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La historia del pez escurridizo




La historia del pez escurridizo



Por  Eduardo Correa

Se trata de una metáfora llanera que se aplica al militante de partido que suele cambiarse de tolda y claro está que no es la primera historia que se cuente ni tampoco la última. Y es que en este campo, los venezolanos, no todos, debe decirse con justicia, son muy dados en nadar en las distintas aguas tenebrosas de la militancia partidista sin que importe mucho el color de esas aguas, que bien pueden ser blancas  o azules o amarillentas o rojas. Hoy se está en un partido como militante activo y mañana ya se pertenece a otro. O  a un tercero, y no hay cuidado en engrosar  en las filas de un cuarto partido. O a un quinto. Qué puede importar una raya más para un tigre, suelen decir algunos. Aunque debo aclarar que en el llano no se llama al tropo señalado como en el titulo, y cuando alguien es escurridizo y difícil de coger o asir, se le dice “Guabina”, y si se pela mucho, suelen denominarlo “Guabina enjabonada”. Y en el llano abundan, por cierto. ¿Puede afirmarse que haya un “pecadillo” en ese accionar? Depende de la óptica con que se vea, pero visto al rompe, cualquiera puede militar en el partido de su preferencia con solo decir que “le gusta la tolda equis porque le da nota” o porque le ofrezcan la militancia por su carisma o por su formación política o tal vez por la posición económica, o si ve chance de poder, es decir, pueden sobrar las razones. Es casi imposible que un partido político le cierre la puerta a un aspirante y es justamente lo sucedido al protagonista de esta historia que no es otro que el conocido político Alfonso Marquina, el mismo del verbo encendido, crítico y lacerante. Es un “pico e plata” este hombre oposicionista. Es diputado y desde su curul se lanzan dardos envenenados contra todo lo que huela a Gobierno, y es lógico que así suceda y por lo demás se tiene perfecto derecho a ello, por supuesto.  Este representante popular  ha cambiado de partido como quien se cambia de camisa, tal vez buscando la más cómoda posible, a lo cual también tiene derecho, claro está. Primero militó en AD y luego de un tiempo  la camisa blanca  le apretó y dejó solo a Ramos Allud, quien no tuvo problemas en dejarlo partir. De inmediato Marquina se acomodó la camisa azul de Un Nuevo Tiempo, solo que la ropa tampoco le quedó bien porque le apretaban las mangas o que sé yo, y sin pensarlo dos veces buscó otra tienda y adquirió una nueva prenda de vestir, esta vez de color amarilla, la de Primero Justicia.

         Marquina, es probable, anda en una eterna búsqueda. Eso parece existencial en él, y es lo que puede deducirse de su experiencia política. Su habilidad tiene el soporte de un buen ranquin y le acompaña un discurso bien hilvanado, lo que juega mucho a su favor y eso le permite llegar  en una buena posición, siempre de jefe, de General, nunca de soldado raso, ni de subalterno, no señor. No tiene que escalar posiciones. Y es que casi todo luce bien en Marquina, salvo que algunas veces se le va el yoyo, como le sucedió una vez en la Asamblea Nacional. Estaba en medio de un debate encendido y perdió los estribos. Era cerca de las elecciones presidenciales, y en repuesta a un diputado adversario, dijo: “Nunca podrán callar mi voz y la del pueblo, y les aseguro que en las próximas elecciones de octubre, todos votarán masivamente por Hugo Rafael Chávez”. El entonces candidato se limitó a sonreír y dijo: “Saludos a Marquina, quien voló la talanquera… por un ratico”.

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