¿Vender Citgo? A mí no me parece
Por Eduardo Correa
En cuanto Rafaél Ramírez, presidente de
la estatal petrolera venezolana, anunció que al tener un comprador que llenara
las aspiraciones del país en cuanto a
precio y otras condiciones de rigor, procederían a vender Citgo, empresa filial
de Petróleos de Venezuela que funciona a modo de refinería y que opera desde
hace años en el mercado de la gasolina estadounidense, fue como encender las
mechas de la discusión. Y es que al conocerse la posición del alto dirigente
gubernamental surgieron voces políticas, unas en pro y otras en contra, e
incluso algunas denostaban de esa posibilidad de negocio. Pero después sucedió
que el jefe del petróleo fue relevado del cargo y enviado a otra
responsabilidad ministerial. Y por su parte Maduro, en un viaje a Nueva York,
negó que la empresa referida estuviese en venta. De eso hace un par de meses,
más o menos.
Entonces me dije que me gustaría oír la
opinión de mi amigo el economista, con quien he venido conversando de temas
propios de su campo. Lo ubiqué en una cafetería del centro de Acarigua y al
verme vino a mi encuentro con su saludo risueño característico. De una vez le
solté: “Quería verte y hablarte,
hermanito”. De inmediato me respondió que él también tenía interés de verme.
Sin ambages le exterioricé que quería escuchar su posición respecto de la
posible venta de la empresa petrolera Citgo, que como se conocía estaba en el
tapete por estos días. Y de buen humor agregó: “Oye, hermano, te estas metiendo
para lo hondo”. Nos apartamos de la barra y buscamos una mesa, al momento que
le expresaba que a mí no me parecía que el Gobierno saliera de una empresa de
esas características, advirtiéndole que yo no era ducho en la materia. Me miró y dijo de modo
laudable: “Ni tanto”. Le agradecí con la mirada.
Ya acomodado en su silla comenzó diciendo
que él no tenía claras las razones para que se planteara una situación de esa magnitud y que el Gobierno debía pensar
muy bien una cosa como esa, aun cuando se intuía de la debilidad del flujo de
caja, escasez de divisas y otros aspectos económicos importantes por los que atravesaba
el fisco nacional. Fíjate bien, me dijo con voz circunspecta: “Citgo es una
empresa de envergadura que representa un activo estratégico para el Estado y
funciona muy bien, es rentable y goza de prestigio internacional, y no es nada
despreciable que, precisamente, opere en las mismas entrañas del poderío
económico que significa EEUU. Es claro que vendiendo la empresa el país
recibiría una entrada generosa de dólares y el Gobierno aliviaría sus cuentas,
pero hay que pensarlo y analizarlo muy bien, con la cabeza fresca, porque al
mismo tiempo estaría perdiendo y cediendo un escenario petrolero necesario para
el negocio y su expansión. Lo interrumpí para decirle algo que cruzó por mi
mente y que mi padre solía decir cuando hablaba de cosas de negocios: “¿Sería
algo así como “pan para hoy y hambre para mañana”?” Se puso a reír al tiempo
que afirmaba con su cabeza. Se levantó dispuesto a marcharse y esgrimió: “Ya
puedes ver, que al igual que tú, a mí tampoco me parece que el Gobierno venda
Citgo”. Y se fue.
De vuelta a mi hogar pensaba cuantos
venezolanos, sobre todo esos de a pie como yo, les interesaba el “tema Citgo”,
y lo que es más: Cuántos sabían de esa empresa, de sus implicaciones y su
importancia. Ya entrando en casa otro pensamiento me sobrevino y tenía que ver
con que el Gobierno debería convocar un debate al respecto y que los
venezolanos se enteraran suficientemente de la situación y supieran a qué
atenerse. Aunque es justo reconocer que el presidente Maduro lo había sugerido.
Bueno, por ahora no queda más que esperar.
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