El baile maravilloso de Yolanda
Moreno
Por Eduardo Correa
No es solo el quehacer y la belleza
de esta mujer venezolana, ni su sencillez y su integridad. Tampoco su magistral
manera de mostrarle a Venezuela y al mundo el espectacular producto de la danza
y el joropo que desgrana una de las mejores formas de ver y oír la
nacionalidad, la música y el arte patrio. No es porque le ha dado la vuelta al
mundo con su exquisitez y baile autóctono. No es su personal forma de ser que
irradia firmeza de carácter, de propósitos y metas. No es solo por ese legado
puro y radiante que deja en los escenarios que viste de gala y majestuosidad y
que adorna con su finura y su arte trascendente. No es solo su tesón, su
mística y su dedicación donde destaca lo sublime y el rico tesoro que significa
esa faceta del folclor. No es solo por su donaire y la formidable bailarina que
es y ha sido siempre. Ciertamente, y sin lugar a dudas, es por todos y cada uno
de los elementos enunciados. Enteramente, por ello. Se trata de la laboriosa e
irreductible Yolanda Moreno, conocida y designada por todos, en buena lid, como
la bailarina del pueblo venezolano. Porque referirse a ella, es referir baile,
artística y donosura. Y es que la patria de Bolívar sube a la cumbre cada
vez que esta nacional baila y muestra sus virtudes, disposiciones y
habilidades. ¡Arte sumo, pues!
¡Que Retablo y que Maravilla! es este
portento de mujer, que con su dulce y emblemático baile, con sus movimientos
suaves, unas veces, firmes y acompasados, otras, enamoró a un país con la
maestría de su música y su baile, dejando en cada lugar su herencia y su
presencia. Y esta incansable mujer, con sus hermosas coreografías no se
detiene. Y en su largo y bonito caminar, a cada paso del camino, las flores le
regalan su fragancia, las aves sus trinos y los riachuelos su frescura. Y allá
va, cual caminante con rumbo traspasando geografías y fronteras. Y en su
fructífero trajinar, surge la pregunta: ¿Cuándo se detendrá? ¡Jamás y nunca!
Porque aun cuando biológicamente sea preciso hacer mutis, su baile, que es su
hechura, seguirá indetenible junto a su música. Y sus piezas y movimientos sin
fin irán con las generaciones. Es una obra que perdura. Y no es solo
baile, abúndese. Y ella lo dice: “La danza es muy completa porque envuelve todas
las artes, como la pintura, la poesía, la música, la cultura, el teatro, el
paisaje, entre otras”. Y por todo ello se paseó Yolanda, la morena. Construyó
su mundo mágico y lo regaló al mundo. A todos, propios y extraños se deleitan
con su hermoso arte genuino. En muchas ciudades, en muchos pueblos, en muchos
países y en cada continente, queda un pedazo de ella y de su alma. Limpia y
pura. Como herencia divina. Imperecedera.
Y atrás, muy atrás, quedó aquella
inquietud y desespero cuando llegaba al CONAC y preguntaba al burócrata:
“¿usted cree que nos van a pagar este mes? Y completaba: “Dinero no para mí,
sino para mis bailarines”. Y la respuesta divagante y sin eco se perdía en el
vacío. Sin embargo, su plan y su meta iban mucho más allá de eso. Y así fue. Millones
la vieron y aplaudieron y algunos medios de comunicación del orbe recogieron su
performance: The New York Times, Pravda, de Moscú, El Tiempo, de Bogotá,
Dimanche Matin, de Montreal, Le Figaro, de París, Shing Ming, de China, entre
otros.
A grandes rasgos, esta es Yolanda
Moreno. La misma que colecciona santos y rosarios y reza antes de dormir. La
que lee tres libros al mismo tiempo. La que al mirar en la calle que alguien
tira el papelito del caramelo le insinúa que lo recoja sin importar el lugar del
mundo donde se encuentre. La que dice: “El país baila como yo. Todo el mundo
baila como yo, lo que significa que mi escuela no morirá nunca”. Y en sus
baúles no guarda solo nostalgias sino también vida y colores, muchos colores a
manera de trajes, vistosos y múltiples. Son más de cinco mil y hablan por sí
solos. En junio próximo volverá a la UCV, lugar donde estuvo en sus brillantes
inicios y va a recibir un homenaje. Merecido por lo demás. Ella vence las
sombras.
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