¿Qué decía Alí Primera cuando vivía?
Por Eduardo Correa
Ali Primera era
un hombre campechano y de eso se sentía honrado, según atestiguaba. Era feliz
cuando volvía a su tierra falconiana y se reencontraba con el lar que lo vio
nacer y crecer. La brisa suave del amanecer, el olor del ganado y la vida
campesina de los suyos la sentía hasta más no poder. Y además de su discurso
cantado, fíjense lo que decía: “Hay una profunda alegría que yo mantengo
todavía cuando iba a desayunar con los peones y traía una tapara de leche y los
pocillos a marrados de Mapire que venían cargados de arepa. El olor de la arepa
con la leche de vaca recién ordeñada es una cosa que a mi me conmueve todavía y
lo busco. Y lo digo, yo no cambio una arepa por nada en el mundo”. De tal modo,
que una vez contó sonreído que se había comido nueve arepas rellenas en una
sentada: “Fue en Barquisimeto que me comí las nueve arepas nada más con queso
blanco, imagínense ustedes, ¿nueve arepas?”. Y lo contaba carcajeándose. El
intérprete de “Techos de cartón”, sostenía que él oponía su ser campesino al cemento
de la ciudad y por eso expresaba: “Yo soy campesino y serlo es una gran
echonería y es lo que yo he tenido para no sucumbir totalmente en el urbanismo
y para no llenar tanto de cemento el carácter”. Y es que el trovador del canto militante
expresaba que había que leer, no solo en los libros, sino en los ojos de la
gente la hermosa posibilidad que tiene el ser humano de vencer alguna vez la
angustia y ser como un hermoso ovejero que llega con el equipaje del amor
intacto en el saco.
Y agregaba: “La
tarea del hombre es ardua, pero sin cariño es más ardua todavía”. Y una vez al
preguntársele sobre la militancia partidista, fue enfático al decir: “Pienso
que hay numerosas personas por ahí que pululan dispersas y nosotros hemos
contribuido en esa dispersión al pensar solo en ser partidistas. Nos hemos
tardado mucho en aprender que por encima de un partido y de una ideología esta
la necesidad vital del hombre, al cual hay que amar por encima de todas las
cosas. No con un amor baboso y tramposo…”. Y, asimismo, cuando se le consultaba
sobre Carlos Marx, y conociendo el singular interprete que las polémicas sobre
ese asunto estaban a la orden del día, se limitaba a decir con cierta sonrisa
que “ese era un gran amigo suyo” y evitaba así cualquier sobrevenido y a veces
interminable debate que consideraba innecesario.
¿Y qué expresaba
el prolífico cantor sobre los políticos? Esto decía: “Muchos
políticos carecen de sensibilidad y eso es algo que debe abrigar el político, ser
algo entrañable y tener algo de ternura sin que falte el respeto. Porque la
política en sí no es tan estéril, ni tan árida, ni tan pragmática como la han
querido presentar muchas veces y debe desterrar eso de que hoy estoy contigo
porque me conviene y mañana estoy con otro porque me conviene. El político debe
tener una gran ética y poseer una gran capacidad de percepción. Pero antes que
nada, un compromiso moral y una solidaridad a toda prueba”.
Así
era este hombre de pueblo y campesino como el mismo afirmaba. El del compromiso
militante que llevaba su discurso cantado y hablado a donde podía. El mismo que
tuvo como papá a un policía de pueblo, a una mamá campesina y a una monja como
madrina. Y fueron muchas las veces que
llegaba a su casa a la media noche o de madrugada y, claramente, encontraba a
sus hijos dormidos y sin pensarlo dos veces iba a despertarlos cuatro en mano y
los invitaba a cantar. Y a pesar de haberse marchado hace dos décadas sigue
incólume su canto y su memoria. ¡Abre brecha, compañero!
Comentarios
Publicar un comentario