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¿Se subsidia a los que más tienen?



¿Se subsidia a los que más tienen?

(2) 
Por  Eduardo Correa

          Volví a encontrarme con mi amigo el economista y quiso retomar el tema del anunciado aumento de la gasolina que tocáramos la semana pasada. Se mostró ansioso de seguir tratando este asunto que parece interesar a todos. Su ánimo me contagió y quise contarle lo que vi en una estación de gasolina en días recientes. Estaba de tercero esperando mi turno. Le servían el combustible al dueño de una imponente camioneta de paquete que casi llegaba al techo de la estación. El azul del vehículo nuevo, idéntico al del cielo, parecían retarse por la belleza. Un marabino diría: “Que molleja de camioneta, primo”. Y un llanero preguntaría admirado: “¿Cámara, cuánto cuesta un carro como ese? Al momento de pagar su tanque full dio un billete de diez bolívares, al momento que señalaba al empleado que se quedara con el vuelto de cinco. Picó cauchos y se alejó velozmente. Los presentes nos quedamos mirando. Delante de mi todavía tenía a un señor con un carrito viejo “que rodaba porque Dios es muy grande”, como suele decirse. Le llenaron el pequeño tanque y rebuscó unas monedas en su cartera y logró completar el pago. Y se marchó de la estación echando humo negro con su carro.
        Mi amigo el economista agregó luego: “Que interesante, hermanito, pero no es nada nuevo, eso lo vemos cotidianamente, y precisamente eso es lo que ocurre con los subsidios indirectos, tal es el caso que nos ocupa”. Y se explayó sosteniendo que lo relatado era uno de los graves problemas que debía resolver  el Gobierno con sus analistas. Y remachó: “No es justo que se subsidie a los que más tienen, y en eso podemos estar de acuerdo, ¿no? Yo afirmé moviendo la cabeza y agregué: “Es justo que el que más tiene pague más por el combustible, amigo. Pero, ¿Qué recibiría ese de la camioneta impactante?, porque sacaría más dinero de su cartera, ¿cómo se le retribuiría? Me respondió sonriente: “¡Ah bueno!, a ese y a todos los que paguen más por la gasolina debe retribuírseles con mejores carreteras y mejores autopistas, vías bien alumbradas y señalizaciones respectivas, por decirte algo”. De nuevo estuve de acuerdo con mi amigo y le dije qué pasaría entonces con los que menos tienen y cómo harían para sufragar ese gasto del combustible, si es que se decretaba el aumento. Esos que sobreviven con apenas el salario mínimo y que requieren viajar  al trabajo, a la escuela o a donde sea y por los motivos que sean, e igualmente a todos aquellos que dependen de un salario víctima de la inflación y los altos costos de los bienes y servicios. Porque a fin de cuentas,  el subsidio de la gasolina lo está recibiendo el de más poder adquisitivo y afectando, a su vez,  “al de a pie, o sea, al que menos tiene”.  
        Mi amigo acotó que “si quien tiene más, paga igual al que tiene menos” estamos en presencia de un “impuesto regresivo”. Es decir, termina afectando al que se quiere ayudar. Y con respecto a los que menos tienen y como encarar esto del aumento de la gasolina, no es nada sencillo, pero hay fórmulas. Por ejemplo, el transporte publico y privado debe ser subsidiado y mejorado las unidades vehiculares en todas las modalidades y que presten un servicio, sino impecable, por lo menos decente y cómodo. Hacia ese servicio, que es un derecho,  debe dirigirse una buena parte del subsidio. Del mismo modo, al parque automotor debe facilitársele el acceso a nuevas unidades y a precios subsidiados, al igual que a las autopartes, y así sucesivamente. Y debo expresarte también que este asunto está muy trajinado, pero es una manera de exponer. Al despedirse, se fue con una sonrisa y diciendo: “De todos modos, hermanito, vamos a esperar a ver cómo salimos de este laberinto

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