Cartita a Diego José,
(También conocido como “Eduardo Segundo”)
Mi niño querido:
En nuestras mentes quedó fijado para siempre
aquel día hermoso cuando viniste al mundo, a nuestro mundo ¡cómo olvidarlo!
Aunque es oportuno decir que tu venida tuvo algunos antecedentes muy tiernos, y
es que tu hermanito Jormy Alejandro desde hace cierto tiempo comenzó a hablar
de ti sin siquiera haberte concebido tu mamá, María del Mar. Él decía:
"Mamá, ¿tú no crees que ya es tiempo de que yo tenga un hermanito? Y tenía
como respuesta: "Quédate tranquilo, Jormito, ya vas a empezar". Y así
insistió hasta que un día papá y mamá dijeron si al amor, pero !Bendito sea
Dios!, arriba, allá en el cielo, el Padre Creador también dijo:
"!Hágase!". Y cuando seas grande tú comprenderás porque ese
"Si" venido de lo alto fue decisivo. Y al cabo de unos cuantos meses
ya estábamos en el Seguro Social, José Gregorio Hernández, de Acarigua,
esperando tu anhelada llegada. Fuimos muchos quienes nos dimos cita en ese
lugar clínico, la mayoría familiares y otros amigos muy cercanos. La espera era
ansiosa, pero alegre y expectante, no podíamos ver a alguien vestido de
enfermera o médico que no corriéramos a preguntarle. El bonito asunto sucedía
en el piso segundo. Hasta que ¡Al fin!, te hiciste presente cual regalo
especial enviado de las divinas alturas. Y te vimos por primera vez llenos de
emociones y alegrías que no cabían en nosotros.
Con risas, abrazos y algarabías de satisfacción
te dimos la bienvenida. Te trajo en brazos una alegre enfermera vestida de
verde y gorra verde. Te cercó de seguidas la alegre multitud que no se cansaban
de verte, entre alegres y sorprendidos, tus ojitos se abrían y cerraban y creo
que advertí una tenue sonrisa tuya como diciendo: "¿Y esta gente quien
será? ¿Qué les pasa que saltan y gritan? Y todos querían tomarte en sus brazos.
Que día tan bonito y tan hermoso, Diego. ¡Fue espectacular! Tu nombre fue
iniciativa de tu madre...pero tu abuelo travieso te llamó sentimentalmente
"Eduardo Segundo"...que por cierto, nadie pudo decirte así a
excepción de él. Quiero advertir que al momento de escribirte, cuentas a penas
con dos añitos, Diego. En el curso de ese tiempo tu mamá "no encontraba
que hacer contigo", y eso se dice familiarmente cuando "tú lo eres
todo"...Diego para acá, Diego para allá, Diego por aquí, acullá. O sea,
Diego por todas partes. Eras y eres la estrella que nos daba luz a todos. Tu
risa, tierna y bonita, era segura en ti... ¡Eras pura risa!
Y viajamos contigo muchísimas veces, tanto que
una vez fuiste a dar a Valle de la Pascua, una ciudad muy lejos de aquí, que es
la tierra de tu abuelo. Chiquitico y todo recorriste casi cuatrocientos
kilómetros sin perturbar a nadie y sin llorar. En tu crecimiento has recibido
besos y cariños incontables, abrazos por
millones...fotos...regalos...juguetes...de todo, Diego. Ropa de todos los
colores y marcas, como te digo, tu mamá "no encontraba que hacer
contigo" en el sentido bonito y positivo del decir llanero, como ya te
dije. Y comenzaste a hablar...o a decir palabritas que tu mamá era la mejor
traductora. Fíjate que recogí algunas expresiones tuyas que eran muy comunes.
Pronto conociste las bebidas que bebías con rapidez y al ver una botella de
refresco levantabas tus manitas diciendo y pidiendo: "Peco", o
"bugo" si era jugo, aunque las dos palabras te daba igual.
Ante cualquier pregunta, respondías: "Yo
no che" o "En la cacha" para expresar "en la casa".
Cuando paseaban contigo, decías y señalabas al pasar una moto o camión:
"Oto ballol" y salían los traductores, que éramos cualquiera de
nosotros. A veces tomabas algo y decías llevándolo a tu pechito: "etu
mio", queriendo decir que era tuyo y no aceptabas que te lo quitaran. Me
encantaba cuando me llamabas: "Abolo" con tu voz ronca y dulce para
decirme abuelo. Y cuando alguien se atravesaba en tu camino de inmediato
expresabas: "Pimichu" y riendo se apartaban. Tuviste muchos
maestro de lengua: mamá, papá, abuelos, madrinas, tías... Y alguno que otro
"salido". Pero pronto comenzaste a pronunciar claro: "papá"
mamá, abuelo chory, abuelo catire, hermano o mito, abuela...la primera vez que
te buscamos en la guardería, Mirian y yo, al vernos corriste alegre y gritabas
señalando: "pueta"..."Pueta" que abrieran la puerta, y
aquello era tan tierno y bonito que nos reíamos y nos llegaba al alma. En otra
ocasión cuando hablabas por teléfono con tu madrina Mirian Caridad, ella te
preguntó, dada la hora de la noche, ”Diego, por qué no te has acostado? Y
dijiste: “No teno chueño”. Bueno, Diego, o mejor te digo "Eduardo
Segundo", hasta aquí te escribo...ya vendrán otras cartas, pero de otro
tenor, si Dios quiere y la Virgen. Me despido con el amor más grande que puede
sentir un viejito como yo por un nietecito tan bonito y ocurrente como tu...jejeje…
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