¡Luis
Silva: Cuatro en mano enamoró a Venezuela!
Por
Eduardo Correa
Un
día le dijo a su mamá: “Voy a ir a Maracay unos días a cantar y a ver cómo me
va”. Y partió sin dilación. Atrás dejaba su hogar y sus estudios inconclusos de
bachillerato. En la ciudad Jardín de Venezuela se instaló y comenzó su
incipiente carrera de trovador haciendo énfasis en el género romántico, aunque
a la llanera. Y fue escuchado. No era difícil identificarlo por su arraigada
costumbre de llevar su cuatro en la mano y con el sonoro instrumento nacional,
el arpa y las maracas y un morral a cuestas lleno de sentimientos y melodías
ofreció su caudal. Aquellos pocos días prometidos a su madre se convirtieron en
seis meses, y su progenitora, con la preocupación innata por un hijo que se
había marchado en busca de reconocimiento, no tuvo más remedio que mandarlo a
buscar con una hermana que, por cierto, estaba embarazada y tuvo que dar a luz
en Maracay con la ayuda “del hombre del cuatro” que de pronto se vio envuelto
en una situación inesperada. Era apenas un adolescente de diecisiete años.
Corta la edad, pero largo el sueño.
Luis
Silva confiesa que al principio su canto gustó y esas puertas se le abrieron. Y
atiza entre sonrisas: “Las puertas que no se me abrían eran las de los
restaurantes para comer”. Y no se arredró. Tenía otra hambre que tal vez
matizaba la biológica: La de ser alguien en la música llanera romántica sin
desestimar el joropo y otros golpes criollos. Así que, “Con un pancito aquí y
un juguito por allá”, dicho sin ruborizarse y con la sencillez que le es
característica y que forma parte de su arsenal folclórico, se dispuso a
presentarlo sin hacerse rogar. Aunque el alimento básico, ese sí que se hacía
rogar: “Yo vivía en una casa y la señora llevaba comida, ella comía y me
dejaba”. Con los años y con su clase comenzó a recorrer el país llevando su
música y tratando de imponer su estilo romántico que no abundaba para entonces.
Y
lo logró, no sin antes librar una tenaz batalla que fue dando sus frutos
artísticos. Y la comida se hizo más puntual. Y aquellos días sin comer fueron
historia: “Yo duraba hasta dos días sin comer”, anota sin rencor ni amargura y
sí con la sonrisa del triunfador. El excelente trovador Barinés, después de 34
años de andanzas con el folclor y producto de su tesón le ha regalado al país
20 discos. Y remata: “Me agrada mucho ver a los nuevos talentos que incursionan
en el canto romántico como lo hice yo hace años”. Luis Silva es del tamaño de
su compromiso. Sigue.
Cuando
el cuatro sonoro se convirtió en bandera
(2)
Decíamos
que Luis Silva se marchó a Maracay a probar suerte siendo todavía un
adolescente, fue por unos días y superó los seis meses. Después estuvo
residenciado en la ciudad de Acarigua por poco tiempo y lo utilizó en promover
su inquietud artística y relacionarse con diversos sectores. Eran los años
ochenta y la época de aquella canción que decía: “Caminando, seguro me está
mirando, que poderosa atracción… “, la cual era uno de sus temas fuertes para
el momento, al igual que el bonito y metafórico
“Río seco”, del compositor César Méndez: “Si yo pudiera mirarte con tu
cause rebosante como estabas aquel tiempo, si mis lágrimas llenara el vacío que
dejaron la distancia y el silencio, adónde fueron tu aguas, cuanto dolor causó
el tiempo fuiste una hermosa leyenda que quedó en mi pensamiento…”, y la gente
acudía a escucharlos en el club del Telefonista, trasmitidos en vivo en el
excelente programa Brindis Criollo, ancla de radio Acarigua, conducido por
Rafael Querales. Esta composición era una especie de réplica de “Laguna vieja”,
impuesto por el trovador Reynaldo Armas.
El
cantor visitaba muy a menudo la “Sensacional Radio Acarigua”, que para entonces
estaba en el tope de su sintonía y copaba la escena radial en esos años. Y en
esos días nos conocimos, fundamentalmente porque mi persona formaba parte del
elenco de comunicadores de esa importante e histórica emisora. Un día llegó y
estaba yo enfrente del micrófono haciendo un programa particular y en el receso
me pidió que le sonara uno de sus discos y al solicitárselo, me respondió: “No,
no lo tengo. La empresa disquera no le da a uno, pero aquí en la radio lo
tienen”. Admito que me sorprendió la aseveración del barinés. Tal vez por
desconocimiento del sistema utilizado por esas empresas musicales.
Por
esa época hablé con cierta regularidad con el singular intérprete y supe que le
atraía el trabajo radial y admiraba la forma de los noticiarios que eran a dos
voces y leyendo rápido. En otra ocasión me dijo que la gustaba el arte de la
declamación, así como la afición por el tradicional juego de bolas criollas, en
la cual se desempeñaba muy bien jugando “a la zurda”. Y dos o tres veces lo
practicamos en las instalaciones del club “Casa Guárico-Apure”, en cuyas
amplias canchas “pegó varios boches clavados y no salía del mingo”, como suele
decirse en el argot. Claro está que yo no me le quedaba atrás y al final me
decía: “Pegaste unos buenos boches, pariente”. Para el momento de lo que
cuento, Luis Silva no tenía aun el reconocimiento que ahora tiene. Hoy por hoy,
para su satisfacción y del país, este tenaz defensor del folclor goza de una
enorme popularidad y aceptación y puede afirmarse sin temor a equívocos que es
un icono de nuestra cultura folclórica y del canto nacional. Sería prolijo
enumerar sus éxitos musicales y su discografía porque son harto conocidos y
celebrados en la patria de Simón, así como en buena parte del concierto mundial,
por ejemplo “Enfurecida”, que traspasó la geografía patria.
No
hace mucho nos vimos en Barquisimeto en un evento donde cantó junto al “fama”
Jorge Guerrero, y me sorprendió gratamente cuando vino a darme un abrazo y
expresándome con una sonrisa: “Oye, pariente, tú estás igualito”. Lo decía por
tantos años sin vernos. Y es que para Luis Silva, valga acotarlo, la sencillez
forma parte del rico morral musical que se echa al hombro cuando coge camino
por Venezuela. ¡Sigue adelante, pariente!
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