¿Vendrán las vacas
flacas y feas?
Por Eduardo Correa
En la mente colectiva está muy fresco el
uso irracional que le diera Carlos Andrés Pérez a la ingente renta petrolera
–“vacas gordas”- de esos años, y cómo
después de esos desgobiernos vivimos la era de las “vacas flacas”. Luis Herrera,
una vez electo Presidente, se lo dijo en
la cara al gocho despilfarrador, al
empezar su gobierno: “Recibo un país hipotecado”. Pero, curiosamente,
este haría lo mismo al despilfarrar también –poco años después- las nuevas
vacas gordas y sumir de nuevo a la patria de Bolívar en la bancarrota. Y no
podía quedarse atrás Jaime Lusinchi, que recibió –dicho por él mismo- “otra
alcancía llena” y luego al final exclamó su fracaso, sin rubor alguno: “La
banca internacional nos engañó”. Los tres personajes llevan a cuestas la
irresponsabilidad histórica del derroche y la corrupción de sus malhadadas gestiones.
Y hacemos mención de las “vacas
gordas y flacas”, para traer a la memoria de los venezolanos aquel episodio
bíblico de José, el hebreo, a quien también le llamaban “el soñador” por su
habilidad para explicar los sueños, virtud esta que le fuera otorgada por Dios.
Hela aquí, brevemente: José fue vendido por sus hermanos por envidia y fue
llevado a Egipto como esclavo. Estuvo al servicio de un personaje muy cercano
al Faraón de entonces, quien tuvo un sueño revelador, pero todos los sabios y
adivinos que llamaron a Palacio no pudieron interpretar el sueño del jefe. Y
fue entonces cuando mandó a buscar al esclavo José, ya informado debidamente de
sus habilidades. Le dijo: “estaba en la orilla del Nilo cuando vi que salían
del río siete vacas hermosas y muy
gordas, que pastaban. Detrás de ellas salieron otras siete vacas feas y flacas
que se comieron a las siete vacas gordas y hermosas”. José le respondió de
inmediato: “Faraón, Dios te ha anunciado lo que va a hacer. Las siete vacas
gordas son siete años de abundancia. Las siete vacas feas y raquíticas, que
salieron detrás, son siete años de hambre”. ¿Qué debo hacer entonces? Le
preguntó el Faraón. “Muy simple, le dijo José. Busca un hombre inteligente y
muy sabio y lo pones al frente del país y que una parte de la cosecha recaudada
durante siete años, la guarde para cuando vengan los siete años de hambruna y
así tu pueblo no sufrirá el hambre que vendrá”. El faraón encontró muy rápido
al hombre ideal para encargarlo de tan delicado asunto y nombró al propio José.
Vino la hambruna pronosticada que se extendió por todo el mundo, pero el hebreo
fue lo suficientemente sabio para tomar las previsiones y pudieron afrontar
aquellas calamidades que se le presentaron a Egipto, e incluso pudieron
favorecer a otros pueblos.
La reflexión y los hechos de José,
claro está que fueron inspirados y dictados por Dios, y pueden servirnos
siempre, y más ahora cuando el mundo atraviesa de nuevo una de sus peores
crisis económicas, por causa de la ambición sin límites y las desmedidas y
excluyentes formas de vida, donde unos pocos viven con su barriga llena y las
grandes mayorías sufren los rigores del hambre y las necesidades, apartándose
cada vez mas de la senda de la justicia y del amor. Por eso debemos tener en
cuenta las sabias palabras de las Santas Escrituras y estar siempre muy atentos
y pensar que, “Las siete espigas granadas y buenas que salían de un mismo tallo
–continuación del sueño del Faraón-, pero que después de estas brotaban otras
siete delgadas y quemadas por el viento que se tragaban a las siete granadas y
repletas”, son lecciones que debemos aprender con humildad siguiendo ese legado
Divino, y no sigamos atrapados irremediablemente por las contingencias, que en el caso venezolano no hemos sabido
todavía conjurar por nuestros resabios y pequeñeces humanas. Faltaba agregar
que José, odiado y vendido por sus hermanos como ya dijimos, llegó a la cumbre
y gobernó en Egipto muchos años –lógicamente guiado por Dios- y perdonó a sus
familiares y los colmó de bendiciones, tal como era el mandato. Tuvo un hijo
que llamó Manasés, que quiere decir: “He olvidado” y luego otro, Efraím: “He
fructificado”, todo ello porque el Supremo lo hizo olvidar los agravios y
además le permitió producir para muchos.
Como corolario, en estos años y en el
proceso que se ha denominado políticamente como “revolucionario y socialista”, Venezuela ha tenido, otra vez, la presencia de
las “vacas gordas” petroleras, con un barril de petróleo que oscila entre 100 y
150 dólares. Colosal, ¿no? Y para
decirlo en términos del habla coloquial, eso significa “montañas de dinero”, más que suficientes para procurar un país en
franco desarrollo y una vida decente, y de cierto modo cómoda desde el punto de
vista económico, social y cultural. Por
ello es pertinente preguntarse, vistos ciertos sucesos de carácter financiero
que comienzan a asomarse en el panorama venezolano ¿Vendrán de nuevo las vacas flacas
y feas?
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