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"Hay una tierra en mi tierra"


"Muchachito campesino/flor de espinito llanero/retoño de los caminos/gabancito lagunero/tordito de la sabana/tucusito del melero/"

Así comienza una bonita canción que cantó e impuso Salvador González, El Magistral, el mismo que al pie de las ventanas de otrora despertaba al pueblo cantándole a las muchachas, con arpa, cuatro y maracas, en aquellas sabrosas madrugadas llaneras. Sí, en Valle de la Pascua el folclor musical tiene un lugar apartado desde siempre por aquello de que el llanero "ama lo suyo" y lo defiende "a capa y espada", para decirlo con la expresión popular. Y es tanto de esa manera que allí el joropo es el rey con su propio templo: el joropódromo, donde no hay un fin de semana que ese canto recio no llene los oídos y el alma del vallepascuense. Fíjense que el trovador Reinaldo Armas, hijo de los Guatacaros -caserío muy cerca de Santa María de Ipire- quedó un buen día tan impresionado cuando vio que el joropo, no solo era cotidiano en cualquier baile o fiesta, sino que era allí un factor de unión de todas las clases sociales, que no tuvo más remedio que plasmar  aquello tan singular en una composición que tituló "Hay una tierra en mi tierra", que en una de sus estrofas dice: "Hay una tierra en mi tierra/donde se baila apretao/baila la vieja y el viejo/baila el pavo y la pavita/sin mirar para los laos/lo zapatea Juan Bimba/cuando está medio entonao/báilalo tú mi morena/báilalo tú mi catira/báilalo tú mi negrita/mi joropo espellejao/". 

Esta hermosa región llanera, ubicada en el corazón de Venezuela -si vemos un mapa físico nos damos cuenta de ello- no tuvo fundador porque comenzó a poblarse en torno de un viejo hato conocido como Santa Juana de la Cruz, que era propiedad del Capitán Gobernador de entonces Francisco Carlos Hueva, proveniente de las huestes invasoras españolas. Por mucho tiempo se tuvo como posible fundador a Juan González Padrón, pero la realidad es que la pujante ciudad se formó de modo espontáneo y fue en 1783, en una visita pastoral, qu el obispo Mariano Martí la decretó con la creación de un Curato en el año citado. Y es que esta población llanera llamada también como La Princesa Guariqueña, tuvo hechos trascendentes durante la Guerra de Independencia y de estos suelos salió un día Leonardo Infante, como soldado ejemplar, a buscar un puesto de lucha en las filas patrias -el municipio actualmente lleva su nombre en homenaje a este impertérrito militar.

En el año de 1814, que fue aciago para los republicanos, el pueblo fue azotado y quemado por las fuerzas españolas, que si no es por la intervención oportuna del patriota Manuel Carlos Piar, por poco "la eliminan del mapa". A la muerte del Libertador Simón Bolívar, ya profundizada la acción separatista, originado por lo que se conoció como La Cosiata, hubo un movimiento integracionista que comandó el general José Tadeo Monagas, y para sofocar la rebelión tuvo que ir el mismisímo general José Antonio Páez en busca de los rebeldes y se vieron las caras, en un acto conciliador, el 23 de junio de 1831, en Valle de la Pascua. La reunión pacifista de estos dos generales, Páez y Monagas, puso fin al conflicto. Antes, en 1815, derrotado en la batalla de Urica, cerca de Zaraza, José Félix Ribas marchaba hacia Angostura donde dominaban los nacionales, pero fue hecho prisionero muy cerca de la población vallepascuense, en el caserío de Jácome  y fue conducido a la ciudad, y llevado poco después a Tucupido donde le dieron muerte. Mucho tiempo más acá, en estas históricas praderas nació el recordado general nacionalista Emilio Arévalo Cedeño, quien desde el exterior invadió siete veces a Venezuela en su lucha contra el oprobioso régimen del general Juan Vicente Gómez.

Valle de la Pascua tiene también reconocimiento como centro cultural por excelencia. Son innumerables las actividades que en la ciudad se realizan donde el folclor es el gran protagonista. A saber, Ferias de La Candelaria en honor a su Santa Patrona, que tienen carácter nacional; campeonatos nacionales e internacionales de  coleo, donde los historicos deportitas y representantes de esas faenas llanerísimas son aclamados por el público, destacándose, entre otros, Jesús Aguilera, Victor Felizola, Omar Gamarra, Francisco Correa y Eufrasio Hernández. En esas tardes de toros coleados se emocionan los corazones y se desborda la alegría adornada por los bellos ocasos o "el sol de los venados" y las destrezas de los jinetes despiertan las emociones en las colmadas talanqueras.

Igualmente, en esta tierra, tambien famosa por la belleza de sus mujeres, se expone con sede permanente el Festival Folclórico Infantil Cantaclaro, así como también La Panoja de Oro que da cabida cada año a la canta llanera y nacional, con invitados foráneos, y allí el joropo y el pasaje reinan a plenitud dejando bien sentado que nuestras costumbres, valores y tradiciones tienen especial arraigo que se enriquece cada vez más manteniendo muy viva la cultura nacional. Y es como si se escuchara, en cada vallepascuense que se ha tenido que marchar por cualquier razón del lar nativo, y cuando el momento es propicio para volver: "Voy a recoger mis macundales porque me voy pa mi pueblo". 





   






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