Acarigua en apuros 4
Golpe de Estado,
abril de 2002
Por Eduardo Correa
Ya el día domingo –14 de abril- todo era
alegría y alborozo en el chavismo portugueseño. Los opositores que habían
estado muy activos en los tres días anteriores, se cuidaron muy bien de no
aparecerse en los sitios públicos. Las caravanas no se hicieron esperar y el
caradurismo de lo que ahora se conoce como la derecha endógena del proceso
bolivariano se esmeró en ser adalid de los festejos por el regreso de Chávez.
Incluso, los desleales que quedaron al descubierto y cuyos pérfidos latigazos
andaban flotando entre los alegres y alborotados adeptos al gobierno. No
escapaban tampoco las observaciones hechas por el alcalde Pérez de Ospino que
había expresado días antes, en tono recriminatorio, que “lamentaba que la
sangre de su paisano Pedro Pérez Delgado se hubiese degenerado años después en
las venas del biznieto Hugo Chávez, en el que había creído Ospino, Portuguesa y
toda Venezuela”. Esto lo refería el burgomaestre al conocerse la supuesta
renuncia del Presidente, que se sabría después que no era cierto. Agregaba
además Pérez, “que respetarían la institucionalidad y las decisiones que tomara
la Junta de gobierno”. También se hablaba insistentemente de algunos cheques de
arreglo de prestaciones sociales de algunos funcionarios de la Gobernación, que
se hicieron entre “gallos y media noche” para salir de manera precipitada de
Portuguesa ante la caída del gobierno revolucionario. Del que mas se hablaba
era el caso de la señora Méndez. Igualmente flotaban como dardos las palabras
que desde Guanare profirieran los concejales Trujillo y Marín, que “a la Muñoz
le esperaba ahora los calabozos del CEPELLA por unos supuestos hechos de
corrupción con contratistas”. Del mismo modo el dirigente agrario Moreno decía
que “la mandataria regional tenía que irse porque Chávez había caído y ya no
existía la tan cacareada revolución o que de lo contrario serían sacados por la
fuerza”, incluyendo también a los alcaldes.
Como se dice en términos populares,
después de la tempestad viene la calma. Todo volvió a ser como antes, de manera
muy especial en quienes detentaban el poder. Quienes se hicieron cheques para
huir y “llevarse algo”, sólo se limitaron a devolverlos –al menos eso se dijo-
y muy tranquilitos siguieron disfrutando de “las mieles del poder” como si nada
hubiese ocurrido. Otros salieron de sus escondites a ocupar sus posiciones de
nuevo con sus sonrisas maliciosas.
Alcaldes desleales siguieron su festín, e incluso pretendieron ser
reelectos –algunos lo consiguieron- con la complacencia de gobernantes
regionales y locales y dirigentes del desaparecido MVR. Es decir, no se
estableció diferencia alguna entre los que dieron la cara y defendieron la
Constitución y las leyes y los que de manera desvergonzada dieron la espalda,
intentando llevarse un “porsiacaso” y que además se unieron al enemigo
despiadado que afortunadamente tuvo el poder por unas cuantas horas. No se
aprendió la lección ni las graves consecuencias vividas en aquellos momentos
donde peligró el país y sus instituciones. Y lo que es más delicado: la sangre
derramada y las vidas de venezolanos inocentes, víctimas de la ambición obscena
y desmedida de poder.
Finalmente, hemos querido recordar
estos hechos locales y regionales apegados a la verdad y nada más que a la
verdad y de manera sintetizada, sabiendo que podría causar algún impacto en
las pieles sensibles, sobre todo en aquellos que de una manera u otra puedan
verse reflejados en ellos. Pero seguros estamos que estas humildes crónicas
encajaron de algún modo en lo que una vez le dijera Simón Bolívar a Luis Perú
de Lacroix, en el Diario de Bucaramanga: “De
las cosas no debe olvidarse nada, todo debe recogerse para presentar al mundo y
a la posteridad los hechos tal como pasaron, los hombres tales como fueron y el
bien o el mal que procuraran al país”. Claro está, guardando el
contexto, la distancia y la dimensión
humana de aquel grande hombre. Fin.
Comentarios
Publicar un comentario