"Por todos esos llanos de bancos y palmares, mesas y morichales, cuando se oye cantar una copla que exprese bien los sentimientos llaneros, inmediatamente se afirma: -Esa es de Cantaclaro". Así está plasmado en el excelente libro de don Rómulo Gallegos, obra que es imprescindible en la biblioteca popular venezolana. Y es que si nos ubicamos en nuestro tiempo, guardando celosamento aquellos cantos, aquellos dichos y aquellas leyendas, y si parodiáramos al exitoso novelista criollo, bien podríamos decir que en la época del cantor llanero Angel Avila, cuando bien por esos caseríos y pueblos o bien en la era de las inolvidables rocolas, se dejaba escuchar aquella auténtica y bien timbrada voz y llegaba a los oidos de cualquiera, era probable la expresión: -Ese es Angel Avila, El Gigante del Pasaje.
Todavía recordamos aquella tarde cuando lo vimos en el caney de Pancho Soto, en la ciudad de Píritu, en el estado Portuguesa. Estaba al lado del singular poeta llanero Adelis Soto Valera. Alrededor suyo estaban también otras personas, cuyas miradas denotaban respeto y admiración. El cantor, oriundo de Las Mercedes del Llano, relataba las anécdotas recogidas en tantas travesías por ese llano infinito. Aquellos momentos fueron muy especiales porque el invitado de honor derrochó su talento y su clase de trovador en cada pasaje y joropo que interpretaba, muchos de ellos solicitados por los presentes que aplaudían sin cesar y de manera espontánea. En ese tiempo, cuando se paraba al pie del arpa un cantor de la estirpe de Angel Avila, todos guardaban silencio y las miradas se posaban en aquel recio de la sabana y los sentidos se abrían para que entraran las pegajosas melodías de ese nuevo florentino, venido de las entrañas de la llanura del estado Guárico. Temas como "Lamento del canoero", "LLanero siente y lamenta", "Llano que grande eres", impactaban alegremente a todos los que esccuchaban aquella voz con excelente cuadratura, melodiosa y típica de las pampas venezolanas, que en cada canción reflejaban las vivencias propias de esos predios, que por agrestes no dejaban de ser románticos y acogedores. Y en aquella bonita tarde piriteña no podía faltar la inspiración recia que recorría el llano entero por esa época y en esa privilegiada garganta, que refería la interesante historia de un señor de apellido Rubio que le había vendido el alma al maligno para que el oscuro personaje le deparara mucho dinero y bienes que se concretaban en abundantes tierras y ganado, donde destacaban madrinas de caballos y grandes cimarroneras. Así nació la leyenda de La Rubiera -hato que abarcaba casi medio estado Guárico- y que Avila convirtió en un canto llanero que llamaba la atención de cuantos lo oían. Contaba también la letra de esa canción que la familia de aquel hombre era muy pobre y es entonces cuando decidió hacer el detestable y maldito compromiso con el habitante del averno. El señor Rubio no se quitaba de encima una imponente camisa negra y tenía organizadas uns cuantas cuadrillas de peones "como para formar una guerra".
El compositor y trovador Angel Avila recorrió los caminos del llano y de todo el país llevando siempre su mensaje nacionalista y un sentimiento que se quedaba en el corazón de todos aquellos que sienten y aman al llano con sus dificultades, bellezas y querencias. Hoy lo escuchamos muy poco, pero nos dejó un legado de canciones que siempre reflejarán el amor que este hombre singular sintió y siente por su tierra y por su gente. Y como él mismo lo dijo en una oportunidad, hablándole a los venezolanos: "Que luchen con ahínco y que no desmayen para que lo que hemos construido con tanto esfuerzo no lo dejen caer en extinción, por cuanto los jóvenes del mañana tienen el deber de defender nuestro foloclor".
Y si alguien nos preguntara qué donde está ahora este insigne cantor de la sabana, le diríamos que escucharan lo que dijeron en un sabroso contrapunteo con bandola, Henry Ascanio y José Humberto Castillo, dos prodigiosos copleros guariqueños: "/Ahora quiero preguntarle/ ya que estamos inspiraos/ qué pasó con Angel Avila que más nunca lo han nombrao/". Y responde de inmediato Ascanio: "/ayer pasé por su casa y lo conseguí acostao en un chinchorro e moriche con doña Bárbara al lao/ y me dijo que del canto está casi retirao, pero que todavía compone sus pasajitos lloraos/ también me dijo muy triste que estaba muy preocupao/ porque los estilos propios hoy en día están acabaos.../". Y allí está Angel Avila, en Las Mercedes del Llano, con su dignidad íntegra y con más de 27 trabajos discográficos dedicados a su tierra, la patria de Simón Bolívar.
Escrito por Eduardo Correa, y publicado en el Diario El Regional, en Acarigua, estado Portuguesa, el día domingo 01 de marzo de 2008.
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