, qué pasaría respondió imperturbable: “What we says, goes” que quiere decir: “lo que decimos, sucede”. Según los analistas, ese “we” (nosotros) usado por Bush no se refería de modo específico al gobierno de EEUU, sino a una agencia que financian los Rockefeller,  registrada con las siglas CFR, y que conocen los norteamericanos como El Gobierno Invisible. Uno de estos miembros habría dicho: “no importa a quien voten los pueblos, siempre nos votará a nosotros”.

En 1913, el senado de los EEUU aprobó un proyecto en el que se unían tres grandes familias súper influyentes: Los Rostchild, los Rockefeller y los Morgan, cuyo planes  contenían enormes capitales y a la banca misma. Ante eso, el conocido aviador Charles Lindbergt, quien era senador, exclamó estupefacto: “con esa ley nace el consorcio más gigantesco del planeta. Cuando el Presidente lo firme, legalizará el Gobierno Invisible de los amos del mundo”. Poco después su hijo fue secuestrado y asesinado. Según los analistas y observadores, se presume que  todas estas acciones son comandadas por los poderosos presidentes de EEUU.  eduardocorrea18@hotmail.com



Jesús  advierte de la desviación de Su Iglesia


¿Quién puede decir que no conoce la advertencia de Jesucristo, cuando exclamó: “El que tenga ojos que vea y el que tenga oídos que oiga?”. De nuevo,  para sorpresa de la generación de hoy, vuelve Nuestro Señor a advertirnos y esta vez se refiere a Su Iglesia. Fue el 18 de mayo de 1988, en una nueva Revelación a Vassula Ryden, Su mensajera de estos tiempos y de quien les habíamos comentado que nació en Egipto, de padres griegos, el día 18 de enero de 1942. Decíamos, además, que era de religión ortodoxa y que en su infancia tuvo un sueño que consideró profético, en relación con su misión actual. He aquí el nuevo pasaje. Comenzó diciendo Nuestro Señor:

“Sé sencillos, creed con una fe de niño. Entonces, Mi Luz Divina os cubrirá y como flores, daréis la cara al sol, os abriréis y permitiréis que  Mi Luz penetre en vosotros. Comprended, Mis bien amados hijos, que Yo estoy con vosotros siempre. Yo os amo inagotablemente”. Interviene Vassula y dice: -Jesús,  ¿Continuarás enseñándonos? - “Todo lo que tengo que decir será escrito. Yo estoy siempre junto a vosotros, amándoos y enseñándoos. Aquellos que tengan oídos que oigan que Soy Yo, Jesús, vuestro Señor, Quien Me manifiesto a través de este instrumento. Yo no os he abandonado nunca”. Después, en apenas unos minutos, nuestro Señor volvió a aparecerse a Vassula: -¿Jesús? – “Yo Soy. Ora por todas aquellas almas que todavía no han comprendido la Santa Biblia y que interpretan mal tantos pasajes suyos, eliminan pasajes enteros que podría instruiros y arrancan ricos elementos que podrían daros luz. Escucha y trata de comprender”:

“Había una vez un sembrador que había preparado un inmenso campo. Había escogido los mejores granos para sembrar, a fin de producir el mejor trigo. Cuando la mies estuvo lista para la cosecha ¡y qué abundante cosecha! Su enemigo envió una bandada de cuervos a volar su campo. Ese campo trabajado y preparado con tanto amor y a costa de tantos sacrificios, que ya había producido una mies lista y abundante, capaz de alimentar a todo el país sin dejar a nadie con hambre”.

“Pero esos cuervos, que habían sido enviados por su enemigo, comenzaron a picotear por aquí y por allí, devorando y devastando todo cuanto podían. Si no hubiera sido por el sembrador que, viendo todo esto, envió a sus servidores a que espantaran a esos cuervos, estos habrían devastado toda la mies”. -Señor, ¿quieres esto ahora ya? –inquiere Vassula. - “Ven: El sembrador Soy Yo, El Señor. La mies es Mi Palabra.

El enemigo es Satanás. Los cuervos son esas almas sujetas al influjo de Satanás que, años tras años, una y otra vez, devoran importantes elementos de Mis Palabras. Pero, Yo, Jesucristo, El Señor, Me manifestaré sin cesar para reponer aquellos elementos que faltan. Yo embellecerá y restauraré Mi Iglesia. Te amo, Creación. Mi Iglesia entera será renovada. Esos elementos, que os serán restituidos la embellecerán y la harán perfecta. Pero en primer lugar coronaré a Pedro, Pedro de Mis Corderos. Yo le he dado este nombre que él conservará. Yo entraré en Mi Templo, como lo hice cuando vivía en la tierra y azotaré con Mi Cinturón de Integridad a todos los impostores. Entraré con fuerza y derribaré a todos los adoradores del dinero. Entraré en “Jerusalén”, a fin de que la Nueva Jerusalén pueda comenzar a ver la Luz. Yo eliminaré esos obstáculos y abriré Camino. Esto, Mi Vassula, será reconocido como la Gran Tribulación de Mi Iglesia. Yo pondré en la mano de Pedro un cetro de hierro, con el cual guardará Mis Ovejas. Y para aquellos que no saben y se preguntan todavía: ¿”por qué debemos tener un guía”? Yo os digo esto: ¿Habéis visto alguna vez o habéis oído hablar de un redil sin pastor? Yo Soy vuestro Divino Pastor y  he escogido a Pedro para cuidar de mis corderos hasta Mi Retorno. Yo le he dado la responsabilidad sobre ellos. ¿Por qué, entonces, todas estas disputas? ¿Por qué todas esas vanas discusiones?”

“Para todos aquellos que no conocen todavía Mis Palabras. Os digo que las leáis en las Escrituras. Se encuentran en el testimonio de Juan, Mi Discípulo –Jesús se refiere a Juan 21, 15 a 17- . Yo uniré, entonces, a Mi Iglesia y os rodearé con Mis Brazos en un solo Redil. Porque tal como está hoy, fomentando demasiadas comunidades, estáis desperdigados. Habéis desmembrado Mi Cuerpo y esto NO PUEDE SER. Yo os uniré a todos (En este párrafo Jesús entiende la unión de los Católicos Romanos, Ortodoxos y Protestantes, pero también otros grupos, como las sectas. El Señor nos llamará a ir bajo Pedro o Pedro vendrá a nosotros).

-“Después, Yo y Pedro actuaremos juntos. Yo le mostraré Mis elementos ocultos. Yo le mostraré buen número de Mis Misterios, para hacerle capaz de enseñarlos a Mis Hijos. Y bajo estas enseñanzas veréis un nuevo Cielo y una nueva tierra. Yo, El Señor, renovaré los muros de Mi Santuario. ¡Oh, Vassula! ¡Hay tanto que reparar! PermíteMe disponer de ti”. - Sí, Señor. Dame la fuerza necesaria. Te lo ruego. Amén.


- “Deja que Mi Dedo permanezca en tu corazón para guardar Mi Altar iluminado. Yo, Dios, te amo a pesar de tu nada absoluta. Yo te daré la fuerza necesaria para que seas capaz de cumplir tu misión, la misión para la que te he enviado. No te desanimes. Sé paciente. Pronto regresarás a Casa Conmigo, con nosotros. Recibe nuestra paz. Reza por la renovación que experimentará Mi Iglesia. Yo, El Señor, os amo a todos. ¡Nosotros!”

-Sí, Señor, para siempre.                     
      


         
¿La conciencia ciudadana se fue de viaje?



Por estos días se ha retomado el tema de la basura y otros problemas que habitan tranquilamente entre nosotros. Y van in crescendo. ¿Tiene que ver con ello la conciencia ciudadana? ¿Hay escasez de ella? ¿Qué significa? Para el común de las personas esto puede ser harto conocido, pero como dijera el pensador André Gide: “Todas las cosas son ya dichas;  pero como nadie escucha, hay que volver a empezar siempre”. Así que indaguemos un poco sobre los conceptos referidos  que nos ocupan, dejando el laberinto de las profundidades a los sicólogos.

El concepto básico de conciencia tiene que ver con la propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en si mismo experimenta, o también significa conocimiento interior del bien y del mal, lo que va estrechamente vinculado a un conocimiento reflexivo de las cosas. Pero, asimismo el concepto puede ampliarse con lo que es la conciencia errónea, que es cuando se juzga con ignorancia lo verdadero por falso, o lo falso por verdadero, teniendo lo bueno por malo o lo malo por bueno. Y hay más ejemplos: ancho de conciencia, que es cuando una persona sabe, y no obstante, obra o aconseja contra el rigor de la ley o la moral. O en su defecto: estrecho de conciencia, que se refiere a una persona cuando es muy ajustada al rigor de la ley o la moral. Si tomamos el contenido de ciudadanía, que tiene que ver, en una de sus acepciones, con el comportamiento propio de un buen ciudadano y le agregamos lo que tienen que ver con el conocimiento reflexivo de las cosas, analizado en la primera parte, tendríamos la expresión que anotáramos arriba: conciencia ciudadana. Y esta tendría muchísimas aplicaciones en la vida en sociedad, incluso en las más sencillas o cotidianas y que reflejarían una conducta positiva o constructiva en el medio que habitamos. ¿Y cuáles serían esas conductas? Bueno, ubiquémonos como simples personas que compartimos un mismo espacio, bien sea vecinal, municipal o más allá, y tendríamos clara la inconveniencia de no depositar o lanzar basura, electrodomésticos en desuso, así como cauchos viejos, animales muertos, entre otros desperdicios, a los canales de drenaje que traen como consecuencia las conocidas y perjudiciales inundaciones en épocas lluviosas y todo lo que esto deja como consecuencias. Así tampoco tendríamos a aquellos, que sin reparar en nada, tiran objetos de cualquier clase en la vía pública, tales como colillas, botellas, vasos plásticos, papeles y otras basuras. Asimismo, no sacaríamos de nuestras viviendas a los espacios públicos objetos o cosas como tierra, piedras, restos de árboles, desperdicios de construcción y materiales inútiles, que no son recolectados por el servicio de aseo urbano y los dejan en las aceras u otros sitios.

A esos que no aplican su conciencia ciudadana en lo anotado, se suman quienes rayan las paredes con escritos obscenos y denigrantes de la condición humana y quienes dañan las plantas de ornato público, pisotean los espacios en gramados y les lanzan todo tipo de desperdicios; otros tiran desde los vehículos restos de cosas que consumen o utilizan. Y ¿qué hay de los que son incapaces de limpiar sus frentes de viviendas en montados afeando la ciudad  y dificultando el paso de los peatones? Comentario aparte se merecen los buhoneros o vendedores de la economía informal o economía popular como algunos les llaman. ¿Por qué no colaborar con la limpieza de sus propios espacios y un poco más allá? ¿No son ellos los causantes que la mayoría de esos desechos les circunde y que sean pisoteados y regados por los compradores o transeúntes? El caso de algunas avenidas y calles son por estos días presencia plena de caos y pleitos subalternos de muchísimas personas que hacen sus colas desesperadas o alborotadas en los locales y supermercados que expenden mercancías y alimentos. Los excitados compradores toman las vías y no permiten la libre circulación y se produce  una terrible anarquía propiciada en buena medida por ellos. Está claro que se comprende su desesperación en la búsqueda de alimentos cuya escasez se acrecienta en la actualidad, pero, caramba, el orden y la disciplina no deben estar reñidos con nuestros actos ciudadanos. Y si es que la conciencia ciudadana se fue de viaje, ella debe estar de vuelta lo más pronto posible, así el boleto esté muy caro y no sea fácil de conseguir. Por cierto, esa problemática enunciada no es relevante en muchos países.


La inquietante historia de una “canaimita”



Ocurrió en una escuela de una barriada del estado Lara en donde se esperaba, con ansias y con mucha expectación, la prometida entrega de las llamadas popularmente “canamitas”, cuyo plan viene desarrollando el gobierno venezolano desde hace algunos años. En la referida barriada y en la escuela de la historia, cuya ubicación y nombre me reservo por razones entendibles, cubierta la expectativa y la ansiedad expresada arriba, llegó el gran día y los muchachitos recibieron la novedosa herramienta, si es que coincidimos en que para ellos constituía una novedad. Porque debo decir que en mis tiempos de estudios de primaria era impensable una gracia gubernamental como esa. Apenas tenía para adquirir el cuadernito de apuntes que a la hora del recreo lo doblaba y lo colocaba en uno de mis bolsillos traseros para emprender el movido juego de “ladrones y policías” o “las cuarenta matas” o el todavía conocido “pasatiempo de las metras”. Ahora, en estos últimos años, los muchachos van camino de la escuela con su computadora en una mano y en la otra un moderno bolso, que casi no pueden con él,  con cinco o seis libretas y los respectivos libros. Que bien, ¿no? 
Pero vuelvo a la historia que quiero contarles. Ya en clases y pasada la euforia y los días, en una hora cualquiera, la maestra puso una tarea al salón en donde se enfocaron los niños, y ella devino en revisar unos apuntes que tenía sobre el escritorio y quitó, momentáneamente, la vista de los chicos en el no muy espaciado recinto. Es entonces cuando llegó, callado y con sigilo, un pequeño y le dijo: “Maestra, fulanito de tal está viendo una película grosera”. Al oír aquello, la educadora alzó la mirada y vio, allá en el fondo y en una esquina, a uno de sus alumnos ensimismado y casi con la cabeza metida en su canaimita abierta. Camina con precaución y toma desprevenido al imberbe con “las manos y la mirada en la masa”. Si, en efecto, el estudiante había puesto en acción un video obsceno que no debo detallar aquí, pero que si puedo aseverar su propósito sexual tres equis, como solían clasificar a ese tipo de material en el cine adulto de antes. Candela pura, pues, diría alguien dado a los extremos en la expresión. Por supuesto que la docente se alarmó al ver aquello y rápidamente le decomiso la computadora al acucioso, atrevido  y desviado muchacho y de inmediato se movilizó junto a la dirección del plantel y citaron al representante.
De cómo llegó el video a esa canaimita, quien lo colocó, cuantas veces fue visto y desde cuando sucedía esa malévola práctica, y de cómo afectó y afectará a esa mente infantil  en su vida, son cosas muy difíciles de aclarar y poner en su justo orden por ahora. La madre del niño acudió sola al llamado institucional en virtud de que aquel hogar no tenía rienda paterna. La sobresaltada señora, con vergüenza y  desolada, no alcanzó a responder las interrogantes lanzadas por la maestra y el director y solo atinó a decir, no con poco balbuceo: “Maestra, y usted señor director, estoy confundida y apenada con esto que hizo mi hijo y es poco o nada lo que puedo aclarar, imagínense ustedes, yo soy una pobre mujer que no conozco ni la “o” por lo redonda, ¿qué les puedo yo decir?”
Y aquí surgen las preguntas de las sesenta y cuatro mil lochas, ¿Qué hacer en un caso como este? ¿Cómo impedir que eso siga sucediendo? Lo primero, digo yo, sería asistir al pequeño atrapado en el affaire con personal especializado, supervisar con la colaboración de los padres y representantes a todo niño que disponga de una canaimita y hacerse de expertos que puedan revisar o chequear los computadores de cuando en vez, ¿cierto?  Puede verse complicado, pero no es imposible.


La muerte anunciada del Mariscal



Por aquellos días  se unieron las voces de sus amigos más cercanos y de quienes le admiraban para advertirle del riesgo inminente  de un triste final. Pero Sucre, en una actitud obstinada, no se dio por aludido. Insistió en el fatídico viaje que tenía como norte reunirse con su esposa e hija, una vez cumplido el sagrado deber patriótico y ciudadano de darlo todo por su patria. Y de qué manera.

HAGAMOS UN POCO DE HISTORIA: Sin duda alguna, el nombre de Antonio José de Sucre se inmortalizó en Ayacucho, gesta aquella ejecutada con brillo y valentía en las pampas peruanas. Y así lo recogería Bolívar, al decir: “La Batalla de ayacucho es la cumbre de la gloria americana y la obra del General Sucre. El es el redentor de los hijos del sol: es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los incas. La posteridad representará a Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el Potosí”. Allí quedaba consumado el genio militar del hijo ilustre de Cumaná. Su gloria  penetraría en lo más hondo del alma de los habitantes rasos de Sudamérica.

Pero Sucre tenía además un propósito en su mente y en su corazón. Ya lo había expresado en 1823, antes de la espléndida batalla: “Anhelo con vehemencia terminar mi carrera militar...ser un simple ciudadano y un soldado cuando mi patria sea invadida...”. Pero ni siquiera pudo hacerlo después de Ayacucho. El Libertador lo seguía necesitando. Comenzaron las intrigas, el desorden y las ambiciones desmedidas de poder. La necesaria unidad proclamada por el hijo predilecto de Caracas va a sufrir serios embates. Los vientos separatistas soplan desde Bogotá, pero de Venezuela son más fuertes. Acude al llamado de su amigo, más que al de su jefe. De Bogotá va a Cúcuta con intenciones de ir a Venezuela, y de allá le intiman: “De seguir, irá preso”. Todo está perdido. Era el año de 1830, a Bolívar le espera una cama de dolor y  desesperanza. El cumanés decide regresar e irse definitivamente a Quito a vivir con su mujer y su hija. Antes le escribe al genio suramericano: “...Adiós, mi General, reciba usted por  gaje de mi amistad las lágrimas que en este momento me hace verter la ausencia de usted. Sea usted feliz en todas partes y cuente siempre con los servicios y con la gratitud de su más fiel y apasionado amigo”. Y parte al encuentro con su familia.

¿Por qué decimos que fue una muerte anunciada?. Bueno, eran muchas las rivalidades políticas. Bolívar había tomado el camino de la muerte y no eran pocos los que pensaban que Sucre se convertiría en su sucesor. Eso hizo que se ganara de modo desconsiderado y gratuito fuertes rivalidades. Además los conflictos se agudizaban y en torno al Mariscal se tejían los más diversos y crueles comentarios en cuanto a hacerle desaparecer físicamente. Y eran tantos los decires que se hizo casi público. Por eso, a su paso por los caminos y pueblos le advertían del peligro. Había partido con dos amigos solamente: Caicedo y Colmenares, quienes al percatarse de los fuertes rumores también le advirtieron. En Popayán las autoridades hablan con él y le ofrecen una escolta de 25 hombres y la rechaza. Camino adentro, los pueblerinos se persignan a su paso presintiendo lo inevitable. En Salto de Mayo el héroe tiene un pálpito y algo le dice que regrese y busque protección. Que espere un mejor momento. Pero algo más fuerte que él le dice que siga y se adentra en plena montaña. La de Berruecos. Profunda, temeraria y casi inaccesible. Es un camino muy estrecho y ahí le están esperando. Hasta la mula que monta le tiemblan las orejas como si  algo temiera y las aves improvisan un vuelo incomprensible y fugaz. La maldad se salió con la suya. Era el 4 de junio de 1830.



¿La política se parece al boxeo?



En principio pareciera que no hay similitud en el codiciado mundo de la política y en la arriesgada práctica del boxeo;  sin embargo,  exploremos algunos campos donde podríamos encontrar algunas semejanzas a pesar de lo disímil que parezcan. En el mundo del deporte de las narices chatas, como suele llamarse al oficio de los puños, tenemos una cuestión muy singular  cuando todo parece indicar que ha llegado el momento del retiro. Y es que en el boxeo, según los expertos o analistas,  se dice que al frisar los treinta y cinco años se ha arribado a una edad prohibitiva para continuar subiéndose al ensogado y que de insistirse en ello, se corre el riesgo –que puede ser inminente- de que aparezca  un oponente que le de una seguidilla de trompadas al “viejito testarudo”  con la consecuencia nada agradable de  que en vez de bajar del ensogado con la cabeza gacha, pero vivo,  muy por el contrario, tengan que llevárselo aporreado  a un hospital donde hasta su propia progenitora  presente dificultades para reconocerlo. Y ha ocurrido  así en muchísimos casos. Cuesta una tonelada de guantes con su consabida maraña de puñetazos  para que un púgil pueda comprender que ha llegado el momento de decirle adiós al mundo de fistiana y es justo allí cuando puede pasar lo que expresamos arriba. Las historias en ese sentido son incontables y son más recurrentes cuando ese boxeador ha ostentado algún campeonato o ha estado metido en el dinero que, como se sabe, no escasea en esa disciplina y es el norte de cuantos acceden al campo profesional.

En la política  –aun cuando muchos la practican como si fuera un deporte-  como igualmente en el boxeo,  también cuesta mucho  saber  –o mejor digamos aceptar- cuando es el momento de la ausencia definitiva,  porque pareciera que en esta actividad existe una especie de pasión sempiterna que no permite revisar el camino andado o los tropiezos vividos, sin importar que alguien pueda sentirse exhausto o llevar a cuestas un sinfín de derrotas o sinsabores. Y no es porque en la política no haya golpes, dientes rotos o arañazos o sillas reventadas en la espalda de alguno. ¿Acaso  muchas  sedes partidistas no se han convertido en un ring de boxeo  cuando de discutir una lista a cualquier cargo de elección se trata? Y dígame usted, compañero, si en esa fulana lista hay un puesto salidor. El pugilato que se arma en esos sitios cuando debe postularse a una persona para un cargo de gran pompa es de renombre y es allí  cuando los golpes o zancadillas  tienen boleto seguro. Pero,  puede ser que a algún “viejito” o “viejita” de la política, al no poder   reconocer el momento del retiro, al igual que en el boxeo, se le aparezca un contrincante venido o “impuesto de arriba” y le propine una “paliza” en alguna elección o contienda con miras a escalar posición en el ranquin del partido y ponerse a tiro de un cargo o de una “movida”, como muchos le llaman. Claro, aquí la paliza no sería con las manos enguantadas, pero puede suceder que  lo duro de la derrota “golpee”  directo a la dignidad, si es que en este caso se tiene, porque al decir de algunos exagerados, el elemento de la dignidad debe buscarse en la política  -o en los partidos- como se busca “una aguja en un pajal”.

En donde no cabe ni una libra de duda, es en cuanto al parentesco en las dos disciplinas, respecto de la terquedad de negarse al retiro, aun cuando este pueda presentarse acompañado de dramatismo y dolor. Y es aquí donde las preguntas son necesarias, ¿Por qué esperar a que eso ocurra? ¿Será por qué se acostumbran a la fama, al poder o al dinero? ¿O por el afán de  servir a sus semejantes en el caso de la política?  Porque no deben ser muy numerosos  los casos donde se determine que es por la rigurosa vocación de ayudar  a los demás. ¿Puede ser tan arraigado el ego de alguien que no le permita ver o presentir una situación que podría elevarse a niveles de “tragedia” moral y/o física?  ¿Por qué en el boxeo el relevo generacional tiene que llegar a fuerza de trompadas y no por un acto de reflexión o conciencia?

El  campo de la política es, quizás,  donde más se habla de la necesidad del relevo generacional, pero los que más hablan y exponen  el asunto son los que más se niegan a dejar los espacios a quienes les siguen y casi siempre están esgrimiendo que el otro necesita “pulirse más” o también puede argumentarse que al tener una dilatada trayectoria no es “prudente” echar por la borda toda esa experiencia adquirida. ¿Entonces cómo queda este enredado asunto? ¿O se abren  los espacios a los demás o se espera a que sean arrebatados por la fuerza?  O habrá que crearse los consejos de ancianos, una y otra vez, a ver si los empecinados políticos con “juventud acumulada” puedan suscribirse allí, aun cuando puede haber resistencia si no se señalan salarios o escalafón o dieta alguna.




La verdadera riqueza de Simón Bolívar



Recientemente en un programa televisivo el reputado historiador, don Guillermo Morón, ante una pregunta aprendida y malintencionada del engreído periodista José Vicente Antonetti, el escritor respondió diciendo que Bolívar era un oligarca. No deja de sorprender que un intelectual de la talla de este larense caiga en el juego perverso de un sector opositor que se dedica a desprestigiar –claro que sin conseguirlo- al Padre de la Patria. Los familiares del hijo predilecto de Caracas, a la muerte de su padre, heredaron  importantes bienes materiales y dinero, cuando el futuro Libertador tenía apenas tres años. Esta herencia de los Bolívar, que administrará su madre doña Concepción Palacios, era ciertamente un fortuna considerable. A la muerte de su progenitora –Bolívar contaba sólo nueve años- los bienes quedaron en las manos gerenciales de su tío Feliciano Palacios. Es cierto que el niño Simón nació en cuna dorada, pero de allí a considerarlo un oligarca hay mucho trecho. Además, ¿Cómo puede definirse a Bolívar como un oligarca si desde muy joven su mente comenzó a formarse con  grandes ideales,  sueños de libertad y especial comprensión por el desprendimiento?
Ahora, no cabe la menor duda que Simón Bolívar hizo gala durante toda su vida grandiosa de una  inigualable  y verdadera riqueza con que adornó  su impresionante y admirada personalidad  que  vale la pena recordarla siempre. Pero, dejemos que nos lo cuente la pluma gloriosa del escritor universal Gabriel García Márquez, en su genial libro “El general en su laberinto”, en apenas un extracto: “Era tan riguroso en el manejo de los dineros públicos que no conseguía volver sobre este asunto sin perder los estribos. Siendo presidente había decretado la pena de muerte para todo empleado oficial que malversara o se robara más de diez pesos. En cambio era tan desprendido con sus bienes personales, que en pocos años se gastó en la guerra de independencia gran parte de la fortuna que heredó de sus mayores. Sus sueldos eran repartidos entre las viudas y lisiados de guerra. A sus sobrinos les regaló los trapiches heredados, a sus hermanas les regaló la casa de Caracas, y la mayoría de sus tierras las repartió entre los numerosos esclavos que liberó desde antes de que fuera abolida la esclavitud. Rechazó un millón de pesos que le ofreció el Congreso de Lima en la euforia de la liberación. La quinta de Monserrate, que el gobierno le adjudicó para que tuviera un lugar digno donde vivir, se la regaló a un amigo en apuros pocos días antes de la renuncia. En el Apure se levantó de la hamaca en que estaba durmiendo y se la regaló a un baquiano para que sudara la fiebre, y él siguió durmiendo en el suelo envuelto en un capote de campaña. Los veinte mil pesos duros que quería pagar de su dinero al educador cuáquero José Lancaster no era una deuda suya sino del Estado. Los caballos que tanto amaba se los iba dejando a los amigos que  encontraba a su paso, hasta Palomo Blanco, el más conocido y glorioso, que se quedó en Bolivia presidiendo las cuadras del Mariscal de Santa Cruz”.
Como bien puede apreciarse en la hermosa síntesis del genial escritor colombiano, esa era parte de la verdadera fortuna o riqueza que dispensó nuestro Libertador Simón Bolívar, y que nos legó como elemento aleccionador para todas las generaciones de venezolanos y gente del mundo. He ahí la propia riqueza bolivariana, entre otras, que debemos consultar y enarbolar como conducta de vida,     aunque sea en miniatura y no las tergiversaciones a las que nos tienen acostumbrados algunos sectores de la oposición del país en una actitud obstinada y suicida. Claro, tampoco podemos obviar a muchos de aquellos que hoy levantan las banderas del caraqueño ejemplar desde las esferas del gobierno y no hacen más que zaherirlo en su acción y pensamiento. Y nunca será tarde para volver a la esencia plena del sentir bolivariano, pero será necesario   desearlo, estudiarlo y vivirlo con ahínco. 
                  
Los últimos días de Simón Bolívar
(1)
“De los que me hostigan y me hacen mal, diré que no los aborrezco, que estoy distante de sentir el deseo de la venganza, y que ya mi corazón los ha perdonado”

En aquel recinto, una habitación de la Quinta San Pedro Alejandrino, solo se escucharon los sollozos de José Palacios, su fiel y último mayordomo. Claro, estaban también sus más fieles y últimos amigos, fuertes soldados que para no llorar apretaban con vigor sus espadas. Había muerto el sol de Colombia. Era la una de la tarde del 17 de diciembre de 1830.
HAGAMOS UN POCO DE HISTORIA:  De las 172.800 horas, de los 7.200 días, de los 240 meses que le dedicó Simón Bolívar  a la libertad de su patria y a buena parte de América del Sur, los tiempos más duros y difíciles para él fueron los vividos a finales de 1830. Moría dolido y perseguido. Ya lo planteaba El Libertador a Gabriel Camacho en carta dirigida a Venezuela: “…Mucho he servido a mi país, mucho me deben todos sus hijos, y mucho más todavía el jefe de su gobierno, por consiguiente, sería la más solemne y escandalosa maldad que se me hubiere de perseguir como un enemigo público”. En esta carta también protestaba Bolívar la intención del gobierno venezolano de entonces de quitarle las minas de Aroa que había heredado de sus padres, y que constituían sus últimos recursos para realizar su pretendido viaje a Europa, en un intento de alejarse de un medio que ahora le era hostil. La muerte se lo impediría. Además sostenía el caraqueño ejemplar en esa misiva: “…También estoy decidido a no volver más, ni a servir otra vez a mis ingratos compatriotas”.
Tal era el desencanto y la tristeza de aquel hombre que había ocupado veinte años de su vida al servicio de su gente y de su pueblo. El dolor era irreversible. Y todavía quedaba  mucho más. Las ambiciones desmedidas, el apetito desmesurado de poder descargaba sus golpes más duros sobre aquella humanidad enferma, casi destruida por la tuberculosis y la fatiga, consecuencia de haber trabajado sin descanso por el bien de sus semejantes. Pero es bueno y oportuno referir que el acoso y la persecución implacable contra Bolívar hasta llevarlo a la muerte, provenía básicamente de los sectores políticos, de los partidos, de una minoría ahora todopoderosa que afilaba sus garras para repartirse estos pueblos, para tenerlos como sus feudos, como sus botines. Continuará

Los últimos días de Simón Bolívar
(y 2)

…Y El Libertador era un obstáculo en esa hambre insaciable y loca. Como también había sido una barrera Antonio José de Sucre, a quien habían matado los mismos intereses bastardos. Y así como esas minorías arreciaban contra el sol de América, en los pueblos liberados se organizaban manifestaciones populares de respaldo a su obra y a su nombre. En Venezuela, desde varios puntos se dejaban escuchar las adhesiones. De la misma Colombia, y desde Ecuador le pedían que se fuera a vivir con ellos para que no le alcanzaran los disparos de la maledicencia, el egoísmo y la traición. “…No sé todavía a donde me iré”, decía Bolivar con el corazón atribulado y lleno de desilusiones. Pero la muerte era inminente. En San Pedro Alejandrino, Santa Marta, Colombia, vino el final. Acogido por el acaudalado español Joaquín de Mier y asistido por el médico francés Reverend, Bolivar se entregaba en brazos de la eternidad. Y es de imaginar que cuando aquel doctor europeo cerró los ojos del caraqueño y le cubrió con una sábana, le debió resultar muy difícil borrar de su mente aquel diálogo que sostuviera con el hijo predilecto de Caracas, no más al conocerse e intimar: “¿Y  qué vino usted a buscar por estas tierras? “. -“Vine a buscar libertad, general”.  -“¿Y la encontró usted? –“Sí, la encontré”. A lo que ripostó el enfermo: -“Caramba, tuvo usted suerte, porque yo no pude hallarla”. Pero también quedarían grabadas para la historia las palabras de retiro y consternación que profirió Daniel O’Leary, fiel amigo y servidor entusiasta del genial venezolano: “Muerto El Libertador, y destruida su grande obra, me retiré a Jamaica, donde me dediqué a arreglar sus papeles y a escribir mis memorias”. Y como tampoco puede marginarse la expresión de su fiel mayordomo, José Palacios, cuando Bolívar le asignó en su testamento los ocho mil pesos afirmando que aquello era justo, Palacios dijo compungido: “Lo justo es morirnos juntos”.
Tenía 47 años de edad. Días antes había dicho en su última proclama: “…He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad…mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y a mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores que me han conducido a las puertas del sepulcro…yo los perdono”.
Pero ya, anteriormente, había sentenciado: “No puedo entender las intenciones o la maldad de cierta gente. Mi aflicción no tiene medida, porque la calumnia me ahoga como aquellas serpientes de Laocoonte”. Y agregaría con resolución y sentimiento: “De los que me hostigan y me hacen mal, diré que no los aborrezco, que estoy distante de sentir el deseo de la venganza, y que ya mi corazón los ha perdonado”. La muerte de Bolívar, tal como lo afirmo el político colombiano Liévano Aguirre, pone término a la más grande y tal vez única contribución de la América española a la historia universal. Y aun retumban las palabras del mestizo peruano choque huanca: “Con los siglos crecerá su gloria”.


Estoy lejos del país del Jauja




Cierta vez se dijo que existía un lugar o un país con peculiares condiciones para vivir, y esas condiciones eran, nada más y nada menos, que una gran abundancia y una gran felicidad. O sea, era una especie de sitio donde no faltaba nada y como si eso no fuera suficiente, en ese lugar se era feliz. ¿Feliz? Sí, la felicidad era su característica y, además, como ya quedó dicho, también la abundancia era la norma. ¿Qué más se podía pedir? Así, que ese lugar maravilloso y paradisiaco era el Jauja, y claro está que no fueron pocos los que se anotaron y se dieron a la tarea de ubicar ese lugar tan ansiado para entonces. ¿Qué existiese una determinada geografía donde había abundancia y felicidad? Lo menos que podía exclamarse era un fragmento de aquel poema del venezolano Manuel Rodriguez Cárdenas: ¡Vámonos pa llá!

Y partieron en la búsqueda de ese lugar en caravanas que al principio eran pocas, pero que progresivamente iban creciendo en números de carruajes y personas. Y fue pasando el tiempo y nada que aparecía el singular sitio. Misiones salían e iban y aunque no se tenía noticas ciertas, las expediciones no se detenían. Todos querían el lugar anhelado. Hasta que al fin,  al no poder constatar la existencia del Jauja comenzaron a darse por vencidos y, sobre todo, porque fueron observando que ninguna caravana, expedición o personas regresaban con evidencias o sin ellas. Simplemente, no regresaban. Pero en la mente de muchos quedó la esperanza de que ese lugar con las características señaladas debía estar por ahí. Es decir, los sueños seguían vivos.

El Jauja no fue encontrado, no apareció por ninguna parte y todo hace suponer, desde entonces y ahora, que todo aquello no era más que un producto de la imaginación popular, de esas ansias de las personas de cualquier época de ver satisfechas sus necesidades e ir más allá y alcanzar ciertas condiciones que le hagan la vida, sino feliz y con abundancia, por lo menos tener una existencia normal que le dé tranquilidad y garantice derechos humanos imprescindibles. Es decir, en un lar donde prevalezcan las normas de convivencia, donde la tolerancia sea el marco que  identifique y por ende el orden y el trabajo creador. Una sociedad donde la persona o la familia sea el norte del desarrollo y pueda contar con los elementos que le permitan alcanzarlo. Ese lugar o ese país no puede ser el Jauja porque ya se vio lo infructuoso de su búsqueda, pero existen geografías específicas, como la de estos tiempos, donde se pueda contar, además de lo expresado unas líneas arriba, con servicios públicos a tono con la realidad y que se pueda comer, beber, entretenerse y ser respetado.

Que puedan las personas desplazarse con su vehículo sin temor alguno o tomar el transporte sin ansiedad ni caos, que no sean abordadas en su casa o en el parque o en la calle por malhechores, que el valor de su jornada laboral sea suficiente para desenvolverse como seres humanos y acceder a equipos y artefactos propios del hogar, tanto para él como para sus hijos, que pueda ahorrar…contar con agua potable en su vivienda para sus multiusos, tener electricidad, gas a tiempo y… ¿Qué? ¿Creí que estaba en el país del Jauja descrito? Disculpen, tan solo me dejé llevar por mis emociones que desde hace meses se han manifestado con esos deseos de la abundancia y la felicidad…al parecer tengo en mi imaginación un lugar, un sitio, o un país con la apariencia del Jauja, pero tranquilos que ya volví a mi realidad. Aunque les pido que me permitan seguir soñando.                 



“Guardar la mesura y conciliar los extremos”



Antes de evolucionar a la democracia, Grecia pasó por monarquías, aristocracias y otras formas de gobierno, donde la minoría, rigurosamente expresada, tenía el control del poder. Las disensiones económicas y sociales eran la característica de esos gobiernos y por eso la inestabilidad amenazaba siempre con dar al traste con la república. Las cargas económicas debían soportarlas las mayorías, mientras una minoría oprobiosa vivía con los privilegios y las ventajas. Y era tan grave el asunto, que producto de los altísimos intereses establecidos por el capital bancario para el campesino y otros sectores menores comerciales, no podían sostener sus unidades productivas e iban a parar a manos de los “dueños de la economía”.

De ese entramado e injusto “modelo económico” surgiría el famoso Dracón y sus no menos conocidas leyes draconianas, cuyo fin era ponerle término o suavizar aquellas relaciones económicas y sociales extremas. Pero ese “remedio fue peor que la enfermedad” y luego vendría el conocido sabio Solón, quien acudiría a un llamado fervoroso de sus compatriotas.

Solón era estadista, poeta y legislador ateniense y también fue uno de los siete sabios de Grecia. Este singular personaje legó su nombre y sus hechos a la posteridad,  que no fueron otros que las profundas reformas sociales y políticas que condujeron al progreso de Atenas, su tierra natal y en la que vio vida en el año 640 antes de Cristo.  Creó un equilibrio social basado en la solidez de una clase media de pequeños y medianos propietarios y un  nuevo sistema de designación de  magistrados, medidas que acabaron con el imperio de las grandes familias y sentó las bases de lo que   sería después la democracia ateniense e implementando con éxito, entre otros elementos, lo que se conoció como “conciliar los extremos” y “guardar en todo la mesura”.  Su sentido del deber estaba impregnado de la convicción de que “la justicia divina castiga siempre al mal”.

A Solón no lo movía la ambición desmedida de poder, terrible flagelo de todas las épocas, sino que anteponía el bienestar colectivo de su gente. Por eso acudió al llamado y rápidamente se abocó a resolver los ingentes problemas que afectaban a la sociedad. Tomó medidas para aliviar las enormes deudas que pesaban sobre los pequeños predios agrícolas y el que había sido esclavizado por deudas fue liberado. El  sabía  de la insensibilidad de los ricos que se aprovechaban de los más pobres para aumentar sus caudales. Afectó a los usureros y explotadores. Le dio derechos políticos a quienes carecían de ellos y eliminó los privilegios de casta. Todos, incluso los más pobres tenían derecho a participar en las asambleas donde se elegían los cargos, cualquiera que fuere.

Como legislador suavizó las leyes de su antecesor Dracón, quien había establecido normas muy duras y la pena de muerte sólo se aplicó a los delitos graves. Por ejemplo, las leyes draconianas castigaban con la muerte el robo de una manzana o el hurto de algunas legumbres. Como decían los atenienses “las leyes estaban escritas con sangre”. Frenó el deseo de lujo, reglamentó los ingresos de los ricos mercaderes y prohibió el gasto suntuoso de los funerales que contrastaba con el de los pobres. Solón era un convencido de “buscar el justo medio” y “guardar la mesura”, profundamente aleccionador.

Solón  “cosechó lo que había sembrado” y no era más que el respeto de su gente: había  producido el bienestar para su pueblo rompiendo los injustos esquemas de una sociedad opresora, y en una época en que aplicar cambios se tornaba muy peligroso y mantuvo, asimismo,  la postura que lo había alejado de todo proceder partidista o de grupo.   Y es que en ese tiempo, la mesura y la conciliación de los extremos, no era más, en términos prácticos, que evitar los graves conflictos y las guerras que de alguna manera eran hijas de los extremos.



La campaña multimillonaria de Henry Falcón



Empecemos por lo primero. ¿El aludido gobernador es candidato? ¿A qué? No  que se sepa, oficial o formalmente. Simplemente es el gobernador del estado Lara, y eso es sabido. Que sus aspiraciones sean futuras es muy normal en un país que vive en elecciones. Dijimos en el futuro, no ahora. Y es por ello que el encabezado de este escrito es pertinente debido a la aparición sistemática en los medios de comunicación social del gobernador del estado Lara, Henry Falcón. En efecto, muchos medios impresos, radiales y televisivos promueven sin cesar la imagen del gobernante en todo el país, pero el mandamás de la tierra del prócer Jacinto Lara ha ido más lejos y también es visto seguido en canales y medios extranjeros. Y las aprehensiones que muchos hayan podido tener llegaron al Consejo Legislativo Regional larense por intermedio de Luis Reyes, legislador, quien solicitó que se averigüe de donde sale el dinero jugoso que invierte el mandatario regional en su propia publicidad en medios nacionales y foráneos, según las declaraciones proferidas y luego introducidas en el organismo público citado pidiendo la averiguación de rigor. Y bien podríamos recordar una publicidad que produjo en el pasado un ex presidente venezolano que tuvo mucho éxito cuando se refería a alguna desviación inquiriendo: ¿Es esto correcto? No pocos Ignoramos de donde sacaba aquel dirigente de otrora la plata para pagarse sus cuñas, así como tampoco se sabe de dónde obtiene Falcón la suya, aunque es conocido que es cuantiosa y multimillonaria.

Y pueden ser convenientes algunas preguntas: ¿La saca de su bolsillo? ¿Se la presta algún pana bondadoso y rico? ¿Proviene de alguna herencia? ¿De un crédito bancario? ¿Es empresario este político? ¿O completó las preguntas del concurso millonario llamando a un amigo? ¿O proviene del erario público? Vayan ustedes a saber. Y alguien podría argumentar que el aludido tiene derecho a publicitar su obra y su trabajo como gobernador que es. Y sería cierto el asunto, pero no del todo por lo que  devendrían más preguntas como estas: ¿Pero un gobernador estadal para qué se promociona tanto por todos los estados de la tierra de Simón? E incluso el hombre va mucho más allá de la geografía nacional y aparece copando escenarios internaciones, tal es el caso de la tierra del Tío Sam, es decir, en suelo gringo, y lo hace por intermedio del famoso canal de noticias CNN y en FOX, de acuerdo con la denuncia de marras. Y es que por lo menos eso llama la atención de cualquiera debido a la cuantía de los recursos invertidos y de su contexto.      

Y nadie debe ponerse incómodo por una averiguación determinada que lleve a la sospecha de dilapidación del dinero que se administra en el nombre del pueblo y que pertenece al pueblo. Por cierto, el mismo Falcón estuvo de acuerdo con expresiones radiales en formato de programas que aludían a cosas como: “Cuentas claras” o “Manos limpias al poder”, y no debería “encabritarse”, si es que se encabrita, por la iniciativa del diputado citado. Pero eso sí; debe apartarse de raíz cualquier signo partidista o político y bajo ningún respecto o circunstancia debe aprovecharse el momento electoral para desprestigiar a los adversario. Mas no. Y soslayar animadversiones en la averiguación de la índole referida y además deben tenerse elementos de convicción y de peso. De la seriedad que se le imprima a los presuntos hechos puestos en el tapete dependerá todo. Y ojalá que la iniciativa del legislador larense sea bienvenida y aplicada a todos aquellos funcionarios sin importar que sean opositores o del gobierno o de derecha o izquierda. Ahora mismo existen alcaldes y otros funcionarios públicos en campaña intentando repetir u optar a otro cargo o curul legislativa exhibiendo gastos desorbitantes. ¿De dónde sacan el dinero? Todo el mundo sabe cuánto cuesta hacerse una campaña hoy en día y todos saben de los problemas económicos que confronta la patria del Libertador.

Y la pregunta de las sesenta y cuatro mil lochas tiene que ver esta vez con la probabilidad de que esas averiguaciones puedan ser viables en estos momentos y sin sesgo político o partidista. ¿Podrán hacerse? ¿Los intereses creados lo permitirán? Sin temor a equivocaciones hay mucha duda al respecto. Y eso no es bueno. Mientras tanto seguirá el gasto electoral dispendioso, sin límites y colosal en un país asediado por muchísimos problemas que huelga enumerar. Zoon politikón…somos animales políticos de acuerdo con Aristóteles.  



¿La crisis económica trascendió al Gobierno?




Si leemos y analizamos a casi todos los expertos en la ciencia económica y a otros estudiosos del tema y si invocamos opiniones especializadas allende las fronteras, bien podríamos concluir en que la interrogante plasmada en el título de este escrito es afirmativa. Tendríamos, entonces, una situación que va más allá del gobierno y de las otras instituciones públicas. Es una condición que trasciende, igualmente, las parcialidades políticas, a las organizaciones partidistas y a los intereses  que se circunscriben a ellas. Y está por encima de las conveniencias personales, de grupo y de suposiciones de cualquier índole. Es decir, visto lo expuesto, se vive y se tropieza con un problema que requiere el concurso y la respuesta de todo un país y de todos los venezolanos.

Por ende, la respuesta al problema debe surgir de un planteamiento organizado y plural. Una respuesta profundamente de carácter colectivo. ¿Y cómo debemos llegar a esa respuesta, o más bien llámesela plan, que urge a la república hoy? Ya algunos la han sugerido o propuesto, y es más,  camina por ahí. Pero no ha tenido la receptividad y la importancia que requiere de unos y otros, sobre todo de quienes ostentan medios de poder. Y no es otra cosa que el  Diálogo, con mayúscula.  Empero, en esta ocasión es insoslayable y deben acomodarse los asientos, en primer lugar al poder ejecutivo, obviamente, y a los demás poderes establecidos. A las universidades, públicas y privadas, representantes del sector obrero y empleados, pequeñas, medianas y grandes industrias, comercio organizado y buhonería y a los gremios, a las academias, a los estudiantes, a los partidos, y a todo aquel que de seguro puede aportar algo en función de la nación. Esto implica vecinos organizados o no, consejos comunales. Sin exclusiones.      

No hay de otra. Debe acudirse de nuevo a ese expediente gastado, manipulado y casi inerte que se denomina “diálogo o trato en busca de avenencia” y revivirlo. Porque si de algo se está seguro, es que una persona o grupo, por más inteligente y hábil que sea, no tiene el privilegio –o monopolio, mejor digamos- de la verdad o la razón y aunque esos elementos no estén exentos de ideas plausibles o brillantes, deben ser puestas sobre la mesa y sometidas al concurso de las mayorías de una manera sana, creíble y verdadera y que al final se tenga un resultado de las mejores posturas que satisfagan a todos –o a casi todos- y emprender así los caminos por donde la fuerza colectiva empuje hacia el mismo lado y se busquen los mismos horizontes de progreso y bienestar.

Hoy, más que nunca estamos obligados a ello dejando de lado las posiciones personalistas, grupales e impregnadas de ciertos intereses que puedan hacer que se desvíen los propósitos y en los que los sectores populares y todo el país han apostado todo. Abrirse a la discusión y al debate verdadero y desprovisto de bajas pasiones, arrogancia y abuso de poder –de quienes lo ostentan y sea cual sea su expresión- debe ser la insignia que marquen estos tiempos que nos toca vivir. Porque, de veras, no se trata de la supremacía de un partido o de un grupo o de cualquier sector  por muy poderoso que se sienta. Se trata de la suerte de la república.

Lo contrario, sería seguir viendo disputas de todos lados, opuestas y contradictorias, que más bien alejan los caminos y las soluciones, mientras un pueblo se agota y se angustia en la búsqueda frenética por vivir mejor. Y es que huelga enumerar los problemas que ya todo el mundo conoce y sería como escarbar en el tumor. Admitámoslo ya, nos necesitamos unos a otros y el país lo pide a gritos. Acudamos, sin excepciones de color político, de credo o de raza a ese llamado. Unámonos sin temor, sin divisiones y dejando a un lados los egos creyéndose cada quien, los dueños de la verdad. El país y su gente lo merecen. Ya está bueno de discursos contrariados mientras un colectivo sufre las de Caín. Mañana es hoy. Todos, sin excepción  tenemos la palabra.



La impactante declaración del “Che Guevara” venezolano



¿Cuántas personas conocen a Humberto López? Así, a secas. No deben ser muchos. En cambio, cuando hablamos del “Che” Guevara venezolano no son pocos los que afirman conocerlo o por lo menos saber de quién se trata. Pues sí, Humberto López no es otro que el popular personaje caraqueño que se dio a conocer como una especie de émulo político del histórico argentino nacido en la ciudad de Rosario y cuyas hazañas revolucionarias son harto conocidas. Aquel, el venezolano, curiosamente tiene un parecido con el guerrillero que hizo historia en Cuba y otras partes del mundo. Y claro está que simpatiza con la llamada revolución bolivariana que gobierna en el país. La semejanza física con el legendario Ernesto “Che” Guevara llamó la atención de muchos, incluido el fallecido presidente Chávez con quien departió algunas veces invitado al programa televisivo que el difunto mantuvo por mucho tiempo. Y a partir de allí se hizo “famoso” en el escenario político nacional y cuando tiene la oportunidad periodística de reiterar su simpatía por la ideología gobernante no se hace rogar, pero eso sí, con su criterio propio e irreverente porque sostiene que “así se lo enseñó Chávez”. Asiste disciplinadamente a los eventos políticos y partidistas que convoca la nomenclatura gubernamental y es por eso que, donde y cuando sea, allí está Humberto López dando su respaldo.


Pero, López alcanzó notoriedad de nuevo por lo que dijo recientemente en una entrevista en un medio de comunicación social referida a la situación económica que vive el país y su contenido impactó a propios y extraños. En ese sentido, el dirigente popular exhortó a revaluar el Bolívar como moneda venezolana y fue firme al expresar “La necesidad de dolarizar la economía por la crisis actual  del país”, y agregó con no menos fuerza: "Tenemos un Bolívar indigente (...). ¿Qué compras con 100 bolívares?", cuestionó. Se preguntó cómo otros países de la región como Ecuador, Chile e incluso Bolivia tienen una mejor economía que la venezolana: "¿Ah, es que Pinochet no fue malo? ¿Por qué la economía de Chile está por encima de la nuestra? (...), ¿Vamos a culpar al bachaco o al buhonero? No chico, somos nosotros mismos los culpables por no tener una política económica clara. ¿Cómo es posible que un kilo de carne cueste mil bolívares? De eso también somos culpables porque no hay política del Gobierno para crear empresas y productos ", criticó López.


Y siguió contundente el “Che Guevara” de Caracas: “Hay que negociar con "el enemigo" para llegar a acuerdos que solventen la crisis: "Vamos a sentarnos con los gringos, con el fondo monetario internacional (...), con el Esequibo...¿Vamos a pelear con ellos cuando los malandros tienen mejores armas que los policías y más balas?", expresó terminante. El “Ché", aseveró que "O dolarizamos la moneda y respetamos a Bolívar o pongamos un nuevo nombre a la moneda, hay que equiparar nuestra moneda con el dólar", enfatizó. Al inquirirle sobre ciertas maniobras en que estaría incurriendo el Grupo Polar profundizando la escasez de la harina pre cocida de maíz y desestabilizando el mercado nacional, respondió: “No creo que esa empresa esté haciendo eso que se dice, al contrario, están produciendo la mayor parte de las arepas que se consumen en el país y más bien deberían condecorarlos por lo que hacen…ah, ¿Los vas a intervenir?  Más bien dales una medalla, vale”. Y siguió diciendo: “Chávez no me dijo a mí que fuera un idiota funcional”… “Y debo aclararte que aquí no está en peligro la patria, lo que sí está en peligro es el estómago del pueblo, caballo, el estómago de los niños venezolanos”. Sobre la delincuencia desatada en Caracas y en todo el país, fue terminante: “Debe meterse preso a los delincuentes que portan armas más poderosas que la misma policía, y de paso debo decir que en el gobierno también hay delincuentes y deben ir presos todos”. Y sobre los supuestos atentados a personeros del gobierno, dejó sentado: “No, chico, eso es mentira, aquí nadie quiere matar a nadie del gobierno, es mentira, y si me quieren fusilar, bueno, fusílenme”.

Y es que a este hombre, el “Che Guevara” venezolano, peculiarmente popular y acérrimo seguidor del proceso revolucionario nacional, no puede ponérsele en entredicho su compromiso y apoyo político al Gobierno: “Yo soy seguidor del Comandante eterno, y de Maduro, pero reitero que Chávez no me dijo que fuera un idiota funcional”. Y se alejó con su atuendo verde olivo barrio adentro, cerro arriba, lares que lo parieron y lo lanzaron al espectro nacional.



Las cosas extrañas que suceden en una cola


Tal vez el primer pensamiento que asalta a una persona que forma parte de una larga cola, sea aquel donde se ve llegando a casa con dos grandes bolsas llenas de alimentos variados, adquiridos a un precio justo y recibido por su esposa e hijos. Pero, asimismo, de seguro en instantes lo asaltará su realidad al verse rodeado de gente por todos lados entre gritos, palabras altisonantes y agresivas. O quizá  lo volverá a la verdad un empujón para sacarlo de la larga fila o para que avance y se acomode mejor. Y es que las cosas más disimiles y raras pueden pensarse, decirse y hacerse en esas interminables colas que día tras día envuelve a los venezolanos. Y otro pensamiento que puede venir a la mente, un tanto intranquila por lo que le toca vivir, sea preguntarse si todo eso, el drama de las colas y los avatares que traen consigo, sea para siempre. ¿Se han instaurado las colas como una especie de fantasma que asalta y asusta a los nacionales? ¿O todo eso pasará en un lapso de tiempo previsible y solo será algo que  se recordará como un asunto de angustias y amarguras? Nada hay más perentorio en la mente que volver, tras la angustia y el dolor, a buscarse una situación estable y normal. Nadie puede acostumbrarse al padecimiento o al mal y por eso hace esfuerzos por volver al bien y a la paz. Humanos somos. 

Las colas, se sabe, es el pan nuestro de cada día, junto a la búsqueda frenética de alimentos. Lo primero que te llega a la memoria, nada más al levantarte en la mañana, si es que en la noche no lo tuviste como pesadilla. O como un dulce sueño si es que te veías paseando por una calle o avenida y entrando a un enorme supermercado con sus anaqueles llenos de todos los productos y paseando con un carro de compras y llenándolo con lo que te gusta y necesitas. Cómodo y con aire artificial agradable y poco después te espera un cajero sonreído que te da los buenos días y comienzas a bajar tus paquetes. Todo eso puede ocurrir en la mente.

Y volviendo a la realidad, el domingo próximo pasado nos topamos con una kilométrica cola en el supermercado El Garzón. En las afueras. Y cosa rara, ya no puede decirse que son colas o filas porque de lado y lado las aceras lucían llenas de personas de todas las edades. Parecía un día de fiesta, pero al revés. Era una multitud que rodeaba todos aquellos espacios comprendidos por los alrededores de Llano Mall, la sede de un diario, daba vueltas por la avenida Páez y enfilaba hacia la redoma con tendencia al centro de la ciudad. Un familiar que andaba conmigo me ordenó que me detuviera para unirse a la comedia y la miré asombrado por su actitud. Solo atiné a preguntarle: ¿En serio? ¿Acaso no piensas trabajar mañana lunes?

En el ínterin, escuchamos una conversación entre dos compadres, al momento en que se abrazaban: “Quien iba a creerlo, compadre, que tanto tiempo sin vernos, y ahora nos vemos a cada rato en estas colas. Ya no tengo que ir a su casa que queda retirada y de paso nos vemos con toda la familia”. Y de inmediato se asomó el rostro risueño y mamador de gallo del venezolano: “Compadre, lo que nos hace falta es que hagamos un sancocho aquí y pongamos música”. El otro lo miró fijamente y respondió desconsolado: “Que va, compadre, primero tendríamos que agarrarnos a golpes con este gentío y ver si podemos comprar aunque sean unas vituallas”. Se echaron a reír y se acomodaron en la cola que no avanzaba ni un milímetro. En otro lugar alguien le preguntaba al de al lado: “Oye, ¿Y por dónde paraste el carrito que no lo veo por acá?”. La respuesta llena de nostalgia no se hizo esperar: “No, manito, el carro tiene varios meses parado allá en la casa sin batería y con dos cauchos lisos. Hace unos días dijeron que iban a vender ambos productos y me fui y por poco lo que agarro fue plan de machete de la guardia”. ¿Y eso? Bueno, llegué e hice una maraca e cola y después de varias horas se acabó todo y mucha gente se enfureció y la guardia peló por las peinillas. Yo me fui a la carrera”.  Y una señora, entrada en años, contó que hacía poco tuvo un plantón de unas diecisiete horas en una cola del Bicentenario: “Llegué a las cuatro de la mañana y vine comprando a las once de la noche y no todo lo que buscaba, ¿Puedes creerlo?”.             



¿Las letras que grabó Ali Primera no eran suyas?


Definitivamente debo admitir que si alguien me preguntase que si fui sorprendido al tener conocimiento de lo que reflejo en el título de este escrito la respuesta tiene que ser afirmativa, y sin sonrojarme puedo expresar que simplemente lo ignoraba y estaba muy lejos de sospecharlo siquiera. Y es que siempre estuve entendido de que las letras, en su mayoría puedo decir, que grabó y dio a conocer masivamente, tanto dentro como fuera del país, el genial hijo de la sierra del estado Falcón eran suyas. Pero resulta que en los dos últimos años este asunto singular era un secreto a voces en los corrillos de la cultura y de la música. Y cualquiera podría argüir que cómo saberlo si lo contrario fue lo que se dio a conocer de modo legal en los registros de propiedad y derechos de autor. Y ello sucede desde hace unos treinta años cuando fueron registrados. Pero le salió dueño a esas letras memorables y ahora es lo que cuenta, aunque aún sigue la polémica entre las personas que de una forma u otra tienen que ver con el affaire. Paso, entonces, al asunto en su justa dimensión.

¿Quién es Brígido Marquina? Es el venezolano que se atribuye la autoría de las letras referidas y es también un comunicador social con estrechos vínculos con la cultura y compositor prolijo que ha venido proclamando, y denunciando a la vez, que es el autor de las letras de las canciones que grabó y popularizó el conocido Cantor del Pueblo, Ali Primera. Y no son dos o tres, son más de sesenta letras que dio al trovador falconiano desaparecido y en las que algunas de ellas alcanzaron difusión por el mundo en aquella voz privilegiada e inolvidable, porque, ¿Quién no ha escuchado una canción de Ali primera? Además, esas letras tuvieron resonancia en filmes, tal como “Canción mansa para un pueblo bravo”, que fue llevada a la pantalla grande con éxito hace algunos años, así como en libros y revistas. Y acusa Marquina: “No se puede ocultar un despojo tan grande, pero no hay justicia”, como argumento de que ha acudido a las instancias de rigor buscando respuestas sin haberlas obtenido. Ante la pregunta de “Por qué no denunció antes”, dice: “Ali y yo éramos comunistas y siempre le reclamaba, hasta el año 85 cuando murió y doy por perdidas mis letras”. Sin embargo sostiene que fue a la Subcomisión de Cultura de la Asamblea Nacional y planteó el asunto con un informe.

Siendo así, temas conocidísimos como “No basta rezar”, “Techos de cartón”, “Perdóneme tío Juan”, “Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos”, “La canción de Luis Mariano”, “Canción bolivariana”, “La patria es el hombre”, “Mamá pancha”, “El despertar de la historia”, entre otras muchas conocidas y exitosas que era atribuidas en su autoría al eximio trovador, pertenecen realmente al periodista Brigido Marquina. Y exhibe argumentos de peso como este atribuido al historiador Agustín Blanco Muñoz: “En el partido comunista de la UCV todos estábamos avisados de que Brigido Marquina era el autor fundamental de las letras de las canciones de Ali Primera”. Y Carmen Ruiz, periodista ex comandante guerrillera en aquellos tiempos, dijo: “En la UCV todos nos conocíamos y Ali Primera afirmaba que Brigido Marquina era un genio de la composición”. Y hay más testigos: Manolo del Valle, Pedro Ocando, Carmen Ruiz, Luis Martínez, entre otros, unos poetas, músicos, arreglistas y compositores. El abogado Manuel Manrique Siso declaró también que Ali era su amigo y le confiaba que Marquina era el autor de sus letras y de “Techos de cartón” y se ofreció para dar su testimonio.

Y el demandante deja muy claro: “Reconocerme mi obra no desmeritaría en ningún caso a Ali Primera porque en ese género no habrá otro como él y yo soy su primer admirador. Es más, si viviera Ali atestiguaría a mi favor. De eso estoy seguro. El problema se suscita a raíz de su muerte”.  Marquina fue preguntado sobre los libros escritos sobre el singular cantor: “Esos “aliprimerólogos” dan más lástima, porque se puede presumir que fueron sorprendidos en su buena fe, o que son pésimos investigadores, o que tienen una intención política y por eso me execran”

Mientras todo eso se dilucida, si es que llega a ocurrir, porque por ahora sus letras no están a su nombre en los registros legales, Brigido Marquina pareciera repetirse en su mente: “Abre brecha, compañero, que ya viene tiempo de agua…”.        



“No serviré más a mis ingratos compatriotas”



En aquel austero lugar, que era una habitación de la Quinta de San Pedro Alejandrino,  solo se dejaban oír  los lloros de José Palacios, su fiel mayordomo. Claro que estaban también sus más leales y últimos amigos, fortísimos soldados que en aquella circunstancia tan amarga hacían esfuerzos supremos para no llorar. Era la una de la tarde del 17 de diciembre de 1830.

HAGAMOS UN POCO DE HISTORIA: De las 172. 800 horas, de los 7.200 días, de los 240 meses que dedicó Simón Bolívar a la libertad de su patria, y el resto de Suramérica, los tiempos más duros y difíciles para él fueron los vividos a finales de 1830. Y era que moría muy dolido y perseguido. Ya lo planteaba el Libertador en carta dirigida a su amigo Gabriel Camacho que vivía en Venezuela: “…Mucho he servido a mi país, mucho me deben todos sus hijos y mucho más todavía el jefe de su gobierno; por consiguiente, sería la más solemne y escandalosa maldad que se me hubiese de perseguir como un enemigo público”. En esa misma carta protestaba igualmente Bolívar la intención de aquel gobierno venezolano de entonces de quitarle las minas de Aroa que había heredado de sus padres y que constituían sus últimos recursos para realizar su pretendido viaje a Europa en un intento desesperado por alejarse de un medio que ahora le era  hostil. Además sostenía el caraqueño ejemplar en esa misiva: “…También estoy decidido  a no volver más, ni a servir otra vez a mis ingratos compatriotas”. Tal era el desencanto y la tristeza de aquel hombre que había ocupado veinte años de su vida al servicio de su gente y de su pueblo. El dolor era irreversible. Y aun quedaba mucho más. Las ambiciones desmedidas, el apetito desmesurado de poder descargaban sus golpes más duros sobre aquella humanidad enferma, casi destruida por la tuberculosis y la tremenda fatiga que no le dejaba y que era consecuencia de haber trabajado sin descanso por el bien de sus semejantes. Pero es bueno  y oportuno referir que el acoso y la persecución implacable  que se desató contra Bolívar y que lo condujo  a la muerte, como el mismo lo aseveró, provenía básicamente de los sectores político-militantes, de los dirigentes de los partidos del statu quo, de una minoría ahora todopoderosa que afilaba sus garras para repartirse esos pueblos liberados, para tenerlos como sus feudos y como sus botines de guerra. Y debe acotarse que muchos de aquellos que le perseguían de manera desalmada y contumaz, habían gozado de sus favores y predilección en las horas duras de la lucha por la liberación y que fue una constante de su desprendida  personalidad, pero que ahora buena parte de esa fauna política le adversaba y le desconocía.

Y era que el Libertador se convertía en un obstáculo en esa hambre insaciable,  enfermiza y loca por las nuevas posiciones. Como también fue una barrera en esos bajos propósitos el noble Antonio José de Sucre, a quien habían injuriado y matado los mismos intereses bastardos. Y así como esa minoría desadaptada e injusta arriaba sus mezquinas  banderas contra el sol de América, en los pueblos liberados por él se organizaban manifestaciones populares de respaldo  a su obra y su nombre. En Venezuela, desde varios puntos se dejaban escuchar las entusiastas adhesiones. De la misma Colombia surgían los seguidores agradecidos y decididos a respaldarle invocando su historia y su gesta gloriosa. Desde Ecuador le pedían que fuera a vivir con ellos para que no le alcanzaran los disparos de la maledicencia, el egoísmo y la traición. “…No sé todavía a donde me iré”, decía Bolívar con su corazón atribulado y lleno de desilusiones. Más, sin embargo, la muerte era inminente. Y en San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, Colombia, como se sabe, le sobrevino el final. Acogido por el acaudalado español Joaquín de Mier y asistido por el médico francés Prospero Reverend, Bolívar se marchó a la eternidad. Tenía 47 años de edad. Días antes había dicho en su última proclama: “…He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad…Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad… He sido víctima de mis perseguidores que me han conducido a las puertas del sepulcro… Yo los perdono”. Y aun retumban las palabras del mestizo peruano Choquehuanca, a quien conoció en sus mejores albores: “Con los siglos crecerá tu gloria”.   




¿Por qué dimos de baja la concordia?




Mis padres, en el barrio Guamachal de Valle de la Pascua, hace mucho tiempo atrás, usaban seguido el término “concordia”. Ante cualquier dificultad, por pequeña que esta fuese, dentro o fuera del hogar, llamaban siempre a la concordia, a la unión, a ponerse de acuerdo unos con otros con miras a vivir bien, según aseguraban. Esa era su divisa. “Muchachos, vivan en concordia, dejen la peleadera que eso no conduce a nada bueno, a no ser problemas y conflictos”. Y así como ellos, la mayoría de los padres del barrio. Y yo no recuerdo que algún problema entre vecinos, que alguna vez ocurrían, hubiese desatado un altercado mayor y que dejase un mal resultado que lamentar. No, ante cualquier esporádico “atajaperros” de inmediato llamaban a la concordia y nunca “la sangre llegaba al río”. Y la clave no era otra cosa que la convivencia pacífica. El común acuerdo y el consentimiento entre los adultos, era lo que prevalecía ante todo.

Y es por eso que el título de este escrito tiene un dejo de nostalgia.  Porque entonces, en la barriada, se vivía  bajo la égida de la concordia.  Era algo en lo que se creía. Pero, la concordia fue dada de baja y ya no existe en el barrio más humilde ni en el círculo social más alto, sea este cual fuere. Y sin concordia, respeto, paz y  justicia no hay barrio que progrese. Ni ciudad. Ni país tampoco. Y en mi barrio de ayer no había eso que se llama “solidaridad automática”. No señor. Por ejemplo, si un muchacho llegaba a casa llorando o con cualquier golpe menor o una dificultad ligera, que era la norma por la época, el papá o la mamá no desenfundaba un “chopo” o buscaba la macana, el mandador o el machete para ir en busca del agresor sin mediar palabra alguna. Bajo ninguna excusa sucedía eso. Y no escuchaban solo el argumento del hijo lloroso o en problemas, sino que optaban por averiguar la realidad del asunto y zanjaban de mutuo acuerdo y con el debido respeto. Y la comunidad seguía su curso con toda normalidad. Era como si dijesen: “Ya tenemos problemas de envergadura que resolver, que tienen que ver con los afanes del diario vivir, para ponernos a pelear por tonterías de muchachos”. Y si era el caso en que el zagaletón llegase a casa con un objeto por poco que costase, debía demostrar con creces como lo había obtenido y ante cualquier duda tenía que vérselas con el jefe del hogar. Lo mismo era si se trataba de dinero. Cero alcahuetería, fuese lo que fuese y el monto o la cantidad de la cosa.

Y es claro que algunos dirán que ahora las cosas no son como antes, y tienen sobradas razones, obviamente. Las cosas no son como antes porque lo social, lo económico y lo político impusieron sus reglas desde hace mucho y a la concordia la dieron de baja. El modernismo, la moda, el dinero, el bonche y el poder a ultranza son “el pan nuestro de cada día”, como se dice en el argot popular y además exacerbadas por los modernísimos e incontenibles medios de comunicación que lo absorben todo. Y cualquier historia o remembranza como la que acabo de hacer suena hueca, de poca importancia o fofa ante los oídos de muchos. La vida rauda aniquiló la paz ciudadana y su lugar lo ocupó la ambición desmedida en todos sus estamentos y una especie de locura colectiva parece apoderarse de todo y de todos. Los padres de ahora trabajan a tiempo completo y los hijos recién nacidos van a los albergues apenas de meses y los progenitores azorados y cansados por el diario trajinar disponen de poco tiempo para atenderlos. Es la vida moderna en su más absoluta expresión y eso no hay quien lo cambie. Y lo arrastró todo. Y la concordia se marchó sin decir a donde iba. 
      



¿Qué decía Alí Primera cuando vivía?




Ali Primera era un hombre campechano y de eso se sentía honrado, según atestiguaba. Era feliz cuando volvía a su tierra falconiana y se reencontraba con el lar que lo vio nacer y crecer. La brisa suave del amanecer, el olor del ganado y la vida campesina de los suyos la sentía hasta más no poder. Y además de su discurso cantado, fíjense lo que decía: “Hay una profunda alegría que yo mantengo todavía cuando iba a desayunar con los peones y traía una tapara de leche y los pocillos a marrados de Mapire que venían cargados de arepa. El olor de la arepa con la leche de vaca recién ordeñada es una cosa que a mi me conmueve todavía y lo busco. Y lo digo, yo no cambio una arepa por nada en el mundo”. De tal modo, que una vez contó sonreído que se había comido nueve arepas rellenas en una sentada: “Fue en Barquisimeto que me comí las nueve arepas nada más con queso blanco, imagínense ustedes, ¿nueve arepas?”. Y lo contaba carcajeándose. El intérprete de “Techos de cartón”, sostenía que él oponía su ser campesino al cemento de la ciudad y por eso expresaba: “Yo soy campesino y serlo es una gran echonería y es lo que yo he tenido para no sucumbir totalmente en el urbanismo y para no llenar tanto de cemento el carácter”.  Y es que el trovador del canto militante expresaba que había que leer, no solo en los libros, sino en los ojos de la gente la hermosa posibilidad que tiene el ser humano de vencer alguna vez la angustia y ser como un hermoso ovejero que llega con el equipaje del amor intacto en el saco.

Y agregaba: “La tarea del hombre es ardua, pero sin cariño es más ardua todavía”. Y una vez al preguntársele sobre la militancia partidista, fue enfático al decir: “Pienso que hay numerosas personas por ahí que pululan dispersas y nosotros hemos contribuido en esa dispersión al pensar solo en ser partidistas. Nos hemos tardado mucho en aprender que por encima de un partido y de una ideología esta la necesidad vital del hombre, al cual hay que amar por encima de todas las cosas. No con un amor baboso y tramposo…”. Y, asimismo, cuando se le consultaba sobre Carlos Marx, y conociendo el singular interprete que las polémicas sobre ese asunto estaban a la orden del día, se limitaba a decir con cierta sonrisa que “ese era un gran amigo suyo” y evitaba así cualquier sobrevenido y a veces interminable debate que consideraba innecesario.

¿Y qué expresaba el prolífico  cantor  sobre los políticos? Esto decía: “Muchos políticos carecen de sensibilidad y eso es algo que debe abrigar el político, ser algo entrañable y tener algo de ternura sin que falte el respeto. Porque la política en sí no es tan estéril, ni tan árida, ni tan pragmática como la han querido presentar muchas veces y debe desterrar eso de que hoy estoy contigo porque me conviene y mañana estoy con otro porque me conviene. El político debe tener una gran ética y poseer una gran capacidad de percepción. Pero antes que nada, un compromiso moral y una solidaridad a toda prueba”.      

Así era este hombre de pueblo y campesino como el mismo afirmaba. El del compromiso militante que llevaba su discurso cantado y hablado a donde podía. El mismo que tuvo como papá a un policía de pueblo, a una mamá campesina y a una monja como madrina. Y   fueron muchas las veces que llegaba a su casa a la media noche o de madrugada y, claramente, encontraba a sus hijos dormidos y sin pensarlo dos veces iba a despertarlos cuatro en mano y los invitaba a cantar. Y a pesar de haberse marchado hace dos décadas sigue incólume su canto y su memoria. ¡Abre brecha, compañero!



El diezmo en dinero no es bíblico



El diezmo que obligan a pagar a los fieles algunas denominaciones religiosas ha llegado a extremos asombrosos por boca de algunos “pastores” que expresan cosas aberrantes como estas: “Quien dé más dinero del estipulado seguro que Dios lo tendrá más en cuenta para su salvación” o “Quien no cumpla con el diezmo sepa que está robando al Supremo. Veamos este interesante estudio:

“Pues, ni roba a Dios, ni es un mandato de Jesucristo. Se darán cuenta por si mismos que lo que han creído por verdadero durante muchos años no es cierto: ¡El diezmo tal como hoy es enseñado por la mayoría de las sectas de dar el 10% del ingreso en dinero no existe en las páginas de la Biblia!  El diezmo nunca se dio en dinero o moneda sino en comida y animales. Siempre que se habla en la Sagrada Escritura del diezmo es de darlo en especie, ya sea de frutas ó de animales -Gen 4,3-7; Lev 27,30-32- y no en dinero -Gen 47,13-18-.. Hay cientos de citas bíblicas donde dice una y otra vez: cosecha y animales. Una cosa es buscar lo que la Biblia dice sobre el diezmo y otra muy diferente es usar pasajes bíblicos para que la gente crea lo del 10% de su sueldo. Si usted quiere saber por qué dar el diezmo en especies algunos lo interpretan ahora a su modo para pedir el dinero, solo es cuestión de imaginarlo un poco. Pregúntese: ¿Están interesados en sus gallinas y cosechas o en su dinero? El diezmo era para los Levitas, viudas y huérfanos, no para el pastor. Servía para el sostenimiento de los Levitas, porque éstos no tenían herencia en la tierra en común con las otras tribus: -Lev. 27:30-33; Núm. 18:21-32; Dt 14,27-29-.  De hecho, los rabinos judíos actuales no piden el 10% para ellos porque conocen perfectamente la Ley y saben que el diezmo en especie era solamente para los Levitas. El 10% del salario para el jefe, pastor o líder, no ha existido nunca en la Biblia, excepto por parte de "predicadores o servidores", que exigen para sí mismos en el nombre de Dios lo que Dios nunca ha pedido para Él. El diezmo -comida y animales-  era una Ley para los judíos en el Antiguo Testamento. Es por eso que las sectas protestantes que lo exigen tienen que recurrir a mencionar citas de la Antigua Alianza y sobre todo a Malaquías para poder hacerle creer a la gente que es bíblico, pero no mencionan que eso era para el pueblo de Israel que fue con el que Dios había hecho esa alianza, y nosotros no somos judíos, sino cristianos”.

“Pertenecemos a la nueva alianza: "Esta es mi sangre, sangre de la Alianza nueva y eterna" -Lc 22,20; Heb 10,9; Gal 3,23-25-, esta es lograda con la muerte y resurrección de Jesucristo y ahora él es nuestro Señor. Incluso San Pablo corrige a los que quieren volver a vivir bajo la Ley -Gal 4,21-26-. Desafortunadamente, algunos por no tener este conocimiento inconscientemente están mezclando las dos alianzas como si fuera lo mismo. En ratos son cristianos y al dar el diezmo son “moisesianos”.  Ni modo, por eso hay muchos queriendo ser pastores protestantes para poder trasquilar a sus ovejas tranquilamente en el nombre de Dios.  Ni Jesús ni los Apóstoles pidieron o mandaron pedir el diezmo. Así como lo está leyendo. En realidad no existe ni una sola cita del Nuevo Testamento en la que Jesús o alguno de los apóstoles digan que hay que pagar el diezmo y menos todavía que eso era el 10% del salario. Ni siquiera el de los alimentos y animales. En los Evangelios solamente viene tres veces la palabra diezmo y habla de los fariseos que lo daban -Mt 23,23; Lc 11,42- y por cierto no habla nada bien de ellos, y en el caso mencionado en Lucas 18,12-14 el que daba el diezmo no salió ni justificado ni bendecido. ¿Por qué cree que nunca se le ocurrió a San Pablo mencionar a Moisés o a los profetas sobre el diezmo o soltarles a ellos el pasaje de Malaquías "¡ustedes están robando a Dios!", cómo muchos predicadores modernos lo hacen? Pues, porque él sabía que vivía bajo una Nueva Alianza y estilo nuevo de dar con el corazón. La Iglesia primitiva no cobraba el 10% semanal del salario. Los historiadores de la iglesia lo dejan muy claro, la comunidad primitiva no se financió con diezmo de ninguno tipo”.


“Se lo dije, compa, se lo dije, eso le pasó por porfiao”


La terquedad está emparentada con la obstinación y la porfía, y gramaticalmente, cada uno de estos adjetivos de la lengua castellana, son opuestos a la razón y al sentido común. Es por eso que el  obstinado o porfiado o el terco, no se deja vencer por los ruegos y amonestaciones razonables, si es que permite que se los hagan, ni por obstáculos o reveses. Es decir, no hay persuasión que valga y se mantienen en su resolución o con su tema. Sin inmutarse y sin flaquear. Y, obviamente, sin medir las consecuencias de tan insensatos actos.

Es lo que puede decirse de Juan Hilario, conocido personaje de la excelente obra dedicada al llano y a Venezuela toda,  y creada por el talento del guanariteño, don Dámaso Delgado, y constituyéndose poco después en un clásico de nuestro folclor. Y es que la actitud de aquel caminante llanero, rayana en la terquedad, no pudo deponerse ante la persuasiva explicación que le diera su amigo José Juan, quien conocía algunos hechos horrendos ocurridos en las inmediaciones que pretendía cruzar el inquieto parrandero y así evitárselos a su carnal. Pero, como se sabe, no hubo forma y manera de que el osado Juan Hilario desistiera de su empeño y de allí que este se llevara la paliza que se llevó. No le quedó más remedio a José Juan que retirarse a su rancho, abrumado y contrariado, no sin antes dejar clara su posición: “Mire, Juan Hilario, yo mejor lo dejo solo. Usted será lo que sea, pero lo que es pa’ mí, El Silbón no es juego”. Y al final, después de la tragedia, solo se dejó escuchar la sentencia del honesto trabajador del hato, que estremeció a toda la llanura: “Se lo dije, compa Hilario, se lo dije. Eso le pasó, por porfiao, por porfiao”. Pero, ¿acaso podía Juan Hilario haberse evitado aquel cruel y sangriento encuentro que puso en peligro su vida? Es muy probable que así hubiese sucedido, aunque la sensatez salió también derrotada, al igual que el mítico personaje del llano, al no escuchar la voz  de la cordura y del buen sentido de las cosas.                                                  

Y así, la terquedad, la obstinación y la porfía, son las constantes en aquellos que se niegan o se oponen a cualquier postura razonable sin que argumento alguno pueda convencerles y dejar sin efecto sus tozudas posiciones


Semblanza de una maestra venezolana


María Josefina es una docente con un buen perfil educativo y obtuvo su grado profesional acicateada por su atracción hacia los niños. Desde muy joven se propuso trabajar con ellos y una manera expedita, lógicamente hablando, era hacerse docente. Y así fue. Ahora tiene su propia familia y unos cuantos años al servicio de la docencia que asumió con abnegación. No luce cansada a pesar de su dedicación plena a su labor educativa. Pero algo preocupa a María Josefina y lo lleva muy adentro de su corazón debido a la poca propensión de exteriorizar sus inquietudes. Y es porque nunca quiere establecer barreras u obstáculos personales en el camino de la formación de los chiquillos, a quienes ubica por encima de cualquier escollo así sea pecuniario. Se trata de las nuevas generaciones, se conforma. Además suele escucharlo como ritornelo.


Ese día llegó muy temprano a su trabajo, cosa  habitual en ella. Como tenía tiempo, quiso conversar con una compañera y después del saludo, la interrogó: “¿Qué noticias trajo nuestro representante gremial de la reunión con el ministro en la gran ciudad? Su colega la miró fijamente y algo extrañada. Respondió con rostro circunspecto: “Las noticias no son buenas, María Josefina. Es más, te digo que son decepcionantes”. La aplicada maestra de primaria escuchó aquellas palabras y no se sorprendió. Podría decirse, incluso, que las temía. En ese tipo de cosas las respuestas, casi siempre, se parecen mucho, se dijo. Su interlocutora siguió hablando: “El ministro adujo que no había dinero para un posible aumento salarial y que por ahora había que esperar. Sostuvo que la razón era la baja en los precios del petróleo y fue enfático al agregar que a duras penas estaban pagando nuestros alicaídos sueldos. Y claro está que le explicaron con detalles la situación económica y social que atravesamos los educadores. Con cifras y demás yerbas”, puntualizó la profesional de la enseñanza. María Josefina no articuló palabra alguna y después de abrazar a su amiga se dirigió al aula de clases a formar a los niños porque en segundos tocaban el Himno Nacional. Era lo sempiterno.
      
Ese día María Josefina no se encontró con su colega del salón de al lado. Al pasar enfrente a los chicos vecinos vio a otra maestra que no conocía y supuso que se trataba de una suplente. Es la costumbre, pensó convencida. Fue en la tarde, al salir de clases, que ella se enteró de la ausencia de su vecina maestra. Le concedieron el día porque debía ir al Seguro Social a validar unos papeles médicos que por razones de salud le dieron y para lograr el objetivo tenía que irse muy de madrugada para tratar de tomar un número de diez que repartían para atender a los requirentes. La tarea no se tornaba nada fácil. Era  necesario sortear los peligros al andar por la ciudad a esas horas, un poco más allá de la medianoche. Y luego esperar atención y eso implicaba unas ocho o diez horas seguidas, a veces sin almuerzo y con la esperanza de que el médico de turno no claudicara ese día. Y la experiencia decía que eso podía suceder, de hecho ha ocurrido en múltiples ocasiones. Del otrora Ipasme, ni hablar.  Cedió su rol. En ese organismo no era complicado ese asunto, pero fue objeto de una intervención por razones financieras y presupuestarias y en los últimos años ha cargado a cuestas un déficit colosal y todo reflejado, sin dudas, en la merma acelerada de su servicio ahora crónico. María Josefina está por jubilarse y sueña con sus prestaciones sociales pagadas al salir. Contante y sonante.

Y finalmente, pueden ser muchas “las Marías Josefinas” de esta sencilla historia. No obstante, es necesario advertir con las usadas y cansonas palabras que ponen al final de los relatos contados en el cine o en el teatro o del tipo que sean: “Cualquier parecido con situaciones reales es pura coincidencia”.



“Tú eres Pedro y sobre esta piedra…”


          
Y dijo Jesucristo: “La oración del hombre humilde atraviesa las nubes, pero también perfora las mazmorras del maligno y hace añicos sus planes. Las oraciones del hombre humilde tienen doble efecto a beneficio Mío”. Esto  pertenece a los libros La Verdadera Vida en Dios y  tiene que ver con los mensajes celestiales que el Supremo ha decidido comunicarle a la generación de estos tiempos y que comenzaron a publicarse por instrucciones del propio Hacedor desde 1985 y cuya mensajera es la egipcia Vassula Ryden, de quien habláramos en otros escritos. Los textos han sido publicados en más de 30 lenguas y han recorrido el mundo de hoy llevando el mensaje de Dios, y  no se trata de nada nuevo que el Creador quiera comunicarnos ahora, pero sí de un  recordatorio de las Santas Escrituras porque como el propio Ser Celestial expresa “Está decidido a salvar a esta generación y colmarla de su infinita Misericordia”. Y debe añadirse que en estos textos santos el Señor despeja algunas incógnitas y describe en palabras sencillas parte del contenido de la Biblia. Y si algo debe quedar claro, es que Dios no pretende escandalizar y crearle miedos al ser humano de fe y de creencias arraigadas, como tampoco a aquéllos que han desviado el camino y se han apartado de Dios, sino que a todos ha venido a despertarnos del sueño y de “esa especie de muerte espiritual” que padecemos y que tiene como finalidad liberarnos de las garras del pecado y del mal. Leamos ahora otro de sus mensajes revelados que va dirigido a todos nosotros. Helo aquí.
           
“Yo soy la raíz del Árbol de la vida, y de Mí emana la Vida Eterna. Flor, lee las Escrituras. Lee y escribe: "Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: Ahí está vuestro Dios".

 “Vuestra Nueva Jerusalén está al alcance de la mano...Yo, Dios, estoy descendiendo a esta era tropezando sobre cadáveres. Todo lo que Yo Me estaba temiendo se ha hecho realidad. Desciendo para encontrar que no hay fe, que no hay esperanza, que no hay amor. Y a mis corderos que dejé pastando en Mis verdes dehesas, los encuentro muertos de hambre y lamentables a la vista, viviendo entre los escombros y en busca de algún abrigo y de algún alimento, pero no los encuentran. Con esperanza levantan piedra tras piedra buscando una migaja o acaso una semilla que poder sembrar, pero en vez de una semilla o de una migaja, encuentran escorpiones listos a morder y a llenarlos de su veneno. Mis corderos van errantes de ciudad en ciudad para no encontrar sino los restos de lo que fue una Gran Ciudad. Sí, hablo de Jerusalén, pero solamente algunos están dispuestos a escucharMe. Llamo a cada uno de Mis pastores por su nombre pero muy pocos escuchan Mi voz...Yo Me ahogo, Me asfixio de verlos llenos de palabras muertas.”

 “EscúchaMe, hija, Yo te he llamado para que sirvas a la causa del bien. Te he tomado de la mano y te he formado para que des testimonio. Te he mostrado la Verdad y he quitado el velo de tus ojos para que veas al que he escogido para asentarse en la Cátedra de Pedro, y al que dije un día: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré Mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos, y cuanto atares en la tierra será atado en los Cielos, y cuanto desatares en la tierra será desatado en los Cielos".

“Yo he dado esta autoridad a este hombre y hoy vosotros ¿tratáis de derribarle y de robar su cayado de pastor, a fin de gobernar con el cetro de la Falsedad y del Vicio? ¿Pedro? Pedro de Mis corderos, Mi pastor bienamado, Yo sé cuán lacerado está tu corazón y cómo sangra a torrentes a causa de esta generación ingrata e infiel. Yo sé cómo han hecho de tus ojos una fuente de lágrimas. Yo sé cuántos de tus hermanos te han vuelto la espalda. Estos son, Mi bienamado, los pastores que no saben nada, que no sienten nada. Todos ellos van por su propio camino, cada uno según su propio interés, sirviendo a la Locura en vez de servir a la Sabiduría, a la Lascivia en vez de la Pobreza, a la Desobediencia en vez de la Obediencia”.

“Yo contemplo desde Mi Cruz a todos los que habitan el mundo, y os digo a vosotros que pobláis las numerosas naciones, que pronto está con vosotros la Hora. El tiempo está casi completo y no pasarán muchos días antes que paséis vuestras noches llorando, vosotros, pastores infieles, pastores que pecáis contra Mí por infidelidad, ¡vosotros que gritáis paz! cuando no hay paz. Volved a Pedro, todos vosotros que vais descarriados en diferentes direcciones. ServidMe a mí. ¿Por qué servir a la Impiedad? Sed Míos, no del Rebelde. ¿Por qué estáis dispuestos a servir al Rebelde? Hasta los extranjeros, hasta ellos han escuchado Mi Voz y comprendido Mis Palabras. Mis principios son Santos y Yo os digo con la mayor solemnidad que permanecerán Santos por siempre jamás”.

“Hija, lee Mi Palabra. Lee y escribe: "En verdad os digo: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una jota o una tilde de la Ley sin que todo se cumpla. Si pues alguno descuidase uno de esos preceptos menores y enseñare así a los hombres, será tenido por el menor en el Reino de los Cielos; pero el que practicare y enseñare, este será tenido por grande en el Reino de los Cielos".


Un hombre desacreditado para la  crítica


Cuando alguna persona en mi barrio critica un asunto de importancia o no y no dispone de pergaminos obtenidos en la escuela moral de la vida, de modo automático se disparan las alarmas de muchos de sus pobladores y aplican al unísono el adagio popular: “¿Con que moral critica ese fulano? Todo el mundo sabe que es un sinvergüenza”. Y esa especie de veredicto popular, con toda su fuerza expresiva, cae sin remedio ahora como bala certera sobre el ex presidente Álvaro Uribe, quien se ha erigido en un crítico falaz de la política venezolana y levanta su dedo acusador contra la nación Y es que el susodicho dejó cifras espeluznantes cuando (des) gobernó a su país. Pero, antes de referirnos a esas cifras del terror, veamos una pequeña semblanza del ex presidente que hablan por sí solas. Virginia Vallejo es conocida en casi toda Colombia. Ejerció en la TV de ese país como moderadora de programas, y además de ser una hermosa mujer, también se le conoció el tórrido romance  vivido con el que fuera el hombre fuerte del Cartel de Medellín, organización que tenía como objetivo distribuir cocaína en medio mundo, pero de modo muy especial en EEUU. De sus vivencias con el conocido narco, ha dejado un libro que tituló  “Amando a Pablo, odiando a Escobar”. Fíjense lo que dice en una de sus partes: “Al llegar al aeropuerto los hombres de Pablo me señalan a un señor joven con aspecto de persona importante. Al verme, sonríe, viene inmediatamente hacia nosotros y saluda efusivamente a mis acompañantes. Hacía ya varios años que no veía yo a aquel prometedor egresado de Harvard, de mirada inteligente y gafitas de estudioso y me alegro de poder felicitarlo porque acaba de ser elegido senador. Conversamos durante unos minutos, y cuando se despide con un afectuoso abrazo, le dice a los muchachos de Pablo: “y ustedes dos, ¡me saludan al patrón!”. El de gafitas era Álvaro Uribe Vélez, que fue presidente de Colombia durante ocho años. Sigue contando “cola” –así llamaban a Vallejo por lo hermoso de la parte más baja de su dorso- que “coca” –para referirse a Escobar- se inició en la impunidad gracias a Uribe que fue senador por el agradecimiento de Pablo. Entre 1980 y 1982, Uribe era director de Aeronáutica Civil y “coca” le contaba a “cola” como le colaboraba. “Mi negocio es el transporte y está construido sobre una sola base: las pistas de aterrizaje y los aviones y helicópteros. Ese muchacho bendito nos concedió docenas de licencias para las pistas y centenares para las aeronaves”.
 Conozcamos ahora algunas cifras que dejó Uribe como triste legado después de haber ostentado el poder durante dos periodos y que contrastan radicalmente con el discurso que manejó su gobierno y la clase dominante que le acompañó en sus funciones. De la población actual de Colombia, que está alrededor de los 42 millones de habitantes, 28 millones sobreviven en condiciones de pobreza, 7 millones de esos padecen pobreza extrema; 4 millones de desplazados y 6 millones de hectáreas que les han sido arrebatadas a la población mayormente campesina. Fijémonos, asimismo,  en la opinión vertida por un joven médico de nombre Alejandro, que conoce suficientemente la situación de los excluidos. Afirma este profesional de la medicina lo siguiente: “Que se puede esperar de un país –Colombia- donde se pinta a diario un cuadro desolador, con veinte mil muertes debidas a razones políticas e ideológicas, con una altísima población viviendo en la pobreza absoluta, con diez millones de desempleados, un país donde se cometen actos graves, masivos y sistemáticos de violaciones a los derechos fundamentales de los ciudadanos por parte del gobierno, las fuerzas militares y sus grupos paramilitares, donde el desayuno de cada familia colombiana es una masacre que se suma a las más de seiscientos registradas en los últimos años,  ejecuciones extrajudiciales e injustas, una práctica de tortura como mal endémico contra unos indefensos seres humanos, desapariciones forzadas que superan las dos mil víctimas, millares de amenazas, el desplazamiento obligado de millones y donde el 55 por ciento de esas familias  desplazadas les han asesinado por lo menos a un miembro por causa de la violencia para institucional”. Y remata Alejandro: “Un país donde por lo menos el 25 por ciento de su población es analfabeta literal, un 50 por ciento de analfabetas culturales. Son cifras escandalosas y poco creíbles para muchos y que no aparecen en ninguna encuesta”.
             


Un repertorio musical en tu ausencia




Aquel día cuando partiste, hermano mío, una sacudida interior, extrema y extraña de sentimientos juntos me invadió de inmediato. Sí, todos los sentimientos que puedan embargar a una persona cuando un ser amado se marcha para siempre. Todos los sentí, obviamente, pero hubo uno en especial que asoló mi alma y mi corazón haciéndome sentir de pronto muy solo, ¡completamente solo! ¡Íngrimo!, a  pesar de que estaba rodeado de muchas personas, entre familiares y amigos, cuyos rostros llorosos, junto al mío, no salían de su asombro al ver que te nos ibas sin poder hacer nada después de haberlo hecho todo. Son esos momentos únicos en la vida que pareciera lloverle a uno torrenciales aguaceros, tempestades sin medida que azotan el alma sin poder evitarlo y en medio de un desierto sin posibilidad alguna de guarecerse o escaparse del lugar. Es una especie de infortunio sin igual, de inconmensurable pesar, de tragedia indescifrable al momento y donde el “por qué” no puede recibir respuesta alguna que satisfaga. Es algo muy extraño. Tal vez por eso el alma se nos encoge de tal manera que por segundos pareciera desaparecer y dejar el cuerpo. Es como si uno también falleciera y en su desesperación deseara marcharse junto al ser querido, ¿O quizá viaja por un ínfimo tiempo al unísono y luego regresa atrapándole  su realidad? ¿Así de sensibles son esos instantes de la separación definitiva? Incomprensible, por lo demás. Han pasado varios meses. Un año y algo más. Y me parece que fue ayer.

Si ahora vivieras, Gregorio, seguro estaríamos juntos escuchando el repertorio musical llanero que solíamos oír cada 30 de agosto que era la fecha de tu cumpleaños. Y cómo olvidar ese momento tan especial con las canciones que te gustaban y que yo compartía contigo llenos de emoción y alegres de compartir nuestras típicas melodías. Y Dios quiso que partieras, hermano, y el Creador es Quien decide y debemos aceptar Su voluntad, aunque, claro está, con mucho dolor primero y con tristeza después y que al pasar el tiempo con la comprensión Divina, Él Todopoderoso nos hace llevadera tu ausencia. Imposible olvidarte con tu cuatro sonoro o a veces con la guitarra en la mano charrasqueando y simulando  acompañar la música grabada, y a veces cantando solo o a dos voces conmigo. ¡Que felices éramos juntos, hermanito! ¡Que bella y agradable tu compañía! ¡Cómo contagiaba tu alegre presencia, desprendida y optimista! ¡Cómo olvidar tu espontánea sonrisa! Y es así, con esa alegría desbordada y muy personal, que ahora te recuerdo Gregorio, y seguro estoy que así te hubiese gustado que te recordase. Por eso hoy acudí al repertorio musical aquel en tu honor, en tu ausencia y volví a escuchar a Reynaldo Armas con "El beso robado" o “pesadilla entre las flores”, a Salvador González, El Magistral, con "Noche de amor", que era favorita en las serenatas que no podían faltar en la ventana de alguna vecina amiga. Y "Mi tristeza" con Armando Martínez tampoco faltaba, asi como "Por caprichos del destino" de Rogelio Ortiz. Y eran tantos los temas que las horas pasaban sin darnos cuenta, entre risas, chanzas y recuerdos gratos. Aquellos momentos los vivíamos de veras.

Como digo, tu ausencia hoy la asumo de otro modo, pero con una nostalgia que lucha con los recuerdos en mi corazón y se convierte en guardián de tu imagen como si pretendiera que no te fueras de nuevo ¡Vaya quimera!, hermano. No obstante, pase lo que pase, Gregorio, siempre te recordaré y te amaré, será imposible olvidarte y disculpa el pleonasmo si lo hay. Ah, debo que decirte que al final del homenaje en tu honor y en tu ausencia me salí del repertorio llanero de siempre y terminé escuchando otra de las nuestras que nos entristecían y ensimismaban al oírla: "Nadie es eterno", de Darío Gómez, ¿La recuerdas?... ”Nadie es eterno en el mundo ni teniendo un corazón, que tanto siente y suspira por la vida y el amor” Y debo confesarte que dos lágrimas humedecieron mi rostro sin poder contenerlas, manito, no pude, perdóname, hermano, perdóname. Descansa en paz y que Dios y la Virgen te sigan alumbrando con su luz eterna y celestial. Al irme a dormir, y poco antes de conciliar el sueño, solo Dios sabe por qué me llegaron al pensamiento las palabras inmortales de Jesús: “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás”.


“Y he aquí que se levantó una tempestad…”


“Y he aquí que se levantó una tempestad tan recia en el mar, que las ondas cubrían la barca; más Jesús estaba durmiendo. Y acercándose a él sus discípulos le despertaron, diciendo: Señor, sálvanos, que perecemos. Diceles Jesús: ¿De qué teméis? ¡Oh hombres de poca fe! Entonces, puesto en pie, mando a los vientos y al mar que se apaciguaran, siguióse una gran bonanza. De lo cual asombrados todos los que estaban allí, se decían: ¿Quién es este a quien los vientos y el mar obedecen?” San Mateo, Cap. VIII, 24.
En 1985 Jesús se ha revelado de nuevo al mundo y Su mensajera es la egipcia Vassula Rydén y por instrucciones del propio Hacedor ha llevado a la humanidad sus palabras convertidas en doce volúmenes que fueron traducidos a más de treinta idiomas. Teólogos, historiadores, expertos, intelectuales, religiosos, entre otros, han testimoniado que las palabras que recibe esta privilegiada mujer son Auténticas y por tal motivo vienen de lo Alto. He aquí otro mensaje del 19 de junio de 1989, en Friburgo, Suiza:

-“Yo Soy. La paz esté con vosotros. Almas muy queridas, sentidme, sentid Mi Presencia… Yo estoy en medio de vosotros. Venid y apartad este velo que pesa gravemente sobre vuestros ojos y miradme en Mi Gloria. Yo sé cuán débiles sois y que a la menor tempestad creada por Mi enemigo os ponéis a temblad y caéis. Pero no desesperéis en estos tiempos de Rebelión, porque Yo el Señor, que soy vuestro Refugio y vuestro Consolador, estoy más cerca de vosotros que nunca”. “Yo soy un Refugio para los necesitados y los desesperados, un Abrigo contra las tempestades provocadas por Mi enemigo, una Fuente Eterna para los que tienen sed, una Sombra para protegeros contra el calor achicharrante de este desierto en el que vivís ahora. Mi Sagrado Corazón está abierto de par en par para acogeros y brindaros descanso. Yo soy el Amor que busca cada corazón para consolarlo y amarlo. Yo soy el Amor que os ama eternamente. ¿Veis? Yo desciendo de Mi Trono Celestial, inclinándome hacia vosotros para elevaros a Mí y alimentar directamente vuestra alma con Mis Reservas del Cielo. Yo vengo a vosotros, mis corderos hambrientos, Yo vengo a reuniros a todos al calor de Mis Brazos. Por amor a vosotros, Yo multiplicaré Mis Gracias sobre todos y resucitaré vuestros muertos con Mi Ardiente Llama de Amor. Yo vengo con Mi Sagrado Corazón en la Mano para ofrecéroslo. ¿Queréis acogerlo?”
“Mis bien amados, el Día está próximo cuando toda visión se realizará, toda visión se cumplirá pronto y en vuestra vida. Entonces, abrid vuestros corazones y tratad de comprender por qué Mi Espíritu de Gracia ha sido derramado tan generosamente sobre esta generación. Está próximo el Día en que todas las generaciones serán una, bajo un solo Pastor, alrededor de un solo Tabernáculo; y Yo el Señor seré el Único para ellas. Por tanto, orad, Mis bien amados, orad por esta Unidad para la cual Yo el Señor estoy en plena preparación”.
“Ahora vosotros estáis dispersos y vuestras dehesas son estériles. Las lamentaciones de Mi Pastor –Juan Pablo II- se escuchan en todo el Cielo, porque los Caínes han roto su cayado en muchos pedazos; han hecho saltar en astillas la Unidad, para romper la fraternidad entre ellos. Pero el Día de la Gloria de Mi Cuerpo está próximo y ¡qué alegría será esa! Será un día maravilloso y las Heridas que he recibido en la casa de Mis mejores amigos, sanarán. Mi Sagrado Corazón desea hoy el amor en la pureza. Todo lo que necesito es una respuesta de amor. ¿No Me he ofrecido por amor como una ofrenda fragante y en sacrificio? ¿Es demasiado pediros que os abandonéis a Mí? ¿Es demasiado pediros un poco de reconocimiento y una respuesta de amor?”
“El Amor desea amor. El Amor tiene sed de amor. El Amor mendiga de vosotros una respuesta de Amor. ¡No os sublevéis contra Mi Ley que es una Ley de Amor! ¡Oh, bien amados, cuánto os amo! ¿Por qué tantos de vosotros han dejado de adorarme? Yo os recuerdo que estoy presente en esta Hora Santa. Rodeado de Mis Serafines y de Mis Querubines, estoy en silencio delante de vosotros. Yo, el Santo de los Santos, os he dado este nombre: Bien amados. Aun cuando hayáis pecado contra Mi, ¡Yo os he perdonado! ¡Vosotros sois Mi simiente!”


¡Ya basta de tantos errores históricos!

                            
Desafortunadamente, en algunas instituciones oficiales del estado Portuguesa se sigue incurriendo en situaciones de desinformación e interpretación errónea de un evento que ha sido trascendente en la historia nacional. Así, preocupa que sean estos entes públicos, entre ellos la Gobernación, alcaldías y Consejo Legislativo, quienes insistan en estos desaciertos que contribuyen por demás a sembrar desorientación en las personas y de modo muy especial en niños y adolescentes, cuando deberían ser estas corporaciones las llamadas a ocuparse, en alguna medida, por interpretar, publicar y proyectar nuestra memoria histórica de manera correcta, y evitar las dañinas distorsiones. Por ejemplo, es increíble que se siga diciendo que el 19 de abril de 1810  “Se proclamó o declaró la independencia nacional”, tal como lo informó la alcaldía del municipio Páez en un aviso oficial, y agregó además que “fue el ápice de la Independencia”. ¿El ápice? No, al contrario, fue un movimiento político de enormes repercusiones, eso está muy claro. También incurrió en error el ente gubernativo estadal, así como la alcaldía de Turen.
Permítaseme decir, de nuevo, que ese hecho histórico condujo o llevó sí a la Declaración o Proclamación de nuestra libertad que ocurrió, clara e inequívocamente, el 5 de julio de 1811 en el Primer Congreso Constituyente venezolano instalado el 2 de marzo del mismo año, naciendo de esa forma la Primera República. El  suceso de 1810, conocido también como la Revolución de Abril, significó un paso relevante que llevó, reitero, a la Independencia y a su Declaración. No debe olvidarse que en el acta del 19 de abril se mantenían los derechos del monarca español Fernando VII y que, inclusive, en la primera propuesta de los revolucionarios en aquellos tormentosos momentos del histórico día se involucraba a Emparan como presidente de la Junta de Gobierno. Claro está que esto último fue rechazado por la oportuna intervención del canónigo chileno José Cortes de Madariaga. Si se quiere añadir más en los alcances de aquella inolvidable gesta patriótica, véase lo que dijo uno de sus singulares protagonistas, Martín Tovar Aponte, alcalde del Cabildo caraqueño: “En el acta no declaramos la independencia, pero el 19 de abril fue un suceso trascendente, propiciador de cambios radicales que condujeron al 5 de julio de 1811”.
En otro desacierto, pero esta vez en “tono mayor y muy desafinado”, incurrió la alcaldía de Esteller y leída en los diarios en esa fecha celebrativa, asegurando  que “El 19 de abril de 1810 se firmó el Acta de Independencia“. Grave yerro. ¡Por Dios!, cómo es posible que se escriban y publiquen cosas como esas.  Y para no quedarse atrás en los desatinos históricos, la alcaldía de Araure, dijo: “El 19 de abril de 1810 nació la Patria Grande que hoy esta mas viva que nunca”. Me anoto, por supuesto, en eso de que “está más viva que nunca”, empero, de ninguna manera ocurrió en esa fecha ese nacimiento, y ya quedó aclarado al comienzo. ¿Desean conocer más elementos impropios referidos a la historia patria? Fíjense en esta otra: La alcaldía de Guanare escribió que “El 19 de abril de 1810 se inició la Primera República”. Pues no, lean más arriba y se darán cuenta del error.
Asimismo, la alcaldía de Agua Blanca afirmó que la fecha referida era “El Día de la Independencia”. Craso error, revisen este escrito y podrán darse cuenta. Pero, además sostiene, junto al ayuntamiento de Ospino y el Consejo Legislativo, que: “El 19 de abril de 1810 marcó el inicio de la Independencia de Venezuela”. Y ahora digo yo, ¿Cómo podríamos llamar entonces a las dos relevantes incursiones armadas del Precursor Francisco de Miranda, en 1806, y a todas sus acertadas visiones políticas expuestas al mundo entero, y a quien antecedieron los también insignes patriotas José María España y Manuel Gual, e igualmente el aporte extraordinario de José Leonardo Chirino, entre otros importantes movimientos revolucionarios que buscaban la liberación del yugo español?
Y para finalizar, siempre recuerdo las palabras del profesor Alexis Márquez Rodriguez, escritor y especialista en lengua castellana, quien sostiene que “debe tenerse cuidado con lo que se dice, pero extremar la atención con lo que se escribe”. Y es por aquello, entre otras cosas, de que los escritos vuelan y, como bien puede comprenderse, no es fácil “atraparlos de nuevo” en el supuesto de que se haga necesaria alguna corrección. 
      

Ya me estoy poniendo viejo



El ancianito caminaba a duras penas por la acera y un joven se le acercó, diciendo: “Oiga, ¿para dónde la lleva por ahí, viejito? Y el hombre con sus años a cuestas le respondió viéndolo de reojo: “¿Y por qué me pregunta, mijito? “Bueno, quiero saber si puedo acompañarle”. Y sin detenerse en su lenta marcha respondió sin mirar de nuevo: “No, hijo, nuestros caminos llevan rumbos distintos”. Y siguió sin inmutarse y sin desdén. ¿Qué quiso decir el buen hombre con eso de que eran distintos sus caminos? Muchas cosas. Incomprensibles quizás para los necios. Y es que viéndolo de otro modo, la edad adulta o mayor o anciana siempre han querido revestirla con metáforas y con aires poéticos no siempre alejados de tonos románticos. Por ejemplo, ¿Quién no ha escuchado referirse a “los años dorados? Y claro que también se habla de “Estar en una edad otoñal” para señalar a personas muy entradas en abriles, pero diciéndolo de manera bonita ¿cierto? Y hasta la expresión no muy señorial que se diga, aunque si popular “El hombre es como el vino, mientras más viejo más divino”. Y esta otra no: “El hombre es como el oso, mientras más viejo más hermoso” Y aquí pareciera haberse abusado de la circunstancia. Y debe observarse que esas expresiones metafóricas, sobre todo las de arriba, retratan más bien a esos “viejitos” que no están exentos de fama o de dinero o de ciertas cosas que no abundan en los menos favorecidos.

En mi caso, creo estar reflejado en el título del escrito, y soy más bien dado a la música y desde joven siempre me ha llamado la atención cuando se trata el tema. Y es el caso del recordado Sandro, interprete argentino que popularizó aquella canción que decía: “La juventud se va y nos ponemos viejos, los hijos ya no están, pues, se han marchado lejos. Pero quedan con nosotros los recuerdos del amor de ayer”. Y continuaba: “Y pensar que la vida se va, y pensar que los años también, más no importa total quedará el recuerdo feliz de un amor que se fue…”. Ah mundo, como recuerdo aquellos tiempos vividos en mi barrio Guamachal con un cuatro o  una guitarra “echando a perder” ese tema del trovador de América, como se le llamaba también. O escuchando y cantando, “y echando a perder también”, “La canción de la vida”, del folclor venezolano que impuso el cantor llanero Reynaldo Armas, cuyo contenido establece que: “Ayer me percaté de mis arrugas, y estático quedé frente al espejo, mis canas cada día más numerosas, se nota que me estoy poniendo viejo”. Y allí el vocablo “estático”, en varias de sus acepciones quiere decir que se quedó asombrado, perplejo, lleno de emoción, y para decirlo en lenguaje de la moda juvenil pasada “se quedó en el sitio”, pues. Y seguía Reynaldo dándose valor con su letra, ¿por algo la compuso él mismo, no?: “Me siento bastante duro, no siento dolor alguno, ni estoy enfermo, lo que pasa es que el cuerpo envejece y el alma mantiene su temple, ella es lo eterno”. Bonita e igualmente estremecedor el tema del hombre de Los Guatacaros, en Santa María de Ipire. Y es que este reconocido compositor llanero, del Guárico, como está anotado, se caracteriza por el mensaje positivo y reflexivo de muchas canciones de su vasto repertorio y que es honra del llano y de Venezuela toda. Y más allá, apuntaría alguien. Y es que con canciones de esa clase no son pocos los que comienzan a vislumbrar un camino, ¿cierto?

Y si de las nuevas generaciones se trata, surgió otro guariqueño, Richard Guarán, quien gravó un tema donde advierte sobre la vejez y dice en su letra propicia y aleccionadora: ”Ya me estoy poniendo viejo, ya se me notan las canas, arruguitas prematuras van mostrándose en mi cara, no soy el mismo muchacho que todo fácil miraba, ya estoy bastante maduro, es mi nueva temporada…miro hacia atrás mi camino con subidas y bajadas y vengo calmando mi sed entre aguas turbias y claras, aferrado a la ilusión que la vida hay que gozarla, acostumbro la aventura y a vivir sin tener nada…el caballo de mi ser me está pidiendo sabana, voy a establecer mi vida y el tiempo casi me amarra, cada día que va pasando mi fuerza más agotada y sin un sueño logrado la juventud se me acaba…”. Ya me estoy poniendo viejo, ¿y qué?              



Visión maravillosa del nacimiento de Jesús
(Parte 1)



Anna Catalina Emmerich nació en Alemania en 1774 y era de familia muy pobre. En 1820, cerca de su muerte, Jesús le reveló su nacimiento en hermosos y mágicos detalles. Leamos:

En cuanto se puso el sol, antes de terminar el sábado, José volvió a Belén, donde compró los objetos más necesarios: una escudilla, una mesita baja, frutas secas y pasas de uva, volviendo con todo esto a la gruta. Fue a la gruta de Maraha y llevó a María a la gruta del pesebre, donde María se sentó sobre sus colchas, mientras José preparaba la comida. Comieron y rezaron juntos”.


“Hizo José una separación entre el lugar para dormir y el resto de la gruta, ayudándose de unas pértigas de las cuales suspendió algunas esteras que se encontraban allí. Dio de comer al asno que estaba a la izquierda de la entrada, atado a la pared. Llenó el comedero del pesebre de cañas y de pasto y musgo y por encima tendió una colcha. Cuando la Virgen le indicó que se acercaba la hora, instándole a ponerse en oración, José colgó del techo varias lámparas encendidas y salió de la gruta, porque había escuchado un ruido a la entrada”.

“Encontró a la pollina que hasta entonces había estado vagando en libertad por el valle de los pastores y volvía ahora, saltando y brincando, llena de alegría, alrededor de José. Este la ató bajo el alero, delante de la gruta y le dio su forraje. Cuando volvió a la gruta, antes de entrar, vio a la Virgen rezando de rodillas sobre su lecho, vuelta de espaldas y mirando al Oriente. Le pareció que toda la gruta estaba en llamas y que María estaba rodeada de luz sobrenatural. José miró todo esto como Moisés la zarza ardiendo. Luego, lleno de santo temor, entró en su celda y se prosternó hasta el suelo en oración”.


“He visto que la luz que envolvía a la Virgen se hacía cada vez más deslumbrante, de modo que la luz de las lámparas encendidas por José no eran ya visibles. María, con su amplio vestido desceñido, estaba arrodillada en su lecho, con la cara vuelta hacia el Oriente. Llegada la medianoche la vi arrebatada en éxtasis, suspendida en el aire, a cierta altura de la tierra. Tenía las manos cruzadas sobre el pecho. El resplandor en torno de ella crecía por momentos. Toda la naturaleza parecía sentir una emoción de júbilo, hasta los seres inanimados. La roca de que estaban formados en el suelo y el atrio, parecía palpitar bajo la luz intensa que los envolvía. Luego ya no vi más la bóveda”.


“Una estela luminosa, que aumentaba sin cesar en claridad, iba desde María hasta lo más alto de los cielos. Allá arriba había un movimiento maravilloso de glorias celestiales, que se acercaban a la tierra y aparecieron con toda claridad seis coros de ángeles celestiales. La Virgen Santísima, levantada de la tierra en medio del éxtasis, oraba y bajaba la mirada sobre su Dios, de quien se había convertido en Madre. El Verbo Eterno, débil Niño, estaba acostado en el suelo delante de María”.


Visión maravillosa del nacimiento de Jesús
(2)



Sinopsis: En la primera parte de esa visión maravillosa del nacimiento de Jesús abundaron los detalles providenciales y hermosos, muy propios de las cosas de nuestro Señor, y por supuesto del Cielo, sin lugar a dudas. Sigamos entonces con la parte segunda, tan gloriosa como la anterior, que como ya se dijo fue dada a la beata alemana Anna Catalina Emmericc, a quien desde niña favoreció Jesús con tan estupendas y extraordinarias imágenes que alegran el corazón,  alientan el alma y la esperanza. ¡Emmanuel!

"Vi a nuestro Señor bajo la forma de un pequeño Niño todo luminoso, cuyo brillo eclipsaba el resplandor circundante, acostado sobre una alfombrita ante las rodillas de María. Me parecía muy pequeñito y que iba creciendo ante mi mirada; pero todo esto era la irradiación de una luz tan potente y deslumbradora que no puedo explicar cómo pude mirarla. La Virgen permaneció algún tiempo en éxtasis; luego cubrió al Niño con un paño, sin tocarlo y sin tomarlo aún en sus brazos”.


“Poco tiempo después vi al Niño que se movía y lo oí llorar. En ese momento fue cuando María pareció volver en sí misma y, tomando al Niño, lo envolvió en el paño con que lo había cubierto y lo tuvo en sus brazos, estrechándolo contra su pecho”.


“Se sentó, ocultándose toda Ella con el Niño bajo su amplio velo y creo que le dio el pecho. Vi entonces en torno a los ángeles, en forma humana, hincándose delante del Niño recién nacido, para adorarlo. Cuando habría transcurrido una hora desde el nacimiento del Niño Jesús, María llamó a José, que estaba aún orando con el rostro pegado a la tierra. Se acercó, prosternándose, lleno de júbilo, de humildad y de fervor. Sólo cuando María le pidió que apretara contra su corazón el Don Sagrado del Altísimo, se levantó José, recibió al Niño entre sus brazos y derramando lágrimas de pura alegría, dio gracias a Dios por el Don recibido del cielo”.


“María fajó al Niño: tenía sólo cuatro pañales. Más tarde vi a María y a José sentados en el suelo, uno junto al otro: no hablaban, parecían absortos en muda contemplación. Ante María, fajado como un niño común, estaba recostado Jesús recién nacido, bello y brillante como un relámpago. “¡Ah, -decía yo- este lugar encierra la salvación del mundo entero y nadie lo sospecha!”


“He visto que pusieron al Niño en el pesebre, arreglado por José con pajas, lindas plantas y una colcha encima. El pesebre estaba sobre la gamella cavada en la roca, a la derecha de la entrada de la gruta, que se ensanchaba allí hacia el Mediodía. Cuando hubieron colocado al Niño en el pesebre, permanecieron los dos a ambos lados, derramando lágrimas de alegría y entonando cánticos de alabanza. José llevó el asiento y el lecho de reposo de María junto al pesebre. Yo veía a la Virgen, antes y después del nacimiento de Jesús, arropada en un vestido blanco, que la envolvía por entero. Pude verla allí durante los primeros días sentada, arrodillada, de pie, recostada o durmiendo; pero nunca la vi enferma ni fatigada”.






Claro está que somos libres de creer o no lo que vamos a leer de seguidas, porque como es  sabido, fuimos Creados con “albedrío”, que es una potestad que tenemos de obrar por reflexión y elección, y si es de abundar más, digamos que actuamos según el gusto o voluntad de la persona de quien se trate, sin sujeción o condición alguna. Veamos entonces este mensaje: “La oración del hombre humilde atraviesa las nubes, pero también perfora las mazmorras del maligno y hace añicos sus planes. Las oraciones del hombre humilde tienen doble efecto a beneficio Mío”. Lo anterior pertenece a los libros La Verdadera Vida en Dios y tiene que ver con los mensajes celestiales que el Supremo ha decidido comunicarle a la generación de estos tiempos y que comenzaron a publicarse por instrucciones del propio Hacedor desde 1985 y cuya mensajera es la egipcia Vassula Ryden, de quien habláramos en semanas pasadas. Los textos han sido publicados en más de 30 lenguas y han recorrido el mundo entero llevando el mensaje de Dios, y  no se trata de nada nuevo que el Creador quiera comunicarnos ahora, pero sí de un recordatorio de las Santas Escrituras porque como el propio Ser Celestial expresa “está decidido a salvar a esta generación y colmarla de su infinita Misericordia”.


Y debe añadirse que en estos textos santos el Señor despeja algunas incógnitas y describe con palabras sencillas parte del contenido de la Biblia. Y si  algo es completamente cierto, es que Dios no pretende escandalizar y crearle miedos al ser humano de fe y de creencias arraigadas, como tampoco a aquéllos que han desviado el camino y se han apartado de Dios, sino que a todos ha venido a despertarnos del sueño y de “esa especie de muerte espiritual” que padecemos y que tiene como finalidad liberarnos de las garras del pecado y del mal.  Y ahora, otro de sus mensajes revelados que va dirigido a todos nosotros. Sucedió el 17 de junio de 1991:

“¡Oh! ¡Ven! tú que vas errante en el desierto y que dices: "He buscado a Mi Redentor pero no lo he hallado". Hállame, Mi bienamado, en la pureza del corazón, ámame sin interés propio, hállame en la santidad, en el abandono que deseo de ti. Hállame observando Mis Mandamientos. Hállame sustituyendo el mal por el amor. Hállame en la simplicidad de corazón. No peques más, deja de hacer el mal, aprende a hacer el bien. Busca la justicia, ayuda a los oprimidos. Que este desierto y esta aridez exulten”. “Que tu tibieza se inflame de ardiente llama. Abandona tu apatía y reemplázala por el fervor. Haz todo eso para poder decir: "He buscado a mi Redentor y Lo he encontrado. Él estuvo siempre cerca de mí pero en mi oscuridad no podía hallarle. ¡Oh, Gloria sea dada a Dios! ¡Bendito sea nuestro Señor! ¿Cómo pude haber sido tan ciego?". Deberé, pues, recordarte que guardes como un tesoro Mis Principios, para que puedas vivir”.
“Yo volveré como un relámpago, como un destello en las nubes, con Mi Santo Espíritu, para quitar las lágrimas de toda mejilla. ¡Así, pues!,  ánimo! Mis bienamados. El amor volverá como amor. Yo, el Sagrado Corazón, os bendigo a todos, dejando el Suspiro de Mi Amor en vuestra frente. Sed uno bajo Mi Santo Nombre”.




¿Vender Citgo? A mí no me parece





De nuevo la prensa internacional retoma la supuesta venta de la empresa petrolera venezolana Citgo, y esta vez el Gobierno no ha dicho nada al respecto, por lo menos hasta el momento de escribir esto. Aunque  vale la pena recordar que lo hizo el presidente Maduro cuando visitara Nueva York y negara rotundamente el negocio en cuestión, asunto que fue ratificado por el zar de las financias públicas nacionales, Rodolfo Marco Torres. Eso fue, repito, hace unos meses atrás. Pero, como dicen en mi pueblo “cuando el rio suena, piedras trae”, consideré prudente retrotraer la conversación que sostuve hace algún tiempo con mi amigo el economista sobre ese asunto de vital importancia para el país. Claro, sin desestimar que la prensa foránea, no pocas veces, juega a sus turbios intereses. Veamos, entonces, lo que decíamos y recalcar de este modo nuestra postura:

“Ubiqué al economista en una cafetería del centro de Acarigua y al verme vino a mi encuentro con su saludo risueño característico. De una vez le solté: “Quería  verte y hablarte, hermanito”. De inmediato me respondió que él también tenía interés de verme. Sin ambages le exterioricé que quería escuchar su posición respecto de la posible venta de la empresa petrolera Citgo, que como se conocía estaba en el tapete por estos días. Y de buen humor agregó: “Oye, hermano, te estas metiendo para lo hondo”. Nos apartamos de la barra y buscamos una mesa, al momento que le expresaba que a mí no me parecía que el Gobierno saliera de una empresa de esas características, y advirtiéndole que yo no era ducho  en la materia. Me miró y dijo de modo laudable: “Ni tanto”. Le agradecí con la mirada.

Ya acomodado en su silla comenzó diciendo que él no tenía claras las razones para que se planteara una situación  de esa magnitud y que el Gobierno debía pensar muy bien una cosa como esa, aun cuando se intuía de la debilidad del flujo de caja, escasez de divisas y otros aspectos económicos importantes por los que atravesaba el fisco nacional. Fíjate bien, me dijo con voz circunspecta: “Citgo es una empresa de envergadura que representa un activo estratégico para el Estado y funciona muy bien, es rentable y goza de prestigio internacional, y no es nada despreciable que, precisamente, opere en las mismas entrañas del poderío económico que significa EEUU. Es claro que vendiendo la empresa el país recibiría una entrada generosa de dólares y el Gobierno aliviaría sus cuentas, pero hay que pensarlo y analizarlo muy bien, con la cabeza fresca, porque al mismo tiempo estaría perdiendo y cediendo un escenario petrolero necesario para el negocio y su expansión. Lo interrumpí para decirle algo que cruzó por mi cabeza y que mi padre solía decir cuando hablaba de cosas de negocios: “¿Sería algo así como “pan para hoy y hambre para mañana”?” Se puso a reír al tiempo que afirmaba con su cabeza. Se levantó dispuesto a marcharse y esgrimió: “Ya puedes ver, que al igual que tú, a mí tampoco me parece que el Gobierno venda Citgo”. Y se fue.

De vuelta a mi casa pensaba a cuantos venezolanos, sobre todo esos de a pie como yo, les interesaba el “tema Citgo”, y lo que es más: Cuántos sabían de esa empresa, de sus implicaciones y su importancia decisiva en el desarrollo interno. Ya entrando en casa otro pensamiento me sobrevino y tenía que ver con que el Gobierno debería convocar un debate urgente al respecto y que los venezolanos se enteraran y opinaran suficientemente de la situación y supieran a qué atenerse. Aunque es justo reconocer que el presidente Maduro lo ha venido sugiriendo insistentemente. Y por eso, y otras razones, hemos tomado su palabra”.



Conversación con un economista

¿Se subsidia a los que más tienen?




Volví a encontrarme con mi amigo el economista y quiso retomar el tema del anunciado aumento de la gasolina que tocáramos la semana pasada. Se mostró ansioso de seguir tratando este asunto que parece interesar a todos. Su ánimo me contagió y quise contarle lo que vi en una estación de gasolina en días recientes. Estaba de tercero esperando mi turno. Le servían el combustible al dueño de una imponente camioneta de paquete que casi llegaba al techo de la estación. El azul del vehículo nuevo, idéntico al del cielo, parecían retarse por la belleza. Un marabino diría: “Que molleja de camioneta, primo”. Y un llanero preguntaría admirado: “¿Cámara, cuánto cuesta un carro como ese? Al momento de pagar su tanque full dio un billete de diez bolívares, al momento que señalaba al empleado que se quedara con el vuelto de cinco. Picó cauchos y se alejó velozmente. Los presentes nos quedamos mirando. Delante de mi todavía tenía a un señor con un carrito viejo “que rodaba porque Dios es muy grande”, como suele decirse. Le llenaron el pequeño tanque y rebuscó unas monedas en su cartera y logró completar el pago. Y se marchó de la estación echando humo negro con su carro.

Mi amigo el economista agregó luego: “Que interesante, hermanito, pero no es nada nuevo, eso lo vemos cotidianamente, y precisamente eso es lo que ocurre con los subsidios indirectos, tal es el caso que nos ocupa”. Y se explayó sosteniendo que lo relatado era uno de los graves problemas que debía resolver  el Gobierno con sus analistas. Y remachó: “No es justo que se subsidie a los que más tienen, y en eso podemos estar de acuerdo, ¿no? Yo afirmé moviendo la cabeza y agregué: “Es justo que el que más tiene pague más por el combustible, amigo. Pero, ¿Qué recibiría ese de la camioneta impactante?, porque sacaría más dinero de su cartera, ¿cómo se le retribuiría? Me respondió sonriente: “¡Ah bueno!, a ese y a todos los que paguen más por la gasolina debe retribuírseles con mejores carreteras y mejores autopistas, vías bien alumbradas y señalizaciones respectivas, por decirte algo”. De nuevo estuve de acuerdo con mi amigo y le dije qué pasaría entonces con los que menos tienen y cómo harían para sufragar ese gasto del combustible, si es que se decretaba el aumento. Esos que sobreviven con apenas el salario mínimo y que requieren viajar  al trabajo, a la escuela o a donde sea y por los motivos que sean, e igualmente a todos aquellos que dependen de un salario víctima de la inflación y los altos costos de los bienes y servicios. Porque a fin de cuentas,  el subsidio de la gasolina lo está recibiendo el de más poder adquisitivo y afectando, a su vez,  “al de a pie, o sea, al que menos tiene”.  

Mi amigo acotó que “si quien tiene más, paga igual al que tiene menos” estamos en presencia de un “impuesto regresivo”. Es decir, termina afectando al que se quiere ayudar. Y con respecto a los que menos tienen y como encarar esto del aumento de la gasolina, no es nada sencillo, pero hay fórmulas. Por ejemplo, el transporte público y privado debe ser subsidiado y mejorado las unidades vehiculares en todas las modalidades y que presten un servicio, sino impecable, por lo menos decente y cómodo. Hacia ese servicio, que es un derecho,  debe dirigirse una buena parte del subsidio. Del mismo modo, al parque automotor debe facilitársele el acceso a nuevas unidades y a precios subsidiados, al igual que a las autopartes, y así sucesivamente. Y debo expresarte también que este asunto está muy trajinado, pero es una manera de exponer. Al despedirse, se fue con una sonrisa y diciendo: “De todos modos, hermanito, vamos a esperar a ver cómo salimos de este laberinto”.         



Otra conversación con el economista




En la tercera conversación con mi amigo el economista sobre el anunciado aumento de la gasolina, quise que tocáramos un poco lo concerniente a la historia del subsidio y algunas de sus características. Después del saludo habitual, soltó: ¿Cuántas conversaciones llevamos? Le respondí que apenas un par de ellas y agregué, a modo de broma, que el tema estaba tan crudo como el petróleo mismo, y con su proverbial buen humor asomó que sobre eso del subsidio y de su historia, era mucho el venezolano de a pie y montado que no tenía conocimientos suficientes. Es lo que temo, dijo. Y puso otro ejemplo: “Igualmente creo que son muy pocos los hijos de Bolívar que saben cuántos litros de petróleo tienen un barril. Todo el mundo escucha o lee que el barril de crudo cuesta tanto, que bajó o subió, pero hasta ahí”. Y mirándome fijamente preguntó: “¿Tú sabes cuantos litros tiene un barril de petróleo?” –“Bueno, dije, hace tiempo leí que tenía 159, pero como aquí lo cambian todo cada vez”. El se echó a reír asintiendo lo de la cifra y agregando que eso respondía a un convenio internacional de larga data con origen entre gringos y británicos.

Mi amigo enfocó luego el tema propuesto y empezó diciendo que “en el año 1945 hubo un Gobierno provisional que presidió Betancourt y este procedió a bajar el precio de la gasolina y otros derivados del petróleo, al sostener que era ridículo que Venezuela, siendo el primer país exportador de crudo en el mundo, tuviera los precios más altos de los combustibles. Es decir, a precios internacionales, y los redujo por decreto, pero fueron discriminados por ciudades. Por  ejemplo, para Caracas y poblaciones de la línea del Gran Ferrocarril de Caracas hasta Puerto Cabello el litro pasó de 0,20 bolívares a 0,10 bolívares; en Barquisimeto de 0,24 bolívares a 0,14 bolívares por litro; en Maracaibo pasó de 0,18 bolívares a 0,08 bolívares; en San Cristóbal de 0,26 bolívares a 0,16 bolívares, fueron algunos casos. Y a partir de allí se instauró el famoso subsidio. Y todos los Gobiernos lo han mantenido por debajo de los precios foráneos y ya llevamos cerca de 70 años con combustibles baratos o subsidiados”. Interrumpí al economista para inquirir: “¿Puede argumentarse entonces que a partir de ahí comenzó el despilfarro de la gasolina debido a sus bajos precios?” -“Sí, puede decirse, pero es necesario advertirte lo siguiente: Ha habido despilfarro, pero también el país se ha aprovechado porque ha venido creciendo y desarrollándose en muchos campos, usando el combustible y sus derivados como variable económica beneficiosa por su valor altamente accesible. Y es que  otros jefes de Estado han querido revertirlo. Luis Herrera con su “viernes negro” subió el precio, Lusinchi también.  Caldera igual lo hizo. Carlos Andrés lo aplicó junto a otras medidas y el país le explotó, ¿recuerdas?”. Un tanto pensativo, aseveré: “Claro, hermano, cómo olvidar aquellos días terribles del Caracazo”. Mi amigo siguió apuntando que Chávez siempre lo tuvo en mente persuadido de la pérdida que esto ocasionaba al fisco, porque a partir del año 2005 el asunto se tornó más grave y Pdvesa, y la nación con ella, comenzaron a restar en sus cuentas: El precio de venta comenzó a estar muy por debajo del costo de producción. 

Mi amigo me miró y se tocó su estómago al momento que me decía: “Sabes, debo echarle “combustible” a mi organismo, fíjate la hora que es, pero tranquilo, aún queda mucho por dialogar. No podemos decir Colorín, colorado, porque este cuento todavía no ha acabado”. Y se marchó. Al verlo alejarse me llegó a la mente lo de Luis Herrera “y su país hipotecado”, Lusinchi “y su botija vacía”, Caldera y Teodoro “con sus equilibrios macro económicos”  y Carlos Andrés Pérez “con su Caracazo”. ¿Qué vendrá ahora?



¿Por qué Venezuela importa petróleo?



Es posible que recuerden mis conversaciones con mi amigo el economista, cuyas tertulias nos han servido de base para producir una serie de artículos que hemos trasmitido por este medio periodístico y  poniendo énfasis en  un lenguaje sencillo, sin ostentación ni adorno alguno. Volvimos a vernos y esta vez llevaba en mi mente dos inquietudes, entre ellas, una no muy común que digamos y que da título a este escrito. Lo encontré cuando venía de su lugar de trabajo, y al estrecharnos las manos con expresivo afecto, soltó sonreído: “Ven amigo, es la hora del “Coffee break” y podemos hablar con tranquilidad”. Caminamos a un lugar que me señalaba a la distancia, mientras recordaba su pasado laboral en una empresa estadounidense y de allí la expresión gringa usada que refería el descanso o la pausa entre faena, allá en el Norte. Nada más al sentarnos, y después de pedir dos cafés, le dije: “Normalmente estás  informado y no tengo que señalarte que ya Maduro anunció que el Gobierno va a tomar la decisión de aumentar la gasolina y sus derivados, y por otra parte, algunos sectores de la sociedad han mostrado sorpresa porque está llegando a Venezuela petróleo  importado de África y de Rusia, en cantidades nada despreciables”. El me miró fijamente al rostro y expresó: “Sobre eso último que mencionas, mucha gente se extraña debido a que nos han dicho desde siempre, y de hecho lo somos, un país históricamente productor y exportador de petróleo, el primero del mundo en un principio, y ahora entre la vanguardia de quienes exportan, y se ve raro que de pronto estén trayendo crudo de afuera y de tan lejos, allende los mares. Pero eso tiene su razón de ser, tal como yo lo veo, y es por razones técnicas,  comerciales o de negocios. El petróleo venezolano es muy pesado, especialmente el de la Faja del Orinoco, y debe ser mezclado con petróleo liviano en un proceso para producir gasolina y otros productos, y de allí la importación de ese crudo liviano. O sea, es un aditivo y diluyente necesario”. Fue entonces cuando acoté: “¿Pero técnicamente eso no puede hacerse aquí en el país con recursos propios? ¿Y nuestra tecnología dónde queda? ¿Y la fuga de divisas? Porque eso de importar “oro negro” no se había hecho en años, que se recuerde”. Sonreía al momento que expresaba que esa era una oportuna y buena reflexión, pero que era el Gobierno quien debía respondérsela al pueblo con claridad meridiana. Sin subterfugios. “Fíjate que dije “responderle al pueblo”, no solo a algunos sectores ni a cuestionadores de oficio, que valga decirlo, son también pueblo y tienen derecho a saber”.

Mi amigo vio las tazas vacías e interrogó: “¿Nos tomamos otro café? Por ahí acabo de leer que hace bien al hígado, según algunos científicos”. Sonriendo moví la cabeza afirmativamente mientras le recordaba el otro aspecto referido al anuncio de Maduro de aprobar el aumento de la gasolina, añadiendo que no sería por ahora. “Sí, es cierto, el Presidente afirma que no tiene apuro y que las cosas deben pensarse bien, sobre todo esa de la gasolina, aunque es pertinente preguntarse: ¿Y las cuentas públicas cómo andan? ¿Lucen equilibradas?”. Le interrumpí: “¿Crees que influya aquello de que podría ser una decisión “incendiaria?”. Mi amigo se limitó a reír y yo completaba: “Porque mientras tanto el riquísimo Cisneros, y su pana Mendoza, seguirán pagando la gasolina de su numerosa flota y de sus modernos y costosos vehículos particulares al mismo precio que lo hace “juan pueblito”. Mi amigo se carcajeó y alcancé a escucharle: “Esos no viajan en carros, hermanito, sino en puros jet”.  

Nos levantamos de la mesa y mi amigo prometió vernos muy pronto. Al verlo partir, le dije ensimismado: “Sí, nos volveremos a ver, si Dios quiere y la Virgen”.  



“Y después de 500 años los persiguen todavía



Sucedió hace poco en Méjico y el autor de la “persecución” es Lorenzo Córdova, que es el presidente del Instituto Nacional Electoral, y cuya voz apareció en una grabación hecha pública donde profirió epítetos denigrantes que rayan en el desprecio, la burla  y la infamia contra el pueblo aborigen mejicano. Y esta historia se originó en una reciente visita que un grupo de nativos hiciese al organismo comicial con el propósito de opinar en un asunto que consideraron pertinente. Al marcharse los visitantes, el funcionario entró en risas y burlas junto a otros compañeros de juerga e improvisó lo siguiente, una vez terminada la reunión que se caracterizó por su brevedad:   "No mames, no voy a mentir, te voy a decir cómo hablaba ese cabrón: 'Yo jefe gran nación Chichimeca, vengo Guanajuato, yo decir a ti o diputados o para nosotros, no permitir elecciones”. Y la infame divagación se escuchó con mucha claridad en el audio y, por supuesto, que fue acompañada con estridentes y babosas carcajadas. 

Poco después de que se filtrara la conversación,  el consejero presidente -¡vaya nombre del cargo!, ¿no?- del instituto gubernamental se disculpó por los comentarios y aseguró que “en toda su trayectoria ha probado su respeto a los pueblos indígenas y a todas las minorías”. Y uno no puede menos que decir de estas palabras, que Impresiona la cara tan dura de este individuo, ¡por Dios! Y también, respecto de esto último proferido por este ser, dirían en mi pueblo con sorna: “Menos mal, mijito, que respetas a esa gente, porque si no, imagínate lo que serias capaz de hacer. ¡No juegue!”. Por cierto que este hombre locuaz, lo digo por aquello de “lengua larga”, aseguró que él es académico (¿?) y que iba a demandar a los responsables de haber filtrado la grabación y que ello era “un ardid político de sus enemigos”. Esto me parece haberlo escuchado repetidas veces en alguna parte, ¿cierto? Y además, pareciera que este hombre blasfemo pretende esconderse detrás de quienes filtraron su despropósito y culparlos por haberlo hecho conocer. Por ahora, densos sectores de la sociedad mejicana dejan oír sus fuertes protestas por las ofensas de este “académico funcionario” y piden, al menos, su renuncia. Y no puedo evitar, citando el contexto histórico y trasladando lo dicho por Córdova a la época de Pancho Villa, Emiliano Zapata o José Madero, luchadores sociales de Méjico, preguntarme qué habrían hecho ellos con este político responsable de zaherir a este pueblo ancestral. 

Y valga decir que la frase del título, que pertenece al compositor y trovador guariqueño Reynaldo Armas e inscrita en su excelente canción folclórica “Génesis”, no pierde vigencia, lamentablemente. En América, estas etnias o lo que queda de ellas, dicho sea con respeto, han sido sojuzgadas a través de las edades y hoy los grupos sobrevivientes son perseguidos por las enfermedades, por el hambre y las miserias en general. Y como si no bastara eso, los persiguen algunos funcionarios públicos contando también policías y militares. Los Estados y sus Gobiernos, después de siglos, aun siguen manteniendo una deuda enorme con estos americanos nacidos en el norte o en el sur o en el este y oeste. Sus niños, sus mujeres y sus hombres, muchas son las veces que se mueren de mengua en la cara de los gobernantes, sin que haya habido modo alguno de que se alivien, por lo menos, sus penas. Y no son pocas las ocasiones en que se les ven por las calles y plazas de las ciudades, en cualquier parte del Continente, literalmente pidiendo y haciendo de mendigos, arrinconados como vulgares delincuentes. Ellos son los parias que una vez fueron despojados de sus tierras y de su honor, agredidos y también muertos. Y en la práctica hay pocas leyes que los protejan y cuando aparecen legalmente, casi siempre no pasan de estar en esos libros jurídicos bien guardados en los estantes de las bibliotecas u oficinas ministeriales. Es, simple y llanamente, letra muerta, al igual que sus esperanzas y sus formas de vidas. 

Recordemos la manera en que los retrató magistralmente el bardo venezolano Ali Primera, con su canto imperecedero, en una de sus realistas poesías cantadas: “La curiara rio abajo, un indio y un guacamayo, cuatro monos y un tucán, se los comprarán baratos porque en nombre del Estado esa es la ayuda que le dan”. Y por último, un pensamiento del inmortal Mahatma Gandhi: “Primero te ignoran, luego se burlan de ti, después te acatan y finalmente tú ganas”.
    

“Por qué tantos de vosotros han dejado de adorarme”

“Y he aquí que se levantó una tempestad tan recia en el mar, que las ondas cubrían la barca; más Jesús estaba durmiendo. Y acercándose a él sus discípulos le despertaron, diciendo: Señor, sálvanos, que perecemos. Diceles Jesús: ¿De qué teméis? ¡Oh hombres de poca fe! Entonces, puesto en pie, mando a los vientos y al mar que se apaciguaran, siguióse una gran bonanza. De lo cual asombrados todos los que estaban allí, se decían: ¿Quién es este a quien los vientos y el mar obedecen?” San Mateo, Cap. VIII, 24.
En el año de 1985, Jesús se ha revelado, nuevamente, al mundo y ha escogido como Su mensajera de estos tiempos a la egipcia Vassula Rydén y por instrucciones del propio Hacedor ha llevado a la humanidad sus palabras convertidas en doce volúmenes que fueron traducidos a más de treinta idiomas. Teólogos, historiadores, expertos, intelectuales, religiosos, entre otros, han testimoniado que las palabras que recibe esta privilegiada mujer son Auténticas y  por tal motivo vienen de lo Alto. Entonces, les presentamos otro interesantísimo mensaje del Señor. Solo quiten el nombre de la mensajera y pongamos el nuestro porque está dirigido especialmente a cada uno de nosotros: 

-“Yo Soy. La paz esté con vosotros. Almas muy queridas, sentidme, sentid Mi Presencia… Yo estoy en medio de vosotros. Venid y apartad este velo que pesa gravemente sobre vuestros ojos y miradme en Mi Gloria. Yo sé cuán débiles sois y que a la menor tempestad creada por Mi enemigo os ponéis a temblad y caéis. Pero no desesperéis en estos tiempos de Rebelión, porque Yo el Señor, que soy vuestro Refugio y vuestro Consolador, estoy más cerca de vosotros que nunca”.
“Yo soy un Refugio para los necesitados y los desesperados, un Abrigo contra las tempestades provocadas por Mi enemigo, una Fuente Eterna para los que tienen sed, una Sombra para protegeros contra el calor achicharrante de este desierto en el que vivís ahora. Mi Sagrado Corazón está abierto de par en par para acogeros y brindaros descanso. Yo soy el Amor que busca cada corazón para consolarlo y amarlo. Yo soy el Amor que os ama eternamente. ¿Veis? Yo desciendo de Mi Trono Celestial, inclinándome hacia vosotros para elevaros a Mí y alimentar directamente vuestra alma con Mis Reservas del Cielo. Yo vengo a vosotros, mis corderos hambrientos, Yo vengo a reuniros a todos al calor de Mis Brazos. Por amor a vosotros, Yo multiplicaré Mis Gracias sobre todos y resucitaré vuestros muertos con Mi Ardiente Llama de Amor. Yo vengo con Mi Sagrado Corazón en la Mano para ofrecéroslo. ¿Queréis acogerlo?”
“Mis bien amados, el Día está próximo cuando toda visión se realizará, toda visión se cumplirá pronto y en vuestra vida. Entonces, abrid vuestros corazones y tratad de comprender por qué Mi Espíritu de Gracia ha sido derramado tan generosamente sobre esta generación. Está próximo el Día en que todas las generaciones serán una, bajo un solo Pastor, alrededor de un solo Tabernáculo; y Yo el Señor seré el Único para ellas. Por tanto, orad, Mis bien amados, orad por esta Unidad para la cual Yo el Señor estoy en plena preparación”.
“Ahora vosotros estáis dispersos y vuestras dehesas son estériles. Las lamentaciones de Mi Pastor –Juan Pablo II- se escuchan en todo el Cielo, porque los Caínes han roto su cayado en muchos pedazos; han hecho saltar en astillas la Unidad, para romper la fraternidad entre ellos. Pero el Día de la Gloria de Mi Cuerpo está próximo y ¡qué alegría será esa! Será un día maravilloso y las Heridas que he recibido en la casa de Mis mejores amigos, sanarán. Mi Sagrado Corazón desea hoy el amor en la pureza. Todo lo que necesito es una respuesta de amor. ¿No Me he ofrecido por amor como una ofrenda fragante y en sacrificio? ¿Es demasiado pediros que os abandonéis a Mí? ¿Es demasiado pediros un poco de reconocimiento y una respuesta de amor?”
 “El Amor desea amor. El Amor tiene sed de amor. El Amor mendiga de vosotros una respuesta de Amor. ¡No os sublevéis contra Mi Ley que es una Ley de Amor! ¡Oh, bien amados, cuánto os amo! ¿Por qué tantos de vosotros han dejado de adorarme? Yo os recuerdo que estoy presente en esta Hora Santa. Rodeado de Mis Serafines y de Mis Querubines, estoy en silencio delante de vosotros. Yo, el Santo de los Santos, os he dado este nombre: Bien amados. Aun cuando hayáis pecado contra Mi, ¡Yo os he perdonado! ¡Vosotros sois Mi simiente!”.


¿Los “chunior” están de vuelta en la radio?




Cualquiera que haya leído algunos de mis artículos publicados y referidos a algunos temas de la radiodifusión, bien podría decir como acostumbran en mi barrio cuando alguien insiste en un asunto determinado: “Este tipo nos la tiene dedicada”, y la frase, por supuesto, viene con una alta carga peyorativa. O algo parecido a: “¡Tú la tienes cogida con nosotros!”. Y así por el estilo. Y aunque en mi caso suceda de ese modo, debo decir que no se trata de “cogerla con algo o alguien”. Se trata de que no me gusta lo que suelo escuchar por ese importante medio de comunicación social. Y asimismo, creo que algunas de las cosas que se comunican, a manera de prédica, mensajes, eslogan o propaganda, dejan mucho que desear. Y es más, le hacen un flaco servicio a un poderoso medio que debe ser destinado, y esa es su esencia, a entretener del modo más sano, a culturizar y a  informar. Y sobre todo: el respeto por el oyente, por las buenas costumbres y por los valores de un pueblo. Y digo con énfasis que nada tengo de “puritano”, pero tampoco puedo definirme como un “viva la pepa”, cuando quieren referirse a alguien que le importa poco o nada las cosas o su forma de vivir.

Dicho eso, entro en materia: Uno oye por la radio cosas como estas: “Esta es la emisora del medio palo”. ¿Qué es eso? ¿Qué pretenden decir con semejante expresión? Lo que falta es que digan “que es para adornarse”. O cuando se refieren a una supuesta sintonía que según ellos es soberbia, sueltan por el micrófono sin que les tiemble el pulso: “Le estamos metiendo medio palo y el otro medio ustedes saben para que es”. Y yo me pregunto, ¿Eso está bien? ¿Puede hablársele así a un oyente que bien puede ser un adolescente o un niño?  ¿O una dama? Disculpen, pero estoy en desacuerdo y seguro estoy de que existe en nuestro idioma las palabras precisas, adecuadas y de respeto rayanas en la decencia y el buen gusto. Y alguien dirá que lo que buscan con eso es llamar la atención o “vender” o tal vez para hacerse el gracioso. Y debo decir: ¡Vaya, pues, manera de comunicarse! En mi barrio cuando alguien decía una “palabrota”, de inmediato le inquirían: “Oye,  ¿dónde te graduaste tú?

Y sobre el léxico, lo pobre del lenguaje e impropiedades del mismo, no es poco lo que se exhibe y se dice en la radio. He aquí una muestra apenas de lo que se perifonea: “La vaina está buena”, “Eso es para que respeten, carajo”, “Bienvenidos todos y todas”, e incluso el “haiga” se deja escuchar algunas veces. Y vocablos como “Carajito”, “cachos”, y no precisamente remitiéndose a los del toro o la vaca sino referidos  a lo sexual y a las supuestas actitudes de la mujer y que van contenidas en temas o composiciones sonadas repetitivamente por las ondas hercianas. Y “pendejo” es de uso común, así como “sinvergüenza”, “sucio”, entre lo más florido. ¿Y qué de las canciones criollas o llaneras? Varias veces hemos escuchado un tema interpretado por Leonel Fernández, el llamado “ñemerito” (¿?) de Achaguas, que se lo dedica a una intérprete que apodan “El porrón de manteca”, (¿?) que se apellida Suárez y donde abundan las palabras soeces, vulgares y chabacanas e incitantes al sexo. Y como si no bastara, esta intérprete le respondió con otra canción del mismo tenor. Y otra canción dizque favorita y que suena de manera insistente y cansona por una emisora de Araure se titula “Ojalá que no puedas”, cantada por Scarlet Linares, llena de excitación e inclinación al sexo. Otro aspecto que no se debe obviar, está referido con las voces estridentes, altisonantes y gritonas, tanto que llegan a extremos ensordecedores y son expuestos como comerciales o promocionales, y que a cualquiera puede enfermar del oído o nervios, Tal como suena. O sea, es un desafío para el radioescucha.   

Algunos directores de medios radiales, así como propietarios y programadores, incluyendo locutores, interpelados alguna vez, han llegado a sostener que ese tipo de expresiones “le gusta y las celebra el oyente”, en un intento por argumentar y generalizar tales conductas, pero claro está que jamás han mostrado ningún tipo de estudio, sondeo, encuestas ni muestras, por pequeñas que sean, que justifique.              n  esos despropósitos. Y es que lo contrario sería, como solía expresar mi abuelita: ¡Fin de mundo! Los “chunior” están de vuelta en la radio.



El maravilloso mundo de la lectura



“Es la puerta de la luz un libro abierto/entra por ella niño y de seguro/que será para ti en el futuro/Dios más visible/  tu poder más cierto/”


En la historia de la humanidad aparecen registrados muchos nombres de personas que eran unos verdaderos apasionados de la lectura, y producto de esa arraigada y admirable costumbre dejaron un precioso e importante legado. Pero, sin duda alguna, asombraba aquella predilección y amor por las letras. Eran numerosos los seres que denotaban un desmesurado interés por los libros y generalmente sus aportes a la sociedad eran de considerable valor y utilidad.

He aquí algunos de ellos: Asurbanipal, rey de Babilonia, sostenía que su vida era la lectura y que como mejor pasaba su tiempo era leyendo tablillas de piedra “más antiguas que el diluvio”, es decir, descifrando los textos sumerios. Sus ansias de saber llevaron a este monarca a fundar la más antigua biblioteca estatal conocida en el mundo. Gracias a él, que mandó a reunir una enorme colección de textos cuneiformes en tablillas de arcilla, la posteridad conoció un cúmulo de datos interesantísimos, de los que pudieron sacarse un conocimiento muy amplio de la civilización del país del Éufrates. De este hombre se cuenta que estuvo más de siete días leyendo sin parar y se olvidó “hasta de comer y dormir”.

Demóstenes, otro gran lector de la historia y a quien llamaban “el hombre de la voluntad de hierro”, logró superar sus grandes defectos físicos, incluyendo su boca casi cerrada, y a fuerza de tesón se convirtió en un voraz lector e incluso llegó a ser un formidable orador. Acostumbraba irse a las afueras de la ciudad de Atenas, se sentaba debajo de un árbol y allí pasaba largas horas leyendo hasta que lo atrapaba la noche. Comentaban que se molestaba muchísimo si alguien se atrevía a interrumpir sus dilatadas lecturas. Asimismo, pero más cerca de nuestros tiempos, conocidos venezolanos descollaron como excelentes lectores. Al eximio don Andrés Bello algunos le atribuyen la frase cuando afirmaba que “a su cerebro le hacía falta más alimento que a su estómago”, al referirse a la necesidad de la lectura y de los libros antes que la comida. Caso parecido era el de nuestro Libertador Simón Bolívar, a quien nunca le faltaba un libro debajo del brazo y en la mismísima campaña militar no desperdiciaba momento alguno para leer. Y más cerca aún de nosotros tenemos al gran escritor Juan Vicente González a quien apodaban “el traga libros” por lo tanto que leía. Y como olvidar al brillante nacional Rufino Blanco Fombona, que respecto de su educación “casi todo el inmenso caudal de variados conocimientos adquiridos, no solo en sus años mozos, cuando devoraba las bibliotecas de sus abuelos y tíos, sino, incluso, ya adulto, los obtuvo en gran medida por su propia cuenta”. Y por supuesto que hubo muchísimos más adictos a la lectura que sería prolijo enumerar.

En nuestros días, y sin ánimos de herir susceptibilidades, puede decirse que los venezolanos leemos poco, esto históricamente hablando, aunque debemos admitir que en los últimos años se ha mostrado un interés inusual por los libros y la lectura. Claro, nos estamos refiriendo a los libros y temas que tienen que ver con nuestro crecimiento espiritual y, obviamente, debe incluirse las lecturas que satisfagan las exigencias de los diferentes niveles de estudios académicos. Pero es que también hay muchos libros y revistas que tienen mucha aceptación y superan muy fácilmente en la preferencia a cualquier buen texto que aumente el nivel intelectual de los pueblos, esto dicho en sentido positivo. Y es así como los libros de autoayuda y de temas esotéricos y las revistas dedicadas a las carreras de caballos, al sexo y datos de lotería, son buscados activamente por las personas y muy rápidamente agotan un tiraje considerable. También tienen mucho éxito las revistas y periódicos donde reseñan crímenes atroces y temas bufos.

Qué bonito y útil sería que tuviéramos una nación de grandes y entusiastas lectores y que bueno sería, igualmente, que dedicáramos menos tiempo a ver televisión y en donde los niños fueran los abanderados. Porque a decir verdad, llama la atención y da mucha tristeza comprobar que los pequeños del hogar desperdician tanto tiempo metiendo en sus cabecitas tanta basura audiovisual y que, a su vez, las  bibliotecas, que de por si no son muchas, lucen tan solas e, incluso, llama la atención que en algunos casos quienes las cuidan o atienden, no se dan por enterados que están rodeados de “maravillas” que bien pueden cambiar su vida o en todo caso hacerla más amena.

Finalizamos comentando que el Papa Pablo VI, al igual que Juan Pablo II, eran unos grandes aficionados a la lectura y dicen que cuando viajaban llevaban unas maletas cargadas con centenares de libros. Al parecer, querían contar con unas pequeñas bibliotecas ambulantes para tener dónde elegir según el momento, el lugar y la circunstancia.


“Muchacho, sácate eso de la cabeza o enloquecerás”



Es claro que por estos días el sector comercio sufre los embates de una situación económica que se salió de los cauces del equilibrio, que bien podrían sustentar que el consumidor pudiera adquirir ciertos bienes requeridos, y me refiero en específico al grupo del vestido y el calzado. Y es que eso en la realidad es prácticamente imposible, salvo que sea un consumidor con un fuerte poder adquisitivo. ¿Y cuántos podrían inscribirse allí? Todo el mundo sabe que son muy pocos y solo se limitaría a un número reducido de los llamados “pericos de los palotes”, ¿recuerdan el dicho? Y es que el sector comercio optó por aplicar, según ellos, los llamados precios “justos” que se les pide o que les impone el Gobierno, y claro está que desde los sectores mayoritarios del país, por no decir la generalidad de la población, piden también precios razonables. Pero resulta que los tales precios justos o razonables aplicados son inviables para la economía personal de cualquiera del común que sobreviva en esta nación. ¿Esos comerciantes tienen razón o extralimitan sus ganancias?”

Pero, yo no estoy diciendo que se aplique una política de “persecución” al comercio ni a los comerciantes, no, muy lejos de eso y si alguien quisiera cabalgar sobre estas notas en ese sentido,  estaría equivocado. Se trata, y nada más, de transmitir otra experiencia personal que tuve cuando intenté, de nuevo, adquirir algunas prendas de vestir en el esfuerzo de renovar mi ropero, ¡vaya pretensión!, ¿cierto? Claro, en mi caso es poco recurrente, debo decir. Aunque yo soy simplemente una persona que disfruta el derecho de la jubilación y debe agregarse que mi economía es poco boyante por las circunstancias que todos conocen. Y no se trata de un jubilado del petróleo,  del TSJ o AN. Yo soy un simple funcionario público retirado, pues.
En mi periplo fui a dar al conocido y afamado Salón Americano y me enamoré de un pantalón Jean, azul y de buen corte, pero al no más mirar su precio me tembló el bolsillo en el acto: ¡22. 000!, y más allá otro de ¡19. 000! Lo que se me ocurrió pensar y preguntarme, fue ¿de qué estarán hechos?,  porque ante mis ojos solo estaba una prenda de vestir común y corriente, y dejé de revisar para no seguir sorprendiéndome ante lo inesperado. “Esto no es para mí”, fue el consuelo que tuve a primera mano. Y poco después, no sé cómo, fui a parar a la tienda Timberland, toda vidriera, limpia y perfumada y me llamó la atención unos zapatos muy bonitos y al tomarlos vi en el fondo su costo: ¡32. 000! y rápidamente los solté. Y otros acullá rondando los treinta y cuatro millones vistos en dinero de antes. Salí cabizbajo y sin decirle nada a nadie. Más adelante me topé con un cuchitril donde expenden lentes y a la pregunta de rigor la respuesta no se hizo esperar: “De quince mil en adelante, don”. Ni pensar en unos “Ray Bam”. ¿Qué hago ahora? Me pregunté en silencio y alargando la mirada. ¿Qué vas a hacer, pues? ¡Irte a tu casa!, retumbó en mi conciencia que no espera momento alguno para recriminarme sin ambages. Y muy solícito y presuroso, fue lo que hice.


Y acicateado con estas cosas de los precios, las interrogantes son las que todo el mundo se hace por estos días, ¿Qué margen de ganancia tendrán esos pantalones y esos zapatos del cuento? ¿De dónde los traen? ¿Cuánto le ganan? Vaya usted a saber. Pero el deseo de estrenarme una camisa, un pantalón y sus respectivos zapatos no cesa y bulle en mi cabeza. Y es aquí, si mi madre viviera, que era la “siquiatra” de la casa no desperdiciaría el momento para encararme y decirme tajantemente: “Muchacho, sácate eso de la cabeza o enloquecerás”.   



¿El Gobierno requiere de prisa un interlocutor?


Sin lugar a dudas vivimos una situación política, económica y social que trasciende las parcialidades políticas, a las organizaciones partidistas y a los intereses  que se circunscriben directamente a ellas. Y por supuesto que está por encima de las conveniencias personales, de grupos y de suposiciones de cualquier índole. Es decir, se vive y se tropieza con una problemática que requiere el concurso y la respuesta de todo un país y de todos los venezolanos. Por ende, la respuesta debe surgir de un planteamiento organizado y plural. Una respuesta profundamente de carácter colectivo. ¿Y cómo debemos llegar a esa respuesta, o más bien llámesela plan, que urge a la república hoy? Bueno, simplemente hablando y aplicando ese aspecto básico de la comunicación que es la interlocución, que requiere, como se sabe, de emisores y receptores y en ese gran dialogo la dinámica misma producirá que los emisores sean receptores o viceversa. Todos los sectores tendrán la voz cantante y el protagonismo. Y en esta ocasión es insoslayable y deben acomodarse los asientos, en primer lugar al poder ejecutivo, obviamente, y a los demás poderes establecidos. A las universidades, públicas y privadas, representantes del sector obrero y empleados, pequeñas, medianas y grandes industrias, comercio organizado y buhonería y a los gremios, a las academias, a los estudiantes, a los partidos, y a todo aquel que de seguro puede aportar algo en función de la nación.  Sin exclusiones de ninguna naturaleza.       

No hay de otra. Debe acudirse de nuevo al expediente histórico del dialogo casi inerte por estos días y revivirlo del todo, o sea, todos en busca del trato y de las avenencias que requiere el país con urgencia. Y emprender así los caminos por donde la fuerza colectiva empuje hacia el mismo lado y se busquen los mismos horizontes de progreso y bienestar. ¿O es que acaso es mucho pedir que ponerse de acuerdo es un imperativo y una necesidad que pide a gritos la nación de Bolivar? Hoy más que nunca estamos obligados a ello dejando de lado las posiciones personalistas, grupales e impregnadas de ciertos intereses que puedan hacer que se desvíen los propósitos y en los que los sectores populares y todo el país han apostado todo. Abrirse a la discusión y al debate verdadero y desprovisto de bajas pasiones, arrogancia y abuso de poder –de quienes lo ostentan y sea cual sea su expresión- debe ser la insignia que marquen estos tiempos que nos toca vivir. Porque, de veras, no se trata de la supremacía de un partido o de un grupo o de cualquier sector  por muy poderoso que se sienta. Se trata de la suerte de la república.

Lo contrario, sería seguir viendo disputas de todos lados, opuestas y contradictorias, que más bien alejan los caminos y las soluciones, mientras un pueblo se agota y se angustia en la búsqueda frenética por vivir mejor. Y es que huelga enumerar los problemas que ya todo el mundo conoce y sería como escarbar en el tumor. Admitámoslo ya, nos necesitamos unos a otros y el país lo pide a gritos. Acudamos, sin excepciones de color político, de credo o de raza a ese llamado. Unámonos sin temor, sin divisiones y dejando a un lados los egos creyéndose cada quien, los dueños de la verdad. El país y su gente lo merecen. Ya está bueno de discursos contrariados mientras un colectivo sufre las de Caín. Mañana es hoy. Todos, sin excepción  tenemos la palabra.


Por el camino de la felicidad plena


Tal vez puedan sernos útiles las palabras profanas del francés André Gide: “Todas las cosas ya han sido dichas, pero como nadie escucha es necesario comenzar de nuevo”. Y es que el tema de la felicidad que plantea el título, desde que el mundo es mundo, la gente lo ha interiorizado y constantemente ha ido en su busca. Y por supuesto que el vocablo ha sido objeto de innumerables debates. De todo tipo. Antropólogos, sociólogos, filósofos, entre otros, plasmaron sus opiniones y estudios por siglos e insisten en ello. ¿Quién no piensa y quiere ser feliz? Deben ser muy pocos los que no anhelan esa forma de vida, aunque, como suele decirse en el argot popular, de todo hay en la viña del Señor. Mucha literatura ha rodado por el mundo con el tema de la felicidad. Y los grupos, pueblos y sociedades en general, se organizan con ese propósito y con ese fin. Pero, a muchos la felicidad les resulta esquiva, furtiva y lejana y surgió, entonces, la sempiterna interrogante: ¿Qué produce y como se alcanza la felicidad? Son numerosos los que afirmaron, y todavía sostienen, que la prodiga el dinero o las cosas materiales o el poder en sus variadas formas o la fama o el éxito. Sin embargo, no son pocos los que aun amasando fortuna y logrado figuración, no han logrado alcanzarla, según se desprende de testimonios propios. Y la controversia nunca termina. Como apuntábamos, la literatura se ha enriquecido con el tema y se han escrito obras del calibre de “La utopía”, de Tomás Moro, “La República”, de Platón, que tratan de los Estados ideales o perfectos, donde el hombre podía ser, seguramente, feliz.

No obstante, a pesar de lo señalado, existe un espléndido camino para ser feliz y que no puede ser otro que el establecido por el Creador, por Dios Todopoderoso. Y la clave se la dio al gran Moisés, en el Monte Sinaí, para que este la trasmitiera a su pueblo. Y dijo Moisés, mostrando las tablas escritas por el Santísimo: “Yahvé ordena seguir estos mandamientos para que sean felices, al igual que sus familias”. Sí, para que fueran felices El Eterno mandó el Decálogo ¡Bendito sea Dios!, Y la felicidad vendrá, entonces: Cuando amemos a Dios sobre todas las cosas, porque Dios es lo primero. Cuando no tomemos el nombre de Dios en vano, es decir, cuando no blasfememos e irrespetemos. Cuando Santifiquemos las fiestas, que implica no faltar a misa el domingo. Cuando honremos a nuestros padres, que implica obedecerles, respetarles, amarles. Cuando no matemos, y al contrario seamos bondadosos y no odiemos a nadie. Cuando no cometamos adulterios, lo que significa ser puros de pensamientos, palabras y obras. Cuando no robemos, que es lo mismo no hacerle daño a los bienes ajenos o del prójimo o del Estado. Cuando no levantemos falsos testimonios, ni mintamos ni calumniemos. Cuando no deseemos a la mujer del prójimo, que es adulterio en el corazón. Cuando no seamos ambiciosos de las cosas ajenas, y más bien trabajemos, economicemos y nos contentemos con lo nuestro.

Como podemos ver, estos mandamientos de la Ley de Dios son los mismos de la ley natural. Son nuestra conciencia y nuestra honradez las que nos dicen que debemos proceder como ellos ordenan. Pero no podemos quedarnos allí y debemos tender a cosas más altas. No podemos decir jamás: “Yo ni robo ni mato”, porque eso no basta. Debemos ir más allá. Orar y trabajar, es otra fórmula adicional magnífica. Y en nuestras acciones debemos ser caritativos, puros, honrados, obedientes, colaboradores, veraces, temerosos de Dios y amorosos. El que ama a Dios, es el que sigue y cumple sus mandamientos. Y finalmente, como pudieron notar, no descubrimos el agua tibia….”pero, como nadie escucha…”  



¿Por el camino de la decadencia radial?




Hace días se celebró el Día del trabajador de la Radio, y fueron muchas las cosas que vinieron a mi mente. Vivencias y recuerdos se avivaron en mi memoria y aproveché para buscar en el baúl algunas fotografías que guardo con cierto celo. Entre las reminiscencias hubo algo en que me fijé especialmente. Dos décadas atrás había escuchado una frase en boca de un radiodifusor de Portuguesa que describía de cierto modo al locutor de entonces: “Ahora el locutor no vive la radio sino que vive de ella”. Admito que la frase de marras me llamó la atención doblemente. En una de ellas, percibía cierta sublimidad en aquello de “vivir la radio”. Aunque la expresión la refería negativamente. Había, incluso, rasgos de filosofía. Pero el otro elemento que suscitó mi interés era eso de que “se vivía de la radio”. No me satisfacía del todo por lo precario de su contenido. ¿Cómo era eso de que el locutor vivía de la radio, si apenas se podía comer con ese trabajo y servicio público? Y es más, a veces se trabaja un tiempo sin ningún tipo de ingresos económicos. Y no era, sea dicho de pasada, cualquier servicio. Todo el mundo sabía de las condiciones que requería un comunicador social para ejercer su rol. Tal vez el autor de la expresión quería decir “sobrevivir”. Y es que en mi época de trabajador de la radio, de la que no dista mucho tiempo, cuando se acudía a un radiodifusor, gerente o administrador de una emisora radial, con la intención o el propósito de laborar como profesional del micrófono, una vez expuesta la situación, la respuesta era, más o menos, esta: “Bueno, como no, trae una copia del título o certificado, te buscas unas cuñitas por ahí, si no las tienes, y vamos así: 75 por ciento para la radio y 25 para ti”. Algunos eran más benévolos y ofrecían “mitad y mitad”. Y algo crucial: Nadie te salvaba de la prueba ante el micrófono. Pero, a pesar de eso, contrario a lo que se sostenía, no eran pocos los comunicadores radiales que “vivían la radio”, la enaltecían y la profesionalizaban. Sin duda alguna. Existía un esmero especial por la producción y el contenido. El profesional tenía dedicación y se destacaba en el “buen decir”. Se entretenía de veras, se informaba ampliamente y se culturizaba en buena medida. Y sobre todo era un hecho el respeto por el oyente, se musicalizaba y programaba con acierto, variación y buen gusto. La sobriedad imperaba.

Ahora, por estos tiempos, mucho me temo que las cosas han cambiado sensiblemente. Y las interrogantes afloran fácilmente, ¿Se exige profesionalismo? ¿Hoy por hoy la radio informa cabalmente? ¿Es objetiva y veraz? En buena parte, lo señalado no es la nota resaltante o característica y el micrófono se le suelta a cualquier persona sin tener la preparación suficiente y adecuada y la suficiencia parece estar íntimamente relacionada con un morral de comerciales que se ponen sobre el escritorio, no más al entrar. ¿Y sobre la culturización, qué? En este campo hay ciertos rasgos, pero no es lo que impera en la mayoría de las emisoras, sino el rezago. Y el entretenimiento escasea, a no ser que lo confundamos con la colombianización de sus vallenatos y cumbias y con los maratones musicales de música foránea e inglesa. En descargo, debe decirse que la música llanera ha fluido notablemente en casi todas las emisoras. Buena parte de la programación la compone lo autóctono, lo vernáculo y lo llanero, así como lo venezolano, aunque es obligado decir que casi nunca, en lo musical, se señalan o nombran compositores y no son pocas las veces que se omite el nombre del intérprete, etc. Y en muchas estaciones se impone la chabacanería, el mal gusto, lo altisonante, e incluso, gritos. Son muchas las ocasiones en que se maltrata la lengua castellana.


De la alabanza y otros temibles flagelos


Bien podría decirse que la alabanza es un familiar muy cercano de la adulación, y que estas van unidas por una especie de cordón umbilical a la traición; caso contrario sucede con la moral y el honor que no tienen ni el más mínimo lazo o consanguinidad con las primeras y en esencia se contraponen. La alabanza y la adulación son también amigas inseparables de lo cortesano y el servilismo. Ha habido grandes “profesores” de la alabanza y la adulación, como el caso histórico del francés José Fouché, cuya habilidad le permitió ocupar lugares privilegiados, permitiéndole convivir de modo calculador con la iglesia, monarcas, revolucionarios y con emperadores. Lo de Fouché ocupa espacios muy singulares, aunque oscuros, en la vida de los hombres: para él la transmutación alcanzó niveles superiores en lo eclesiástico, en lo social y en lo político, logrando incluso la admiración de algunos, tal fue su capacidad de tránsfuga.

Pero, afortunadamente la alabanza ha tenido, sino a sus perseguidores más implacables, si a quienes la rechazaron y despreciaron, como fue el caso de nuestro Libertador Simón Bolívar, que decía: "No creo ninguna cosa tan corrosiva como la alabanza: deleita al paladar pero corrompe las entrañas". Y esto no era de extrañar en el hijo predilecto de Caracas, dada la dimensión moral del ilustre venezolano. Tampoco se prestó jamás para el tráfico de influencias como quedó demostrado en abril de 1827 cuando le dice a Páez: "En la semana pasada ha sido testigo Caracas de un acto de justicia que ha contribuido en mucho a la moral pública y a dar una prueba de que la ley es igual para todos, pues que su peso cayó sobre uno, por el cual se empeñaban hasta mis parientes, pero yo, volviendo a mi carácter, fui inexorable". Bolívar se refería al fusilamiento del joven Juan José Valdés condenado a muerte por un crimen pasional. Este era hijo del coronel Juan José Valdés y de la señora Ana Josefa Negretti, emparentada con Josefa María Tinoco, la mujer de Juan Vicente Bolívar, su hermano, como se sabe.

También el pensador y patriota venezolano Luis López Méndez sostenía que "la única libertad que no debe consentirse en una república es la lisonja porque esa establece una escuela fatal donde se pierde toda noción de moral y dignidad. Es un liberticida todo aquel que elogia sistemáticamente a los hombres". Igualmente, uno de los biógrafos del caraqueño inmortal, Santiago Key Ayala, afirmaba que "Tanto se ha exagerado, tanto se ha aplicado a lo que vale y a lo que no vale, igual elogio, que la opinión general desorientada ha concluido por defenderse de engaños con la coraza de la duda". Y más cerca de estos tiempos, el escritor venezolano Pedro María Morantes, conocido como Pio Gil, expresaba que "una persona sola no oprimía ni encadenaba a un pueblo. Tenía esbirros ciegos, servidores complacientes y mentores hábiles". Estas afirmaciones eran referidas a la tiranía de Juan Vicente Gómez.

Así, la alabanza se filtra fácilmente como el agua entre las paredes agrietadas de la moral y la dignidad. A ella, la alabanza, no puede permitírsele que se anteponga al mérito y a los logros personales, ni que se atraviese en el camino de los capaces y los talentosos porque, bien como además apreciaba Pio Gil, "La altura debe coronarse con el mérito y no con el incondicionalismo aplaudidor, debe subirse con el vuelo y no con el arrastramiento; los caracoles babosos no deben vencer a las águilas aladas  !Hay que tener el valor de exhibir la vileza de los aduladores, aunque se produzca la náusea!".

Y termino yo, como en algunas otras ocasiones, con una estrofa de la sonada canción, “A usted”, del trovador guariqueño Reynaldo Armas: “Disculpe usted mi crítica constructiva, esa es su vida y no se preocupe por mi…”.



Anoche soñé con el Greco


Anoche soñé con el Greco. Con mi hermano. De pronto lo vi cerca de mí y corrí a abrazarlo, llevaba puesta una ropa conocida para mí y estaba parado de medio lado y mirando a la distancia. Cuando hice el gesto de abrazarlo pensaba que no tocaría su cuerpo y su figura, tal vez pensando que ya había volado al Cielo y aquella figura era entonces imaginaria, pero no, al hacer contacto era el Greco. Si, era él. Lo abracé fuerte como en un intento de retenerlo para siempre. No sé cuánto tiempo duré abrazado con el Greco que tanto quise,  quiero y querré. Solo recuerdo que su imagen era cierta y era la que siempre conocí. Y empecé a llorar en el sueño aferrado a mi querido hermano,  como en un intento de que no se fuera jamás...y de pronto desperté y una tranquilidad impresionante me hizo sentir que el Greco nunca se iría y  siempre permanecería conmigo. El sueño se fue, y sentí que él se quedó en mi corazón. Y si, en mi vida real pienso eso, el Greco siempre estará conmigo. El no se ha ido porque siempre lo estaré viendo en mi corazón y en mi alma. Su presencia será eterna.
Y, ciertamente, sin lugar a dudas, su presencia es imborrable e imperecedera. Fueron millones de cosas las que vivimos y compartimos juntos. Y permítanme decirlo: Tuve el privilegio y el honor de ser receptor de cosas que él nunca le confiaría a otros, sin que ello tenga que ver con exclusiones de índole personal, sino que mi corazón y el suyo, como cosas de Dios, se comunicaban de tal modo que eran felices compartiendo situaciones que a otros podrían parecerles sin sentido, pero que para él y para mi constituía una especie de mundo muy especial donde únicamente nosotros dos habitábamos y nos entendíamos con un lenguaje igual de especial y que al parecer nacía del alma. Y claro que jamás pensé que esas serían las cosas que nos unirían para siempre, e incluso, que ni la barrera de la insoslayable y desgraciada muerte podía separar. Hoy lo comprendo, y en medio del dolor de su partida inesperada, y que debo expresar inequívocamente que Dios y la Virgen  ayudan a consolarme, esas cosas miles que compartimos eran el lazo divino que ataría su vida y la mía. Cosas misteriosas, ¿verdad? Pero son las cosas de Dios Todopoderoso. Algunas veces estuvimos separados presencialmente por razones lógicas del trabajo y otros quehaceres, pero permanecíamos juntos en el corazón y en el alma. Poco antes de partir definitivamente, y en medio de su enfermedad y con una tristeza inocultable, me dijo: “Pelón, de seguir esto como está, muy pronto estaré viajando hacia un lugar lejano y completamente desconocido. Lo presiento”. Y yo, haciendo un descomunal esfuerzo para ocultar mi tristeza y mi dolor, al verlo así, le contesté: “No chico, tú te vas a poner bien y te levantaras de ahí. Ya lo veras”.
Y no fue de ese modo. Ya lo sabemos. Y cualquiera podría decir, al conocer la incesante oración que sostuvimos pidiendo al creador por su recuperación y que nos lo devolviera un tiempo más, no fue escuchada en el Cielo. Repito, cualquiera podría decir eso, que no fue escuchada. Pero, yo pienso ahora y visto cómo ocurrieron las cosas, que no fue así, y que Dios mismo si oyó nuestras peticiones que sirvieron y fueron muy útiles para adornar el camino y el lugar a donde viajaría el Greco de nuestro amor. El lo dijo, como aseguro un poco más arriba. ¿Dios se lo había susurrado? Solo el Altísimo lo sabe y el Greco mismo, pero dada la forma como vivió nuestro hermano, inmerso en la fe y de lo cual puedo hablar con propiedad porque fueron muchas e incontables las horas y el tiempo que invertimos hablando de las cosas divinas, que mi corazón y mi alma creen sinceramente que el Greco recibió el Galardón que merece y recibe el hombre justo. Por su fe y por sus obras. Y el Greco supo, actuó e hizo realidad las dos cosas. Fue mucho el bien que hizo, la mayoría de las veces en silencio y sin alarde, como debe ser. Los que lo conocimos muy de cerca lo sabemos. Dios escuchó nuestras peticiones, solo que Él tenía otros planes para el Greco e hizo Su voluntad, la cual acogemos como humildes y mortales creyentes. Y como pecadores que somos. Dios lo sacó de este mundo donde imperan las tinieblas y lo subió a Su luz.  
 Cuando estuvimos en San Juan de los Morros  luchando por su recuperación, y cuando la medicina nos reveló que ya no podía hacerse más nada, él regresó a Valle de la Pascua y nosotros a Acarigua, y pidió a Juanita, su mujer, que escribiera un mensaje de texto dirigido a mí, con este contenido: “Díganle a Pelón y a Mirian que me sentí bien teniéndolos aquí, en San Juan, junto a mí.  Mi gratitud para con ellos”. Antes había dicho a Carmen, mi hermana, quien cuidaba de él en aquellas horas. “¿Dónde está Pelón, Carmen?”,  y ella le decía: “El está cerca, allá afuera, debajo de unos árboles. Hace poquito estaba aquí contigo. El va y viene”. Y terminaba quejumbroso: “Dile que se venga, quiero que esté aquí”.   Ese era mi querido Greco, nuestro querido Greco, que aun en las horas más duras de su vida e inmerso en sus terribles dolores, aun así, sacaba de su alma y su corazón herido, aquellas palabras de aliento, no para él, claro está, sino para nosotros. Su bondad, como digo, era proverbial. Y eso abonaba la vía divina, sin que él lo supiera. Ni en aquel momento, nosotros tampoco. Al salir del hospital, encontré a Juana en la puerta. Hablamos un poco antes de venirme. En ese momento me confió con tristeza y con dolor, que cuando vestía a Greco, podía notar que su vejiga y sus alrededores lucían llagados, purulentos y que le producían un intenso dolor. Por el camino recordaba esas duras y tristes palabras y de inmediato se desbordaba mi dolor y lloraba aferrado al volante en medio de esa carretera solitaria del llano. Era como si entendiera que no habría vuelta atrás en el mal que padecía mi hermano. Y, obviamente, eso dolía, casi hasta la locura. Lograba controlarme, por gracia de Dios, y seguía conduciendo.
Los misterios de Dios y sus caminos, solo Él los conoce. Tres días después recibimos la noticia que nunca queríamos recibir por intermedio de una sobrina, que secamente nos dijo por mensaje telefónico: “Tío, falleció mi tío Gregorio”. Todo había terminado. Sentí en aquel instante que algo dentro de mí, muy adentro, había muerto también. En medio de mis lágrimas alcancé a trasmitir la infausta noticia a mis hijas María del Mar, a María del Valle, y Mirian, mi esposa y a todo el que pude de mis familiares. Yo quedé como atontado, tembloroso y como incapacitado para reaccionar. Hice esfuerzos increíbles,  desesperados y ordené a mi cerebro que no procesara la triste información que hubiera recibido y que la negara. Que la borrara. Que la desapareciera. Pero no. No se podía. Y no me quedó más remedio que llorar de dolor y de impotencia. Y allí, en el cuarto, me encontró Mirian que ya venía llorando, y solícita compartió mi dolor, que era su dolor. No había pasado media hora, cuando repentinamente me senté al borde de mi cama y pedí, entre lágrimas, a Dios y a la Virgen, que me ayudaran en aquel duro momento. Y de esa manera, con ayuda divina y misericordiosa, he logrado consuelo por la partida inesperado de mi hermano, la cual, por momentos, se me borra de mi mundo real, pero así como se desaparece por instantes, por instantes vuelve real y lacerante como una espada que traspasa el corazón y mi alma, pero todavía así, la misma alma me retrotrae la imagen del Greco con una sonrisa, fiable y amorosa, como diciéndome: “Estoy bien. No temas. Habito en un lugar bonito y paradisiaco”.      
El día que dejamos su cuerpo en el sepulcro, era domingo y justo a las tres de la tarde, que fue la hora misma del día anterior de su partida física. Era la hora de La Divina Misericordia y lo recordé justamente, no por casualidad ni por azar, porque en el verbo de Dios no existen esas palabras. Fue causal. Un efecto causal provenido de lo alto, y pedí por el Greco en esa hora providencial, y dice el mismo Jesucristo que lo que se le pida en ese instante, Él lo concederá, no por los méritos de uno, sino por los méritos de su pasión. Si, esa misericordia que es un abismo y un océano de amor. Y a esa Bondad Superior nos acogimos y encomendamos el alma del Greco, nuestro queridísimo Greco. Cuando me retiré del lugar santo, en el camino y cerca del sepulcro del Greco, me encontré a María Cristina, su hija única. Estaba en el suelo desecha y llorando inconsolablemente. José francisco, su esposo, y Juanita, su madre, trataban inútilmente de tranquilizarla. Recuerdo que, justo al pasar a su lado, puse mi mano en su cabeza y le dije, viéndola con amor: “María Cristina, te queremos mucho”.  Y partí con mi tristeza.
      En memoria del Greco.


                       Unas pinceladas de tristeza y de dolor



Sí, fueron como unas pinceladas en un cuadro pintado con tristeza y con dolor. Ellos estaban ahí, en familia y son hombres, mujeres y niños que yacen debajo de los árboles y aunque no alcancé a ver sus rostros los imaginé con la tristeza y el dolor reflejados por siempre, por la eternidad, porque son los ancestros de una raza indómita y digna que pelearon hasta más no poder por sus vidas y sus tierras en los años de la invasión europea. Son los herederos de la nada, perdieron sus tierras, sus casas y ya casi no tienen vida por la forma en que subsisten hoy. Si, ellos  estaban allí, en los árboles y en los arbustos viviendo ahora al lado de un puente añejo, tan añejo como ellos, pero no tanto. Y al precipitarse los fuertes aguaceros y el inclemente sol corren a guarecerse debajo de aquel puente de hierro maltratado también por el tiempo. Y las pinceladas de las que hablo fueron hechas con la mirada rápida que puede permitir el vehículo cuando pasa por el puente y por esa carretera entrando a la ciudad de El Sombrero, en el estado Guárico, y son los mismos o parte de un grupo mayor que años tras años sobreviven en el lugar. Al paso de los vehículos se hacen poco visibles. La velocidad del carro parece hacerse cómplice de la poca capacidad de verlos.


Pero se ven. Los parroquianos los ven a diario, a veces con desdén, con indiferencia, sin interés alguno. Y los ven más de cerca cuando salen a pedir un pedazo de pan, un mendrugo que sobre, algo que les sacie su hambre milenaria. Y les ponen mala cara o los expulsan del lugar, los corren de la arepera, del abasto y de la presencia de las personas porque no son como ellos. ¿No son como ellos? ¡Vaya! Que ingratitud y desconocimiento para con los primeros habitantes y condueños de la tierra que se pisa y en la que se vive. Y ellos se marchan en silencio y sin protestar la canallada. Y allí está el puente y los matorrales que los reciben siempre porque son sus compañeros de vida incondicionales.


Y a pesar de que esos aborígenes están allí, debajo del puente y viviendo entre los árboles y son vistos a diario por los que viven en la ciudad y por los que moran por los alrededores, esos mismos nativos son invisibles para todos aquellos que ostentan y ostentaron cualquier forma de poder. Porque en la ciudad hay concejales, alcaldes y todo tipo de autoridad institucional. No fueron vistos por los que se fueron y cesaron en su poder público y tampoco por los que hoy gozan de autoridad y fueros de cualquier índole. Y no los ven, pero ellos están ahí. El poder pareciera tener una especie de máscara que dirige la mirada solo a donde se quiera ver, solo a lo que interesa y que no son precisamente estos hijos de nadie. No tienen familia política ni social ni económica. Nadie mira por ellos. Y ellos, los del poder, lo saben. Solo que no lo sienten. ¿Y las promesas que se hicieron antes de llegar al cargo? ¿Las promesas que iban llenas de caridad y de ayuda a los desposeídos? ¿A los desheredados e hijos del pueblo? ¿A estos nativos, mal llamados “indios” por ignorancia, no los incluía y no eran sujetos de esa verborrea de redención gritada a los cuatro vientos? Y valga agregar que por ese puente de marras no son pocos las autoridades que pasan por allí nacidas del sufragio popular o no. Incluso mismísimos Gobernadores, mismísimos Presidentes de la República. Casi nada, dirían en mi barrio Guamachal para referirse a personajes de envergadura. Pero tampoco los ven. A veces porque van rodeados de personas o de un séquito para que no vaya a faltarles algo. Y a los que ellos no ven les falta todo. Carece de todo, incluyendo la propia vida que se les va por pedacitos cada hora, cada día, cada año.

¿Será posible que alguna autoridad pueda verlos algún día? ¿Será posible? Dios y la Virgen quieran que así sea. Aunque esto no exime a persona alguna. No, señor.         
Y es que nadie sabe sus nombres. Pero los tienen. Y tal vez estén reflejados en este extracto del poema de Héctor Villalobos que quedó para la posteridad: “Gumersinda, Eduviges, Críspula o como te llames, que si acaso cambia el nombre tu vida no hay quien la cambie”.     


             




      
            

               


















  
Carta a un viejito pensionado que no leerá

Por Eduardo Correa

Exordio. Cierta vez fui al INAS de Acarigua en compañía de un amigo y esto fue lo que me contó: “Siempre vengo aquí a ver a una viejita que no la visita nadie. Ella me dijo que había sido alojada aquí por sus familiares, pero más nunca volvieron y me pidió que yo la visitara de vez en cuando porque tenía necesidad de ello. Así que siempre vengo y me pongo a hablar con la viejita. Se alegra mucho cada vez que vengo a verla y fíjate, Eduardo, su familia mayormente es de aquí de este estado. Aunque tiene consanguíneos también en el estado Lara. Es increíble, ¿cierto?, y lamentablemente no es el único caso en este Instituto Nacional de Asistencia Social”. Yo lo escuchaba en silencio y en cuanto entramos al recinto vimos a muchos viejitos sentados, algunos en sus sillas de ruedas, adormitados o con sus miradas muy lejanas, tanto que casi no advirtieron nuestra llegada. El silencio era total en la estancia y apenas se escuchaban, desde las afueras, en la avenida Dominga Ortiz, el ruido de los vehículos y algunas cornetas. Y tiempo después, al ver a un viejito entrar a una farmacia y al tenerlo cerca y solitario “con su humanidad a cuestas”, aquellos recuerdos me inspiraron esta carta imaginaria, pero sustentada en la realidad.
Estimado viejito: No pienses mal si te llamo así porque lo hago por cariño. Bueno, yo también estoy pensionado, pero no soy viejito, pero créame que deseo llegar a serlo, si es que Dios me lo permite, aunque pido al Creador que si me permite llegar a una edad parecida a la tuya, también me permita vivir esa etapa en mejor condición que tú, y espero me disculpes por decirlo de esa manera porque sé que te las ves feas para conseguir algunas medicinas y otras cosas vitales, y que triste es verte camino a la botica apoyado en tu bastoncito de madera vieja y a veces recibes una respuesta dura y desesperanzada: "No hay", y esas palabras no golpean en tu rostro porque doblado tu cuerpo como esta no alcanzas el mostrador. Y nadie puede preguntar por tu compañero o familiar porque se supone que están trabajando o de viaje u ocupados, qué más da, ¿verdad? Qué triste y duro es volver al rancho sin lo buscado y además cansado. Sé que temes las horas de la comida porque no son pocas las veces que no puedes disponer del bocado. Y en tu mente ya cansada y debilitada, puedes llegar a pensar: "Caramba, como ansío una compañía y una voz cercana, no que me traiga comida porque ya casi no requiero, pero tenerla próxima es como una medicina, es como un alimento para mi alma y mi corazón”. Pero careces de esa cercanía personal.
Y aunque tengas una pensión que no siempre te alcanza, hay cosas más satisfactorias que a tu edad escasean y ya casi no las llamas amor o afecto porque hace tanto tiempo que esas palabras están como borradas o muy lejos en tus recuerdos. Vuelve al rancho, viejo, tú puedes, y creo que intuyes que no estás solo porque Dios está contigo. Él es el mejor familiar y el mejor amigo que jamás te abandona. El no traiciona. Él es leal y sabe lo que te pasa y a tu tiempo te dará cobijo y nada te ha de faltar. Y su compañía será la más hermosa del mundo y tu tranquilidad tan enorme como el Cielo mismo. Mientras tanto, ve y busca un poco de agua y moja tu frente surcada por los años que son la marca de la dignidad y esa agua te refrescará y mojará tu alma. Y repito, no estás solo, hay ángeles custodios que te rodean enviados desde arriba, sé paciente y llegará tu alborada. Yo no te conozco, pero estas conmigo en mi pensamiento.











 


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    1. Apreciado colega Eduardo Correa: me costó mucho dar con el número definitivo de mis letras plagiadas por Alí Primera, su esposa Sol Mussett y una coartada. De no ser porque el literato Juan Pereira, asesor de la subcomisión de Cultura de la Asamblea Nacional, que presidió Cristóbal Jiménez, le dijo a mi esposa, la investigadora cultural Zoraida Sánchez, que "las letras de Brígido estaban en el Cancionero de Alí Primera, editado por la Alcaldía de Caracas en el año 2005". Cual no sería mi sorpresa cuando descubro mi paquete de 110 letras editado por completo por el cantor plagiario. Son 110 letras y estoy en capacidad de demostrarlo con pruebas, testigos, análisis de estilo y el respaldo del detector de mentiras. Por el tiempo y las trampas del lamentablemente mitómano Alí Primera, me hubiera sido imposible llegar al número verdadero de no haber sido por Juan Pereira. Admiro tu valentía Eduardo y tu honestidad profesional.

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