¡Pobres y dolorosas gentes! . . .
!Pobres y dolorosas gentes!, insensatos pueblos, naciones empecinadas en
vuestro mal y ciegas a vuestro bien, que os dejáis arrebatar lo mejor y más
seguro de vuestro patrimonio, pillar vuestros campos, robar vuestras casas y
verlas despojadas de los antiguos y paternales bienes! Vivís de tal modo que
bien podéis decir que nada os pertenece y que más bien os sentiríais felices
con poseer a medias vuestros bienes, vuestras familias y vuestras vidas: y todo
este daño , esta desgracia, esta ruina no os viene de enemigo extranjero, sino por
el contrario, de aquel enemigo al que vosotros mismos habéis hecho grande. El
os duramente manda, solo tiene dos ojos, dos manos, un cuerpo y nada tiene que
igualmente no tenga el menor de los hombres de la muchedumbre que puebla
vuestras ciudades, si no es precisamente aquella ventaja que vosotros le dais
para que os destruya. Cómo tendría tantos ojos para espiaros si vosotros no se
los dierais? Cómo tendría tantas manos para golpearos, sí no las tomara de
vosotros? Los pies con los pisotea vuestras ciudades, no son de otros, sino de
los vuestros? Cómo tendría poder sobre vosotros, sino de vosotros mismos? Cómo
se atrevería a seguir adelante, sino estuviera de acuerdo con vosotros?
Por Esteban de La Botie
Por Esteban de La Botie
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