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Un lugar extraordinario y paradisíaco

Un lugar extraordinario y paradisíaco




Por Eduardo Correa                                          

                                       
Pienso que al leer el título de este escrito a algunos les parecerá que voy a referirme a un sitio muy remoto o muy lejano y tal vez geográficamente fuera del territorio nacional, pero no, es un lugar criollísimo y muy venezolano, ubicado prácticamente en el corazón de la patria de Bolívar. Es en el estado Anzoátegui,  en la población de Guanta y cercano a Puerto La Cruz. Es la playa de Conoma, que como ya vieron no dudé en calificar de extraordinario y paradisiaco. Y en verdad lo es. No más al dejar la carretera que conduce a la histórica ciudad de Cumaná, apenas dejando el poblado portuario de Guanta, se bajan unos doscientos metros y ahí está, hermoso y bello, el pedazo de mar como incrustado en una ensenada amplia y cómoda que te invita a entrar en su seno. Me quedé gratamente sorprendido al ver aquel espacio adornado, en derredor, por altísimas palmeras y entre ellas varias especies de mangos y de uva playera. Al avanzar unos cuantos pasos, estás en presencia del mar y la playa misma, con aguas azules y cristalinas de bajo oleaje que permiten de modo placentero el baño esperado.

Desde la orilla, las arenas blanquecinas acarician tus pies al caminar y rápidamente te percatas que puedes ver, hasta un metro y medio o quizá más, el fondo marino. Así de claras son sus aguas. También allí están las lanchas dispuestas para el paseo, si es que se desea recorrer la vasta inmensidad, y de igual modo, si se pretende experimentar un deporte medianamente extremo tipo esquí, bien puede hacerse con el equipo pertinente en alquiler por una módica suma. Las exuberantes montañas que rodean el singular escenario, si se mira sostenidamente hacia lo alto, parece que se confundieran con las límpidas y casi inmóviles nubes, creando un increíble sosiego en el corazón.

En playa Conoma casi todo está ordenado. Largas y circundantes camineras de adobe parecieran medir el terreno y varios puentecillos de madera pintados con suaves colores. A su lado, indistintamente, los quioscos que expenden las comidas y bebidas, lucen limpios y sin basura.  Se permite acampar en el lugar y de allí que pueda apreciarse, con cierto equilibrio vistoso, hamacas y chinchorros multicolores y las carpas de rigor, de todos los tamaños,  usadas para el efecto.  En las noches, a unos cincuenta metros, y una vez terminado el bullicio alegre de los visitantes  que se disponen a descansar ya exhaustos por el trajín del día,  se oye el ruido de las olas sin estruendos que sin cesar van, una y otra vez, a visitar incansablemente la orilla que le es afín. Esa es playa Conoma, singularmente apetecible, tranquila y custodiada por guardias de seguridad que te informan y orientan, y de ser necesario te pueden echar una mano en cualquier quehacer de rutina.


Ya finalizando les digo que quise dar este testimonio que no posee  sorpresa alguna para muchos, dado que tienen conocimiento de lugares de Venezuela, iguales o tal vez superiores al descrito en este trabajo, no obstante consideré pertinente traerlo hoy como  muestra de una experiencia personal que reitera siempre el hermoso país con que contamos y que el Creador dotó de una riqueza sin igual en el contexto mundial y que no es precisamente petróleo o minas o cualquier otra cosa dineraria, que son tan valiosas como la del cuento y que están, como se dice, al alcance de la mano con un poco de excursión y que son muchas las veces que las desconocemos, olvidamos o subestimamos por la vida rutinaria en que nos desenvolvemos y parece atraparnos totalmente. Hay un país, hay una nación que espera que la descubramos completa y vivamos con intensidad. Una patria que debemos querer y amar. ¿Vale?           

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