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Acarigua en apuros 3



Acarigua en apuros 3

(Golpe de Estado, abril de 2002)
        
Por  Eduardo Correa


         Seguíamos en el tumulto de la alcaldía y sus alrededores aquel sábado 13 de abril, donde pasábamos en segundos de una mala noticia a una buena, claro está que la mayoría eran producidas por “radio bemba” y de ahí el rápido asombro o incredulidad. Mucha gente reflejaba ya la alegría por el comentado regreso de Chávez. Iba un helicóptero a buscarlo a la Orchila, cobraba fuerza. En Acarigua las palabras del teniente coronel  Héctor Volcanes, Comandante del Batallón “Vuelvan Caras”, causó buena impresión y esperanza en los mandatarios y empleados gubernamentales, así como en la mayoría del pueblo, al sostener que los gobiernos regionales y locales serían respetados. Y llamaba también a la calma. En el seno de algunos  escritores e intelectuales se comentaba la nota publicada en la prensa bajo la autoría de  Tovar,  Pérez  y Azócar, donde expresaban su sentimiento  “ante una hora de luto y dolor, pero de optimismo, puesto que el horizonte político se avizoraba plural...”. Querían significar que Chávez  ya  “se había ido”. Asimismo, estaba en el tapete lo dicho por el diputado  Ángel Graterol en el sentido de que Chávez era culpable de los crímenes de Caracas, y que él –Graterol- había sido víctima de presiones por parte de CONATEL que lo obligó a votar por el oficialismo en la Asamblea porque si no le quitarían una concesión radial que poseía. También reflejaban los diarios locales las declaraciones de Héctor Lameda y Chiquito  Páez, donde llamaban inmoral a la Gobernadora al negarse a renunciar y pedían un juicio por corrupción referido a unas armas de fuego que no se sabía de su paradero. Además le decían caradura y cínica por su postura de respaldo a Chávez y ante la reiterada negativa de dejar su cargo.

         A medida que avanzaba la noche, en esa misma medida avanzaba el optimismo de los chavistas de la plaza. Ya estaban allí los desaparecidos del gobierno local que ya presentían un resultado favorable, no para el país sino para ellos. En uno de los mas increíbles saltos de talanquera  –que de ser aceptado en los juegos olímpicos, no habría duda de que coronase- el alcalde Douglas  Pérez decía ahora, persuadido del regreso presidencial, que estaba “resteado” con Chávez y exhibía su cara entre la multitud como si nada. Claro, era visible el rechazo hacia él de la gran mayoría de las personas, y solo se le acercaban algunos expertos en sobar sogas. La gente nos repetía al cansancio que no estaban allí por el alcalde Pérez ni por la mandataria regional, sino exclusivamente por el hijo de Sabaneta. En esos días convulsos presenciamos –digamos que sin estupor- como se caían las caretas de muchos que cacareaban su fidelidad a Chávez y al producirse los hechos contra la Constitución, no sólo salieron despavoridos a esconderse sino que buscaban como sobrevivir arrastrándose a aquellos que supuestamente detentarían cargos en el “carmonazo”. Como siempre dice el periodista Grossman Parra, “mientras mas conozco al hombre, más quiero  a mi perro”.

         A eso de las dos de la mañana  –ya era domingo 14- decidí volver a mi casa. En cuestión de minutos Chávez volvería a tomar las riendas del país, producto de una acción cívica y militar sin precedentes en la historia patria. Al llegar a mi hogar salieron a mi encuentro mi esposa Miriam, mi hija María del Mar, y unas amigas que la acompañaban porque esa noche estaba de cumpleaños. Después de los abrazos me enteré de esta anécdota: La madre de mi hija –que vive en Barquisimeto- cumplió años el 11 de abril, justamente el día que se precipitaron los acontecimientos golpistas, así que tuvo dos motivos para celebrar, ya que era simpatizante de la “social democracia” –léase AD-. El día 11 en la mañana le dijo a mi hija que el mayor regalo que le gustaría recibir era que Chávez cayese –en la noche su deseo se cumpliría-, y como mi hija cumplía años dos días después –el 13 de abril- le preguntó su mamá que cual regalo le gustaría recibir y mi hija le dijo -media compungida- que lo que  mas quería era que el Presidente fuera repuesto en su cargo. Su madre se echó a reír ante lo que ella creía que era un imposible. Ya Chávez estaba preso en la Orchila y era inminente su deportación e incluso se temía por su vida. Bueno, en apenas 47 horas se cumplieron aquellas peticiones en la que la de mi hija María del Mar era inconcebible en aquellos momentos de tragedia, luto y dolor para el país, dados los hechos ocurridos en la capital con el desenlace de varias vidas perdidas. Se hablaba de más de once muertos, la mayoría producida por franco tiradores y la policía metropolitana. Continuará.  

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