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Segunda carta a Jormy Alejandro Correa Rodriguez


Carta a Jormy Alejandro


Acarigua, 30 de marzo de 2016



                 Mi querido nieto Jormy Alejandro
 Esta carta toma hoy forma de letras en el Ordenador y otros instrumentos modernísimos de la comunicación social como la “red de redes” y otros. Pero ya estaba escrita en mi mente y en ella están tejidos unos hermosos sentimientos que tienen tiempo suficiente en mi alma y en mi corazón. Sí, así es, mi nieto querido. Y esa forma que adquiere hoy ya estaba fijada con antelación en diferentes bonitas etapas: la de tu advenimiento divino, tu etapa de bebé bello y chiquitico y luego fuiste creciendo y trayendo alegrías múltiples y diversas a nuestro mundo, al mundo de tus padres, de tus abuelos, de tus primitos, de tus tías, tíos, madrinas  y todo ese entorno bonito que se fue desarrollando en tu derredor. ¡Qué cosas más bonitas y gratas nos han regalado Dios y tú! ¿Cómo pagarle esas hermosas Gracias que nos dio el Creador?
Quiero que sepas, nieto mío, que nosotros siempre estuvimos a tu lado, muy cerca cuando eras chiquito, y me refiero a tu madrina Mirian Caridad y a mi persona, tu abuelo, y lo digo porque claro está que vivías en tu propia casa con tus padres. Pero después vivimos juntos ¡Todos! ¡Qué maravilla! Tú, con tres o cuatro añitos, tu mamá, tu madrina y yo, y fueron tiempos muy hermosos, tú eras la estrellita de nuestro hogar, y de eso no había ninguna duda. Todos bajo el mismo techo, ¿podría haber más felicidad? Y fueron muchas las bromas que yo te gastaba y tú te ponías bravo…jejeje…recuerdo cuando tu mamá te levantaba muy temprano para que fueras al colegio…se cansaba de llamarte hasta que al fin lo hacías, pero bravo, y ella te vestía medio dormido y yo te gastaba las bromas, pesadas creo, y corrías a pegarme y me perseguías por toda la casa, tu mamá nos separaba y tú me decías: “Mira, abuelo, yo te odio, ¿lo sabías?  Y yo me reía, pero María del Mar te recriminaba: “¡Jormito!, ¿Qué es eso? ¡No le digas así a tu abuelo! Otras veces me decías cuando te gastaba más bromas: “Abuelo, tú eres un perdedor”, y hablabas al mismísimo estilo gringo…y yo me reía con tus salidas que eran para mi jocosas y de gente grande.
Así pasábamos los días, claro, las bromas eran muy pasajeras y eso que me decías no era verdad ni lo sentías de veras, era tu rabiecita al verte contrariado. Y la verdad era que lo pasábamos muy bien casi todo el tiempo, juntos, conversando, y jugando, y en esos juegos yo abusaba también y tú impotencia de niño te daba por llorar. ¿Te acuerdas aquella vez que nos “agarramos en el cuarto a luchar” y corriste a refugiarte y acusarme llorando con tu madrina Mirian? Y le decías. “Madrina, mi abuelo me golpeó en la lucha y él fue quien empezó la pelea porque yo estaba tranquilo”…lo hacías  parado en la escalera. Y después nos contentábamos y nos reíamos. Y se te olvidaba rapidito porque siempre me decías: “Abuelo, ¡vamos a la lucha!
¡Qué tiempos esos, Alejandro, que tiempos! Y comíamos juntos, salíamos e íbamos en repetidas ocasiones a Buenaventura o a Llano Mall y a ti te encantaba ir porque era seguro que subiéramos a comer porque siempre tenías apetito y después el helado de rigor…ese que mucho te gusta todavía…mcflury… y a veces te salía barquilla, cuando andábamos cortos de dinero. Ah, y disfrutabas mucho el parque de los carritos. También disfrutabas mucho con el cepillado de parchita y sus respectivas cotufas. Y te encaba ir conmigo a la librería, a comprar un cuaderno o un juguete o un libro, ¿te acuerdas? Son muchas las fotos donde están grabados buena parte de esos recuerdos y andanzas…y cuando nos íbamos a la tienda de libros y juguetes y veías y revisabas algún libro o juguete y al ver el precio ibas y me decías: “Abuelo, me gusta este libro o este juguete, pero apenas vi el precio me di cuenta que es muy caro…na guara abuelo, ¿por qué cuesta tanto? Voy a devolverlo al estante”. Y cuando volteabas yo me quedaba viéndote y me entristecía. Pero aplaudía tu madurez de niño…aunque también casi siempre te compraba algo que no excediera mis exiguos ahorros…  
Hoy me acuerdo de todos los apodos que yo te ponía, de todos tipos, a veces te llamaba el soldadito, el hombrecito, “par de bolas” un tiempo y  “cerebrito” o Alejandro finalmente, tu nombre de pila…muy pocas veces te decía Jormy, hay una imagen en mi mente que nunca se ha borrado, y es aquella que con apenas dos añitos te sentaban en la computadora y sabías manejarla…increíble para mí y asombroso ver a un muchachito tan chiquito y en esa computadora ¡y buscando juegos y jugando! Era muy cómica esa imagen y sorprendente, claro. Eso, y todas tus cosas me gustaban tanto. Siempre fuiste, desde muy niño, muy inteligente, sagaz y hablador, dicho sea en sentido positivo. Llamabas la atención donde estuvieres, en casa, con los vecinos, con tus tías, con tu primitos, en tus fiestas y te encantaban los disfraces del zorro, del hombre araña, de Ben 10… de “indiecito” entre otros…no recuerdo si te gustaba el disfraz de loco…jejeje. Ah, y como te gustaban las bicicletas, cada año te estrenabas una… ¿y los juguetes? Tenías de todos los tipos y de todos los colores, de todas las figuras y de todos los tamaños. Tus padres se esmeraban en eso…y yo me reportaba de vez en cuando con juguetes…y tu madrina Mirian.
¡Y empezaste a crecer! Hoy, a tus diez añitos ya eres todo un hombrecito que sigues asistiendo a la escuela y avanzando en tus estudios con aplicación destacada…y eso es lo que esperábamos de ti y por supuesto que sabemos que llegarás  muy lejos…muy lejos en tu aprendizaje y estudios y de eso estamos seguros…¡Dios! Cuántas alegrías nos has dado, Alejandro…y las que faltan con el favor de Dios. Y quedarán en nuestra memoria todos esos hermosos recuerdos…los de tus primeros estudios en el kínder, en primaria en la que estas ahora…y los recuerdos cuando empezaste a nadar. Las piscinas y todo eso…y te has ganado el afecto, el cariño y el amor de todos los que tratas y con quienes convives, empezando por tu ´propia familia, toda sin excepción. Son tus méritos, tus logros personales y a tan poquísima edad…y serán muchas las cartas que se escribirán sobre ti…y libros, ¿Por qué no? Ya yo te tengo en la carta y en el libro de mi corazón, y esa carta y ese libro se escribieron y se seguirán escribiendo con letras del alma…y eso no se borra nunca, jamás, Alejandro. Ya verás. No puedo dejar de mencionar lleno de alegría que te estas preparando para hacer La Primera Comunión. Qué cosa más bonita, espiritual y enaltecedora, Alejandro. Muy pronto recibirás a Cristo ¡En cuerpo y alma! Que felicidad…tu mamá y tu papá han tomado y tenido esa feliz decisión. Dios lo es todo, Alejandro… ¡Nadie puede vivir sin Dios!...Cuando vayas creciendo lo irás comprendiendo…y ojalá que jamás y nunca te separes de Él ¡Jamás! Y que sea tu feliz compañía para siempre. ¡Amen!
Quise plasmarte y dirigirte estas pocas líneas de tantas que son tus acciones…miles, tal vez muchas más, ¿Cómo recogerlas en tan pequeño espacio? ¡Imposible!, Alejandro de mi corazón… Bueno, no estuvo tan mal para comenzar, ¿cierto? Ah, existe una anécdota que recordamos siempre Mirian y yo, y es aquella de una taza de café que era de tu abuela Mirian Vargas y vino a dar a nuestra casa, no recuerdo cómo, y tus dijiste: “Sabes, abuelo, te trajiste una taza de donde mi abuela y ella la quiera de vuelta”…eso nos causó mucha gracia y por eso la recordamos cada vez por ese lenguaje tuyo tan claro y de mucha clase para tu edad de entonces con apenas cinco años, y déjame poner esta otra rapidito: “Cierta vez íbamos tu y yo en el carro, o en el coche como dices tú, y puse la radio…te quedaste pensativo…en silencio y luego me dijiste viendo el aparato y escuchando una canción que trasmitían: “Abuelo, todo eso es ruido, pero le dicen música”, y eso me pareció una salida genial para la calidad de la radio de hoy en día y mucho más viniendo de un niño de cinco o seis años.
 ¿Qué te parece si invoco esta otra que data de lo más reciente de tu excelente repertorio?  Lo digo en serio, Alejandro. Ese día partimos de donde la señora Mirian para tu casa en Lomas, y yo te pregunté del resultado de una visita al médico que habías hecho. ¿Qué te dijo el doctor, Alejandro? Y en el acto me dijiste: “Me dijo que estaba bien, abuelo, fino”. “Ah, qué bueno, mi niño, gracias a Dios y a la Virgen”, respondí. Y de seguidas me ripostaste: “¿Abuelo, porque no celebramos lo que me dijo el médico comiéndonos un helado? Y todos nos echamos a reír. Y claro, en el trayecto nos detuvimos y te complacimos. Oye, en este momento  cabalga en mi mente otro recuerdo tuyo y tiene que ver cuando tú te jugabas conmigo y a mí no me gustaba porque la consideraba algo pesada o fuerte, y yo te veía firme con cara de pocos amigos. Y ahí me decías sonriente: “Tranquilo, abuelo, era una broma”. Y nos reíamos.    
…Bueno, y ahora sí, hasta pronto mi nieto querido, hasta pronto. Espero que nunca me olvides…como lo hago yo contigo. ¡Nunca me apartes de tu feliz y hermosa compañía!....te quiero un mundo… ¡Es cierto que ya eres todo un hombrecito! ¡Dios te cuide y la Virgen! 

Tu abuelo, Eduardo Correa

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