¿Y si aplicamos conciencia ciudadana?
Por Eduardo Correa
El concepto básico tiene que ver con
la propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y
en todas las modificaciones que en si mismo experimenta, o también significa
conocimiento interior del bien y del mal, lo que va estrechamente vinculado a
un conocimiento reflexivo de las cosas. Pero, asimismo, el concepto puede
ampliarse con lo que es la conciencia errónea, que es cuando se juzga con
ignorancia lo verdadero por falso, o lo falso por verdadero, teniendo lo bueno
por malo o lo malo por bueno. Y hay más ejemplos: ancho de conciencia, que es
cuando una persona sabe, y no obstante, obra o aconseja contra el rigor de la
ley o la moral. O en su defecto: estrecho de conciencia, que se refiere a una
persona cuando es muy ajustada al rigor de la ley o la moral. Si tomamos el
contenido de ciudadanía, que
tiene que ver, en una de sus acepciones, con el comportamiento propio de un
buen ciudadano y le agregamos lo que tiene que ver con el conocimiento
reflexivo de las cosas, analizado en la primera parte, tendríamos la expresión
que anotáramos arriba: conciencia
ciudadana. Y esta tendría muchísimas aplicaciones en la vida en
sociedad, incluso en las más sencillas o cotidianas y que reflejarían una
conducta positiva o constructiva en el medio que habitamos.
Si alguien se preguntara: ¿Cuáles
serían esas conductas? Bueno, ubiquémonos como simples personas que compartimos
un mismo espacio, bien sea vecinal, municipal o más allá, y tendríamos clara la inconveniencia de no depositar o
lanzar basura, electrodomésticos en desuso, así como cauchos viejos, animales
muertos, entre otros desperdicios, a los canales de drenaje que traen como
consecuencia las conocidas y perjudiciales inundaciones en épocas lluviosas y
todo lo que esto deja como consecuencias. Así tampoco tendríamos a aquellos,
que sin reparar en nada, tiran objetos de cualquier clase en la vía pública,
tales como colillas, botellas, vasos plásticos, papeles y otras basuras. Asimismo,
no sacaríamos de nuestras viviendas a los espacios públicos objetos o cosas
como tierra, piedras, restos de árboles, desperdicios de construcción y
materiales inútiles, que no pueden ser recolectados por el servicio de aseo
urbano y los dejan en las aceras u otros sitios.
A esos que no aplican su conciencia
ciudadana en lo anotado, se suman quienes rayan las paredes con escritos
obscenos y denigrantes de la condición humana, y quienes dañan las plantas del
ornato público, pisotean los espacios en gramados y les lanzan todo tipo de
desperdicios; otros tiran desde los vehículos restos de cosas que consumen o
utilizan. Y ¿qué hay de los que son incapaces de limpiar sus frentes de
viviendas en montados afeando la ciudad
y dificultando el paso de los peatones? Todas estas situaciones
planteadas y detalladas pueden resolverse si se impone un buen ejercicio de
sensatez o conciencia ciudadana, sin que haya
necesidad de invocar normas, ordenanzas, leyes u otras vías coercitivas. Y como dice Reynaldo Armas en una de sus
canciones: “Disculpe usted mi crítica constructiva”.
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