Del papelón de la abuela al veneno del azúcar
Por Eduardo Correa
Cierta vez le
dije a mi hija “que buscara la manera de
endulzar su café con papelón porque este era un producto natural y vitamínico
que no causaba daño alguno al organismo y,
en cambio, la azúcar refinada y atractivamente blanca, era nociva para la salud”.
Poco tiempo después mi hija me soltó
esto: “Papá, hice la prueba, tal como lo sugeriste, pero en realidad no puedo pasar mi café con ese endulzante”. No
me quedó más que sonreír ante aquella inocente y resuelta actitud. Y es que no
son pocos los que se comportan de ese modo.
De inmediato llegó a mi memoria cuando la abuela, al igual que mis
padres, endulzaba con el moreno papelón, no solo el sabroso e infaltable
cafecito mañanero, sino el rico dulce de lechosa, las llamadas arañas y toda la
gama de la dulcería criolla. Y de niño escuchaba decir a los mayores: “Hijo, ve a la bodega y me compras una
papeletica de café y medio de papelón”. Y esto, en buena medida, ha quedado solo en el recuerdo. En las décadas
por venir se impondría la blancura de la sacarosa, su atractivo empaque y su fácil
adquisición, y el tradicional papelón
sería arrinconado al surgir el novedoso
y azucarado mercado de la ciudad, los
nuevos gustos y las posturas
modernas, que trajeron consigo la
comodidad.
Pero después se demostró, con
serios estudios científicos, que el
azúcar refinado, no obstante su suave y
agradable sensación al paladar, causaba daños severos a la salud humana y es el
responsable de múltiples problemas del organismo que terminan en enfermedades
terribles que conducen a la muerte, inclusive.
Claro, valga decir que no estoy descubriendo el agua tibia, como suele
decirse, y tal vez lo que intento comentar viene dado porque el consumo masivo
de azúcar está haciendo estragos en la salud humana. Y aun así, a muchos parece
importarles poco y miran de soslayo, absortos e incrédulos, mientras el consumo indiscriminado de azúcar
sigue su marcha destructiva. Y no son cuentos de camino, está completamente
demostrado, repito, el poder destructor de este edulcorante. Veamos esta nota
médica: “Todos sabemos cómo el azúcar refinado
ha jugado un papel determinante en el deterioro de la salud de la
humanidad, seguido de cerca por las harinas refinadas que también son causantes
de desarreglos orgánicos. También sabemos que el azúcar contribuye a la
obesidad y la diabetes; que causa la pérdida de muchos minerales, como el
calcio de los huesos contribuyendo con ello a ocasionar la osteoporosis; que
distorsiona las hormonas y todo el sistema endocrino: que paraliza al sistema
defensivo o inmunológico del cuerpo; que lleva a enfermedades crónicas, que
incrementa el riesgo de cáncer; y sobre todo, que da origen a la acidosis
metabólica, la “madre de todas las
enfermedades”. Que impresionante, y que peligro se corre con lo dicho
por los expertos, ¿No es así? Y en consecuencia, ¿cambiará la actitud
consumista de azúcar refinada? Bueno, eso se espera. Somos racionales. Y es más, es harto conocido que innumerables
personas han sufrido algún mal o han padecido cama o han muerto, debido al
consumo habitual del alimento en cuestión. Aunque debe advertirse que a muchos
les ocurre que se han hecho adictos al veneno blanco y les cuesta un mundo deshacerse
de él. Pero es necesario hacer el esfuerzo.
Véase otras enfermedades, específicas, producidas por este mal hábito y que trae
consigo daños degenerativos de los que no se tienen ninguna duda que son causados por el consumo regular de
sacarosa: Hipoglucemia, diabetes, estreñimiento crónico, malestar digestivo
crónico, flatulencia, osteoporosis, artritis, migrañas, enfermedades
cardiovasculares, obesidad, candidiasis, asma, alergias, deterioro dental,
entre otras. Entonces, desde ya comience
a desechar todo lo que tenga que ver con ese enemigo “blanco y dulce”, porque podría inutilizarle por años o
matarle. Alternativas hay, y solo deben
buscarse. Ejemplo, lo citado arriba. Mosca, pues.
Comentarios
Publicar un comentario