Ir al contenido principal

Algunos quieren saber


Algunos quieren saber

 Por Eduardo Correa

 Algunos quieren saber

a que me dedico ahora

 inquiriendo sin demora

e inusitado interés.

Y creo que es menester

Informar a los amigos

 y es por eso que les digo

lo que tengo de quehacer.

 

Y es que deben conocer

que ahora soy jubilado

y por los servicios prestados

casi llego a envejecer.

Terminé con el vaivén

que persigue al empleado

calle arriba y calle abajo

cumpliendo con el deber.

 

Y ahora veo crecer

el árbol de la familia

con sus hermosas espigas

que brotan con el querer.

Y en ese frondoso vergel

entre rocíos y lirios

 crecen nietos y sobrinos

como un lindo amanecer.

 

Invierto tiempo también

en la playa y el deporte

y todo lo que comporte

y aumente mi saber.

 Viajo por la internet

 que es llamada autopista

y nunca aparto la vista

de los libros de papel.

Soy asiduo de la Red

escribo en Facebook y tuiter

y creo en el servicio

y la magia del e-mail.

 

Y soy amigo fiel

del cine y documentales

y en los centros comerciales

me suelo entretener.

La música es el edén

donde descansa mi alma

con paradisiaca calma

y cielos de exquisitez.

 

 Hago turismo también

en carro o por avión

y si lo veo mejor

abordo igual el tren.

 

Y así viajo por doquier

en una eterna aventura

contemplando la hermosura

y lo que falta por ver.

Nada digo del comer

porque es harto conocido

 que con dinero consigo

lo que anhele mi interés.

 

 Y es muy claro suponer

y no es que lo diga yo

que cuenta conmigo Dios

y cuento también con Él.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una boda en el corazón del llano

Una boda en el corazón del llano                                 En memoria del Greco        Por Eduardo Correa       Era un día sábado, pero no recuerdo con exactitud la fecha y los años, aunque estimo que distan unos cinco lustros de algo que quiero contar. Ese día hice un viaje desde Acarigua, en el estado Portuguesa, a Valle de la Pascua, mi tierra natal. Era uno de esos tantos viajes que emprendía con cierta regularidad y que tenía como norte visitar a mi madre María Josefa, en su residencia habitual. Después de unas cinco horas de carretera ya estaba “aterrizando” en mi querido barrio Guamachal   y, como siempre sucede en el llano, al no más llegar salieron todos a recibirme con mi madre de primerita y con una   brillante y espontanea sonrisa que me “aflojó” el corazón rapidito y aumentó mucho más en cuanto nos abrazamos. Al ratito, y poco después de los saludos y abrazos de rigor, mi hermano Gregorio me dijo: “Que bueno que llegaste, pelón, porque tenemos una fie

¡Ya me estoy poniendo viejo!

¡Ya me estoy poniendo viejo! Por Eduardo Correa   El ancianito caminaba a duras penas por la acera y un joven se le acercó, diciendo: “Oiga, ¿para dónde la lleva por ahí, viejito? Y el hombre con sus años a cuestas le respondió viéndolo de reojo: “¿Y por qué me pregunta, mijito? “Bueno, quiero saber si puedo acompañarle”. Y sin detenerse en su lenta marcha respondió sin mirar de nuevo: “No, hijo nuestros caminos llevan rumbos distintos”. Y siguió sin inmutarse y sin desdén. ¿Qué quiso decir el buen hombre con eso de que eran distintos sus caminos? Muchas cosas. Incomprensibles quizás para los necios. Y es que viéndolo de otro modo, la edad adulta o mayor o anciana siempre han querido revestirla con metáforas y con aires poéticos no siempre alejados de tonos románticos. Por ejemplo, ¿Quién no ha escuchado referirse a “los años dorados? Y claro que también se habla de “Estar en una edad otoñal” para señalar a personas muy entradas en abriles, pero diciéndolo de mane

Bolívar: "¡Unión! ¡Unión! O la anarquía os devorará"

   Bolívar: “¡Unión! ¡Unión! O la anarquía os devorará”   Por Eduardo Correa La frase del título impacta, ¿cierto? Y es que hoy debe acudirse de nuevo al expediente del DIÁLOGO y revivirlo. Porque si de algo se está seguro es que una persona o grupo, por hábil que sea, no tiene el privilegio o el monopolio de la verdad o la razón y aunque esos elementos no estén exentos de ideas plausibles deben ser puestas sobre la mesa y sometidas al concurso de las mayorías de una manera creíble y que al final se tenga un resultado de las mejores posturas que satisfagan a todos –o a casi todos- y emprender así los caminos por donde la fuerza colectiva empuje hacia el mismo lado y se busquen los mismos horizontes. Y más que nunca deben dejarse de lado las posiciones personalistas o grupales y abrirse a la discusión que debe ser la insignia que marquen estos tiempos que nos toca vivir. Porque, de veras, no se trata de la supremacía de un partido o de un grupo o de cualquier sector por muy