Entre
La Pascua y Las Mercedes del llano
Por Eduardo Correa
En los
días decembrinos pasados el arquitecto del mundo y Señor de Señores me permitió
regresar a mi terruño guariqueño por enésima vez y de nuevo le estoy
agradecido, y me desenvolví por varios lares, pero muy especialmente entre La
Pascua y Las Mercedes del Llano. En La Pascua por ser mi cuna y en Las Mercedes
por razones varias. Y en este hermoso y acogedor pueblo no sentí la escasez de
nada y más bien coseché las miradas gentiles de decenas de mujeres que me
sonreían al pasar y al saludarlas, así como también estreché decenas de manos
amigas, pero en el trayecto vi muchas cosas atrayentes y envolventes y puedo
repetir un extracto de la canción que retumbó de cualquier lado cantada por
Luis Lozada: . . . “Contemplando el horizonte en mi llano guariqueño donde todo es poesía
y vuela la copla altanera, me abrí pa la lejanía caminos y polvaredas”.
Todo eso lo vi y lo sentí incluyendo la genial música que le da cuerpo a la
letra singular entre palmas llaneras y el hermoso color amarillo de los
araguaneyes. . . y allá arriba un impresionante cielo azul.
Y es
que al decir llano se dicen muchas cosas incluyendo por supuesto arpa, cuatro y
maracas, sabanas y cielos abiertos, bullicios de aves, pitar de toros y mugidos.
. . versos. . . cantos y leyendas: “Sabanas
de mi cariño, de mi cariño sabana, sabana de la uverito, de las vacas y de Santa Clara”, diría Cristóbal Jiménez
en un lindo pasaje recordando los caseríos. En el llano venezolano hay de todo
y para todos, hasta para enamorarse, aunque muchos no lo crean, sin embargo
debe buscarse primeramente con la mente y los recuerdos hasta llegar a
tropezarse con algún pasajito lastimero que traiga rezagos de amor pasajero: “Hermosa garcita blanca pregúntale tú a mi
amor, por qué en aquella mañana se fue sin decirme adiós. . . “, diría
desde cualquier lado y de improviso don Eneas Perdomo, y remataría con mucho
sentimiento: “Mañana cuando me vaya y
ella escuche mi canción recordará con tristeza que fui su primer amor”. . .
Ah, mundo, cámara, se me fue esa pena y menos mal que poco rozó mi corazón y
alzó el vuelo perdiéndose en el ancho espacio. . . menos mal.
Estuve
unas setenta y dos horas en el pueblo de Las Mercedes del Llano y allí recibí
el año nuevo entre joropos y pasajes grabados, pero no por eso menos sabrosos y
alegres. El sonido era tan bueno y fidedigno que ni un zancudo se escuchaba
pasando por el sitio. Y de pronto se escuchó un golpe llanero: “Te fuiste sin despedirte, aquel día
cuatro de enero, sabiendo que me dejabas con un flechazo certero, mi corazón
doloroso palpitó con desespero al saber que me quedaba sin un adiós y un te
quiero. . . “, soltó el desaparecido Julio Pantoja, que todavía vive en sus
canciones llaneritas, pero que terminó su canto lleno de valor: “Menos mal que mi Dios Bendito me dio un
corazón de acero, no me mata un toro bravo, ni un caballo cerrero y me va a
veni a matar un guayabo pasajero”. . .
Alguien
podría preguntarme si había carne vacuna o de cerdo en esos lares guariqueños o
que si había queso fresco o natilla y debo responder afirmativamente, solo que
la carne la cargaban todavía los animales encima y el queso estaba tan fresco
que aún no lo hicieron porque los llaneros tenían esos días libres hasta el año
siguiente. Y las cervezas no pudieron llegar debido a que se cayó un viejo
puente. Del resto la pasé lindo. . . “Y
capoteando recuerdos la vida se me va poniendo añeja”. . .
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