Contradiciendo al Creador
Por Eduardo Correa
En un lejano
lugar de India, república ubicada en Asia del Sur, cuya extensión –la de India- es la séptima del mundo y por su número de
habitantes es la segunda más poblada del planeta –cerca de 1.300 millones de
personas-, sucedió el caso siguiente: Un día cualquiera, una joven señora,
madre de dos hijos y que habita en un techo en condiciones de pobreza, al
extremo de no conseguir, a veces, el dólar diario que la sustenta y
sostiene, recibió la visita de una acomodada dama londinense que le hizo una
propuesta que consistió en que la mujer india alquilara su vientre a un matrimonio
norteamericano con deseos de tener “hijos”. Se le explicó que si aceptaba
recibiría la suma de cinco mil dólares
y, por supuesto, que todos los gastos propios del embarazo, parto, medicinas y
médicos correrían por cuenta de los interesados. La humilde mujer se impactó al
principio por la inusual proposición, pero poco después se convenció de cómo
aquella cantidad de dinero podría cambiarle la vida. Era una cantidad nada
despreciable en su situación y con la cual su actual estilo de vida sufriría un
cambio bastante brusco desde el punto de vista material. Miró en derredor. Lo
circundante la abrumó. Se vio a si misma y a sus pequeños. Miró el rostro de su
interlocutora y con la mirada fija accedió al asunto, que en instantes, sin
saber por qué, dejó de impactarle.
La humilde mujer
fue llevada a una ciudad de la India, internada en un lugar provisto de todo lo
necesario para estos casos, le implantaron un ovulo –que por cierto también había sido adquirido
de otra madre, en virtud de que la futura mamá no estaba en condiciones biológicas
de hacerlo- y allí pasó los nueve meses de rigor, al cabo de los cuales dio a
luz a un hermoso bebé, que luego fue recibido por los “padres”, en calidad de
subrogación. A cambio, y tal como estaba convenido en un contrato, la mujer
india recibió lo estipulado. Adquirió una casa de dos recamaras y proveyó de lo
necesario. En efecto, su vida material cambió. Pero, ¿Y su dignidad? ¿Su
conciencia? ¿Su estado sicológico? Solo
ella podrá saberlo.
Esta historia no
es nada nueva, y ya en India tiene viso de crecimiento y negociado con
tendencia a extenderse en aquel país, cuya economía, aun cuando crece, tiene
altos niveles de pobreza, analfabetismo,
mal nutrición y azotado por pandemias. Y aunque esta historia ocurrió en un sitio apartado del
mundo, ahora mismo, tiende a ser práctica casi común en Europa, EEUU y otros países, incluso en algunos con la
legislación debida. Respecto de Venezuela, aunque se hable de ello, no hay
información precisa que certifique de la situación descrita, pero si puede
afirmarse que en el resto de las naciones latinoamericanas, si no es práctica
común, sucede de modo insistente. Y ya está muy cerca de nosotros, conocida la
situación en Colombia y Brasil, donde, por ejemplo, comenzaron a registrarse
casos.
Y es entonces
cuando debemos abrir estas interrogantes que nos llevan, de modo indudable, a
reflexionar, ¿Comprar óvulos? ¿Alquilar vientres o úteros? ¿Subrogar niños? ¿Comprar? ¿Alquilar?
¿Subrogar? ¿Precio? Como puede verse,
son expresiones y términos comunes que abundan en el campo de la economía, del comercio y los negocios, y que en el caso
específico contado arriba los vocablos que tienen que ver con la ética, moral, dignidad, respeto y otros que derivan
de los derechos humanos brillan por su ausencia.
Y como corolario, las preguntas finales:
¿Esas conductas humanas donde prevalece la ciencia y la tecnología y se cosifica
a las personas, a los niños, no contraviene los designios del Creador? ¿Y qué
de la fe? ¿De la ética y los valores más sagrados? ¿Somos personas o cosas? ¿Ser pobre justifica poner precio a la
dignidad? Y en todo esto, ¿dónde queda Dios? Cada quien que se responda a si mismo. Y después la gente se pregunta por qué el mundo está como está
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