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Ese día me vine con el corazón roto

Ese día me vine con el corazón roto . . .






           Por Eduardo Correa
Ese día fue muy  triste, obviamente, habíamos finiquitado las exequias de mi hermano EVARISTO ANTONIO, y todos estábamos dolidos y tristes. Y no era para menos, en mi caso le había dicho adiós a una persona que hizo mucho por mí durante un tiempo importante. Y ahi estaba yo viéndolo por última vez. No podía comprender y las lágrimas me lo decían en mi rostro frío a pesar del sol brillante. Veía a mis familiares y amigos moverse en derredor silenciosos y llorosos. !Y partió mi hermano! La última pala de cemento cayó estrepitosa anunciando el triste final. Todo había terminado. El mundo se nos detuvo por un instante. Salimos del camposanto como robots, de modo mecánico y cabezas gachas. La presencia de mis sobrinos y mi cuñada Maria Mercedes, de manera imaginaria, aunque yo lo sentía, calmaban mi tristeza con una especie de bálsamo a modo de palabras que me llegaba muy dentro e instaban a seguir. Y cada vez que llegaba a mi mente que no vería más a mi hermano EVARISTO ANTONIO, me  sentía desfallecer, aunque aquel afecto colectivo familiar era estimulante. Y me vine con el corazón roto y el alma echa jirones. Aquel día en la ciudad del Cabriales se quedó una parte de mí. . . y otra partió junto a mi hermano. Hasta luego, hermano mío, alguna vez volveremos a vernos, si Dios Todopoderoso y la Virgen lo permiten. Mientras, mi amor va contigo. . .

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