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A medias, pero el sueño se hizo realidad




A medias, pero el sueño se hizo realidad





Por  Eduardo Correa



       Tal como les relaté en el artículo anterior, el sueño que tuve en una de aquellas noches  se hizo realidad, aunque como digo arriba en el titulo “fue a medias”. Empero, ¡Bendito sea Dios!, por concederle al país la concreción de una reunión que todos, sin excepción,  esperaban. Y es que lo sucedido no es cualquier cosa, por decirlo de alguna manera. Y sin subestimar, que viéndolo concienzudamente podría ser una perogrullada, en el sentido de que cualquier país democrático debe debatir, contraponerse, celebrar elecciones y escoger sus autoridades, tener diferencias y posiciones distintas en el marco del más claro y debido respeto, y sobre todo en el más puro acogimiento de la Constitución y las leyes, y después de todo eso volver a la normalidad que requiere el desenvolvimiento mismo de la sociedad en procura del  bienestar que solo puede ser el producto de un trabajo mancomunado, en sana paz y compartido por todos los sectores, sin distingos de ninguna naturaleza. Con pluralidad plena, pues.



       No obstante, aunque cueste expresarlo, debe admitirse que en el caso especifico de Venezuela y en los últimos años, el clima político se caracterizaba por lo pugnaz  y la constante confrontación y llegando al escenario, incluso, de brotes de violencia que todos recordamos. Tal vez el saldo de esa actitud no pueda contabilizarse debidamente por ahora, así como las consecuencias del mismo. Es por eso que el hecho político ocurrido en el Palacio de Miraflores promovido por el presidente Nicolás Maduro y aceptado por las autoridades locales recién electas de la oposición, hace apenas unas cuantas horas, tiene ribetes de especial singularidad y marca el comienzo de lo que podría ser la esperada convivencia que siempre ha reclamado el país nacional. Maduro escuchó las exposiciones de los mandatarios locales y estadales opositores de una manera estoica y solamente se le “espelucó” un poco al alcalde de San Cristóbal, pero rápidamente se volvió a la normalidad. Y todo el mundo sabe que los planteamientos fueron muy serios y muy “crudos”. Todos dijeron lo que dijeron libres de cualquier atadura y con el tiempo requerido. Como debe ser. Y no faltaron los saludos afectuosos y los abrazos cordiales. Y es de creer  que muchos de los observadores por televisión no salieran de su asombro, al ver que todo aquello, que bien pudo ser un sueño que se albergara en ellos, ocurría realmente. Sucedía lo que muchos no esperaban que sucediera. Y como se dice en la jerga popular, palabras subidas de tono e insultantes, no hubo.  



       Ahora bien, lo vivido en Miraflores debe repetirse al calco en todos los estados del país y de modo muy especial en donde los gobiernos estadales y locales sean ostentados por oficialistas y opositores y en todos los niveles donde existan autoridades de cualquier índole. Es el “deber ser”, y el émulo de lo realizado en Caracas: “Seguir el ejemplo que Caracas dio”, diría alguien. Y les aseguro que muchos tendrán la visión o la sensación de que están viviendo “en otro país”. Pero en realidad la sustancia, el sustrato de todo esto, radicará en que se cumpla o se acoja, de parte y parte y en buena medida, lo expuesto en ese y en los cónclaves realizados o que se realicen posteriormente. Que todo ello no se convierta en palabras solamente que luego el viento disipe. Es el gran reto que se tiene y que se espera. Y así como dijo Maduro, casi finalizando la histórica reunión: “Cualquier diferencia que podamos tener, simplemente nos contamos en elecciones y que sea la ley la que hable”. Si, señor, la ley es el marco y el respeto a ese marco es la convivencia civilizada. Termino diciendo que me gustaría seguir soñando como lo hice aquella noche. ¿No les parece?    

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