Ir al contenido principal

¡Ya me estoy poniendo viejo!


¡Ya me estoy poniendo viejo!




Por Eduardo Correa


 El ancianito caminaba a duras penas por la acera y un joven se le acercó, diciendo: “Oiga, ¿para dónde la lleva por ahí, viejito? Y el hombre con sus años a cuestas le respondió viéndolo de reojo: “¿Y por qué me pregunta, mijito? “Bueno, quiero saber si puedo acompañarle”. Y sin detenerse en su lenta marcha respondió sin mirar de nuevo: “No, hijo nuestros caminos llevan rumbos distintos”. Y siguió sin inmutarse y sin desdén. ¿Qué quiso decir el buen hombre con eso de que eran distintos sus caminos? Muchas cosas. Incomprensibles quizás para los necios. Y es que viéndolo de otro modo, la edad adulta o mayor o anciana siempre han querido revestirla con metáforas y con aires poéticos no siempre alejados de tonos románticos.

Por ejemplo, ¿Quién no ha escuchado referirse a “los años dorados? Y claro que también se habla de “Estar en una edad otoñal” para señalar a personas muy entradas en abriles, pero diciéndolo de manera bonita ¿cierto? Y hasta la expresión no muy señorial que se diga, aunque si popular “El hombre es como el vino, mientras más viejo más divino”. Y esta otra: “El hombre es como el oso, mientras más viejo más hermoso” Y aquí pareciera haberse abusado de la circunstancia. Y debe observarse que esas expresiones metafóricas, sobre todo las de arriba, retratan más bien a esos “viejitos” que no están exentos de fama o de dinero o de ciertas cosas que no abundan en los menos favorecidos.

En mi caso, creo estar reflejado en el título del escrito, y soy más bien dado a la música y desde joven siempre me ha llamado la atención cuando se trata el tema. Y es el caso del recordado Sandro, interprete argentino que popularizó aquella canción que decía: “La juventud se va y nos ponemos viejos, los hijos ya no están, pues, se han marchado lejos. Pero quedan con nosotros los recuerdos del amor de ayer”.

Y continuaba: “Y pensar que la vida se va, y pensar que los años también, más no importa total quedará el recuerdo feliz de un amor que se fue…”. Ah mundo, como recuerdo aquellos tiempos vividos en mi barrio Guamachal con un cuatro o una guitarra "y echando a perder" ese tema del trovador de América, como se le llamaba también. O escuchando y cantando, “y echando a perder también”, “La canción de la vida”, del folclor venezolano que impuso el cantor llanero Reynaldo Armas, cuyo contenido establece que: “Ayer me percaté de mis arrugas, y estático quedé frente al espejo, mis canas cada día más numerosas, se nota que me estoy poniendo viejo”. Y allí el vocablo “estático”, en varias de sus acepciones quiere decir que se quedó asombrado, perplejo, lleno de emoción, y para decirlo en lenguaje de la moda juvenil pasada “se quedó en el sitio”, pues.

Y seguía Reynaldo dándose valor con su letra, ¿por algo la compuso él mismo, no?: “Me siento bastante duro, no siento dolor alguno, ni estoy enfermo, lo que pasa es que el cuerpo envejece y el alma mantiene su temple, ella es lo eterno”. Bonita e igualmente estremecedor el tema del hombre de Los Guatacaros, en Santa María de Ipire. Y es que este reconocido compositor llanero, del Guárico, como está anotado, se caracteriza por el mensaje positivo y reflexivo de muchas canciones de su vasto repertorio y que es honra del llano y de Venezuela toda. Y más allá, apuntaría alguien. Y es que con canciones de esa clase no son pocos los que comienzan a vislumbrar un camino, ¿cierto?

Y si de las nuevas generaciones se trata, surgió otro guariqueño, Richard Guarán, quien gravó un tema donde advierte sobre la vejez y dice en su letra propicia y aleccionadora: ”Ya me estoy poniendo viejo, ya se me notan las canas, arruguitas prematuras van mostrándose en mi cara, no soy el mismo muchacho que todo fácil miraba, ya estoy bastante maduro, es mi nueva temporada…miro hacia atrás mi camino con subidas y bajadas y vengo calmando mi sed entre aguas turbias y claras, aferrado a la ilusión que la vida hay que gozarla, acostumbro la aventura y a vivir sin tener nada…el caballo de mi ser me está pidiendo sabana, voy a establecer mi vida y el tiempo casi me amarra, cada día que va pasando mi fuerza más agotada y sin un sueño logrado la juventud se me acaba…”. Ya me estoy poniendo viejo, ¿y qué?               


Comentarios

Entradas populares de este blog

Una boda en el corazón del llano

Una boda en el corazón del llano                                 En memoria del Greco        Por Eduardo Correa       Era un día sábado, pero no recuerdo con exactitud la fecha y los años, aunque estimo que distan unos cinco lustros de algo que quiero contar. Ese día hice un viaje desde Acarigua, en el estado Portuguesa, a Valle de la Pascua, mi tierra natal. Era uno de esos tantos viajes que emprendía con cierta regularidad y que tenía como norte visitar a mi madre María Josefa, en su residencia habitual. Después de unas cinco horas de carretera ya estaba “aterrizando” en mi querido barrio Guamachal   y, como siempre sucede en el llano, al no más llegar salieron todos a recibirme con mi madre de primerita y con una   brillante y espontanea sonrisa que me “aflojó” el corazón rapidito y aumentó mucho más en cuanto nos abrazamos. Al ratito, y poco después de los saludos y abrazos de rigor, mi hermano Gregorio me dijo: “Que bueno que llegaste, pelón, porque tenemos una fie

Bolívar: "¡Unión! ¡Unión! O la anarquía os devorará"

   Bolívar: “¡Unión! ¡Unión! O la anarquía os devorará”   Por Eduardo Correa La frase del título impacta, ¿cierto? Y es que hoy debe acudirse de nuevo al expediente del DIÁLOGO y revivirlo. Porque si de algo se está seguro es que una persona o grupo, por hábil que sea, no tiene el privilegio o el monopolio de la verdad o la razón y aunque esos elementos no estén exentos de ideas plausibles deben ser puestas sobre la mesa y sometidas al concurso de las mayorías de una manera creíble y que al final se tenga un resultado de las mejores posturas que satisfagan a todos –o a casi todos- y emprender así los caminos por donde la fuerza colectiva empuje hacia el mismo lado y se busquen los mismos horizontes. Y más que nunca deben dejarse de lado las posiciones personalistas o grupales y abrirse a la discusión que debe ser la insignia que marquen estos tiempos que nos toca vivir. Porque, de veras, no se trata de la supremacía de un partido o de un grupo o de cualquier sector por muy