El
poema “Vuelta a la patria” y la actitud de Gaby Espino
Por Eduardo Correa
En
medio de las reacciones provocadas por el vil asesinato de Mónica Spears y su
esposo, y donde resultó herida además su pequeña hija de cinco años, y en
medio, repito, de esa especie de
conmoción que sacudió al país y traspasó nuestra geografía patria, la también
actriz y ex miss Gaby Espino, quien vive y trabaja en los predios del “Tío
Sam”, dejó caer unas expresiones que de inmediato provocaron las reacciones de
los usuarios de las llamadas redes sociales muy en boga por estos tiempos, y arremetieron
contra ella. Y debo admitir, de manera muy personal, que tales declaraciones me
llamaron poderosamente la atención. Y en las primeras de cambio, como se dice
popularmente, esa actitud de la hermosa venezolana me pareció que tuvo asidero
en las emociones y en el impacto psicológico que suele producir un hecho como
el referidos arriba, pero que luego, una vez recuperada la sindéresis y
superado el asombro que causó el caso extremo que trajo consigo la muerte, se
sopesa la disposición inicial adoptada y vuelve la compostura.
¿Y qué fue lo que dijo Gaby? Muchos ya lo
saben: “Yo amo a mi país, pero no vuelvo a poner un pie en él”. Sin lugar a dudas
es una dura expresión para una nacida en la tierra de Bolívar. Pero como digo, esa
actitud debe pertenecer más al corazón y a las emociones dolorosas sentidas que
al cerebro mismo, y que son dadas por la motivación. Y es aquí donde la
comprensión debe tener su papel asignado y en virtud de ello no exacerbar los
ánimos, que fue lo que ocurrió entre los twitteros y gente del Facebook en
reproche a la expresiva dama. Valga decir que Gaby no es una despatriada ni una
exiliada ni mucho menos perseguida ni nada que se le parezca. Está fuera de su
terruño por razones profesionales y de trabajo.
Y para ella, así como para todo aquel
que esté lejos del suelo patrio, traigo a colación por parecerme oportuno, extractos del histórico poema del eximio bardo
venezolano Juan Antonio Pérez Bonalde, “Vuelta a la patria”, que compuso y
publicó en Nueva York hace poco más de
un siglo y que conserva ese palpitar y hondo sentimiento por el suelo que nos
vio nacer y que sea cual sea la circunstancia que nos toca sortear, vive dentro de
sí y nos conmueve. Trata del amor a la patria y la efusividad por el regreso: “¡Tierra!, grita en la proa el
navegante y confusa y distante, una línea indecisa entre brumas y ondas se
divisa; poco a poco del seno destacándose va del horizonte, sobre el éter
sereno, la cumbre azul de un monte; Y así como el bajel se va acercando, va
extendiéndose el cerro y unas formas extrañas va tomando; formas que he visto
cuando soñaba con la dicha en mi destierro. ¡Luz, luz al fin! Los reconozco
ahora: son ellos, son los mismos de mi infancia, y esas playas que al sol del
mediodía brillan a la distancia, ¡oh, inefable alegría, son las riberas de la
patria mía… ya se acercan los botes desplegando al aire puro y blando la enseña
tricolor del pueblo mío. ¡A tierra, a tierra, o la emoción me ahoga, o se
adueña de mi alma el desvarío! Llevado en alas de mi ardiente anhelo, me lanzo
presuroso al barquichuelo que a las riberas del hogar me invita. Todo es grata
armonía; los suspiros de la onda de zafir que el remo agita…” ¡Volad, volad, veloces,
ondas, aves y voces! Id a la tierra en donde el alma tengo, y decidle que vengo
a reposar, cansado caminante, del hogar a la sombra un solo instante”.
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