Hace unos días nos sorprendió una noticia que decía que había muerto Orlando Rivero. Un accidente de tránsito ocurrido en una carretera del estado Guárico lo arrancó del seno familiar, y truncó también la franca sonrisa que dispensaba en los encuentros con los amigos y con todo aquel que consiguiera a su paso. Y es que Orlando fue un militante de la fraternidad, de la consideración y del respeto. Su condición humana, impregnada de una extraordinaria sensibilidad, quedó plasmada en las sabanas apureñas, en todo el llano y en cada rincón venezolano donde le correspondió interactuar. Ahora le tocó emprender ese viaje sublime, a través del lejano cielo azúl y de las radiantes estrellas, en busca del consuelo eterno. Conocimos a este dilecto amigo en el estado Barinas, allá por el año 1971, donde laboramos juntos por espacio de dos años en las lides del agro. Los dos llaneros y con inquietudes por el folclor. El -Orlando- con el canto y la composición, y yo -quien escribe- "garabateand...
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