Qué bello aquel paraíso
que nos diera el Señor
para vivir con amor,
humanidad y regocijo.
Y no quisieron sus hijos
acatar la Ley Divina
trayendo así la ruina,
la soledad y el martirio.
Ahora vivimos en vilo,
de sobresalto y dolor
con mesquindad y rencor
y con los peores designios.
El hombre se ve asi mismo
engreído y arrogante
y se lleva por delante
al débil y al oprimido.
Ya no hay compañerismo,
lealtad ni pundonor
nos acosa la traición,
la maldad y el facilismo.
Ni la sonrisa de un niño
nos trae la reflexión,
no hay acto de contrición
para salir del abismo.
Ojalá el Dios Divino
pueda darnos el perdón
y que en cada corazón
reine la paz y optimismo.
Autor: Eduardo Correa. -julio de 1993-
que nos diera el Señor
para vivir con amor,
humanidad y regocijo.
Y no quisieron sus hijos
acatar la Ley Divina
trayendo así la ruina,
la soledad y el martirio.
Ahora vivimos en vilo,
de sobresalto y dolor
con mesquindad y rencor
y con los peores designios.
El hombre se ve asi mismo
engreído y arrogante
y se lleva por delante
al débil y al oprimido.
Ya no hay compañerismo,
lealtad ni pundonor
nos acosa la traición,
la maldad y el facilismo.
Ni la sonrisa de un niño
nos trae la reflexión,
no hay acto de contrición
para salir del abismo.
Ojalá el Dios Divino
pueda darnos el perdón
y que en cada corazón
reine la paz y optimismo.
Autor: Eduardo Correa. -julio de 1993-
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