¿Qué significa el aumento de la gasolina
(1)
Por Eduardo Correa
Esta opinión
sobre el aumento anunciado de la gasolina me la pidieron y yo quería darla.
Pero aunque no me la hubiesen pedido y yo no quisiera emitirla, aun así estaría
obligado a hacerlo. ¿Por qué? Pudiera preguntar cualquiera. Y habría que
responder, que, simplemente, porque es un tema que nos atañe, y sobre todo, en
nuestra condición de condueños del bien puesto en el tapete. Si, condueños,
¿suena echón, verdad? Pero es así. Y puede parecer una aseveración de
Perogrullo o más exactamente una perogrullada, empero da la impresión de que
todavía no hemos caído en el convencimiento total de esa realidad propietaria.
Y hay algunas razones que nos conducen a ello. ¿Cuáles? Pues, el despilfarro y
el uso desenfrenado del recurso por parte de quienes poseen vehículos y otro
tipo de maquinas que requieran combustible, cosa esta harto sabida, pero no por
ello sensata, y además por aquello que siempre decía mi madre y todas las
madres: “Lo que nada nos cuesta, hagámoslo fiesta”. Pero dejemos esto hasta aquí, porque tengo la
impresión de que “llueve sobre mojado”.
Y sobre el caso
en específico, en estos días hablé con un economista sobre el caso en cuestión
y le tocaba lo referente al tema de “Las ventajas comparativas”, algo que, en
mi opinión, casi nunca se refiere o no se habla de ello. Le detallaba: “Explícame,
¿pero si somos productores de petróleo no nos podemos dar el lujo de tener y
gozar los venezolanos de gasolina barata? ¿O es como antes precisaba mi abuela,
que en casa de herrero, cuchillos de palo? E inmediatamente me respondió el
competente en este campo: “Depende, mi hermano, porque en este caso el
combustible está “casi regalado”. Y siguió. “Fíjate que para hablar de ventajas
comparativas, como tú lo has hecho, debemos pensar primero en que la gasolina
tiene actualmente un precio muy por debajo del costo real. Me explico, dijo
entusiasmado: Petróleos de Venezuela pierde dinero al venderla por un precio
menor al costo de producción, y eso no puede ser, porque toda empresa debe
tener un margen de ganancia para poder seguir operando”. Entonces le riposté:
“Compañero, pero me la está vendiendo a mi que soy dueño del producto, junto
con el resto de los venezolanos. ¿No deberíamos tener cierta ventaja por esa
condición? Le insistí”.
El hombre
volvió a la carga. “Ya te dije que la empresa petrolera no puede operar con
pérdidas por vender por debajo del costo porque entonces iría a la quiebra o
tendría problemas serios de flujo de caja. O sea, debe subir el precio al
consumidor hasta obtener ganancias y buscando la manera de que los venezolanos
tengan también un precio asequible y no prohibitivo. Y así, todos bien. Ni la
empresa quiebra ni el comprador se afecta en su poder adquisitivo. Es más, si
la empresa quiebra, quiebran los venezolanos también”. Lo interrumpí con no poca preocupación, ¿Cuál
debe ser el precio final entonces? “Bueno, ese es el debate, compañero. De ahí
saldrá”. Yo le dije que estaba pensando en abordar el asunto este del negocio
petrolero con los países del Caribe y en otras latitudes, y el por qué compramos gasolina afuera, así como el problema del contrabando, sin dejar lo relativo al suicidio, subsidio,
quise decir, entre otras cosas. Me
respondió con una sonrisa: “Tengo que irme, hermanito, pero te prometo que lo
trataremos la próxima vez, pero debo adelantarte que en eso que tocas, hay
muchísima tela que cortar o petróleo que recoger. Son temas incendiarios”. Y se
marchó sin quitarse la sonrisa, mientras yo me quedaba pensativo al verlo
alejarse. Entonces, otra vez será, me dije.
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