¿Enseñar
a pescar o dar el pescado?
Por Eduardo Correa
Pero,
“otro gallo cantaría”, siguiendo con los sabios dichos, en el caso de personas
“hechas y derechas”. Y sin ir muy lejos citemos el libro de los libros, como se
le conoce a la Santa Biblia: “Y dijo Dios a Adán: Por cuanto has escuchado la
voz de tu mujer, y comido del árbol que te mandé no comieses, maldita sea la
tierra por tu causa: Con grandes fatigas sacaras de ella el alimento en todo el
discurso de tu vida”. Tomemos otra cita
del texto del Eclesiastés, atribuido al rey Salomón, que en su capítulo tres,
versículos doce y trece, sostiene: “Y así he conocido que lo mejor de todo es estar
alegres, y hacer buenas obras mientras vivimos”…”Porque cualquier hombre que
come y bebe, gozando del fruto de sus fatigas, de Dios recibe este don”. Y el
apóstol san Pablo, en su carta a los Tesalonicenses, capitulo tres, versículos
ocho, diez y once: “Ni comimos el pan de balde a costa de otro, sino con
trabajo y fatiga, trabajando de día y de noche para ganar nuestro sustento, por
no ser gravosos a ninguno de vosotros”…”Así es que aun estando entre vosotros,
os intimábamos esto: quien no quiere trabajar, tampoco coma”…”Porque hemos oído
que andan entre vosotros algunos bulliciosos, que no entienden otra cosa que en
indagar lo que no les importa”
Y si
alguien desea trasladar el asunto a otro escenario y contexto, como por ejemplo
el político, podemos citar la figura del conocido Lenin, quien sostenía lo
siguiente: “El que no trabaja no come”. Y agregaba contundente: “En los estados
socialistas solo individuos productivos se puede permitir el acceso a los
artículos de consumo”. Y como olvidar, en menor grado, pero no menos importante,
lo que solía repetir mi padre don Simón, conuquero de convicción y acción,
respecto de la expresión conocida en el
llano guariqueño que señalaba que “todo llanero nacía con su arepa debajo del
brazo” para hacer referencia al trabajo creador que en su caso específico
estaba contenido en el uso de sus poderosos brazos para tomar una peinilla y un
garabato y desyerbar superficies en montadas de no poco tamaño y plantar en
ellas frondosos maizales que después cosechaba y desgranaba, y que mi recordada
madre María Josefa, con ayuda familiar, pilaba y amasaba para producir las
sabrosas e inigualables arepas con las que levantaron a su prole por muchísimos
años. Y era un trabajo espontaneo, alegre, y todos comían de su esfuerzo. Y dispensen la alusión personal.
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