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La guerra económica y la hidra de siete cabezas

La guerra económica y la hidra de siete cabezas




                   Por  Eduardo Correa
 En el vocabulario común del venezolano, de un modo u otro, debe atravesarse, a cada rato, la expresión “guerra económica”. Tanto, que a cualquiera podría indigestar. Y la expresión podría relacionarse con una olla o un plato o un menú, si es que puede abusarse de un extremismo o una figura imaginativa. Pero, fijémonos, no se trata de negar la tan aludida “guerra”, sino, al contrario, buscar una referencia, que ya en el titulo se asomó. 

¿La guerra económica que a menudo se mienta podría semejarse con una hidra en cuanto a sus efectos maléficos se refiere? Y es probable que algún desprevenido se pregunte, ¿y qué es hidra? Y aquí no queda más remedio que apelar al mito aquel del enorme animal, repugnante y diabólico, con figura de serpiente que habitaba en un gran lago y exhibía varias cabezas que podían contarse hasta siete. ¿Hasta siete cabezas? Sí. ¿Y qué tiene que ver eso tan feo con nosotros y con la llamada guerra económica? Bueno, en primer lugar, se trata de crear una figura o símil y ver en esa especie de hidra, figurada y retórica, la causante de la “guerra económica” que afecta duramente al venezolano y que se ha traducido en escasez aguda, voraz inflación y larguísimas filas de compradores en todo el país. Y es un imperativo terminar, a troche y moche, con ese terrible mal de este tiempo. Es decir, cercenarle las feas y horribles testas, se entiende.


A la hidra mitológica, que azotaba y horrorizaba a aquellos pueblos, se las cortó el legendario Heracles,  cuyos pronósticos estaban en contra, pero como bien se sabe, logró el heroico cometido. Veamos, entonces, metáfora en mano, y semejemos las cabezas de la hidra con los males de la economía que ha traído consigo los males del pueblo. Es de advertir, que a la hidra del cuento, cada vez que Heracles cortaba una cabeza, brotaba otra. Pero, la diosa amiga le dijo que usara una sustancia especial y quemara el muñón. Y así pudo. 

En el caso nuestro, las primeras cabezas a cortar, son las del Control de Cambio. Y ello permitirá avanzar porque desaparecerán tres cabezas ¿o cuatro? Aunque debe tenerse presente que antes era una sola cabeza, ¿La recuerdan? La de 3, 30, luego de 4,30, 7, 50. Y ahora se trata de varias testas: 6, 30, de 12, de 50, 200, e incluso existe otra escondida que ronda los  300 bolívares por dólar y cada una de esas infernales cabezas devino en devaluación atroz al aumentar su cotización. Entonces, habría que adoptar un Cambio Único promedio, con las reglas del juego claras, como acuerdo nacional entre Gobierno,  expertos económicos y el pueblo trabajador.

Otro corte, es el desaguadero de dólares, bien sea reduciendo paulatinamente importaciones, combatiendo la corrupción, el lavado de divisas y repatriando lo mal habido, y al mismo tiempo animar completamente la producción convocando al país nacional sin distingos, ajustando leyes y eliminando otras que crean cuellos de botellas. ¿Y las cabezas de la inseguridad y la burocracia improductiva? Sin dudas, deben cercenarse sin contemplación porque han crecido exponencialmente. La burocrática, de ochocientos mil creció cerca de tres millones y al reanimar la economía muchos pueden migrar. Y sobre la inseguridad, ya no cabe en las páginas rojas de las noticias y en la desesperación del venezolano. Exterminarla, es necesidad perentoria con el esfuerzo de todos. 

¿Y la cabezota de PDVSA? Va incluida en la anterior y retómese lo que dijo Giordani: “Cero regalos”. ¿Y la testa de la división? Esta cabeza es muy complicada, pero igual debe separarse del cuerpo social y después untar diálogo sincero, concertación y patriotismo bien entendido. ¿Cuántas cabezas faltan? Dos, la Institucional que con tajo certero y urgente debe desaparecer su ineficacia, parcialidad y desprestigio. Y comprender, de una vez por todas, que los hombres pasan y la institucionalidad debe permanecer limpia y pura. Y por último, la cabeza del mal servicio público. Ella apenas guinda y está media muerta. Córtese y reconstrúyase su objetivo. Así, se animará la sociedad, la república y crecerá el bienestar.


Y mantener bien afilada la espada de la verdad y la razón por si creciese la cabeza del mal, otra vez. Y esa espada debe ser guardada con mucho celo por el hombre del pueblo y respaldada por las instituciones, como ya se ha hecho referencia.  Y entonces, esa especie de hidra de esta época permanecerá muerta y enterrada en el fondo del lago y no volverá jamás.

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