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Las cosas que me alejan de ti




“Las cosas que me aleja de ti…”
                                                       
        
                  Por Eduardo Correa
El título del artículo son extractos de un famoso tema, que bien podía retratar el amor de una mujer, un problema en cualquier país o en el mundo, las vivencias cotidianas de una o muchas personas que viven en angustia, acosadas o decepcionadas o los sinsabores de un colectivo o el destino incierto de los pueblos. Y es que por los años setenta se dejó escuchar esa composición musical que impactó gratamente a los latinoamericanos y particularmente a los venezolanos debido a que el intérprete era nativo de esta tierra de gracia. El nombre de aquella canción que en el devenir de aquellos años se convirtió en emblemática por su contenido y su calidad interpretativa no es otra que “Las cosas que me alejan de ti”. Y el autor de la excelente letra era el singular compositor de origen italiano y residenciado en Argentina, Jean Franco Pagliaro, y el cantor era el no menos extraordinario Héctor Cabrera, conocido entre nosotros como “El  poeta de la Canción”. Nada más y nada menos, como suele decirse cuando de alguien muy especial se trata. Pero, realmente la canción comienza de esta manera: “Un sueldo miserable, una casa irrealizable, doce horas de trabajo, quedarse siempre abajo,  callar lo que se siente, morir en cualquier frente…”. Y más adelante aumenta lo incisivo de sus letras: “Un camino intransitable, una meta inalcanzable, el amor incomprendido, un ambiente corrompido, pensar siempre en sí mismo,  caer en un abismo”…”Estas son las cosas que día tras día me alejan de tu corazón querida mía, amada mía”.

Por aquellos años, los referidos setenta, estaba radicado en Buenos Aires cumpliendo compromisos artísticos el ya citado Cabrera y estaba muy cerca la realización del IV Festival de la Canción de Buenos Aires, que en esa época gozaba de buena reputación en el cancionero latinoamericano. El caraqueño, como se dice, quiso probar suerte y escogió la canción en referencia, hechas algunas gestiones pertinentes. Muchos conocían la calidad vocal del venezolano y empezaron “a ponerle piedras en el camino” en el sentido de que desistiera del tema porque “alguien lo tenía asignado” y que además “debía ser cantado por un argentino”, entre otros “argumentos” traídos de los cabellos. Pero, a decir verdad lo que estaba en el tapete eran   las características y el contenido del tema, así como las dotes de cantante que mostraba Cabrera, lo que hería susceptibilidades en algunos egos.

Es de aclarar que esto sucedía “a sotto voce” entre músicos e intérpretes que aspiraban llevarse el laurel del encuentro musical. E incluso se decía que el propio Pagliaro tenía previsto presentarse con su canción y ya estaba ensayando con una orquesta. En un gesto de desprendimiento y debido a los insistentes rumores en los círculos musicales de Buenos Aires,  el autor  invitó a Cabrera a un ensayo y quedó boquiabierto al oír su letra en “esa voz y en aquel estilo” y con un arreglo orquestal de ensueño que no dejaban lugar a dudas del éxito y del impacto que tendría en el ánimo popular y en los expertos. Jean Franco Pagliaro fijó posición con un sincero apretón de manos y un abrazo a aquel cantor venido de la tierra de Bolívar. Dicho y hecho. Cabrera y “Las cosas que me alejan de ti” fueron la atracción y “arrasaron” en ese festival y más de veinte países se deleitaron y reflexionaron durante muchos años con la expresiva letra y el carisma interpretativo del venezolano.

Y la singular pieza musical proseguía con más fuerza expresiva, tajante y como látigo traducido en metáfora justiciera: “Un patrón que viaja mucho, la canción  que nunca escucho, el pequeño comerciante, el señor y el traficante, diez mineros sepultados,  una fiesta y mil invitados, cuatro negros perseguidos, una huelga y cien heridos...”. Y fuero aquellos años inolvidables retratados en una canción excepcional y que expresaba un sentimiento digno y una vida, o muchas vidas, angustiadas cuando sus anhelos y sus esperanzas no son correspondidas en un mundo cada vez más descompuesto, azaroso y mezquino. Y termina de modo contundente la histórica interpretación: “La mirada indiferente, el soldado y un inocente, la verdad encarcelada, maltratada y condenada”.



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