Mi madre siempre estará conmigo. No en la misma forma de siempre. No volverá andando por las calles, subiendo las escaleras, atravesando el jardín o el patio y entrando en la casa como lo hacía antes. Pero volverá.
La muerte no es una cosa fácil de comprender para cualquiera, pero toda vida debe terminar un día. Ese día llegó para mí madre. Pero mientras yo esté vivo, y la recuerde, nada del mundo podrá alejarme de ella. Podrán haberse llevado su cuerpo, pero no a ella.
Yo conocí a mí madre, y a medida que crecía la conocía mucho mejor. Ella no ha muerto, porque yo estoy vivo. El destino y el tiempo, la enfermedad y la debilidad destruyeron su cuerpo, pero yo le he dado otro. Ella no ha muerto, porque lo bueno nunca muere.
Escrito por EDUARDO CORREA, como un homenaje eterno a mi madre doña María Josefa Rodríguez de Correa, también para la señora Migdalia Josefina Suárez de Paraco, y para todas las madres del mundo.
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