Entrevista con un vampiro de la oligarquía
Por Eduardo Correa
Aquel comunicador social independiente miraba fijamente la pequeña
pantalla de la televisión y escuchaba con mucha atención lo que decía el
personaje que, a decir verdad, no era un asiduo invitado a ese medio. Con voz
pausada, de baja tonalidad y con la mirada cabizbaja expresaba sus puntos de
vista referidos a una situación que tenía que ver con unos vehículos
encontrados en su residencia y que los organismos competentes presumían que
eran acaparados. Sin saber porqué, el hombre de la pantalla despertó la normal
curiosidad de aquel comunicador, y de una vez se prometió así mismo que tenía
que entrevistarlo a como diera lugar.
Después
de un sensato seguimiento y con libreta y lápiz en mano logró conseguirlo en un
estacionamiento de un lujoso centro comercial cuando se disponía a retirarse
acompañado de escoltas que cuidaban su seguridad personal. Antes de que uno de
sus servidores le abriera la puerta de una camioneta vistosa y muy cara, el
comunicador lo abordó: “Señor Zuloaga, permítame un momento, por
favor”. El interpelado se dio
vuelta y lo vio muy cerca de él con sus rústicos instrumentos de trabajo y no
visualizó ningún distintivo que relacionara a aquel hombre con medio conocido alguno. Sin embargo
accedió a conversar. El comunicador agregó: “Señor, ¿usted es doctor? Lo
miró de nuevo y respondió: “Sí, lo soy,
pero no me gusta que me lo digan porque cualquiera puede pensar que tengo
real”. Y siguió la expresión que quizá no quería oír nunca: “Usted
está acusado de practicar la usura en la comercialización de
vehículos”. -Sin inmutarse, dijo: “Mire,
joven, puede ser que especule, pero yo proveo de empleos a varios venezolanos,
¿no le parece eso suficiente?” –Y de inmediato la respuesta: “Lo que le puedo decir, señor, es que eso
está tipificado como delito en la ley y usted lo dice sin sonrojarse”. El
robusto hombre de edad avanzada, pensó un instante y acotó: “Eso es lo que dice el gobierno, pero la
verdad es que yo soy un perseguido político”. El muchacho de la libreta
insistió incisivo y echó una miradita al grupo que custodiaba a Zuloaga que no
le quitaban la vista: “Pero, usted acaba de confesar una
transgresión a la ley y además en su casa encontraron 30 camionetas nuevas
¿cómo puede aducir que es perseguido político?”. El hombre entrado en años no se alteró y con firmeza
contrarrestó: “¿Y cuándo se ha visto que
un rico como yo no pueda tener unos carritos en mi residencia? Además, esos
carros se trajeron aquí para chequearlos bien porque tenían unos desperfectos
mecánicos y no podíamos venderlos con esos detalles”. –“Pero su casa no es un taller mecánico ni nada parecido, más bien es
una residencia amplia, con mucho
lujo y me dijo hace rato que no quiere
que piensen que usted es rico”. –“Bueno,
se me pasó esa, pero tú debes saber que la gente anda como loca buscando esas
camionetas y nunca han dicho que son caras y entonces uno se aprovecha”.
Dicho eso, el empresario Zuloaga comenzó
a inquietarse porque poco a poco se iban agregando a la conversación inusual
alguna gente que salía del centro de compras, casi todos ellos bien vestidos
y mostrándose muy afectuosos con aquel
que denotaba una sencillez aprendida y muy cuidada. A veces la charla se veía
interrumpida porque tenía que responder los saludos de los que iban
incorporándose. El comunicador tuvo que acercarse más y apartando a un curioso,
volvió a preguntar: “Señor Zuloaga,
¿usted es un hombre de fe y sigue alguna religión? –“Claro que sí, como se le ocurre, yo soy una persona de fe profunda y
voy todos los domingos a misa y de vez en cuando colaboro con la iglesia”. –“Pero permítame recordarle, señor, que la
iglesia rechaza todo tipo de usura y ventajas comerciales que vayan en contra del prójimo. Y eso es desde
hace siglos. ¿Usted no cree que eso
que hace choca de frente con esos
preceptos cristianos y queda mal parado con su conciencia y con la iglesia
misma?”. Acorralado por las interrogantes, Zuloaga miró de soslayo a los
que casi coreaban sus respuestas y arguyó: “Bueno,
puedo decirle que hasta ahora nadie me ha reprochado eso y uno dando su limosna
queda en paz con Dios, ¿no le parece? El periodista cambió el tema e
inquirió de seguidas al personaje que amenazaba con abordar su carro: “Otra cosa, señor Zuloaga, ¿qué me dice de
su canal Globo Visión que el mismo presidente de la república lo bautizó como
globo terror? –“Ahora sí dio usted en
el clavo, muchacho, eso es lo que le inquieta al gobierno, que aún cuando tiene
muchos medios que usan para sí mismos, le tienen pánico a lo que decimos
nosotros en ese pequeño canal y quieren cerrarlo. Ese es el meollo de todo el
asunto. Al gobierno le importa un comino que uno acapare, especule o cometa
usura, lo que les duele es que uno diga sus verdades”.
El
grupo comenzó a moverse y Zuloaga intento montarse en su camioneta. El
periodista en medio de todo lo que ya era una pequeña algarabía logró detener a
Zuloaga con la última pregunta: “Doctor,
¿qué me responde sobre los animales muertos que usted exhibe en su casa con
orgullo? ¿Eso no le produce algún remordimiento”? –“Usted botó la bola, compañero. Me acosó a preguntas sobre
acaparamiento, comercio ilegal, usura y demás yerbas y viene ahora con eso de
unos animalitos muertos. ¿Usted no sabe que los muertos no hablan? Y por último
le digo, cuidado con lo que publica porque si no me gusta lo que escriba, voy
de inmediato y lo niego”.
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