De Bolívar y su posición frente a la
Iglesia
Por Eduardo Correa
Fueron muchas las referencias que hiciera El
Libertador sobre Dios y la Iglesia. Dentro de sus históricos e interesantes
escritos nunca faltó la invocación divina, así como tampoco en su permanente
accionar. En el Discurso de Angostura, que cobró vida el 15 de febrero de 1819,
en una de sus partes apuntaba: “La atroz
e impía esclavitud cubría con su negro manto la tierra de Venezuela, y nuestro
cielo se hallaba recargado de tempestuosas nubes, que amenazaban un diluvio de
fuego. Yo imploré la protección del Dios de la humanidad, y luego la redención
disipó las tempestades”. Posteriormente, cuando se enteró de la muerte de
Antonio José de Sucre, exclamó: “Dios
excelso: se ha derramado la sangre del inocente Abel”. Luego completaría: “Es una estación más en mi vía crucis, en el
amargo calvario en que se ha convertido mi existencia. Cristo así lo quería, que
en este acto de redención, la redención de América, yo cargara con mi propia
cruz y apurara el cáliz de la amargura, y me dejara empapar los labios con hiel
y vinagre”. Después, cuando fue perseguido y en Venezuela lo llamaban
traidor, sin permitirle volver a su patria, supo diferenciar de quienes le
acosaban: “El pueblo siempre me ha sido
fiel, me ha querido y me ha respetado. Toda la Iglesia, todo el ejército, la
inmensa mayoría de la nación estaba por mí. Sólo aquellos que ahora controlan
el poder quieren que yo desaparezca”. Esto se lo decía en una carta a José
Fernández Madrid, el 31 de mayo de 1830.
Pero, el
Bolívar pensador, político y estadista dejó muy clara su posición religiosa en
un sin igual documento que no es otro
que el discurso del Padre de la Patria dicho ante el Congreso de Bolivia, el 25
de mayo de 1826, con ocasión de presentarles su Proyecto de Constitución. De
acuerdo con reputados historiadores y analistas, este trabajo intelectual del
hijo predilecto de Caracas es uno de los más brillantes que se ha podido
concebir en aquel tiempo. El propio Santander, que no ocultaba su animadversión
hacia el insigne venezolano, escribiría: “Estoy
de acuerdo en que su Constitución es liberal y popular, fuerte y vigorosa”.
Veamos entonces, el aspecto
eclesiástico. Sostenía El Libertador: “Si no hubiera un Dios Protector de la
inocencia y de la libertad, preferiría la suerte de un león generoso, dominando
en los desiertos y en los bosques, a la de un cautivo al servicio de un infame
tirano, que cómplice de sus crímenes, provocará la cólera del cielo. Pero no:
Dios ha destinado al hombre a la libertad; Él lo protege para que ejerza la
celeste función del albedrío…”. Siguiendo con su característico énfasis,
producto del crucial momento, continuaba el hombre de las dificultades, como se
llamó asimismo: “En una constitución
política no debe prescribirse una profesión religiosa; porque según las mejores
doctrinas de las leyes fundamentales, estas son la garantía de los derechos
políticos y civiles; y como la religión no toca a ninguno de estos derechos,
ella es de naturaleza indefinible en el orden social, y pertenece a la moral
intelectual. La religión gobierna al hombre en la casa, en el gabinete, dentro
de sì mismo. Solo ella tiene derecho a examinar su conciencia íntima. Las leyes
por el contrario, miran la superficie de las cosas: no gobiernan sino fuera de
la casa del ciudadano. Aplicando estas consideraciones, ¿Podrá un Estado regir
la conciencia de los súbditos, velar sobre el cumplimiento de las leyes
religiosas, y dar el premio o el castigo, cuando los tribunales están en el
Cielo, y cuando Dios s el juez? La inquisición solamente sería capaz de
reemplazarlos en este mundo. ¿Volverá la inquisición con sus ideas
incendiarias?.
El Libertador de cinco repúblicas
continúa presentando sus puntos de vista a aquella concurrencia que no quita
ojos ni oídos a aquel hombre que luce sereno pero imperativo: “La religión es la ley de la conciencia.
Toda ley sobre ella la anula porque imponiendo la necesidad al deber, quita el
mérito a la fe, que es la base de la Religión. Los preceptos y los dogmas
sagrados son útiles, luminosos y de evidencia metafísica; todos debemos
profesarlos, mas este deber es moral, no político. Por otra parte, ¿Cuáles son
en este mundo los derechos del hombre hacia la religión? Ellos están en el
Cielo; allá el tribunal recompensa, el mérito, y hace justicia según el código
que ha dictado el Legislador. Siendo todo esto de jurisdicción divina, me
parece a primera vista sacrílego y profano mezclar nuestras ordenanzas con los
mandamientos del Señor. Prescribir, pues, la Religión, no toca al Legislador,
porque este debe señalar penas a las infracciones de las leyes, para que no
sean meros consejos. No habiendo castigos temporales, ni jueces que los
apliquen, la ley deja de ser ley”.
“El
desarrollo moral del hombre es la primera intención del Legislador: luego que
este desarrollo llega a lograrse, el hombre apoya su moral en las verdades
reveladas, y profesa de hecho la Religión, que es tanto más eficaz, cuanto que
la adquirido por investigaciones propias. Además, los padres de familia no
deben descuidar el deber religioso hacia sus hijos. Los pastores espirituales
están obligados a enseñar la ciencia del Cielo: el ejemplo de los verdaderos
discípulos de Jesús, es el maestro más elocuente de su divina moral; pero la
moral no se manda, ni el que manda es maestro, ni la fuerza debe emplearse en
dar consejos. Dios y sus ministros son las autoridades de la Religión que obra
por medios y órganos exclusivamente espirituales: pero de ningún modo el Cuerpo
Nacional, que dirige el poder público a objeto puramente temporales”.
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