La primera vez que vi a Gerardo Brito
Por Eduardo Correa
Después lo vería en un centro nocturno que se especializaba en los
eventos musicales llaneros y era muy concurrido por aquellos tiempos en Lara.
Esa noche fui al lugar con unos amigos y recuerdo que al ocupar una mesa, al
ratito llegó Brito con una sonrisa franca tendiéndonos la mano y diciéndonos:
“Amigos, bienvenidos a “Las taparas de Gerardo”. Aquella jocosidad –así se
llamaba el expendio- nos llamó la atención y se sentó con nosotros un buen
rato, hasta comenzar la animación con su voz característica e inconfundible que
llenaba los recintos y los espacios donde solía expresarse profesionalmente.
Posteriormente lo tendría como invitado especial en un evento llanero en
Acarigua donde yo fungía como responsable y verdaderamente enalteció ese acto
en la Concha Acústica con su presencia, su irradiada simpatía y su
amplia y brillante trayectoria reconocida por todos. Recuerdo que me dijo al
final: “Hermano, que buen acto, lástima que no pude ayudarte”. Se refería Brito
a que no pudo animar debido a que en aquel momento acababa de superar una
terrible enfermedad que lo aquejó y lo retiró por una temporada de su labor
radial, de los escenarios y tarimas. Yo le respondí: “No, Gerardo, no es así.
Nos ayudaste mucho con tu presencia y te estamos muy agradecidos. Queríamos
aquí, muy especialmente, al hombre, a la persona, al profesional comprometido
con la cultura autóctona y con nuestro folclor patrio. Siempre estaremos en
deuda contigo por ese enorme aporte al país de Bolívar”. Él sonrió satisfecho.
Y por última vez lo vería en mi hogar de Acarigua. Venía de cumplir con
unos compromisos en la ciudad de Ospino y tuvo la amabilidad de visitarme en
horas vespertinas. Compartimos un buen tiempo y al partir me dijo que le
gustaría que nos viéramos en La Feria del Pescado, colorido y hermoso evento
que estaba por realizarse en aquellas semanas en Apure y en donde él era
invitado especial. Pero, ahora Brito no está con nosotros porque partió recién
a su encuentro con Dios, y debo agregar que “La cuenta que no da ná”, dio mucho,
si anotamos el arte prodigado por este hombre, la
trayectoria, profesionalismo, aporte al folclor y a la
patria, desprendimiento y don de buena gente, y dio tanto, además, que
llenó a Venezuela con su rectitud y amor nacionalista. Y siempre retumbará en
las conciencias y en el deber ciudadano, aquella tu expresión: “De Venezuela,
ni un milímetro para nadie”. Descansa en paz, hermano, cumpliste tu misión
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