La frase que da título a este escrito pertenece a Solón, que fue estadista, poeta y legislador ateniense, y que además fue también uno de los siete sabios de Grecia. Este singular personaje legó su nombre y sus hechos a la posteridad y no fueron otros que las profundas reformas sociales y políticas que condujeron al progreso de Atenas, su tierra natal y en que la vio vida en el año 640 antes de Cristo. Había creado un nuevo equilibrio social basado en la solidez de una clase media de pequeños y medianos propietarios y un nuevo sistema de designación de los magistrados, medidas que acabaron con el imperio de las grandes familias, y claro está, sentó las bases de lo que más tarde sería la democracia ateniense. El genio de Solón también se destacó en lo que se conoció como "conciliar los extremos".
Recordemos un poco más de su vida ejemplar. Se marchó al extranjero buscando su propia independencia, aún cuando era hijo de un rico comerciante. Pero la riqueza que este hombre buscaba no era la material, sino formar su personalidad a través del conocimiento y de la cultura en general. Su puebo estaba al borde de una guerra civil que era originada por una profunda crisis política y económica, y fue entonces cuando le llamaron en medio de aquella turbulencia.
Sus congéneres se habían percatado de su forma de ser, que se caracterizaba por su idealismo, rectitud y capacidad reflexiva, además de su sentido práctico y enérgico. Su sentido del deber estaba impregnado de la convicción de que "la justicia divina castiga siempre al mal". Pero a Solón no lo movía la ambición desmedida de poder -terrible flagelo de todas las épocas- sino que anteponía el bienestar colectivo de su gente. Por eso acudió al llamado y rápidamente se abocó a resolver los ingentes problemas que afectaban a la sociedad. Tomó medidas para aliviar las enormes deudas que pesaban sobre los pequeños predios agrícolas y el que había sido esclavizado por deudas fue liberado. El sabía de la insensibilidad de los ricos que se aprovechaban de los más pobres para aumentar sus caudales. Afectó a los usureros y explotadores. Le dio derechos políticos a los que carecían de ellos y eliminó los privilegios de casta. Eximió de impuestos directos a los pobladores porque en ese tiempo se consideraba los tributos indignos de los ciudadanos. Esto funcionó porque los servicios al Estado se desempeñaban de manera honorífica y no remunerada. Todos, incluso los más pobres, tenía derecho a participar en las asambleas donde se elegían los cargos, cualquiera que fuere. Como legislador suavizó las leyes de su antecesor Dracón, quien había establecido normas muy duras y la pena de muerte se aplicó sólo a los delitos muy graves. Por ejemplo, las leyes draconianas castigaban con la muerte el robo de una manzana o el hurto de algunas legumbres. Como decían los atenienses "las leyes estaban escritas con sangre". Frenó el deseo de lujo, reglamentó los ingresos de los ricos mercaderes y prohibió el gasto suntuoso de los funerales que contrastaba con el de los pobres. Expropió latifundios, sólo algunos y en cierta medida por razones extraordinarias y los dividió y asignó en parcelas iguales. Solón era un convencido de buscar "el justo medio" y de "guardar en todo la mesura".
Solón "cosechó lo que había sembrado" y no era más que el respeto de su gente: había producido el bienestar para su pueblo rompiendo los injustos esquemas de una sociedad opresora, y en una época en que aplicar cambios se tornaba muy difícil y peligroso. Pero con todo eso, sus coterráneos no estaban completamente satisfechos y comenzaron a manifestarse con descontentos y reproches, que poco a poco fueron subiendo de nivel. El sabio se fue cansando de las críticas que le venían de todos los sectores y pidió "un permisito" de diez años para irse a viajar por otros países, pero a sabiendas de que sus responsabilidades políticas habían terminado. Se iba así, de modo voluntario del poder que le había dado su pueblo. No obstante, dejó sus aleccionadores principios, quizá no bien "digeridos" por aquella sociedad, de que era necesario "guardar la mesura" y "conciliar los extremos". Solón se marchó manteniendo la postura que lo había alejado de todo proceder partidista o de grupo.
ESCRITO Y PUBLICADO POR EDUARDO CORREA EN EL DIARIO "EL REGIONAL" DE ACARIGUA, ESTADO PORTUGUESA, EL DIA DOMINGO 21 DE SEPTIEMBRE DE 2009.
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