La insignia tolerante de Nelson Mandela
(y 2)
Por Eduardo Correa
Varias fueron las actitudes encomiables que caracterizaron la vida de
Nelson Mandela o “madiba”, como le
llamaban sus coterráneos más cercanos como muestra de cariño y respeto, y otros
muchos que tuvieron su amistad. Y una de
esas facetas que llamaron poderosamente la atención del mundo fue su capacidad
para la tolerancia sin importar cuán difícil fuese el momento o la etapa que
estuviese viviendo. De esta cualidad, en especial, se trata en esta segunda
parte. Veamos más, entonces, de la vida aleccionadora de un hombre singular que
se propuso entenderse con el otro con esa insignia por delante. Y los
resultados son harto conocidos y de mucho deberían servir en estos tiempos.
“Pero, el Nelson Mandela de la teoría pacifista y de los sueños de
liberación nacional se vio retratado a todo color y en relieve desde que asumió
como Presidente de la República. El hombre que fue perseguido,
encarcelado y acosado hasta el delirio por sus enemigos y que casi lo llevó a
la muerte, dejó todo atrás y empezó a cumplir su promesa de reconciliación
nacional y de perdón a sus adversarios, ardua tarea entre unos nacionales que
llegaron a exacerbar el odio y a derramar su sangre por sus pasiones
políticas. Antes de su elección había conminado a sus seguidores que
proclamaban venganza a que tomaran sus armas, cuchillos y pangas y las tiraran
al mar.
Era el mismo que se había juramentado diciendo: “Yo, Nelson Mandela,
juro ser siempre fiel a la República de Sudáfrica. Nunca, jamás, y
enfatizo el jamás, esta hermosa tierra experimentará nuevamente la
opresión de unos bajo otros, ni sufrirá la indignación de haber sido la escoria
del mundo”. Al no más llegar a tomar posesión de su cargo notó las oficinas
vacías porque los empleados de la anterior gestión habían recogido sus
pertenencias y en una sala aguardaban temerosos de los negros
empoderados. Mandela los mandó a reunir ante la resistencia de sus partidarios
y dejó estas palabras para la historia y para la reflexión: “Es probable que algunos de ustedes sepan
quién soy. Al entrar pude notar las oficinas vacías y supe que muchos habían
empacado sus cosas. Desde luego, si quieren dejar las oficinas y no desean
trabajar para este gobierno están en su derecho, o si tienen miedo por el color de su piel o
por su lenguaje he venido a decirles que no teman tal cosa. El pasado es el
pasado, ahora hay que ver el futuro. Necesitamos su ayuda, una ayuda que
queremos y quienes se queden le prestarían a su nación un gran servicio. Sólo
les pido que hagan su trabajo con sus mejores habilidades, como yo también
trataré de hacer el mío”.
Y cumplió a cabalidad exhortando a sus partidarios y haciendo ciertas
sus sabias palabras que salían de su alma: “Aquí
comienza la reconciliación nacional, aquí comienza también el perdón, ese
perdón que libera el corazón y limpia el temor y es por eso que es un arma muy
poderosa”. A Mandela lo vimos en Sudáfrica en un campeonato mundial de
fútbol pasado, evento ése con el que contribuyó para que su patria fuera la
sede. Después de retirado de la política actica y del poder, solía contemplar
los atardeceres escuchando a Tchaikovski y a Händel. Bien merecido que lo tenía,
por lo demás”.
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