Ese día me vine con el corazón roto . . .
Ese día fue muy triste, obviamente,
habíamos finiquitado las exequias de mi hermano EVARISTO ANTONIO, y todos
estábamos dolidos y tristes. Y no era para menos, en mi caso le había dicho
adiós a una persona que hizo mucho por mí durante un tiempo importante. Y ahi
estaba yo viéndolo por última vez. No podía comprender y las lágrimas me lo
decían en mi rostro frío a pesar del sol brillante. Veía a mis familiares y
amigos moverse en derredor silenciosos y llorosos. !Y partió mi hermano! La
última pala de cemento cayó estrepitosa anunciando el triste final. Todo había
terminado. El mundo se nos detuvo por un instante. Salimos del camposanto como
robots, de modo mecánico y cabezas gachas. La presencia de mis sobrinos y mi
cuñada Maria Mercedes, de manera imaginaria, aunque yo lo sentía, calmaban mi
tristeza con una especie de bálsamo a modo de palabras que me llegaba muy
dentro e instaban a seguir. Y cada vez que llegaba a mi mente que no vería más
a mi hermano EVARISTO ANTONIO, me sentía desfallecer, aunque aquel afecto
colectivo familiar era estimulante. Y me vine con el corazón roto y el alma
echa jirones. Aquel día en la ciudad del Cabriales se quedó una parte de mí. .
. y otra partió junto a mi hermano. Hasta luego, hermano mío, alguna vez
volveremos a vernos, si Dios Todopoderoso y la Virgen lo permiten. Mientras, mi
amor va contigo. . .
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