PARTE DEL DISCURSO DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ EN EL ACTO INAUGURAL DEL II ENCUENTRO DE INTELECTUALES POR LA SOBERANÍA DE LOS PUEBLOS DE NUESTRA AMÉRICA. (1986, en la Habana)
...Además de escritores, pintores, músicos, sociólogos, historiadores, hay en este encuentro científicos esclarecidos. Es decir, nos hemos atrevido a desafiar el cuntubernio tan temido de las ciencias y las artes. A mezclar en mismo crisol a los que todavía confiamos en la claridad de los presagios, y los que sólo creen en las verdades clarificables: la muy antigua adversidad entre la inspiración y la experiencia, entre el instinto y la razón. Saint John-Perse, en su memorable discurso del Premio Nobel, derrotó este falso dilema con una sola frase. "Tanto en el científico como en el poeta -dijo- hay que honrar el desinterés del pensamiento. Que al menos aqui no sigan siendo considerados como hermanos enemigos, pues la interrogación de ambos es la misma sobre un mismo abismo".
La idea de que la ciencia sólo concierne a los científicos, es tan anticientífica como es antipoético pretender que la poesía sólo concierne a los poetas. En ese sentido, el nombre de la UNESCO -Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura- arrastra por el mundo una grave inexactitud, dando por hecho que las tres cosas son distintas, cuando en realidad todas son una sola. Pues la cultura es la fuerza totalizadora de la creación: el aprovechamiento social de la inteligencia humana. O como lo dijo Jack Lang sin más vueltas: "La cultura es todo". Bienvenidos, pues: bienvenidos todos a la casa de todos.
No me atrevo a sugerir nada más que algunos motivos de reflexión para estos tres días de retiros espirituales. Me atrevo a recordarles, en primer término, algo que quizás ustedes recuerdan de sobra: que cualquier decisión a mediano plazo que se tome en estos tiempos de postrimerías, es ya una decisión para el siglo XXI. Sin embargo, latinoamericanos y caribes nos acercamos a él con la sensación desoladora de habernos saltado el siglo XX: lo hemos padecido sin vivirlo. Medio mundo celebrará el amanecer del año 2001 como una culminación milenaria, mientras nosotros empezamos a penas a vislumbrar los beneficios de la revolución industrial. Los niños que hoy están en la escuela primaria preparándose para regir nuestros destinos en la centuria venidera, siguen condenados a contar con los dedos de la mano como los contabilistas de la más remota antigüedad, mientras ya existen computadoras capaces de hacer cien mil operaciones aritméticas por segundo. En cambio hemos perdido en cien años las mejores virtudes humanas del siglo XIX: el idealismo febril y la prioridad de los sentimientos: el sustrato del amor.
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