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A Oswaldo Guillén "lo amordazaron"




A Oswaldo Guillén lo “amordazaron”


Por  Eduardo Correa



      Aquella tarde del sábado lucía muy fresca y el estadio Antonio Herrera Gutiérrez, de Barquisimeto, comenzaba a llenarse de fanáticos dispuestos a presenciar el encuentro de beisbol pautado para ese momento. Los Cardenales de Lara, dueños del terreno, estaban listos para enfrentar a Los Tiburones de La Guaira. Fuimos con un amigo –Alexis  Gómez Abreu-  desde Acarigua y estimulados por nuestra añeja simpatía hacia los del litoral, que se remontaba a la época cuando el impecable Luis Aparicio  –ya desde entonces habían claras señales que indicaban que llegaría a la cima- hacía de las suyas en la grama corta para delicias de los seguidores de “los salados” y que con el correr del tiempo, el hoy Hall de la Fama, dejaría un heredero en la  selecta posición y que no era otro que el joven prospecto Oswaldo Guillen, quien después demostraría que estaba hecho también para hacer  historia en las grandes ligas. Esa tarde, en la tierra de los “guaros”,  la joven figura del primer pasatiempo nacional, tenía puesta la mirada de cientos y cientos de fanáticos que casi colmaban la emblemática estructura deportiva barquisimetana. Junto a mi compañero logramos colarnos hasta el “club house”  de los Tiburones y ahí nos encontramos con el inolvidable Pedro Padrón Panza, y luego nos dimos la mano con el singular Tom González, el comentarista, que nos invitó a conocer a Guillen que ya venía de un fildeo de calentamiento. Fuimos al  encuentro del paracorto instados por Tom y nos lo presentó de este modo: “Oswaldo, conoce a estos sempiternos seguidores de los Tiburones, quienes sufren con el equipo al igual que nosotros”. Con una sonrisa Guillén nos tendió la mano y expresando un “gusto en conocerlos, muchachos”, continuamos hacia “la cueva”. Tom le dijo antes de entrar: “Estuviste muy impresionante en la práctica, Oswaldo”. Y este le contestó de inmediato: “Es cuestión de feeling, Tom”.   No está demás decirles lo felices que estábamos allí junto al equipo que desde muy jóvenes  –casi niños, nos atrevemos a decir-  seguíamos desde siempre por la radio con emoción y con las angustias propias del juego.

      Estos recuerdos, en un seguidor acérrimo de este deporte, tal éramos  –y seguimos siéndolo, sin duda- son imborrables, pero ahora se agolparon de nuevo en nuestra mente motivado a lo que vivió el histórico torpedero que es Oswaldo Guillén, cuya performance luce registrada en su brillante carrera beisbolista mundial, y todo por decir: “I love Castro”. Todo el mundo sabe que Guillén es una especie de  “sano bocazas” que dice sus cosas sin ambages, sea lo que sea, y sin importarle lo que pueda acarrearle, salvo que este mundo de hoy condena la libertad de expresarse, y a la prueba nos remitimos, aun cuando ese mismo mundo se “llene la boca” al decir que ese ha sido uno de los grandes logros de la democracia, y la situación ocurre, precisamente, en uno de los países que pregonan  hasta más no poder  “los supuestos derechos del hombre”. ¿Y es que acaso por decir que se ama a alguien te pueden llevar a la horca moral y exponerte al desprecio público? Triste y lamentablemente la respuesta es un sí que corroe el alma y desata la más cruel decepción en aquellos que creen limpiamente –o ingenuamente- en los principios y en las libertades.

      Por eso, quienes  admiramos al simpático Guillen, estamos realmente impresionados por lo que se vio “obligado” a hacer y decir después de haber expresado sus simpatías por un personaje tan conocido  como lo es Fidel Castro Ruz, con detractores acérrimos, por un lado, y con quienes le admiran –por una razón u otra- por el otro. Fue triste ver a nuestro estimadísimo pelotero, ahora manager de grandes ligas, inclinarse ante una comunidad sectaria que han dado en llamar “pequeña habana” o “La calle ocho” o “cubanos de Miami”, que es capaz de “fusilar”   a cualquiera y exponer su cabeza en plaza publica “en nombre de la libertad” y de sus “derechos de resistencia”. Y no es que no se respete su posición opositora ante el régimen comunista  cubano y todas las cosas que han vivido, según se ha dado a conocer por años. Pero, es que apenas unas semanas  atrás, esa misma comunidad cubana “mayamera” había expresado, llena de euforia, al mismísimo  manager de Los Marlins de Miami, “que lo amaban y que lo admiraban”, cuando llegó para encargarse del equipo una vez designado su director. Fue un acto de bienvenida impactante y sobre cogedor que llamó la atención de medio mundo. Ahora  lo rechazan repentinamente, no obstante que el pelotero pidió perdón hincado de rodillas y despotricara luego en contra del histórico  barbudo que una vez tomó el Cuartel Moncada.
    
       ¡Dios mío! Cuan bruscos pueden ser los sentimientos humanos: Hoy te quieren mucho ¿y mañana te odian sin tapujos? ¿Y qué puede decirse si Oswaldo Guillen, en vez de decir que admiraba a Castro, hubiese dicho que amaba a Obama? ¿Otro gallo cantaría? Imaginamos que sí. Estas son las cosas incomprensibles del ser humano: “Te callas para siempre o no juegas más”. Y como Guillen ama el juego, decidió callar. Muy democrático, ¿no?

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