Y entonces la economía se vistió de bolsas…
Por Eduardo Correa
Confieso que la primera vez que escuché hablar de los CLAP fui sorprendido en mi ignorancia y se debió a que una amiga de facebook escribió que le informaran cómo hacía ella para ponerse en contacto con la sigla citada y mi respuesta no se hizo esperar: “En verdad no podría decirte nada al respecto porque, sencillamente, ignoro de que se trata, sino con mucho gusto”. Ella no tardó en ripostar: “Eso es algo que tiene que ver con la cultura, con teatro, o algo así”. Y apenas leí aquello no me quedó más remedio que aceptar que, por lo menos, no estaba al día con ciertos acontecimientos. Y es seguro que me dirían en el barrio guamachal donde crecí en Valle de la Pascua: “Ajá, te agarraron fuera de base y tan avispado que te la dabas”. Empero, la interesada estaba errada en su apreciación. O sea, se trataba de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción que tendrían la misión de llevar a cada familia venezolana los alimentos de primera necesidad y para decirlo en términos populares: "Bolsas de comida, pues".
Y si algo me sorprendió también fue que iría "casa por casa". Y es allí donde
murmuraría algún cansado de hacer colas y de correr tras el bocado del día a
día: "Bueno, pues, se puso a valer
este bembón". E igualmente la pregunta de cualquier taimado podría
ser: "¿Ésos famosos CLAP
funcionarán de veras?". Y la pregunta es pertinente, aunque otros
irían más lejos e interrogarían capciosos y mordaces: "¿Podrá caber toda la economía de un país en unas bolsas?". Pero, la verdad sea
dicha, hay casi todo un país motorizando este importante asunto a través de una
movilización popular constituida por los consejos comunales y dirigidas por el
ministerio de rigor. Es decir, los CLAP son una realidad y todos aquellos que
requieran de una bolsa de comida por estos tiempos de escasez solo esperan ser
visitados por los encargados de tal fin y seguramente estarán muy cerca de ellos.
Y
claro está que los medios se hicieron eco de esta nueva modalidad de
abastecimiento popular. Por ejemplo, en San Juan de los Morros, estado Guárico,
hubo una especie de poblada que clamaban por sus bolsas de comida: “Vamos ya para un mes y nada que se
aparecen por aquí con las bolsas de comida. ¿Qué es lo que ocurrió? ¿Cuándo llegarán? Siento que mi estómago me
gruñe”, gritaban pancartas en manos rodeando la enorme estatua conocida como
San Juanote que fuera colocada allí en tiempos del dictador Juan Vicente Gómez
y se comentó entonces que era para responder un pedido del pueblo respecto de
que aspiraban “Un San Juan más grande”. Y ¡zúas! el llamado Benemérito les
mandó a poner la mole. Pero volvamos a lo nuestro. En Valle de la Pascua
también se dejaron escuchar los clamores por las bolsas de comida: “Tenemos hambre”, dijeron a secas.
Más nada.
Y
como no podía faltar lo curioso, pues aquí está: Las citadas bolsas de comida,
no solo no llegan oportunamente, sino que vienen “cojeando”, es decir, no son pocos los que se quejan de que les
falta lo convenido y a veces no viene la bolsita del café o los paquetes de
harina pre cocida están incompletos. Y sobre don pollo, ni se diga. La
imaginación popular los ve volar a pesar de que carecen de plumas. Y eso sucede
cuando de magia se trata. ¿Y qué de la
carne bovina? Y no es por lo de bobo, se refiere a la carne de res. Esa si
se pone dura las más de las veces, sostienen, no al tacto o a la muela, sino
porque se hace rogar. O no está donde debiera estar. Pero, tranquilos, todo
esto no es nada que los consejos comunales no puedan resolver. No señor.
27 de mayo de 2016
27 de mayo de 2016
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